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Macrogranjas
La contaminación que no cesa en la zona cero de las macrogranjas en Galicia
La chaira da Limia es una de las zonas más inundables de Galicia. En esta comarca ourensana, las lluvias del invierno y del otoño suelen anegar varios miles de metros cuadrados de terrenos de cultivo y viviendas bajas. Los humedales, como las lagunas, se encuentran entre los ecosistemas más productivos y biodiversos del planeta. También en esta zona de Ourense. No obstante, muchos se están transformando en vehículos para otros usos. Esencialmente, para el vertido de una ingente cantidad de purines proveniente de la ganadería industrial e intensiva de la zona. Desde finales de los años noventa, la presión ganadera de las ahora popularizadas como macrogranjas está llevando, entre otras cuestiones, a una intensa presión sobre los ciclos de agua de carbono y nitrógeno, un aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero y una compactación y hundimiento del terreno. El estrés medioambiental tiene una gran envergadura. De esto da cuenta el último informe de la Red Ciudadana de Medición organizada por Greenpeace. Publicado a propósito del Día del Agua, el documento señala que el 97,5% de aguas subterráneas analizadas en esta región contienen nitratos “en proporciones alarmantes” y muy por encima del máximo permitido por la ley.
“El daño es tal que hubo momentos en los que el agua de suministro local llegó a no ser potable”
La situación es de emergencia, pero no es una novedad. Además de ser una referencia en edafología en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Serafín González es presidente de la Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN) desde hace 28 años: “Llevamos más de medio ciento de escritos de alegato avisando a la Xunta con argumentos científicos de que aquí tenemos un problema grave. Quince años sin que nadie con responsabilidad haga nada”. Aunque la actividad de control en A Limia de los científicos de la SGHN comenzó en 2008, los primeros avisos de lo que podía acontecer allí llegaron en 1998: “En aquel momento se construyó el gran complejo ganadero de Coren en A Pedra Alta. Avisamos entonces de que era una locura instalar granjas industriales en zonas inundables”. Con el paso del tiempo, la Xunta de Galicia siguió dando luz verde a la instalación de más explotaciones industriales y, paralelamente, los niveles de nitratos en las aguas de la explanada siguieron subiendo sin detenerse. “El daño es tal que hubo momentos en los que el agua de suministro local llegó a no ser potable por este motivo en Sandiás y Trasmiras”, recuerda. Pero el problema también llegó de forma frontal a los pozos privados, mucho más complejos de controlar y con un riesgo mucho mayor para la población.
La sociedad civil organizada y la universidad
La Red Ciudadana de Medición de Nitratos a la que da sustento Greenpeace consiguió movilizar, de manera desinteresada, a más de cien personas por todo el Estado español para realizar las mediciones que vuelven a acreditar la dimensión del desastre. “Nos encontramos con una desidia histórica, de décadas, por parte de la Xunta y de la Confederación Hidrográfica Miño-Sil y una carga ganadera insostenible. Es el punto rojo en Galicia. Allí está el gran acuífero del país y está contaminado tanto en aguas superficiales cómo subterráneas”, expone Manoel Santos, coordinador de Greenpeace en Galicia. “La mayor parte de la contaminación del agua por nitratos proviene de la ganadería industrial. Y me refiero a esas más de 400 explotaciones, fundamentalmente de cerdos, pollos y pavos, hacinados en naves que fueron principalmente potenciadas por la integradora de la zona que es Coren”, añade. Y recalca: “produce purines como si fuese una ciudad de millón y medio de habitantes siendo una comarca de menos de 20.000”.
Las montañas de abono y purines ocupan parcelas enteras en zonas donde el agua no tiene barrera. Se ven a simple vista, apesta y, ante una falta de gestión adecuada, contaminan. Las producen los cientos de miles de animales que viven acopiados en esas naves y, aunque podrían ser fertilizantes de la tierra con una dosificación adecuada, la cantidad es tan grande que no existe, por mucho, una base territorial que la pueda absorber. Y esta contaminación no sólo la miden ciudadanos desinteresados con herramientas sencillas. Los investigadores del CSIC y de las universidades gallegas también lo hacen con más precisión y análisis de laboratorio sofisticados. Una investigación del grupo de química analítica de la Universidade de Vigo, publicada en la prestigiosa revista Agriculture, Ecosystems & Environment, constató el problema: “Se tomaron muestras de agua de 76 pozos personales y 26 fuentes naturales de la región. Más de la mitad de los pozos analizados y tres fuentes naturales presentaron contaminación por nitratos y algunas muestras excedieron el límite permitido por la legislación para otros elementos y compuestos. Podría inferirse que esta contaminación del acuífero superficial podría atribuirse a la agricultura y ganadería intensivas”.
Aunque los purines podrían ser fertilizantes de la tierra, la cantidad es tan grande que no existe una base territorial que la poda absorber
“Hemos encontrado hasta seis veces más cantidades de nitrato en las aguas de pozos privados de la permitida”, recalca Serafín González, biólogo del CSIC. En esas mismas zonas donde la cantidad de nitratos no para de crecer produciendo problemas de abastecimiento, explica González, siguen autorizándose nuevas granjas y la ampliación de las que ya existen. “Todo delante de la pasividad de la Consellería de Medioambiente y también de la Fiscalía de Medioambiente de Ourense”, denuncia. No es que la Fiscalía no actúe de oficio, sino que parece hacer caso omiso a todos los trabajos e investigaciones científicas que la propia Sociedade Galega de Historia Natural les ha puesto encima de la mesa. “La gente se está envenenando bebiendo agua del grifo y tenemos que ser las personas que estamos al tanto de la situación quienes avisemos a los vecinos”, proclama Manuel García, agricultor ecológico que vive de cerca y en su tierra el descontrol de la gestión de residuos de la ganadería industrial. Sigue: “El problema es que la Xunta no tiene constancia de estos pozos y lo que pasa cuando se lo comunicas al Seprona o a la Confederación Hidrográfica es que los sancionan por no estar registrados”.
"No va a acabar el 2023 sin que se judicialice lo que aconteció en el embalse de las Conchas”
Aunque un potencial recorrido judicial parece complejo, Montse Valencia, asesora jurídica ambiental y miembro de Ecoloxistas en Acción, está esperanzada: “Hay una cosa bastante clara. Tenemos constancia de estos perjuicios medioambientales desde 1992 y la Xunta no ha movido un dedo”. Por eso, adelanta a El Salto que “no va a acabar el 2023 sin que se judicialice lo que pasó con la cianosis en el embalse de las Conchas”. “Nosotros entendemos que estamos delante de una omisión delictiva”, añade. Bajo su criterio, esto es, la Xunta de Galicia estaría absteniéndose de actuar conforme a la ley ya que está en su deber velar por la salud medioambiental del territorio.
Enfrentarse a un gigante
El agricultor Manuel García saltó a la fama hace cuatro años, por una aparición televisiva en la que mostraba cómo un camión de una “granja propia de Coren” regaba con purín una finca. En aquella exposición, argumentaba cómo estos riegos con purines sin tratar llevan antibióticos y muchos productos químicos que se filtran a las aguas subterráneas contaminando también aguas superficiales, como las de los embalses de la zona, algo que está confirmado por los datos de la propia Administración y diversos informes científicos. Cinco meses después de aquella exposición pública, García recibió un burofax de los servicios jurídicos del Grupo Coren reclamándole un millón de euros en daños y perjuicios por aquellas declaraciones. Las presiones que sufrió fueron contrarrestadas, entonces, con una solidaridad desbordante por parte de docenas de colectivos ecologistas. La repercusión mediática hizo que el gigante de la ganadería industrial rebajase el tono. Sin embargo, la gestión de los purines sigue la misma línea.
¿Existen soluciones a corto plazo?
Según el propio testimonio del científico del CSIC y una densa bibliografía que le da sustento, el daño que se ha producido en el suelo de la chaira da Limia “no es reversible” en el corto plazo. “La moratoria a la instalación y ampliación de granjas ya llegaría tarde, ya no es suficiente ahora, pero es que jamás se ha hecho”, denuncia Serafín González. “Hay que buscar con urgencia un mecanismo para una reducción de esa carga ganadera de la manera menos traumática posible”, añade. Lo que reflejan los mapas del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico es que hay muchos puntos donde no se espera que la situación mejore ni siquiera en veinte años. “Va a tardar mucho en resolverse. En las aguas subterráneas no hay los mecanismos de autodepuración natural. En las superficiales, la actividad microbiana y la vegetación ayuda a reducir los niveles de nitratos”, argumenta. Por el momento, en las aguas profundas la única manera de que se bajen esos niveles de contaminación es que vaya entrando agua limpia que la disuelva, pero es un proceso mucho más largo. “Esto va a llevar años y años, pero cuanto más tardemos en empezar, más tardaremos en ver resultados”, remata el presidente de la Sociedade Galega de Historia Natural.
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