Pensamiento
El rojipardismo existe en los Estados Unidos, el identitarismo también

Hace pocos días Jaime Caro Morente publicaba en estas mismas páginas un artículo sobre las victorias que la izquierda estadounidense ha podido construir en los últimos años si necesidad de recurrir a esa etiqueta, a veces algo borrosa, a veces algo más que una simple desviación teórica, que llamamos “rojipardismo”. El autor argumenta que los progresistas en Estados Unidos han sido capaces de desterrar los fantasmas del soberanismo y el obrerismo ramplón aderezado de nostalgia desarrollista que estos sujetos rojipardos defienden como una solución a todos los problemas de la izquierda.

Es justo añadir que el autor maneja con bastante atino la genealogía de movimientos sobre los que la reacción intenta arrojar las culpas de los errores y las miserias que asolan a la izquierda mundial. Creo que donde falla Jaime es en la identificación de una pulsión que en EEUU necesita ser radicalmente diferente a lo que nos encontramos en España, de la misma manera que quizá los significantes “izquierda-derecha” no funcionan especialmente bien a la hora de establecer la metáfora topológica que explica la política estadounidense.

La izquierda que desechó el rojipardismo

Jaime Caro Morente

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Estados Unidos

La izquierda que desechó el rojipardismo

Jaime Caro Morente

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El rojipardismo es una respuesta totalmente legítima y genuina de una parte de la izquierda, pero la izquierda de EE UU ha desechado toda práctica reaccionaria desde los 70 y está en claro crecimiento.

Empecemos por esta última parte, cualquier lector medianamente informado puede responder que; efectivamente, “izquierda y derecha” no tienen el mismo peso en los EEUU, pero es lo de menos teniendo en cuenta que esa tipología queda plenamente traducida por la dicotomía “liberal-conservador”. Bueno, yo provengo de una tradición del análisis literario en el que las metáforas no son simples sustituciones. La economía simbólica de la metáfora dista poco de la del valor en Marx y por lo tanto se impone determinar que la metáfora “izquierda” es más bien una seña autoidentificativa que los movimientos ligados al socialismo en EEUU utilizan para diferenciarse de lo que tradicionalmente se ha conocido como “liberales”. Podríamos quizá hacer una genealogía de este concepto, pero lo relevante de él, así como el de “progresista”, es que ha permitido al Partido Demócrata mantener vivo el fantasma —ya que el propio Jaime lo menciona— de la Guerra Fría durante 30 años.

Con este excursus sobre lo apropiado de hablar o no de izquierda que a todas luces transciende la cuestión de sí existen o no movimientos emancipadores en los EEUU —es obvio que los hay y muy potentes, además— lo que pretendo es aterrizar la noción de rojipardismo para darle un contenido distinto. Si es complejo hablar de una izquierda “social” autoidentificada como tal, es obvio que la noción de soberanismo reaccionario “de izquierdas” resulta aun más difícil de cercar. Es cierto que los movimientos sindicales y obreros participan activamente en las protestas y campañas anti-racistas y feministas, puedo poner como ejemplo que en mi propia universidad, Temple en Filadelfia, nuestro sindicato además de poseer un caucus sobre cuestiones raciales, es el encargado de llevar la oficina anti-acoso en la universidad.

No puede existir en los EEUU un movimiento que abogue por recuperar la soberanía, ni siquiera Trump hablaba en esos términos, por el simple hecho de que la soberanía en los EEUU —desde esta concepción estrecha de que soberanía es igual a la democracia— nunca se perdió.

Lo relevante de este punto es que el obrerismo en los EEUU no se manifiesta como en España. Los aspectos en los que coinciden, reindustrialización, una visión negativa de la globalización especialmente centrada en el comercio, etc. Divergen en términos esenciales. No puede existir en los EEUU un movimiento que abogue por recuperar la soberanía, ni siquiera Trump hablaba en esos términos, por el simple hecho de que la soberanía en los EEUU —desde esta concepción estrecha de que soberanía es igual a la democracia— nunca se perdió. El país que es capaz de seguir manteniendo el bloqueo a Cuba, que pudo montar la base de Guántanamo, que tiene bases militares alrededor de medio mundo… Simplemente no puede hablar de soberanía en los mismos términos en los que se habla en España. Es por ello que la noción de rojipardismo no puede quedar reducida a un aspecto u otro, la izquierda reaccionaria existe en los EEUU de la misma forma que existe en Europa, y digo más, en los EEUU esta corriente está acumulando éxitos silenciosos entre otras cosas porque su adversario es real.

Rojipardismo, izquierda caviar y el Partido Demócrata

En el argumento de Jaime veo un elemento con el que discrepo radicalmente. Si bien la tesis central de este artículo es más un matiz que una polémica, este punto desde el que organizo el siguiente argumento si encuentra un enfrentamiento total con el suyo. El Partido Demócrata sí es un ente unificado, al menos en su establishment. Hagamos un ejercicio de memoria comparativa entre los Partidos Demócrata y Republicano en los años 2016 y 2020; en el primero Hillary Clinton se impuso a Bernie Sanders utilizando todos los instrumentos —legales y no tanto— que tenía a sus disposición para torpedear la campaña del senador por Vermont, mientras en la contraparte republicana Trump fue capaz de humillar al establishment conservador modificando incluso elementos tradicionales del discurso republicano en cuestiones tan centrales como el comercio o la política exterior. En el año 2020 el establishment demócrata lo vuelve a hacer, frente a la amenaza Sanders, todos los candidatos se retiran antes del “supermartes” para apoyar a Biden, exceptuando la senadora por Massachusetts Elizabeth Warren, quien se mantuvo en la carrera electoral costándole a Sanders la posibilidad de su nominación.

Es evidente que el establishment liberal es capaz de dirigir la opinión y mantener cierto control sobre el votante demócrata, de hecho, el partido y toda su estructura orgánica —es importante pensarlo en términos gramscianos dado que medios, empresas y universidades actúan de facto como organizaciones partidistas— mantienen una relación compleja con la “izquierda”. A pesar de que la ascendencia de toda esta estructura partisana es aun enorme, la izquierda mantiene una relación tensa con todo este universo demócrata. Es cierto que ahora cuentan con una capacidad mayor de poner cuestiones sobre la mesa, e incluso a pesar de la poca relevancia institucional que tiene la izquierda algunos liderazgos han encontrado espacios desde los que ejecutar una agenda progresista. Aun así, la relevancia de los aparatos del Partido Demócrata diluye su alcance hasta transformarla en una fuerza subalterna incapaz de existir de manera autónoma sin los apoyos institucionales y mediáticos del partido. Frente a esto el Partido Republicano ni siquiera es capaz de mantener a sus votantes dentro del régimen institucional. Recordemos el asalto al Capitolio, el liderazgo republicano se ha visto claramente reducido y puesto en cuestión.

Y todo esto ¿qué tiene que ver con el ascenso rojipardo en los EEUU? Pues desde una lectura sintomática creo que es posible construir un momento de ascenso de la izquierda reaccionaria ante el espacio copado por la institucionalidad demócrata. El propio Sanders mantenía posiciones sobre la inmigración hasta hace no mucho que escandalizarían a cualquier progresista. Esto no es un test de pureza de quien claramente es un político que adapta sus programas y propuestas a diversos momentos. No, lo que intento sostener es que la izquierda estadounidense se enfrenta constantemente a momentos como los que protagonizaba la vicepresidenta Carmen Calvo no hace tanto, usando el feminismo para tapar la subida de la luz. Este uso torticero de las políticas identitarias es el pan nuestro de cada día de una institucionalidad nacida de la burocratización constitucional de los diversos segmentos sociales. Los movimientos que cuestionan esta política se cruzan constantemente con los discursos reaccionarios que oponen diversidad a igualdad o justicia económica.

Es posible construir un momento de ascenso de la izquierda reaccionaria ante el espacio copado por la institucionalidad demócrata. El propio Sanders mantenía posiciones sobre la inmigración hasta hace no mucho que escandalizarían a cualquier progresista

Veamos otro ejemplo. El programa matinal de Krystal Ball y Saagar Enjeti recientemente cancelado por The Hill. El formato es sencillo; una progresista y un conservador discuten sobre los temas del día ofreciendo ese simulacro democrático al que el formato de tele-opinión nos tiene acostumbrados. Lo que resulta sintomático de esto es el excesivo peso que ambos presentadores ponen sobre la lejanía de sus posiciones políticas para justo después darse la razón de forma enfática en cuestiones como la inmigración o la tenencia de armas como elementos centrales de la cultura política estadounidense. Ambas posturas nacen de este compromiso populista por entender al pueblo como un objeto positivable partiendo siempre de una mirada aristocrática que sea capaz de leerlo. Es decir, el pueblo es tal siempre que lo miremos desde arriba.

Una historia exprés del rojipardismo

Àngel Ferrero

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Historia

Una historia exprés del rojipardismo

Àngel Ferrero

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Nikolái Trubetskoi, Ernst Niekisch y los hermanos Strasser son representantes y pioneros de lo que décadas después se ha dado en llamar “nacional-bolchevismo”, “tercera posición” o “rojipardismo”.

Esta tentación existe en otros medios y otras iniciativas políticas. La propia revista Jacobin mantiene una línea editorial en la que su crítica al neoliberalismo progresista es en ocasiones revestida de tradicionalismo y un esencialismo popular que los arrastra hacia posiciones reaccionarias. El aspecto para resaltar en todo esto es que la izquierda estadounidense, y la global, se encuentra ante un impasse muy importante. El peso que el neoliberalismo progresista —siguiendo a Nancy Fraser— aun hoy mantiene sobre las agendas mediáticas y políticas hace realmente difícil articular cualquier alternativa de corte progresista. La tentación rojiparda aparece cuando las alianzas con otros movimientos de carácter emancipador se tornan difíciles por el control que sobre estos mantiene esa lógica de separación institucionalista. Hace falta una lectura de los regímenes y sus economías políticas y simbólicas que abra la puerta a la colaboración, sí, pero también es necesario establecer una crítica desde la autonomía a las alianzas que las élites de ciertos espacios progresistas mantienen con el establishment.

En definitiva, ese matiz que he mencionado antes no es otro que el de reafirmar lo dicho en el artículo de Jaime, es cierto, la izquierda estadounidense parece tener presente, al menos en su fase institucional, que las políticas del reconocimiento forman parte esencial de cualquier proyecto de corte socialista. Pero al mismo tiempo la tendencia rojiparda es fuerte en tanto que el adversario neoliberal es capaz de absorber estas demandas y convertirlas en un arma que arrojar contra los movimientos centrados en la justicia económica.