El pacto con el diablo de los Carceller

Demetrio Carceller Arce y su padre pagaron para no pisar la cárcel y no tienen una serie de televisión porque su historia transcurre entre Teruel, Terrassa, Burgos y Madrid. Ellos y un puñado de viejas fortunas catalanas se reparten la petrolera Disa, socia de control de Sacyr, Ebro, Cacaolat y Rodilla.

Calle Tambre El Viso
David F. Sabadell Cómo llegar ▶ Calle Tambre 24, colonia de El Viso. Madrid .
18 ago 2018 06:40

Me quedé mis buenos 25 minutos delante de la casa, en la calle Tambre 24, un chalet de cuatro plantas en la colonia El Viso, y no vi nada parecido a una cárcel. Seguí hacia el norte hasta la Avenida de La Habana 172, que aloja sus empresas conocidas, y un poco más hasta Jerez 4, el domicilio para alguna de sus sociedades en Londres. Y nada. Nada parecido a una prisión.

Demetrio Carceller Arce (Madrid, marzo de 1962), o Carceller Junior, como se hace llamar en la City, o Demetrio III, su ordinal genético, no está en la cárcel ni se le espera. Tampoco dormirá en ella ya su nonagenario padre, ni la pisó su abuelo. Y, sin embargo, todos la han merecido. No solo eso, sino que, lo que es la providencia, Sacyr —la cual controla— es toda una campeona construyendo cárceles.

Hablamos del primer socio de Damm, la cervecera de la burguesía catalana. Está escrito que Carceller I (Demetrio Carceller Segura), que aterrizó en Terrassa desde el Bajo Aragón a primeros del siglo XX, fue el primer gran comisionista moderno. Ingeniero textil, liberal y luego falangista de primera hora, durante la dictadura de Primo de Rivera contribuyó a la creación de Campsa (1927). El negocio del crudo era tal que en paralelo se alió con banqueros y empresarios catalanes para fundar Cepsa (1929), la única petrolera a la que se permitió operar, instalada en el puerto franco, que entonces era Canarias.

La guerra le fue propicia. Huyó a Burgos. Para Franco negoció con la Standard Oil de Rockefeller el suministro de combustible y le previno sobre el timo de la gasolina sintética. Y así, en 1940, tras un viaje a Berlín, el Caudillo le encomendó la cartera de Industria y Comercio, es decir, el presupuesto para la reconstrucción del país, que repartió al gusto.

Cerveza y gasolina. Nadie repara en cuánto se parecen estos líquidos. Dos oligopolios florecidos al mismo tiempo, con poca variedad de género y precios aparentemente pactados entre los competidores. Es con los hijos de aquellos catalanes que dieron vida a Cepsa y luego ganaron la guerra con quien hoy Carceller III se reparte Disa Corporación Petrolífera, la primera empresa de Canarias. A saber: los banqueros Recasens y Figueras-Dotti, los Lliso, los Ribas y los Biosca. Sus refinerías nutren de gasolina y plásticos a las islas y opera 600 gasolineras. Disa es dueña del 16,1% de Sacyr y del 30% de Damm, que a su vez controla la cadena Rodilla, Cacaolat (50%) y el 10% de la arrocera Ebro Foods.

Al menos otro 14% de Damm es directamente de los Carceller. Concretamente, de su firma Seegrund BV, holandesa, la punta del iceberg de su emporio extramuros, el que idearon Carceller III y su padre para no pagar a Hacienda. El mismo por el que Carceller Coll (Carceller II) simuló durante 15 años que vivía en Portugal e Inglaterra, apagando las luces de su casa en Galapagar, pagando en efectivo en restaurantes y joyerías. Ocultaron más de 500 millones de euros en sitios como Niue (Oceanía). Para ello se valieron de la experiencia del abogado Gabriel Petrus Becerra y de Mossack Fonseca. En 2014, el juez Ruz les impuso una fianza de 713 millones y en 2016 pactaron el pago de una multa de 93 millones, la mayor por un delito fiscal en España. La mayor, a secas.

Padre e hijo viven en Madrid, son dueños de fincas en Extremadura y Andalucía. Veranean en Sanxenxo. Lo normal. Las Parras de Castellote SA —bautizada como el pueblo de Teruel donde nació Carceller I— regenta concesionarios (Tecsa) y empresas de vinos y de pádel. En Londres, es dueño de Beachlake Limited. Incluso hay ya un Demetrio IV —Carceller Fernández-Cid— preparando la siguiente temporada, empleado en el fondo de inversión Altamar Capital. Otra hija trabaja en Google.

Vuelvo a la estampa de la casa de la calle Tambre y sus 20 metros de fachada. Huele a flores, oigo un cortacésped, distingo un laurel, un magnolio, un ciprés y un arce (de Carceller Arce, imagino). Dijo un maestro que murió de pena en la Guerra Civil que los grandes filósofos son los bufones de la divinidad. Me pregunto para qué hemos quedado entonces las periodistas. Para cantoras sobre el 1%, me respondo a mí misma. 

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