Tren de alta velocidad
A vueltas con el tren y la cuestión extremeña

El tren guarda un importante significado simbólico para el pueblo extremeño, es mucho más que un mero medio de transporte. El tren une personas y facilita el desarrollo de la economía. Representa nuestros anhelos de comunicación y progreso, de sostenibilidad y vertebración del territorio, de superación de la postergación.
Tren ruta plata foto
Protesta por el tren en Hervás, años ochenta. Foto: Movimiento por el Tren Ruta de la Plata.
31 jul 2022 08:02

Quiero escribir este artículo, pero me duele la cabeza. Estamos cansados de leer (y sufrir) estos días las incesantes noticias sobre el gran fiasco que ha supuesto el “nuevo” tren extremeño. Son ríos de tinta los que se han escrito y se escribirán sobre un asunto que hiere profundamente la dignidad y el orgullo de extremeñas y extremeños. Fuera de nuestra tierra la gente ya está cansada de escuchar los eternos lamentos por nuestro tren y no entiende bien los justos motivos de nuestra reivindicación. Hay que seguir explicándolo una y mil veces, todas las que sean precisas: queremos dignidad y respeto, no más burlas ni incumplimientos.

Fuera de nuestra tierra la gente ya está cansada de escuchar los eternos lamentos por nuestro tren y no entiende bien los justos motivos de nuestra reivindicación

Aunque recientemente ha tenido lugar una inauguración a bombo y platillo del nuevo “tren rápido” extremeño entre Plasencia y Badajoz (paradójicamente sin parada en Plasencia), nuestra tierra sigue aislada en sus comunicaciones y afectada por la desigualdad y los desequilibrios territoriales. A pesar de los tímidos avances que vinieron a celebrar las más ilustres autoridades, se siguen acumulando las incidencias, los retrasos y las deficiencias en el sistema ferroviario extremeño. La realidad es cruda y terca: nuestro tren todavía no tiene vías electrificadas, ni vías de doble sentido, ni velocidad suficiente. Mucho menos cuenta con un servicio integral que vertebre adecuadamente nuestro territorio (urbano y rural). No hay rastro de ambición ni de coraje.

Tren de alta velocidad
Tren El tren en Extremadura: diez años de promesas incumplidas por el bipartidismo
Hace unas semanas, Pedro Sánchez aseguró que la alta velocidad ferroviaria llegaría a Extremadura en el verano de 2022. Un pronóstico que se une a la infinita lista de promesas que PSOE y PP llevan incumpliendo durante más de una década.

A modo de justificación quieren hacernos creer que el maltrato y la desidia de las Administraciones Públicas con respecto al tren extremeño surgen de la falta de demanda, como si un servicio público tuviera que estar siempre sometido a las lógicas neoliberales del mercado y la rentabilidad económica. ¿Será entonces que los extremeños preferimos viajar en coche privado antes que utilizar el transporte público? ¿O más bien que subirnos a ese tren nos recuerda las décadas de olvido institucional, las infinitas falsas promesas o la histórica falta de inversión pública en nuestro ferrocarril?

A modo de justificación quieren hacernos creer que el maltrato y la desidia de las Administraciones Públicas con respecto al tren extremeño surgen de la falta de demanda, como si un servicio público tuviera que estar siempre sometido a las lógicas neoliberales del mercado

Hace pocos días una intrépida eurodiputada decidió subirse a un tren para recorrer el trayecto entre Llerena y Madrid (y en verano, qué valiente). Su relato hace referencia a una experiencia que hemos sufrido y conocemos bien los viajeros extremeños:  importantes retrasos, trayectos de muchas horas y un tren que traquetea. Los medios de comunicación recogieron sus propias palabras: “Mi experiencia fue demoledora, como en otras ocasiones. El tren te destroza la espalda, los baños están muy sucios y el aire acondicionado fue mínimo estando fuera a 40 grados”.

Mi madre no es diputada y llegó a la misma conclusión que esta paisana. Llevaba muchos años sin usar el tren y decidió lanzarse a la aventura después de escuchar las nuevas promesas (vacías, una vez más). Resultado: un viaje Badajoz-Madrid con 1 hora de retraso y varias incidencias en el nuevo “tren rápido y de altas prestaciones”. Seguramente su desilusión e incomodidad hará que no vuelva a subirse en un tren durante mucho tiempo. Luego dirán que no hay demanda suficiente…

Escuché (y me creí) por primera vez las promesas sobre un tren extremeño rápido y digno a principios de los 2000, cuando comenzaba a participar en organizaciones políticas y sociales. Pero varias personalidades de la cultura extremeña, como la poetisa Carolina Coronado, ya reivindicaban en el siglo XIX la importancia del ferrocarril para el desarrollo y la vertebración de nuestra tierra. Este debate viene de muy lejos y no parece que vaya a cerrarse en el corto plazo. La ciudadanía extremeña lleva demasiado tiempo esperando y su paciencia se ha agotado. Hay que hacer entender esto a las y los responsables políticos y a la sociedad en su conjunto, dentro y fuera de Extremadura. Es tan imprescindible una solución firme, valiente y definitiva al problema del ferrocarril como la depuración de responsabilidades (técnicas y políticas), con los ceses que hagan falta. Extremadura no puede tolerar más desprecios.

Varias personalidades de la cultura extremeña, como la poetisa Carolina Coronado, ya reivindicaban en el siglo XIX la importancia del ferrocarril para el desarrollo y la vertebración de nuestra tierra

El tren guarda un importante significado simbólico para el pueblo extremeño, es mucho más que un mero medio de transporte. El tren une personas y facilita el desarrollo de la economía. Representa nuestros anhelos de comunicación y progreso, de sostenibilidad y vertebración del territorio, de superación de la postergación. Por eso hemos llenado las calles en varias ocasiones para exigir un compromiso firme con la equidad y la justicia. En esos vagones viajan muchas maletas con nuestra autoestima como pueblo, con nuestras ilusiones de presente y de futuro. No aspiramos a tener más que nadie, pero tampoco menos. Sencillamente exigimos justicia, demandamos lo que nuestra tierra merece y necesita. Nada más y nada menos.

Durante el viaje en tren podemos apreciar y tomar consciencia de una realidad que es urgente pensar y cambiar, más allá de nuestro sistema de transporte. Por sus ventanillas se puede observar la Extremadura que grita por un nuevo modelo, por un cambio radical de políticas: estaciones en mal estado, pueblos y embalses vacíos, alfombras de placas solares o paisajes calcinados por incendios forestales. Se trata de la Extremadura que hay que transformar, no mañana, hoy, ya.

En los años 80 un cartel de la izquierda extremeñista recordaba que “la solución está aquí, no está en Madrid”. Este acertado mensaje conserva plena vigencia en la actualidad. La clave para resolver nuestros problemas (también el del tren) sigue estando aquí, en nuestra tierra, en la autoestima y el empoderamiento de nuestra gente, en su capacidad para movilizarse y presionar a las instituciones públicas, sea en Mérida o en Madrid, gobierne quien gobierne.

Algunas voces plantean hoy con insistencia que la única solución para nuestra problemática pasa por un partido extremeño que vaya a Madrid a pelear por lo nuestro. Pero, ¿qué es eso tan nuestro que debemos defender? Sin duda, es conseguir un tren digno y un transporte público y sostenible que nos conecte, pero también luchar contra la precariedad y el desempleo juvenil o frenar el vaciamiento de nuestros pueblos y la sangría de la emigración. Ya no sirven los viejos regionalismos que querrían llegar al Congreso para rechazar el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos o para avivar el fuego del conflicto entre Cataluña y otros pueblos hermanos, menos aún los provincialismos que pretenden enfrentar a extremeños de una y otra provincia. Eso no es ni será una opción útil para transformar realmente la situación de Extremadura.

Sin duda, es conseguir un tren digno y un transporte público y sostenible que nos conecte, pero también luchar contra la precariedad y el desempleo juvenil o frenar el vaciamiento de nuestros pueblos y la sangría de la emigración

Necesitamos un nuevo extremeñismo, sí, pero centrado en lo propositivo, que no se olvide de la vida cotidiana ni de las “cosas del comer”, que reivindique lo que somos (y lo que podemos llegar a ser) y que apele a la mejora de las condiciones de vida de nuestra gente, a la protección de los servicios públicos, a la garantía de la equidad territorial, a la respuesta frente a la emergencia climática, a la recuperación de nuestra memoria democrática, a la defensa de la igualdad de derechos de todas y de todos.

Extremadura no debe perder este tren. Porque, quizás, sea el último. Las valientes y pacientes personas que todavía nos subimos a un vagón en suelo extremeño merecemos este año una Medalla de Extremadura por nuestra paciencia. Ojalá muy pronto sea también por nuestra rebeldía. La paciencia en pocos casos conquistó derechos. Nos vemos pronto en las calles.

Tribuna
Extremadura Un nuevo extremeñismo en construcción
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