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Periodismo
Pinche aquí para saber la verdad
Hemos asumido que nadie lee la noticia y que el titular debe ser suficiente para crear opinión. La derecha lo entendió antes y lo lleva hasta límites insultantes, pero parece que queremos competir también en ese terreno. ¿Debemos?
Creo recordar que hubo un tiempo en el que para hablar de algún tema tenías que saber de este. Al menos para discutir en público, más allá de una conversación informal. También era extraño ver periodistas dando opiniones sin fundamento alguno. Ahora parece ser que todo el mundo tenemos el poder (e incluso el deber) para hablar de todo y que, memorizando cuatro titulares que se acerquen a nuestras ideas, ya disponemos de razones de peso para argumentar. Es el peligro de la era de la (sobre)información, de la noticia inmediata, de los titulares clickbait y de las estadísticas sin análisis.
Todos hemos caído alguna vez en esa trampa. Hacemos captura de pantalla de algún titular y lo compartimos en redes con nuestra lectura partidista. No ponemos enlace al cuerpo de la noticia, ni indicamos de cuándo es, ni buscamos otra cosa que vender una visión sesgada sobre determinado asunto. El problema es cuando eso se convierte en una máxima y el periodismo intenta comunicar, en su mayoría, de este modo. En la carrera nos decían que con los primeros párrafos de una noticia o un reportaje se debía conquistar al lector; ahora debe ser antes. Hemos asumido que nadie lee la noticia y que el titular debe ser suficiente para crear opinión. La derecha lo entendió antes y lo lleva hasta límites insultantes, pero parece que queremos competir también en ese terreno. ¿Debemos?
Estamos asumiendo que el lector es un borreguito fácil de domesticar y que quiere que se lo des todo mascado
Es un escenario peligroso. De entrada, estamos asumiendo que el lector es un borreguito fácil de domesticar y que quiere que se lo des todo mascado. Renunciamos por completo a hacer pedagogía para conquistar mejoras sociales y políticas y entendemos el fango como el lugar donde disputar el poder. Queremos ganar la partida en el terreno donde mejor se ha desenvuelto el enemigo siempre, ya que carece de ética, de código deontológico y, sobre todo, de escrúpulos. Además, ellos no tienen problemas en tener contradicciones y decir un día una cosa y otro día la contraria. ¿Queremos eso? ¿Asumimos ya que no hay otra manera?
Tal vez debamos valorar que con simples estadísticas descontextualizadas podemos salir mal parados. Por ejemplo, en el caso de George Floyd uno de los argumentos que ha puesto la derecha más reaccionaria es que en EE UU existe más violencia entre negros que de blancos hacia negros. Lo cual no es mentira. La izquierda contesta a esa información diciendo que siendo negro tienes más posibilidades de morir a manos de la policía. Lo cual es verdad. La derecha contrataca afirmando que es porque hay más delincuentes negros. Así lo están haciendo y ahí se centra el debate. En estadísticas.
Queremos ganar la partida en el terreno donde mejor se ha desenvuelto el enemigo siempre, ya que carece de ética, de código deontológico y, sobre todo, de escrúpulos
Medios de comunicación
La mentira del cuarto poder
Elige tu cadena de izquierdas o de derechas. Tu periódico conservador o progresista. Detrás de cada elección, siempre están los mismos.
Si argumentamos con estos datos sin más, cada cual abrazará el argumento que más se acerque a su postura y lo llevará por bandera. ¿No sería más útil contrarrestar con un análisis profundo? ¿No sería interesante hablar de las condiciones sociales que afectan a la comunidad negra y sus consecuencias? Lanzándonos titulares nada más, será difícil lograr cambiar la mentalidad de determinadas personas criadas en una sociedad racista.
El caso más claro en el Estado español es el del conflicto vasco. Hace casi una década del fin de ETA y no se ha podido cambiar el relato fuera de Euskadi. Sigue siendo un argumento político válido e, incluso, los medios de comunicación más progres lo siguen tratando con cobardía para no ser acusados de cómplices o de “lavarles la cara a los terroristas”. Hace unas semanas entrevistaban en La Ser a Mertxe Aizpurúa, portavoz de EH Bildu en el Congreso. Aunque estábamos en momentos críticos de la pandemia, gran parte de la entrevista fue para preguntarle si condenaba el ataque con pintura roja a la casa de Idoia Mendia, Secretaria General del PSE-EE.
Aizpurúa, que mostró su solidaridad con la política socialista, intentaba explicar a consecuencia de qué era ese ataque. Este sucedía, en su opinión, por la situación del preso vasco Patxi Ruiz, que se encontraba en huelga de hambre para denunciar la dispersión penitenciaria. Intentaba ir a la raíz del problema y explicar que existen determinados condicionantes que provocan estos hechos. Pero Àngels Barceló, directora del programa Hoy por Hoy, donde sucedía la entrevista, insistía en que dijera si condenaba o no. Otra vez más buscaban el titular. Ya sirvió para que se construyera el relato de que Mertxe Aizpurúa no condenaba. ¿Nunca se valora la necesidad de buscar soluciones en vez de condenas? No, porque en el relato periodístico y político vende más lo segundo.
No se trata de responder cada mentira con un texto eterno lleno de citas y frases pedantes, pero sí considero necesario seguir confiando en el argumento, en la pedagogía y en seguir creyendo que tenemos razón
Ese es el terreno que estamos asumiendo. El periodismo y la política de los ‘zascas’, que no deja de ser la tergiversación de los hechos o, al menos, la elección de titulares y estadísticas para beneficio propio, eludiendo atacar el problema por la raíz, que decía Marx. No se trata de responder cada mentira con un texto eterno lleno de citas y frases pedantes, pero sí considero necesario seguir confiando en el argumento, en la pedagogía y en seguir creyendo que tenemos razón y que mediante esos hechos lograremos vencer. Pelear en su terreno puede darnos alguna satisfacción, tal vez ganemos algún fiel para la causa, pero si no asumimos que el lector (y el votante) es adulto y que merece algo más que el descrédito descontextualizado del oponente, ponemos en riesgo todos estos años de construir alternativa mediante la palabra y la verdad y no a través el insulto.
Ahora que tanto hablamos de Julio Anguita y de su ejemplo, decía que los políticos deben “tener el valor de decir las cosas y paciencia para explicarlas”. También los periodistas. Tengamos paciencia y expliquemos los hechos, porque más vale una victoria duradera que una celebración momentánea.
Extrema derecha
A los monstruos no mirar
La mejor manera de contraatacar es construyendo alternativa, porque ya hemos visto que, haciéndoles caso, aunque sea con buenas intenciones, el monstruo sólo crece y se enfurece.
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Verdaderamente todos hemos caído en la lectura del titular, y no hemos dedicado el tiempo suficiente para leer todo lo que encerraba ese titular
Habría que contestar también con más inteligencia, como por ejemplo condeno los quinientos mil asesinatos del franquismo, los 500 de las cloacas de la democracia igual que los menos de 1000 de ETA ¿y usted? nunca le he oído condenar los crímenes de la policía durante la democracia ... Una pintada motivada, si quiere se la comento, pero hasta que no le escuche condenar por igual los crímenes terroristas de estado que los de sus rivales sin estado ...