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Sexualidad
Sexo en tiempos de desescalada
De la creadora de “Follar en tiempos de pandemia” y “¿Cómo vamos con el sexting?” llega el ansiado certificado de voluntades sexuales post-encierro. Con esta entrega se cierra una ¿primera? trilogía del polinomio pandemias, confinamientos y relaciones sexuales.
El final del estado de alarma se asoma, el río suena, y no queremos ahogarnos. Tras sobrevivir a esta realidad transcurrida en términos antitéticos a la vida sexual que conocíamos, ¿qué futuro leeremos en la bola de cristal? ¿Qué medidas tendremos que interiorizar? ¿Se acabaron los tórridos arrumacos que hacen que el sabor de la otra persona en el cuerpo dure horas, o tendré que echarme flus-flus?
La posibilidad de relacionarte con otros seres humanos fuera de tu hogar está asomando a la vuelta de la esquina, y la modalidad del debate va pasando del tanteado tímido a la cuestión urgente. A esto se le une la infodemia provocada por el estado de alarma. Los núcleos de convivencia se han convertido en consejos de ministros con capacidad para refrendar reales decretos promulgados por el poder ejecutivo del salón de tu casa. En ocasiones, cuando observamos comportamientos o circunstancias ajenas, nos adjudicamos un rango estatal sancionador, y no ponemos límites a nuestro juicio. A la amplia amalgama de temáticas relacionadas con la sexualidad le lleva pasando desde tiempos inmemoriales.
Atrapadas en el cuentagotas regulatorio actual, me atrevo a augurar que con el sexo va a haber, como en anteriores ocasiones, un despliegue de miedos, incertidumbres y opiniones en la línea de las sentencias jurídicas que nos encontramos en la cola del pan. Y es que a todas nos queman las ganas de tocar a las personas que nos atraen y que queremos, pero hay que relajarse y contextualizar. Conviene hacerle un ERE inmediato al policía que llevamos dentro.
Un poquito de por favor
Para flexibilizar nuestros juicios, podemos valernos de la sabiduría antropológica y repasar las teorías relativistas culturales. De esta manera evitaremos la aplicación de recetas estandarizadas a diferentes situaciones, la comparación jerárquica y su insultante escenografía consecuente. Surgidas en el siglo XX como alternativa crítica al evolucionismo, estas corrientes se alejan del universalismo absolutista a la hora de estudiar una sociedad concreta. Básicamente, consideran que para comprender cada cultura hay que analizarla desde sus propias creencias, valores y circunstancias. Independientemente de su vigencia actual, y de las posteriores críticas basadas en los derechos humanos universales, algunos de sus argumentos son muy aprovechables. Ello nos permitirá un ejercicio de empatía en una coyuntura etnocéntrica saturada de comparaciones internacionales y vecinales, también en lo referente al sexo. Parece que el síndrome de Hubris nos ha afectado más que la Covid-19 y, cual cuñaos, nos creemos con el superpoder de conocer cómo gestiona la gente su vida íntima. Nos suministran las recomendaciones pertinentes en materia de sexualidad y desconfinamiento, y nos lanzamos a opinar sin mesura.
Coronavirus
Follar en tiempos de pandemia
En este estancamiento confinado ha podido prevalecer una sexualidad proyectada y fantasiosa, desesperadamente subyugada y definida por reales decretos ley, con casi ningún margen de maniobra. Y también ha podido transmutarse adaptativamente. Hemos podido pasar de creernos gurús del sexo online de cuarto de baño, a aborrecer el sexting; de fomentar la creatividad onanista, a acabar rozándonos con los marcos de las puertas una tarde cualquiera. También hemos podido hacer limpieza de armario sexual y repensado “qué me quedo, qué reciclo, qué remiendo, qué dono, y qué no guardo ni en el trastero”. Y todo ello sin increpar desde el balcón a mi vecina que lo ha hecho de un modo diferente, en un despliegue de inteligencia mediática sin precedentes en el barrio.
Ahora bien, el latente panorama de desconfinamiento está generando proyecciones, incertidumbres y deseos futuros. La necesidad de piel con piel ha sobrepasado el grado lunático y anda ya por otras galaxias. Puede que ello nos haya nublado el juicio, pero parece que con estos minuciosos y diminutos atisbos de pseudo-libertad programada que nos van dosificando estatalmente engañamos a la psique y le hacemos creer que algo llega a su fin. Estamos alimentando la planificación de encuentros futuros, comprando billetes de tren para cuando llegue “no se sabe qué fase en la que se pueda viajar”, y poniéndonos en modo bacanal cuando oímos lo de las reuniones de hasta diez personas. Todo ello, con el temor disruptivo a la marcha atrás de un nuevo confinamiento por mala praxis.
Entonces, en lo relativo al sexo, cuando se juzguen las decisiones personales, una vez comiencen a proliferar las sex-recommendations post-pandemia, ¿se extenderán algunas de las actitudes de vigilancia y castigo que han ido desarrollándose foucaultianamente,? ¿Qué directrices futuras marcarán la tendencia sexual, después de que hayamos asimilado esta etapa? Este fascículo de rutina confinada ha provocado cambios en nuestras relaciones sexo-afectivas, y las consecuencias serán variopintas. Puede que lo primero que hagas nada más salir de casa sea pedir el divorcio, comprar una cuna, programar la agenda de citas que has recolectado a través de aplicaciones de ligar, o bajarte a ocupar la única silla del 50% de la terraza de tu bar de confianza para ver los cuerpos serranos veraniegos del vecindario, entre magnánimas rondas de cervezas, que hay que apoyar al sector hostelero. El ansiado regreso del contacto humano más allá de los muros del hogar es inminente, y la experiencia previa me hace temer que la asunción de una responsabilidad social tiene papeletas para acabar creando juicios moralistas y sentimientos de culpabilidad. Nuestras sexualidades cuentan con experiencia previa al respecto.
New rules
¿Cómo será follar en tiempos de post-pandemia?, ¿cómo repensamos la “nueva normalidad sexual”? Para empezar, cada vez que alguien pronuncia la construcción sintáctica “nueva normalidad”, estoy convencida de que se muere un gatito. Hay que esforzarse en usar otro término para hablar de la realidad que nos deparará el futuro una vez que todo esto quede en el recuerdo, como ese último mal trago de tequila el sábado a las seis de la mañana. Si ya “normalidad” chirriaba en nuestros cerebros, “nueva normalidad” añade un toque con reminiscencias a grupo de pop malo, contradictorio y naif, que nos incrementa el desasosiego. Es un campo semántico que arrincona las oportunidades de incorporar cambios significativos tras el desastre.
Pero volviendo al tema que nos atañe, estamos hartas de estar en casa, y ahora se nos van a fusionar en el núcleo el subidón primaveral, las ganas acumuladas, y la necesidad imperiosa de contacto humano. Entonces, las que ya hemos decidido que nos damos por instaladas en la “desescalada sin síntomas” y con los deberes sexuales hechos, ¿cómo nos las apañamos para esquivar la distancia social con seguridad en algo que exige, en mayor o menor medida, un cuerpo a cuerpo?
Sexualidad
¿Cómo vamos con el sexting?
Lo fundamental es extensible a nuestras prácticas sexuales más allá del sexting: comunicación recíproca y crear un espacio mínimo de seguridad y confianza en el que poder llegar a acuerdos pactados. Ahora que le hemos dado una pausa a eso de complicarnos la vida con los rolletes endogámicos del bar de abajo de casa, no lo hagamos online por estar confinados y salidorros. Feliz calentona.
Son ya varios los artículos publicados sobre los aspectos a considerar a la hora de tener relaciones sexuales durante el proceso de desconfinamiento. En ellos, sexólogos y sexólogas expertas en la materia, y de diferentes zonas geográficas, han expuesto diversas recomendaciones para evitar contagios, y se han anticipado a las incertidumbres y miedos de la población. Esta súbita proliferación periodística demuestra dos cosas: que compartimos cierta preocupación y que el horno está para bollos. Por mi parte, he de confesar que el panorama tras su lectura me pareció desolador. Mi larga lista de proposiciones indecentes fabricada durante la cuarentena se ha visto drásticamente reducida.
Según el director del Instituto Andaluz de Sexología, Francisco Cabello “otros coronavirus no se transmiten vía sexual, pero la Covid-19 se encuentra en la saliva, en el moco, y en las heces de las personas infectadas, algo menos en la orina (6,9%), pero no se ha aislado ni en el semen ni en la lubricación vaginal”. Queridas, se comenta que para todos esos amantes no habituales, ni besos negros, ni besos con lengua, ni besitos tímidos en la comisura de los labios, ni escupir en boca ajena. Resumiendo, prácticamente nada que implique la interacción con tu boca y nada de gotículas, que ahora las carga el diablo. En tiempos de pandemia coronavírica parece que la lluvia dorada se salva y el sexo oral está en el limbo de la incertidumbre. Sin embargo, la saliva pasa a ocupar el puesto número uno de la lista negra de fluidos enemigos de la salud sexual. Nada de sexo sucio, ahora tiene que ser todo higiénico. Nos veo con el gel hidroalcohólico donde antes teníamos el lubricante.
Por su parte, el Departamento de Salud de Nueva York ha publicado un informe en el que desarrolla una breve guía de consejos, entre los que destaca “Usted es su pareja sexual más segura”. Después de casi dos meses con una misma, y con todo el respeto y el amor que le tengo yo al autoplacer, la lectura de esta sugerencia, en este preciso momento, me recordó inevitablemente al cura que tuve como profesor de filosofía del instituto. Una vez, en un debate sobre salud sexual, le pregunté por qué la Iglesia Católica no era amiga de los preservativos, y él me respondió que promovía el celibato para prevenir las Infecciones de Transmisión Sexual. Vamos, pedirle peras al olmo. Parece que el Departamento de Salud de Nueva York se ha salido por la misma tangente. Que lo que yo quiero y necesito ahora mismo es un poquito de ternura radical, pero presencial y acompañada, que parezco una cafetera virtual, calentando y sin colar.
Siguiendo con el documento, podemos comprobar cómo algunas de las recomendaciones neoyorquinas más destacadas ante la pandemia igual nos son familiares: usar barreras de protección de látex para evitar el contacto con fluidos y heces, check; lavar los juguetes sexuales con agua y jabón, check; ir duchado al encuentro sexual, double-check. Me temo que lo que he encontrado hasta ahora continúa ignorando o haciendo el vacío a una amplia diversidad de formas de relacionarnos sexualmente. De nuevo, nos encontramos ante la clásica oda histórica a la penetración vaginal y a la pareja estable, con varias recomendaciones que no estaría mal que ya estuvieran inoculadas en nuestras prácticas sexuales. Que esto parece el día de la marmota.
Pero todo lo anterior no es óbice para que el ingenio humano y la creatividad hayan encontrado la madre de todas las motivaciones, aún con todas estas piedras en el camino. Yo me veo con una mascarilla mordaza de lo más sexy cabalgando a mi novia una vez se recupere la movilidad interprovincial. También me imagino al Señor-X enfundándose la mano derecha con un guante de látex negro listo para el fisting mientras le esperas a cuatro patas en el sofá. O puede que mi libido se haya reducido hasta tal punto que ver a otra gente que no sea mi marido 24/7 me vaya a devolver las ganas de dar volteretas con él en la cama.
Mi cuerpo, mi decisión
Siempre he defendido la responsabilidad sexual de cada una, es decir, conocer nuestra salud corporal, saber poner límites y controlar el margen de exposición a determinados riesgos sexuales. Cada unx de nosotrxs somos responsables de nuestra propia salud sexual. La tranquilidad y la toma de decisiones consensuada, informada y consciente debería seguir siendo la guía para el sexo postconfinado. Y aunque el miedo a posibles contagios pueda bloquear nuestra sexualidad, nada nuevo bajo el sol, no olvidemos que el contacto humano es básico para la salud mental y la supervivencia humana.
Sin duda, estas decisiones serán una cuestión personal y puede que tardemos en interiorizar marcianadas temporales y optativas, como limitar los morreos. Tan respetable será no mantener ningún contacto humano, por miedo o por ansiedad, como recuperarlo con un mínimo de información y respeto. Tan loable será tener síntomas y quedarse en casa para no contagiar a nadie, como evitar el aislamiento total construyendo grupos de afinidad de personas con las que compartes riesgos similares y con las que te relacionas cotidianamente. Abandonemos los juicios de valor y no sucumbamos al egoísmo humano porque son plagas del darwinismo social. El nuevo corono-paradigma y el desastre neoliberal que lleva asociado no saca ni la mejor, ni la peor cara de las personas, sino simplemente la que tienen. Y en el sexo, como en la vida, si no hago daño a nadie, a quien no le guste...