Opinión
Organizar el boicot contra Altri y Greenalia

Ya es un hecho. La Xunta de Alfonso Rueda ha aprobado la declaración de impacto ambiental de la fábrica de celulosa que la multinacional portuguesa Altri y la empresa gallega Greenalia pretenden instalar en el centro geográfico de Galicia. Es, a juicio de los “técnicos” de la Consellería de Medio Ambiente, “ambientalmente viable”. ¿Que quiere decir esto más allá de lo obvio? Que la vía institucional para frenar esta barbarie ecológica empieza a agotarse.
Quedan instancias políticas y judiciales todavía en pie a las que acudir —deben seguirse hasta el final, no cabe duda—, pero como ya hace tiempo que se veía venir, esta industria que pretende absorber la misma cantidad de agua que toda la provincia de Lugo junta no se va frenar en ningún despacho. Se va a parar en la calle y gracias a la inteligencia colectiva de cientos de miles de personas que no pararán hasta lograrlo. Nos va la vida en ello. Toca, por lo tanto, abrir el foco de la protesta y comenzar a buscar, señalar y boicotear a todas las empresas que, de una forma u otra, trabajan de manera velada para que esta fábrica salga adelante.
Si algo nos ha enseñado el movimiento de boicot, desinversión y sanciones (BDS) hacia Israel y, antes, el movimiento sudafricano contra el apartheid o la lucha anticolonial india es que al poder económico también se le puede condicionar con las pequeñas acciones coordinadas de una mayoría social en calidad de consumidora. Está sobradamente demostrado que se puede.
También, gracias a esa memoria de los movimientos sociales, tenemos a nuestra disposición todo un trabajo previo que nos permite no caer en errores ya cometidos en el pasado y afinar nuestras acciones. La cuestión central es, por lo tanto, cómo hacer que los boicots sean eficaces y tengan el mayor impacto posible a la hora de responsabilizar a las empresas, partidos, asociaciones y cargos que, por su complicidad, son condición de posibilidad para que la construcción de esta celulosa siga adelante.
La lista de cómplices físicos y jurídicos será larga, desde luego, y debe ser construida de manera colectiva, como todo este movimiento de contestación social que tiene como punta de lanza a la Plataforma Ulloa Viva, a las vecinas más afectadas organizadas. Ahora bien, el boicot debe ser estratégico, poniendo el foco en pocas entidades para que el impacto sea mucho mayor.
¿Qué bancos apoyarán financieramente el proyecto? ¿Qué medios de comunicación llevan más de un año legitimando su construcción? ¿Qué partidos políticos ya sea por acción o por inacción la favorecen? ¿Qué otras empresas tienen los directivos y accionistas de Altri y Greenalia? ¿Qué empresarios votaron a favor del actual presidente de la patronal gallega que ha demostrado su ferviente apoyo a la celulosa? ¿Qué sindicatos se han mostrado públicamente a favor? ¿Qué empresas textiles comprarán el lyocell que se producirá? ¿Qué empresas está subcontratando Greenfiber —la sociedad instrumental del proyecto— para solicitar todos los estudios e informes que necesita aportar a la administración? ¿Qué empresa ejecutará la obra millonaria? ¿A quién alquilarán los tractores, las grúas o los camiones? Debemos cuestionarnos a nosotras mismas y dejar de colaborar con todas ellas con nuestro dinero y nuestra simpatía. Debemos obligarlas a tomar una posición clara.
Hay cientos de preguntas que debemos hacernos y las respuestas son, obviamente, demasiadas. Por eso, debemos ir de arriba hacia abajo. Concentrarnos en empresas que tengan un papel directo en la ejecución de este atentado medioambiental y priorizar campañas informativas y acciones dirigidas en las que haya posibilidades reales de ganar. Hay cuatro factores clave que el movimiento BDS nos ha enseñado en los últimos años y que conviene tener en cuenta: investigar el nivel de complicidad de cada una, basado en una investigación precisa y convincente que lo demuestre; la interseccionalidad, es decir, la relevancia transversal de la empresa objetivo; el reconocimiento de marca y atractivo mediático, ya que ayuda a llegar a un público más amplio; y por supuesto, el potencial de éxito que aspiramos a tener.
Ellos tienen el poder económico, el político y, probablemente, el judicial. Nosotros y nosotras somos muchas más.
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