Salud mental
30 años conviviendo con un diagnóstico por trastorno bipolar

Un testimonio en primera persona en contra del estigma y del aislamiento, reivindicando la propia vida, los cuidados, la comunidad y la esperanza. También aquí, sí, se puede.
14 jul 2023 07:00

Fui una niña feliz y despierta. Muy curiosa, me encantaba estudiar y, con el paso de los años, puedo identificar ya entonces momentos depresivos y de hipomanía, combinados con un TOC y notas excelentes. De hecho, con el tiempo varios de mis profesoras me han dicho que fui la alumna más brillante que recuerdan. Esto duele, cuando por diversas circunstancias tu vida adulta no es tan “brillante”, o al menos no con el brillo acostumbrado en una sociedad capitalista.

Las depresiones son muy jodidas. Recuerdo la primera tras un grave desengaño amoroso y una traición de una amiga. Me pasaba el día diciendo que mi vida era una mierda. Al principio con sarcasmo, para después convertirse en un mantra que termine por creer. Me abandoné, dejé de comer, de asearme, de relacionarme, cogí fobia a salir a la calle, abandoné mis estudios y todo lo que era mi vida en esos momentos... Y lo peor es que cuando sales te ves tan fuerte que parece que ese bichito ya no va a picarte más. Pero sí que pica. Mi madre también me insistía tras el primer brote de manía, diciendo que ya no iba a pasarme más. Y yo le discutía. Fui consciente desde el minuto cero de que no se trataba de hechos aislados ya que, en mayor o menor medida, llevaban pasándome desde que tengo uso de razón. Recuerdo los llantos y el sentirme poco querida. Y es que una vez me dijeron que la afectividad es como un grifo difícil de regular, o está muy caliente o muy fría, o te sientes muy querida o muy poco… Esto puede ser el origen del trastorno afectivo bipolar.

Recuerdo mirar en una enciclopedia de salud del Círculo de Lectores de mi madre y ahí encontrar el significado del término maniacodepresiva

Después de muchos tumbos, hipomanías que pasaban desapercibidas y esta depresión de caballo obtuve un diagnóstico. Eso fue tras peregrinar por diferentes médicos, psicólogos y psiquiatras. Aunque fui yo, realmente, la que podríamos decir que me autodignostiqué. Recuerdo mirar en una enciclopedia de salud del Círculo de Lectores de mi madre y ahí encontrar el significado del término maniacodepresiva (entonces el término de trastorno bipolar no era tan común como ahora).

Ahí siguieron las pruebas con diferentes fármacos, incluyendo dos ingresos tras llegar a fases de manía más graves. Uno fue en el hospital psiquiátrico de Mérida, cuando aún no era centro sociosanitario. Guardo recuerdos terribles, como llamar por la noche sin descanso porque una compañera escondía un mechero y no acudir nadie a ver que pasaba. De esa experiencia también aprendí que la mayoría allí éramos víctimas y no verdugos, víctimas de relaciones insanas con parejas, familias… o todo a la vez. Y me sirvió también para apercibirme de que yo, tan mal tan mal, no estaba. Otra fue en el ala de psiquiatría del hospital de Badajoz. Aquella la recuerdo mejor, fundamentalmente en el trato, mucho más humano y digno, dentro de lo digno que puede ser estar privado de libertad.

En ese tiempo apareció en mi vida un profesional nuevo, una psiquiatra que al conocerme me dijo: “tienes la cabeza muy bien amueblada, pero un poco descolocada”. Tomó las riendas de mi tratamiento y se implicó desde el primer momento.

En esos tiempos yo había abandonado mis estudios universitarios y decidí estudiar un grado de FP, más como terapia ocupacional que otra cosa.

Aprendí que la mayoría allí éramos víctimas y no verdugos, víctimas de relaciones insanas con parejas, familias… o todo a la vez

Mis relaciones con los chicos eran un desastre. Tenía la herida del desamor y el abandono bien abiertas, y también sufrí relaciones abusivas por parte de amigas. No me consideraba merecedora del amor, ni de lo “bueno” y me costaba establecer límites claros.

Durante ese tiempo probaron diferentes tratamientos conmigo. Los efectos secundarios eran devastadores, desde ansiedad a palpitaciones, pasando por segregar leche de mis pechos, psoriasis, hipotiroidismo…. Y con el tiempo me negué a determinadas terapias farmacológicas, decidiendo tomar solo lo que yo de verdad notaba que era efectivo para mí: clonazepam y olanzapina.

Tener un diagnóstico y tratamiento me ayudó a cambiar de hábitos. A aprender a cuidarme, sobre todo en el tema del sueño. En mi caso era automático en aquel momento. Si no lograba dormir por la hipomanía, acababa en manía con sus delirios, paranoias y pensamientos obsesivos que podían ir desde que mi padre era de ETA a que mi abuelo era el rey o a que algún personaje famoso me mandaba mensajes por redes que solo yo entendía. Eso, unido a hiperactividad en todos los niveles, incluido el sexo.

Lo más grave no es todo esto, que en sí lo es. Lo más grave es que llega un momento en que aterrizas, pero tus vecinos, conocidos… te han visto mal y ahí empieza un duro camino de estigmatización y discriminación. Porque tú eres diferente. Y esa diferencia no es una leve cojera o falta de audición. Tú estás loca y eso te condiciona y condiciona tus relaciones en la mayoría de los casos. Otra consecuencia importante es que tú tienes que hacerte responsable de las consecuencias de tus actos siempre, estés en manía o en depresión. Una persona con delirios por la fiebre, no. Pero tú sí.

Lo más grave es que llega un momento en que aterrizas, pero tus vecinos, conocidos… te han visto mal y ahí empieza un duro camino de estigmatización y discriminación. Porque tú eres diferente

Con 29 años decidí ser madre, tras quedarme embarazada de un chico con el que la cosa no iba nada bien y que en esos momentos no estaba preparado para asumir aquello. Dos años antes había abortado voluntariamente y esa opción resultó tan dolorosa que no me la quería ni volver a plantear. Además, yo quería ser madre, y decidí seguir adelante con la ayuda de mi familia. Mi embarazo fue del alto riesgo por estar medicada. Iba tanto al hospital que, más que estar embarazada, parecía que estaba gravemente enferma. Hice el embarazo con Plenur y todo fue muy bien, aunque un efecto no deseado de dicha medicación podría resultar en una malformación en el corazón de mi bebé. La primera vez que oí su latido lloré sin parar y hasta la ecografía de la semana 20 no me relajé del todo con ese tema. Tuve a un niño fuerte y sano al que mi psiquiatra apodó baby litio. No pude darle el pecho porque tenía mucho riesgo de depresión postparto y, tras el nacimiento, enseguida retomé la medicación suspendida en el último trimestre. Lo que sí pude darle fue el calostro en paritorio y fue de los momentos más bellos de mi vida.

En aquel momento yo había terminado un grado medio y un grado superior y trabajaba para la junta de Extremadura, además de dar clases particulares y otras  fuentes de ingreso, todas precarias.

Mis relaciones sociales eran más sanas, pero con los hombres seguía sin relacionarme bien. Tenía apego inseguro. Con el padre de mi hijo no tuve relación en el embarazo, pero sí unos meses después del nacimiento. Intentamos retomar la relación aquel verano, pero me di cuenta de que el tenía serios problemas de adicciones y me alejé. En aquel momento mi decisión fue cuidar de mi criatura.

Desde que fui madre no he vuelto a tener una crisis grave. He tenido episodios de hipomanía y de depresión, pero nada comparables a los primeros años.

Mi misma psiquiatra, que me lleva acompañando 23 años ya, me dice que hay síntomas que ella mismo duda si son del trastorno o de mi personalidad

En estos años me he casado y me he divorciado. Es curioso que para mi ex al principio yo era un portento. Cuando nuestra relación se deterioró y yo decidí cortar nuestro vínculo, se dedicó a apuntar todo lo que consideraba patológico, eso mismo que le había enamorado de mí. Y es curiosa también una frase que me dijo: “te prefiero deprimida porque eres más fácil”. No puede encontrar muestra de un egoísmo más extremo, máxime cuando en personas que sufrimos este trastorno la mortalidad por suicidio es veinte veces mayor que en el resto de la población.

Y sí, el pensamiento de suicidio es recurrente. Sobre todo, cuando estás bajita de ánimo o cuando aterrizas de una crisis y te das cuenta de todo lo que has hecho y de todo lo que has dejado de hacer…

En cuanto a mi diagnóstico, no tengo muy claro qué tipo de trastorno tengo. Mi misma psiquiatra, que me lleva acompañando 23 años ya, me dice que hay síntomas que ella mismo duda si son del trastorno o de mi personalidad.

He tenido mi propia empresa durante 5 años, con todo lo que conlleva ser autónoma con trabajadores a mi cargo, incluso. Después he tenido empleos precarios y ahora mismo estoy desempleada y cobrando una ayuda.

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Tras cumplir los 47, puedo decir que tengo la suerte de contar con una familia espectacular, que me apoyan, ayudan y animan. La misma suerte con mi familia afectiva. Con el padre de mi hijo también tengo muy buena relación, los años y la personita que compartimos nos han hecho hermanarnos y respetarnos por encima de todo. Mi hijo es el primero en detectar mis cambios y me dice frases como: ¿estás pochi, mami? Y yo muero de amor. Es casi adulto ya, y puedo decir que la maternidad, sin duda, ha sido y es el mayor aprendizaje de mi vida. Sigo formándome para tratar de encontrar un empleo digno, en el que pueda desarrollar todas mis capacidades… Que espero que aparezca pronto.

¿Lo peor de todo esto? Estar desempleada como el 60% de personas que comparten diagnóstico conmigo y que llega al 87% de la población con enfermedad mental grave― y asumir que mi esperanza de vida disminuye entre 13 y 30 años simplemente por tener este diagnóstico, entre el riesgo de suicidio y los efectos secundarios de las medicinas. Todo ello aparte de lidiar con el estigma y la discriminación en una sociedad que tiene más miedo a la locura que a la muerte… ¿Será que de la locura con suerte se vuelve?...

El autoconocimiento es muestra tarea más importante y la autoestima nuestro reto. Mientras más te conozcas y te quieras, más posibilidades tendrás de estar bien, y esto vale para todas

¿Lo mejor? Que aprendes a valorar la gente que se queda y que quiere sumar y ayudar, sean familia de sangre o afectiva, que aprendes de autocuidado muchísimo y a valorar las fases de eutimia (ausencia de síntomas), que la inteligencia emocional la trabajas sí o sí, ya que cuidas las frases que te dices a ti misma muchísimo. Es una parte de ese autocuidado esencial, tan importante como tener rutinas sanas de sueño y alimentación. Ayudar con tu experiencia a otras personas es fundamental para mí, porque no hay que olvidar que el 10,8 % de la población en nuestro país presenta alguna enfermedad mental, tanto por ciento que en el caso de las mujeres esta cifra sube al 14,2.

Y es importante también que aprendes ―otra vez, sí, el verbo aprender― a distinguir felicidad de serenidad, y a preferir lo segundo,  unido a estos momentos de eutimia, que son muchos y largos en mi caso en estos momentos. Es crucial tener la suerte de dar con profesionales que te cuidan y para los que no eres un número más en un sistema por momentos absurdo y obsoleto, donde los laboratorios farmacéuticos pagan congresos y regalos jugando con la salud de una parte tan importante de la población.

Porque el sistema publico de salud mental tiene que mejorar. No pueden darte cita cada tres meses y arreglarlo todo con un teléfono de prevención de conductas suicidas, que por cierto es el 024.

En fin, que esta es mi vida. He aprendido a vivirla como mejor puedo y a veces hasta como quiero. Me gustaría que si has llegado hasta aquí y te resuenan algunas de mis vivencias pidas ayuda en tu entorno cercano o a algún profesional.

El autoconocimiento es muestra tarea más importante y la autoestima nuestro reto. Mientras más te conozcas y te quieras, más posibilidades tendrás de estar bien, y esto vale para todas.

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Amiga
14/7/2023 22:00

Mucho ánimo a todo el colectivo de pacientes mentales que es doblemente paciente: consigo mismo y con los demás; con los padecimientos de la enfermedad y con el estigma social asociados a los mismos. Fuerza y adelante!!

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jb7862
14/7/2023 7:48

Gracias por testimonio, demuestra que eres una persona muy inteligente. Desgraciadamente para los problemas mentales no hay buenos profesionales en la sanidad pública, el único tratamiento posible es la medicación, pero lo que se necesita son terapias que te ayuden en el autocinocimiento que es la mejor forma de superar o por lo menos mejorar el trastorno. Pero los buenos profesionales sólo son de acceso privado a una media de 70€ sesión. Tampoco sirven los de los seguros privados que son parecidos a los de la sanidad pública. Mucho ánimo y mucha suerte

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vmsilvan
14/7/2023 9:46

Hola soy bipolar desde los 21 años nunca he ocultado mi enfermedad menos en el ambito laboral. Tengo una percepcion mas positiba de mi enfermedad aunque he tenido 9 ingresos y dos episodios de depresion el ultimo de 2 años pero la mayor parte de mi enfer.edad he estado bn he trabajado y tengo tb un hijo lo que si esta mal es la atencion sanitaria pues me consultan cada 8 meses y aveces me qedo sin siquiatra pues no cubren siempre las bajas. Supongo la enfermedad tb se vive segun es la persona yo suelo ser optimista pues en la depresion me digo un dia estare bn y asi aunque la depresion dure años

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