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Poesía
Duende Josele: “La poesía es un buen espejo para aceptarnos y comprobar nuestra evolución como personas”
En el marco del ciclo del Aula Literaria Jesús Delgado Valhondo de Mérida, hablamos cinco años después de nuestra primera vez con José Manuel Díez (Duende Josele), y lo hacemos desde una aproximación —si cupiera el término para definir el diálogo entre dos autores— más “literaria”. Artista polifacético, además de poeta, compositor y músico, es actor casual en videoclips y practica con solvencia el ajedrez y el pádel, entre otras muchas aficiones.
Ha recibido distintos galardones literarios nacionales e internacionales en los últimos años y tiene editados en solitario más de media docena de libros de poesía. Además, cultiva el relato corto, el artículo de opinión y el aforismo, y tiene también prestas para ser editadas varias obras inéditas.
Voces de Extremadura
Duende Josele: “Donde haya una causa que me parezca injusta, contra eso trataré siempre de escribir y de cantar”
Hablamos con el músico y poeta zafrense a propósito de la publicación de su nuevo disco en solitario, Desnudos integrales.
Nuestro poeta-músico entrevistado hoy tiene una curiosa forma de asociar las estaciones del año. Para él, el otoño es Cernuda, Santiago de Compostela y Teresa. La primavera es Machado, Cáceres y Berta. El verano Lorca, Cádiz y Laura, y el invierno Hernández y Lisboa. Para esta última estación aún no ha tomado un tren con nombre femenino.
En una carta abierta publicada el 10 de diciembre de 2018, en la Revista Cultural Malditos Poetas, José Manuel se declara un artesano de minorías. Según sus propias palabras, nunca ha pretendido ser eso que algunos llaman un artista de masas.
En la misma misiva y varios párrafos más abajo, comenta cómo “desde mis comienzos, mi música y mi poesía han estado siempre al servicio de todo tipo de causas que considero justas: conciertos solidarios, recitales benéficos, galas a favor de, libros pro, campañas contra, festivales por, programas para...”.
Nuestro poeta-músico [..] tiene una curiosa forma de asociar las estaciones del año. Para él, el otoño es Cernuda, Santiago de Compostela y Teresa. La primavera es Machado, Cáceres y Berta. El verano Lorca, Cádiz y Laura, y el invierno Hernández y Lisboa
Durante todos estos años ha cedido generosamente canciones, poemas, artículos, derechos de imagen, derechos de autor... Y lo más importante, ha contribuido a estas causas con su ilusión, su trabajo y su tiempo. Ahora, adentrémonos en la entrevista que, aunque sencilla en sus preguntas, contiene respuestas para nada están exentas de profundidad, reflexión, afabilidad, ternura y, por qué no decirlo, también de rebeldía.
En tu caso ¿Qué fue primero, la música o la literatura?
Fue primero la literatura. Concretamente, la poesía. Y unos años más tarde, la ilusión de componer mis propias canciones a partir de algunos de mis poemas.
¿A qué edad empezaste a escribir y qué te impulsó a ello?
Tenía 11 años cuando empecé a escribir mis primeros poemas o intentos de poemas. No sé realmente qué me impulsó… pero sí sé que trataba de imitar a Neruda y a Miguel Hernández, que eran mis poetas favoritos de entonces. Supongo que mi ideal no era realmente literario; yo lo que quería era parecerme a aquellos dos hombres, en sus amores, en sus dolores, en las aventuras de sus vidas.
¿Cómo nace el escritor?
Nace de muchas lecturas, de romper muchos papeles y, sobre todo, de estar, a partes iguales, enamorado de la vida y disconforme con el mundo.
¿Siempre quisiste ser escritor?
No. Antes quise ser arquitecto, porque me gustaba también dibujar. Pero poco a poco fui sintiéndome más cómodo con las palabras que con los dibujos.
¿Qué te aporta la escritura?
Una forma digna de expresarme, una forma coherente con lo que soy para canalizar lo que pienso y siento, lo que veo y me duele ver.
Antes quise ser arquitecto, porque me gustaba también dibujar. Pero poco a poco fui sintiéndome más cómodo con las palabras que con los dibujos
¿Escribir debe ser un instrumento para lucha social?
No necesariamente. Uno lucha, primero, con sus propias guerras personales, y eso puede derivar o no en una lucha social a través de la literatura. En mi caso, lo social no tendría cabida sin el alma del individuo.
¿Son los premios literarios una escala para medir la calidad de un escritor?
No. La obra es lo importante. Ni los premios ni el propio autor tienen calidad por sí mismos, es la obra la que debe respaldar todo lo demás. No obstante, un premio no sólo tiene calidad o no por quien lo gana, sino sobre todo por quienes lo otorgan. En ese sentido, la calidad de un premio es la de su jurado y la de su transparencia.
¿El poeta debe mantenerse al margen de la política, o por el contrario debe utilizar la escritura como un instrumento de compromiso político?
El poeta no debe mantenerse al margen de nada de lo que no quiera mantenerse al margen. Política, religión, sexo, amor y odio, todo cabe en un buen poema. No obstante, la elección última de los temas que prevalecen no la tiene tanto el poeta como el lector. El lector o lectora pueden ver poesía política donde no la hay, y viceversa.
¿Qué circunstancias te acercaron a la música?
En mi casa todos fuimos siempre muy melómanos… Pero nunca me hubiera dedicado profesionalmente a la música si la vida no hubiera puesto en mi camino a varios amigos músicos. Se daba la circunstancia de que ninguno de ellos escribía canciones, sino que siempre interpretaban canciones de otros. Yo fui el primero que les planteó componer canciones propias, canciones nuestras: hacer yo las letras y melodías, y hacer ellos los arreglos musicales. Así empezó todo.
Poesía
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¿Poesía o narrativa?
Poesía, sin duda. No escribiría narrativa (ni canciones, ni ningún otro género literario) si no fuera desde un prisma esencialmente poético.
¿Por qué escribes? ¿Qué pretendes al escribir poesía?
Creo que escribo, primeramente, por egoísmo: por una imperiosa necesidad personal de expresarme y reconocerme vivo en esa expresión. Pero también por idealismo: por la certeza de que compartir lo que soy, lo que veo, lo que me duele ser y ver, con los demás, nos acerca a la comunicación, al encuentro existencial, a la empatía emocional, y, en definitiva, sirve para algo. Lo que pretendo, a fin de cuentas, es vivir fiel a mí mismo. Y esa fidelidad pasa por escribir, por dar un testimonio de verdad, de belleza y, en el mejor de los casos, de bondad a través de las palabras.
Un premio no sólo tiene calidad o no por quien lo gana, sino sobre todo por quienes lo otorgan. En ese sentido, la calidad de un premio es la de su jurado y la de su transparencia
¿Qué sentido tiene la poesía en nuestro tiempo?
Resistencia ética y moral, derecho (y deber) a decir no estoy de acuerdo, encuentro con la belleza, libertad de expresión, expresión de libertad. Y muchos más sentidos que cada cual debe darle para sí mismo.
¿Qué le pides a un poema?
Que me genere un pensamiento, un sentimiento o, en el mejor de los casos, un pensamiento y un sentimiento, que, por muy fugaz que sea, no existía en mí antes de su lectura.
¿Tienes algún método cotidiano para escribir, o escribes cuando te asalta la idea?
En general, soy una persona muy poco metódica. Con la literatura, tomo notas continuamente, pero solo las pongo en orden y las trabajo cuando tengo la tranquilidad y el silencio necesarios. Es decir, mi método es continuado, pero su resolución solo se da cada cierto tiempo. A veces estoy meses enteros sin culminar ningún poema o artículo o texto.
Con la música es distinto. Trato de cantar todos los días, y siempre tengo alguna canción empezada que voy desarrollando muy paulatinamente. Aunque también puedo tener épocas de sequía creativa de varios meses, incluso hay canciones que he tardado años en darlas por terminadas, pero no pasa tanto tiempo sin que me siente a trabajar. Quizá, porque de mi oficio musical dependen más personas (músicos y técnicos que trabajan conmigo), y eso me apremia mucho más que la poesía, que es un oficio que hago en total soledad y a mi propio ritmo.
¿Cómo te definirías como escritor?
Poeta. Buscador. Aprendiz.
¿Cómo te defines como músico?
Cantor. Buscador. Aprendiz.
¿Cómo compaginas la actividad musical con la literaria?
Es sencillo compaginarlas. Son dos artes hermanas. En mis conciertos casi siempre hago también algo de poesía, y en mis recitales hago casi siempre también algo de música. Y hace años que mis discos se editan también en versión discolibro, donde acompaño a las canciones de poemas y relatos cortos.
Quizá ningún libro de poesía me ha impactado tanto como “Poeta en Nueva York” de Lorca. Lo leí por primera vez con quince años. No entendía nada, pero todo me parecía sublime
¿Tu poesía, en qué movimiento la encuadras o cómo la definirías?
En ninguno. Encuadrarla o definirla sería, en cierto modo, limitarla, y no es a mí a quien le corresponde ni le preocupa esa tarea. Además, no pertenezco conscientemente a ningún movimiento literario. Quizá por eso mis libros son tan distintos unos de otros y, según pasan los años, más prefiero lo ecléctico, lo heterogéneo, la mezcla.
¿Te reconoces en tus primeros poemas?
Sí. Por suerte, me reconozco. Uno es también lo que ha sido, y la poesía es un buen espejo para aceptarnos y comprobar nuestra propia evolución como personas. Lo que no quiere decir que, siendo como soy ahora, volvería a escribir esos primeros poemas.
¿Autores imprescindibles?
La lista es infinita… Pero diré algunos de los que siempre me acompañan, en las buenas y en las malas: Pessoa, Lorca, Roberto Juarroz, Wislawa Szymborska, Antonio Porchia, Borges, Machado, María Zambrano, Miguel Hernández, José Saramago, Emily Dickinson…
¿Libros de cabecera?
Otra lista interminable… Ahora mismo, rondando mi escritorio, hay cuatro esenciales, uno de cada género: “Solo inclasificable” de Efi Cubero, “Aforismos” de Tolstoi, “La Balada del abuelo Palancas” de Félix Grande y “Cuentos de la montaña” de Miguel Torga.
¿De qué puedes prescindir y de qué no, en un poema?: musicalidad, ritmo, medida, mensaje, autenticidad, emoción.
Para mí no hay poesía sin musicalidad ni cierta profundidad de mensaje. Y puedo prescindir perfectamente de lo ostentosamente anecdótico, que tanto parece estar en boga en la poesía actual.
¿Cuál es el libro de poesía que recuerdas haber leído y que más te ha marcado?
Quizá ningún libro de poesía me ha impactado tanto como “Poeta en Nueva York” de Lorca. Lo leí por primera vez con quince años. No entendía nada, pero todo me parecía sublime. Y, en prosa, sin duda, me quedo con la poesía y la filosofía que encierra “El libro del desasosiego” de Pessoa. Una obra inconmensurable.
¿Qué es lo próximo, disco o poemario?
No lo sé. Estoy trabajando en un libro de poemas, en libro de relatos cortos y en un disco bastante peculiar… pero no sé qué saldrá antes a la luz.
Nunca pienso en un libro en esos términos de mejor o peor. Pero sí sé que me quedan cosas importantes por decir, que creo no haber dicho aún
¿Tienes la sensación de que tu mejor libro de poesía está aún por escribir?
No lo sé. Nunca pienso en un libro en esos términos de mejor o peor. Pero sí sé que me quedan cosas importantes por decir, que creo no haber dicho aún.
Un libro que te haya costado especialmente escribir.
El libro con el que más he sufrido, trabajado y peleado conmigo mismo para terminarlo fue “Estudio del enigma”. Y, por extensión, ha sido seguramente con el que más he disfrutado al verlo terminado y publicado.
¿Escribir conlleva un compromiso de honestidad?
Debería conllevarlo. Aunque la honestidad, la sinceridad y la verdad son términos muy flexibles en literatura. Yo creo que el escritor, al menos, debe ser coherente consigo mismo. Se puede no ser completamente honesto con los demás y sí serlo con uno mismo. Eso se aprende con los años y los libros.
¿Pasa factura ser honesto a la hora de editar un trabajo literario?
Pasa más factura siempre lo que uno no ha podido hacer… Lo que se ha hecho, si se ha hecho honestamente, hecho está.
¿Percibes a menudo discriminación en el mundo literario entre mujeres y hombres?
Históricamente sí la ha habido, y mucha. Pero, por suerte, creo que en la actualidad eso está cambiando o, mejor dicho, lo estamos cambiando. Y es curioso, porque la literatura es uno de los pocos oficios donde hombres y mujeres tenemos la posibilidad de intercambiar papeles y empatizar mucho más fácilmente los unos con las otras desde niveles creativos. Yo soy optimista. Confío que llegue un día próximo que la discriminación desparezca por completo. A fin de cuentas, entender que da igual ser escritor o escritora, y que, como en cualquier oficio, lo crucial es hacerlo dignamente.
¿Qué autores han influido más en tu obra?
Pienso que todos los autores y autoras, en mayor o menos medida, nos influyen. Tanto para aprender a escribir como para emprender cómo no escribir. Y esta lectura la extrapolo no solo a lo literario; también de la música, del cine, de la fotografía, de la ciencia, de la filosofía y hasta del deporte he tomado influjos y modelos creativos importantes para mi obra poética y musical.
¿Qué futuro le auguras al libro en papel?
No soy mucho de augurios… pero creo que el presente del libro, todavía, pasa mayoritariamente por su lectura en papel. Y personalmente lo prefiero, por delante de cualquier otro formato digital o sonoro.
Nunca le pido nada a los libros. Como con las personas, o las ciudades, o los paisajes, hay que estar predispuestos a dejarse sorprender
¿Qué le pides a un poemario?
Nunca le pido nada a los libros. Como con las personas, o las ciudades, o los paisajes, hay que estar predispuestos a dejarse sorprender.
¿Cuánto tiempo llevas publicando y cuál fue tu primera obra?
Mi primer libro salió editado en 2004; se tituló “42”. Mi primer disco salió publicado en 2006, se tituló “Eres buena gente”.
¿Hay diferencias notables entre tu público musical y literario?
Cada vez menos. La mayoría de mi público que sabe apreciar una faceta, creo que sabe apreciar (o ha aprendido a saber apreciar) también la otra.
¿Un recuerdo de la infancia?
Mi abuela Cecilia cantando coplas mientras nos preparaba la cena.
¿Un viaje inolvidable?
El Tíbet, año 2007. Con mi hermana y mis amigos Luis y Vicente.
¿Una reflexión ante la vida?
El mejor momento para hacerlo es ahora.
Y, por último, me gustaría que me contases alguna pequeña anécdota literaria que le diera un poquitín de color a tu presentación.
Con 23 años yo había creado una revista literaria en Badajoz llamada “Verso_Libre”, y tenía un primer libro de poemas terminado, que deseaba, como cualquier poeta joven e inédito, sacar a la luz. En aquella época el poeta Vicente Gallego, del que yo era muy admirador, vino al aula Díez Canedo a recitar, y yo aproveché para invitarle a participar en mi revista y, de paso, entregarle un borrador de aquel primer libro para que me diera su opinión. Vicente me dio su correo electrónico y me pidió que le mandara todo mejor por mail… y así lo hice esa misma noche. A los pocos días, Vicente me respondió con el que, seguramente, ha sido el correo electrónico más importante, crucial y necesario que me han escrito nunca. En él, con palabras sinceras y totalmente acertadas, me convenció para que dejara la revista literaria, para que rescribiera el libro completamente y, a fin de cuentas, para que le diera más importancia a lo importante: mi literatura, no la literatura.
Vicente Gallego, Basilio Sánchez, Luis Alberto de Cuenca y Álvaro Valverde son, seguramente, los cuatro poetas que más críticos y sinceros fueron conmigo en mis inicios literarios y, por extensión, los que más creyeron en mi poesía y me ayudaron a dar forma a mis primeros libros. Siempre les estaré agradecido.