Opinión
‘Animal’ o cómo el turbocapitalismo se apodera de la España vaciada

La nueva serie interpretada por Luís Zahera muestra cómo la descomposición de la economía local y sus profesiones dan paso a las nuevas formas de explotación.
Animal Salvaje Serie
Imagen promocional de Animal. Foto: Jaime Olmedo/Netflix

@econocabreado.bsky.social

Coordinador de la sección de economía

11 oct 2025 13:44

Cuando escuchamos términos como capitalismo de plataforma, tecnocapitalismo o turbocapitalismo, es probable que nuestra mente dibuje un repartidor en bicicleta con alguna mochila de color llamativo a sus espaldas rodando por las calles de una gran ciudad. La lucha de los riders puso en boca de muchos y en el debate político las nuevas formas organizativas y tecnológicas por los cuales las empresas controlan el proceso de la producción sin riesgos, que corren a cargo del repartidor, y con una relación laboral -ahora declarada ilegal- totalmente impersonal como lo es la figura del falso autónomo, donde el empleado sólo se comunica con su empresa mediante una aplicación móvil. Pero la realidad es que el problema de este tipo de empresas rompiendo los esquemas laborales tradicionales no es una cuestión sólo de riders, ni tampoco es ya exclusivo de las grandes ciudades.

Las nuevas formas de organización empresarial bajo esta nueva oleada de capitalismo explotador de nuevo cuño apoyado en la tecnología, la externalización y la precarización de los puestos de trabajo crece en todos los sectores y en todas las partes a la misma velocidad o más que se destruyen y precarizan las profesiones, empresas y sectores tradicionales. La explotación y reorganización de los puestos de trabajo no es una cuestión de riders en la ciudad, sino que también puede verse representado en trabajos más tradicionales que hasta hace poco gozaban de buena reputación y que estaban a años luz de lo que consideramos trabajos precarios. Como, por ejemplo, un veterinario de granjas en una zona rural.

Una profesión y un servicio no sirve de mucho si tus clientes no sobreviven al salvaje mundo capitalista en el que se ven forzados a desenvolverse

Esa es la historia que, entre gags de buena comedia, nos cuenta Animal, la nueva serie de Netflix dirigida por Alberto de Toro y Víctor García León. En ella, un veterinario llamado Antón, protagonizado por un enorme Luís Zahera, se ve obligado a dejar el trabajo autónomo que lleva felizmente haciendo años dando servicio a granjas gallegas. Una labor apreciada, bien pagada, que genera respeto entre sus conciudadanos. Los veterinarios de las zonas rurales han sido siempre una figura respetada. Cómo no vas a respetar a la persona que se levanta a cualquier hora de la madrugada para conducir hasta tu granja por carreteras secundarias para asistir al parto de una de tus vacas o extirpar un bulto sospechoso a una de tus ovejas. 

Pero una profesión y un servicio no sirve de mucho si tus clientes no sobreviven al salvaje mundo capitalista en el que se ven forzados a desenvolverse. El sector rural se tiene que enfrentar a precios de los piensos suben o a una electricidad que se encarece según los vaivenes geopolíticos del planeta. Los mercados están abarrotados de carnes que vienen de países donde no se les exigen las mismas condiciones fitosanitarias, gracias a la aprobación de tratados de libre comercio en el que los pequeños granjeros y agricultores, de los dos lados del acuerdo, se ven arrollados por las grandes explotaciones. Unas factorías de animales que en España conocemos como las macrogranjas, que acaban arrasando con los pueblos que pierden población joven y que ven en aceptar a ese tipo de empresas como la única forma de que consigan empleo las personas que acabaron en el paro precisamente porque esas grandes empresas hicieron inviable que las granjas tradicionales compitan con ellas. Los veterinarios, los granjeros, los agricultores y tantas otras profesiones son lo que se ha llamado los perdedores de la globalización y, para salir de ese agujero, lo poco que les queda es aceptar las nuevas normas de esa misma globalización ultra capitalista.

El veterinario de esta historia se ve empujado, por su precariedad y la de sus clientes de toda la vida, a aceptar un trabajo en una “tienda boutique” de animales de la que es encargada su sobrina Uxia, interpretada por Lucía Caraballo. Pasa de cuidar de animales que son el sustento de familias a tratar la depresión de un gato o el embarazo psicológico de una cobaya. De ser esa persona respetada por sus conocimientos a un simple eslabón de una cadena de empresa multinacional.

La felicidad de un trabajo bien hecho muta en ansiedad por no conseguir los objetivos marcados por unos directivos a los que nunca les has visto la cara

En estas nuevas formas de turbocapitalismo, el desempeño de un trabajador ya no se mide mediante el contacto directo del empleado y sus responsables, sino por el número de veces que los clientes pulsan una carita sonriente o una enfadada, el número de estrellitas con el que les puntúan o las reseñas de Google que dejan. En este nuevo tipo de empresas, el jefe directo ya no es esa persona experimentada en dicha profesión, sino que estas grandes e impersonales empresas contratan a gente joven que, ante la falta de futuro y de posibilidades laborales en la tierra donde se criaron, no ven más remedio que tragar con una “cultura empresarial” que se asimila más a una secta de frasecistas Mr. Wonderfull de tazas de café. La felicidad de un trabajo bien hecho muta en ansiedad por no conseguir los objetivos marcados por unos directivos a los que nunca les has visto la cara.

Para salir del atolladero de la precariedad, la única salida que se le presenta al protagonista de esta y tantas otras historias es arrimarte a los “trapalleiros”, al pillaje de lo público, al engaño. Mujeres y hombres honestos que se ven en el peligroso borde de caer del lado de la corrupción como vía para sobrevivir en un mundo que cada vez les deja más de lado. De caer en las redes de los “chanchulleiros”, porque si “el sistema es chanchulleiro”, la clase trabajadora no es capaz de distinguir entre el bien y el mal, entre lo que le combine y no, y no le queda más remedio que aceptar las nuevas condiciones del mundo turbocapitalista en el que viven mientras su vida se desparrama como una tortilla de Betanzos.

There Is Alternative
There Is Alternative #10: de carnes procesadas, pastoras y todo lo que no sean macrogranjas
Décimo y último capítulo de la temporada sobre las graves consecuencias para el planeta, los animales y nuestros cuerpos de una alimentación industrializada y sobre las alternativas éticas de ganadería y alimentación.

Los artículos de opinión no reflejan necesariamente la visión del medio.

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