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Aunque cueste creerlo, hasta mediados del siglo pasado nadie quería vivir en el entorno de la playa de Samil, en Vigo. Solo vivían allí reductos marginales, una suerte de lumpen vigués y algunos marineros instalados precisamente en un lugar invivible por el azote del viento, la salitre, la falta de agua y tierra fértil y las temperaturas extremas. Años antes, habían desaparecido las playas urbanas de Vigo en Teis, Areal (de ahí el nombre de la zona) o Berbés. Playas relictas de cuando el mar llegaba más arriba del actual cruce de la calle Colón con García Barbón y con ellas desaparecieron sus “casas de baños” donde, como su nombre indica, se podían tomar baños de mar dentro de la decencia y las buenas costumbres de la época, por lo que poco a poco la ciudadanía empezó a volver sus ojos hacia aquella playa salvaje que era Samil.
El problema es que aquella zona se convirtió, según definían los alcaldes de la época, en un poblado chabolista y refugio de delincuentes que se tenía que erradicar. Y a conseguir esa erradicación se pusieron, manos a la obra, los alcaldes Portanet y Ramilo impulsados por un cambio social que, con sistemas constructivos mejores, empezaba a ver aquellos lugares invivibles como todo lo contrario, un auténtico paraíso. Pero para eso se necesitaba domesticar aquella naturaleza que había confundido libertad con libertinaje y llegó el progreso.
Hoy llamaríamos “humanizar” a aquel proceso urbanizador de la playa que empezó con los tranvías y las carreteras, siguió con los chalés y los hoteles y se llevó por delante lo poco que quedaba ya de un inmenso ecosistema dunar que en su día se internaba kilómetros tierra adentro. El proceso culminó a principios de los años setenta del siglo pasado con la construcción del paseo marítimo de Samil, que destrozó lo poco que quedaba del ecosistema dunar y provocó un efecto llamada que acto seguido convocó más restaurantes, aparcamientos, hoteles chalés, parques y piscinas, e incluso un polideportivo y todo lo que se pueda imaginar.
No se puede tener todo, y ese progreso terminó con la naturaleza, convirtiendo Samil en una playa sin vida, pero con arena para tomar el sol y agua para bañarse, que era el objetivo importante. Conste que, en su día, un grupo de la intelectualidad viguesa, entre los que se encontraban Valentín Paz Andrade, Francisco Fernández del Riego y Eduardo Blanco Amor rechazaron la construcción del paseo marítimo, al que denominaban “la línea Maginot” denunciando en su manifiesto de protesta que la “mano miope de la tecnocracia” iba a ultrajar “la maravilla” que era el arenal vigués: “Basta contemplar la mole de cemento que se viene construyendo a caballo de la playa, y su perfil caprichosamente quebrado, para calcular las consecuencias tan dañosas como irreversibles”.
Hoy aquellos intelectuales serían denominados “antivigo”. Pero también eso tenía los días contados y poco a poco fuimos dándonos cuenta de que “vaya, vaya, aquí no hay playa”. La tormenta perfecta de la combinación de la pérdida del reservorio de arena que fueron las dunas desaparecidas y el aumento del nivel del mar (entonces a un ritmo de 2,5 cm por década, hoy es mayor) provocó que hacia mediados de los noventa nos diéramos cuenta de que el paseo marítimo de Samil estaba a punto de convertirse en el puerto de Samil, por lo que, al principio tímidamente, la corporación socialista con Carlos Príncipe como alcalde, empezó a hablar de lo que, en aquel momento, se consideraba una herejía: retirar el paseo marítimo. A aquella corporación se debe también la salvación del ecosistema dunar de la playa do Vao, en la que existía una enorme presión por parte de la corporación para instalar allí una suerte de parques acuáticos, piscinas y urbanizaciones municipales varias como las existentes hoy en la parte central de Samil. Pronto veremos que aquel verdadero proceso de recuperación dunar en el Vao no tiene nada que ver con lo que se pretende hacer en Samil.
Urbanismo
Urbanismo El Miteco abre una investigación a la Universidad de Vigo por construir sin licencia en la isla de Toralla
Pasaron los años y el proceso de pérdida de superficie de arena y aumento del nivel del mar se fue acelerando exponencialmente al mismo tiempo que se hacían evidentes los efectos de la emergencia climática, hasta que aquella herejía de retirar el paseo marítimo empezó a considerarse inevitable. O el Ayuntamiento o el mar, uno de los dos terminaría con el paseo. Se presentaba entonces, a principios del mandato de Abel Caballero, un ambicioso plan para la recuperación del ecosistema dunar de Samil, firmado precisamente por Elena Espinosa, entonces Ministra de todos los medios excepto el aéreo y el etéreo (Medio Ambiente, Medio Rural y Medio Marino) y después concejala en Vigo. La base del proyecto era clara: todas las infraestructuras (todas quiere decir sin excepción) que en su día se instalaron sobre el arenal de Samil deberían retranquearse 50 metros tierra dentro para, posteriormente, iniciar el proceso de recuperación del ecosistema dunar que, por supuesto, debería mantenerse cerrado al paso. Esto incluiría retirar el paseo marítimo, las concesiones hosteleras, las piscinas, el polideportivo y buena parte de los aparcamientos.
En la práctica significaba que buena parte de las infraestructuras públicas y privadas existentes deberían reubicarse al borde, e incluso al otro lado de la actual Avenida de Samil. Este proceso tenía el inconveniente de que muchas concesiones hosteleras tenían aún por delante varios años de vigencia, por lo que recuperarlas implicaba la correspondiente indemnización, pero la buena noticia es que iban caducando gradualmente en los siguientes años. La primera concesión en caducar fue la del restaurante As Dornas, en 2008, que el ayuntamiento decidió no renovar y recuperar esa parcela para uso público. Era un primer paso en la dirección correcta para la recuperación ambiental del litoral (aunque el ajardinamiento y el parque que se instaló allí tenía muy poco que ver con un ecosistema dunar).
Posteriormente caducó la concesión del clásico restaurante Jonathan, y cuando los ambientalistas nos frotábamos las manos el ayuntamiento decide conceder una nueva concesión hostelera por 25 años, el actual Marina Cíes, de ambiente ibicenco (ni siquiera se les ocurrió, por lo menos, darle un ambiente atlántico). Un paso en la dirección contraria que hipotecará la recuperación de esa zona hasta el año 2040. La tercera caducidad le tocó al Hotel Samil, construido en su día sobre un sistema de dunas rampantes, que se derribó… pero para construir un nuevo hotel (Attica 21) que ocupa mayor superficie; otro paso en la dirección contraria para la recuperación ambiental.
El siguiente restaurante que caducaba su concesión fue el Camaleón, en 2019, que tras una interminable indecisión sobre renovarse o eliminar la concesión, finalmente fue eliminado, un nuevo paso en la dirección correcta. El último establecimiento, San Remo, caducará en octubre del año próximo, y aun no sabemos que decidirá el ayuntamiento, aunque a la vista del baile de la Yenka de estos años cualquier cosa es posible. Por medio, y también en dirección contraria a la recuperación ambiental, anunciaba Caballero en septiembre de 2021 la instalación de “un inmenso parque acuático” en Samil que afortunadamente, suponemos que por no contar con la autorización de la demarcación de Costas del Estado, quedó en nada.
También por medio se anuncian reformas y ampliaciones en el polideportivo de Samil, que también se debería retirar de su actual localización junto a la desembocadura del Lagares. A lo largo de estos años aquel proyecto original del entonces Ministerio de todos los Medios acabó metido en un cajón pues la condición previa, la retirada de todas las infraestructuras, ni se produjo y sigue sin producirse, por lo que fue sustituido por varios proyectos parciales recortados a la baja en cuanto a exigencia ambiental para desarrollar la recuperación por fases. Estos días comenzaban las obras para el retranqueo del paseo marítimo en el entorno del antiguo restaurante Camaleón.
El proyecto tiene una denominación que por lo menos en teoría define de manera perfectamente clara y concreta su objetivo: “Recuperación del sistema dunar en la playa de Samil. Fase 1A” ¿Qué entendemos por recuperar un sistema dunar? Quizás no exactamente lo mismo que el alcalde Abel Caballero, que cuando hace unos meses presentaba el prodigio anunciando las primeras actuaciones que se iban a realizar para esta “recuperación del sistema dunar”, enumeraba: Nuevas aceras, renovación del asfaltado, nuevas rotondas (iluminadas) y más farolas, además de un nuevo parque infantil y una parcela para un local de hostelería.
El retranqueo originalmente previsto en 50 metros tierra dentro queda en apenas 27 y nada se sabe de la retirada del resto de infraestructuras. Del sistema dunar propiamente dicho se mencionan cuatro especies fundamentalmente gramíneas que sustentarán en su día una hipotética arena que nadie sabe de dónde saldrá y talas masivas (inevitable tratándose de Vigo) del arbolado existente para plantar pinos. Finalmente la parte verdaderamente importante de aquel ambicioso proyecto original para la recuperación del ecosistema dunar sigue guardada en un cajón y lo que se va haciendo apenas significa reducir a la mitad el retranqueo planteado y más cemento, más paseo, asfalto y luces. Samil seguirá siendo un espacio de sol y playa para turismo y vecindario. En definitiva, recuperar el ecosistema dunar de Samil no era esto.
Opinión
Recuperar Samil non era isto
Aínda que custe crelo, ata mediados do século pasado ninguén quería vivir na contorna da praia de Samil, en Vigo. Só vivían alí redutos marxinais, unha sorte de lumpen vigués e algúns mariñeiros instalados precisamente nun lugar invivible polo azoute do vento, o salitre, a falta de auga e terra fértil e as temperaturas extremas. Anos antes desapareceran as praias urbanas de Vigo en Teis, Areal (de aí o nome da zona) ou Berbés. Praias relictas de cando o mar chegaba máis arriba do actual cruce da rúa Colón e con elas desapareceron as súas “casas de baños” onde, como o seu nome indica, podíanse tomar baños de mar dentro da decencia e os bos costumes da época, polo que aos poucos a cidadanía empezou a volver os seus ollos cara a aquela praia salvaxe que era Samil.
O problema é que aquela zona converteuse, segundo definían os alcaldes da época, nun poboado chabolista e refuxio de delincuentes que se tiña que erradicar. E para conseguir esa erradicación puxéronse ao choio os alcalde Portanet e Ramilo impulsados por un cambio social que, con sistemas construtivos mellores, empezaba a ver aqueles lugares invivibles como todo o contrario, un auténtico paraíso. Pero para iso necesitábase domesticar a aquela natureza que confundira liberdade con libertinaxe, e chegou o progreso.
Hoxe chamariamos “humanizar” a aquel proceso urbanizador da praia que empezou cos tranvías e as estradas, seguiu cos chalés e os hoteis e levou por diante o pouco que quedaba xa dun inmenso ecosistema dunar que no seu día se internaba quilómetros terra dentro. O proceso culminou a principios dos anos 70 do século pasado coa construción do paseo marítimo de Samil, que esnaquizou o pouco que quedaba do ecosistema dunar e provocou un efecto chamada que acto seguido convocou máis restaurantes, aparcamentos, hoteis chalés, parques e piscinas, e mesmo un polideportivo e todo o que se poida imaxinar.
Non se pode ter todo, e ese progreso terminou coa natureza, convertendo Samil nunha praia sen vida, pero con area para tomar o sol e auga para bañarse, que era o importante. Conste que, no seu día, un grupo da intelectualidade viguesa, entre os que se atopaban Valentín Paz Andrade, Francisco Fernández del Riego e Eduardo Blanco Amor rexeitaron a construción do paseo marítimo, ao que denominaban “a liña Maginot” denunciando no seu manifesto de protesta que a “man miope da tecnocracia” ía aldraxar “a marabilla” que era o areal vigués: “Basta contemplar a mole de cemento que vén construíndo dacabalo da praia, e o seu perfil caprichosamente crebado, para calcular as consecuencias tan dañosas como irreversibles”.
Hoxe, aqueles intelectuais serían denominados “antivigo”. Pero tamén iso tiña os días contados e aos poucos fomos dándonos conta de que “vaya, vaya, aquí no hay playa”. A tormenta perfecta da combinación da perda do reservorio de area que eran as dunas e o aumento do nivel do mar (entón a un ritmo de 2,5 cm por década, hoxe é maior) provocou que cara a mediados dos noventa désemonos conta de que o paseo marítimo de Samil estaba a piques de converterse no porto de Samil, polo que, ao principio timidamente, a corporación socialista con Carlos Príncipe como alcalde, empezou a falar do que, naquel momento, considerábase unha herexía: retirar o paseo marítimo. A aquela corporación débese tamén que se salvara o ecosistema dunar da Praia do Vao, na que existía una enorme presión por parte da corporación para instalar alí una sorte de parques acuaticos, piscinas e urbanizacións municipais varias como as existentes hoxe na parte central de Samil. Pronto veremos que aquel verdadeiro proceso de recuperación dunar no Vao non ten nada que ver co que se pretende facer en Samil.
Pasaron os anos e o proceso de perda de superficie de area e aumento do nivel do mar foise acelerando exponencialmente ao mesmo tempo que facíanse evidentes os efectos da emerxencia climática, ata que aquela herexía de retirar o paseo marítimo empezou a considerarse inevitable. Ou o Concello ou o mar, un dos dous terminaría co paseo. Presentábase entón, a principios do mandato de Abel Caballero, un ambicioso plan para a reuperación do ecosistema dunar de Samil, asinado precisamente por Elena Espinosa, daquela Ministra de todos os medios excepto o áereo e o etéreo (Medio Ambiente, Medio Rural e Medio Mariño) e hoxe concelleira en Vigo. A base do proxecto era clara: todas as infraestruturas (todas quere dicir sen excepción) que no seu día se instalaron sobre o areal de Samil deberían retranquearse 50 metros terra dentro para, posteriormente, iniciar o proceso de recuperación do ecosistema dunar que, por suposto, debería manterse pechado ao paso. Isto incluiría retirar o paseo marítimo, as concesións hosteleiras, as piscinas, o polideportivo, boa parte dos aparcamentos etc.
Na práctica, significaba que boa parte das infraestruturas públicas e privadas existentes deberían recolocarse ao bordo, e mesmo alén da actual Avenida de Samil. Este proceso tiña o inconvinte de que moitas concesións hosteleiras tiñan aínda por diante varios anos de vixencia, polo que recuperalas implicaba a correspondente indemnización, pero a boa noticia é que ían caducando gradualmente nos seguintes anos. A primeira concesión en caducar foi a do restaurante As Dornas, en 2008, que o concello decidiu non renovar e recuperar esa parcela para uso público. Era un primeiro paso na dirección correcta para a recuperación ambiental do litoral (aínda que o axardinamento e o parque que se instalou alí pouco tiña que ver cun ecosistema dunar).
Posteriormente caducou a concesión do clásico restaurante Jonathan, e cando os ambientalistas fregabámonos as mans, o Concello decide conceder unha nova concesión hostaleira por 25 anos, o actual Marina Cíes, de ambiente ibicenco (nin sequera ocorréuselles, polo menos, darlle un ambiente atlántico). Un paso na dirección contraria que hipotecará a recuperación desa zona ata o ano 2040. A terceira caducidade tocoulle ao Hotel Samil, construído no seu día sobre dunas rampantes, que se derrubou, pero para construír un novo hotel (Attica 21) que ocupa maior superficie, outro paso na dirección contraria para a recuperación ambiental.
O seguinte restaurante que caducaba a súa concesión foi o Camaleón, en 2019, que tras unha interminable indecisión sobre se renovar ou eliminar a concesión, finalmente foi eliminado, un novo paso na dirección correcta. O último establecemento, San Remo, caducará en outubro do ano próximo, e aínda non sabemos o que decidirá o Concello, aínda que á vista do baile da Yenka destes anos calquera cousa é posible. Por medio, e tamén en dirección contraria á recuperación ambiental, anunciaba Caballero en setembro de 2021 a instalación de “un inmenso parque acuático” en Samil que, afortunadamente, supoñemos que por non contar coa autorización da demarcación de costas do Estado, quedou en nada.
Tamén por medio anúncianse reformas e ampliacións no polideportivo de Samil, que tamén se debería retirar da súa actual localización xunto á desembocadura do Lagares. Ao longo destes anos aquel proxecto orixinal do daquela Ministerio de todos os medios acabou metido nun caixón pois a condición previa, a retirada de todas as infraestructuras, nin se produciu e segue sen producirse, polo que foi sustituído por varios proxectos parcias para desenvolver a recuperación por fases. Estes días comezaban as obras para o retranqueo do paseo marítimo na contorna do antigo resturante Camaleón.
O proxecto ten unha denominación que polo menos en teoría define de maneira perfectamente clara e concreta o seu obxectivo: “Recuperación do sistema dunar na praia de Samil. Fase 1A”. Que entendemos por recuperar un sistema dunar? Quizais non exactamente o mesmo que o alcalde Abel Caballero, que cando hai uns meses presentaba o prodixio anunciando as primeiras actuacións que se ían a realizar para esta “recuperación do sistema dunar”, enumeraba: novas beirarrúas, renovación do asfaltado, novas rotondas (iluminadas) e máis farois, ademais dun novo parque infantil e unha parcela para un local de hostalería.
O retranqueo orixinalmente previsto en 50 metros terra dentro queda en apenas 27 e nada se sabe da retirada do resto de infraestruturas. Do sistema dunar propiamente devandito menciónanse catro especies de gramíneas que sustentarán no seu día unha hipotética area que ninguén sabe de onde sairá en tallas masivas (inevitable tratándose de Vigo) do arboredo para plantar piñeiros. Finalmente a parte verdadeiramente importante daquel ambicioso proxecto orixinal para a recuperación do ecosistema dunar segue gardada nun caixón e o que se vai facendo apenas significa reducirá metade o retranqueo plantexado e máis cemento, máis paseo, asfalto e luces. Samil seguirá sendo un espazo de sol e praia para turismo e veciñanza. En definitiva, recuperar o ecosistema dunar de Samil non era isto.
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Só dous apontamentos ou mais.
O mar nom chegava ao cruzamento da rua Colón com Garcia Barbón, chegava onde está a Alameda. Nom havia tranvias em Samil, por Samil passavam os buses que se lhe chamavam "Los Rusos".
O arvoredo que havia nos sessenta eram pinheiros muitos e muita area.
Esperar que o sr Caballero se torne ambientalista é como acreditar nos reis Magos