Diego A. Manrique: “Escuché de manera obsesiva a Karol G, tiene algunas canciones absolutamente deslumbrantes”

La publicación del libro ‘El mejor oficio del mundo’ es la excusa perfecta para hablar con su autor, el veterano periodista musical Diego A. Manrique, fundador de Radio 3 en 1979 y cronista privilegiado de una época en la que todo parecía posible, no solo en la música.
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David F. Sabadell El periodista musical Diego A. Manrique presenta su nuevo libro, ‘El mejor oficio del mundo’.
27 jul 2025 06:00

Diego A. Manrique (Pedrosa de Valdeporres, Burgos, 1950) muestra veteranía y buenos modales desde el primer momento del encuentro, en un hotel próximo a Gran Vía. Su particular tono de voz mezcla retranca, ironía y un particular tempo, las mismas características que le hicieron locutor de referencia durante años en Radio 3, de donde salió de mala manera. En su trayectoria también ha pasado por prensa y televisión, en cabeceras y programas de peso.

Su dominio de la palabra lo aplica con idéntica fórmula cuando escribe. Entre sus libros están títulos que formaron a una generación, como los dos volúmenes de Historia del rock ‘n’ roll (Vibraciones, 1976-1977) o ¿De qué va el rock macarra? (La Piqueta, 1977). En El mejor oficio del mundo (Efe Eme, 2025) cuenta por capítulos algunas historias del mundo de la música y alrededores. Un libro con estrellas, leyendas, lagunas y cenizas que se bebe de un trago.

En el libro ¿De qué va el rock macarra? elegías una frase de Herman Hesse en la que dice que el valor de tocar música radica en hacer disfrutar a la gente.
Yo no estaba destinado al periodismo sino al derecho, por el medio se cruzó la música y aquello me pareció un océano, no sabía cuán grande era, ni la profundidad que tenía. La música que a mí me interesa es la que se disfruta rápidamente, que exige dedicación para tocarla. Ya en los años 70 descubrí que no solo me interesaba el rock, sino también el reggae, la salsa, la rumba, el flamenco, la inmensa variedad de Brasil… Cada día puedes estar explorando un estilo nuevo, es inagotable y fascinante.

En ese libro, además de Sex Pistols, The Clash o Dammed, aparecen grupos de Madrid como Burning, Coz, Asfalto o Leño. ¿Crees que se les ha valorado lo suficiente?
Tuvieron la desgracia de que en los años 80 salieran unos grupos de criajos que les quitaron el foco mediático. Son bandas que, en muchos casos, se han mantenido y que han tenido una obra considerable, han sacado abundantes discos y forma parte de la obligación de la música española recuperar esa parte y trabajarla un poquito más. No rehuir el enfrentamiento entre el rock urbano y la Nueva Ola, que existió, pero sí darles el punto que aportaron. Es evidente la grandeza de Rosendo y la resistencia de Burning. Gente extraordinaria.

¿Hubo otra Movida madrileña que tuvo que ver con algunas de estas bandas?
Sí, es el underground, el rollo, como se decía entonces, un movimiento que fue importante. Pero tiene competencia por todos lados: el rock layetano en Barcelona, el rock andaluz en Sevilla, muchos intentos que hubo de hacer un rock celta o norteño… Llegaron después de atravesar la travesía del desierto, que fueron los primeros años 70 en España, durísimos para el rock, y luego encuentran competencia por todos lados.

¿Qué opinas de esa especie de enmienda a la totalidad que hay sobre la Movida?
Es una extraordinaria estupidez, cualquier movimiento si es capaz de generar cabezas de cartel como Pedro Almodóvar, Santiago Auserón o Antonio Vega, está plenamente justificada su relevancia. Que habría mucho que discutir de aquello, pues sí, que les dimos paso en los inicios, pues sí, también. Pero es que en aquel tiempo había un punto misionero. En plan “vamos a sacar algo adelante”, porque el tiempo lo necesitaba y en cierta forma lo tuvimos fácil, porque los cantautores no se modernizaron. Mientras que en Francia e Italia tienes cantautores que van acercándose a otras músicas y enriqueciendo su propuesta, aquí no ocurrió y perdieron el tren.

En ese momento el papel de Radio 3 fue fundamental, con Jesús Ordovás poniendo las maquetas de todas las bandas.
Radio 3 llega en un momento mágico porque buena parte de la gente que estábamos venía de las FM madrileñas: Onda 2, Radio Popular, Radio Juventud… Tuvimos la oportunidad de hacer una emisora desde cero, porque al principio era solo unas horas, y fue creciendo hasta adquirir una personalidad. Teníamos un altavoz para todo el país, era increíble. De repente, salían unos bárbaros desde Vigo que eran Siniestro Total y la gente alucinaba… Ocurrió además que empezaron a aparecer las compañías de discos independientes, en 1982-83. Lo que habían sido unas florecitas se convirtió en un fantástico jardín.

¿En ese jardín estaban Mario Pacheco y Nuevos Medios?
Sí, claro. Mario conectaba dos tendencias muy importantes, por un lado él venía del underground madrileño, pero había pasado por Palma de Mallorca, Barcelona. Era un personaje fascinante, con capacidad de comunicarse con las discográficas y los artistas extranjeros. Por otro lado, no era de la Movida, pero tuvo la suficiente inteligencia para fichar a Golpes Bajos, que era uno de los grandes grupos de aquellos tiempos. Y, además, apoyar algo que en ese momento estaba invertebrado que era el “nuevo flamenco”, que no existía. Había flamencos que grababan discos con más o menos electricidad, pero el margen que les da Mario y la oportunidad que tienen durante unos años de hacer lo que les da la gana, grabar discos sin límite de presupuesto, es de un benefactor en todo los sentidos de la palabra. Descubrió que había un talento que había que formar. Los artistas flamencos tienen problemas para grabar discos, entonces él les encarriló. La jugada de coger a Ketama y a continuación a La Barbería del Sur, los discos de instrumentistas… una serie de aciertos increíbles. Se nota su falta.

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Diego A. Manrique, testigo y cronista de una época irrepetible, no solo en lo musical. David F. Sabadell

Uno de los primeros seísmos que tuvo Radio 3 fue todo lo que rodeó el referéndum de la OTAN y la posición pública de muchos programas contra el ingreso en la Alianza Atlántica.
Es curioso porque Radio 3 era el rincón de los locos, no se le prestaba atención. Hasta que, de repente, empiezan a aparecer directivos que se ponen muy nerviosos con qué se dice. Ahí el PSOE no mostró su mejor cara.

Hay una frase tuya en el libro que dices que te sentías por momentos como “un hippy infiltrado”.
No éramos yuppies, desde luego. Era la idea de que queríamos escribir, trabajar, hacer programas de radio y televisión, libros, lo que fuera desde nuestro punto de vista. No teníamos una idea carrerística de “voy a hacer esto para mejorar profesionalmente”. Hubo gente que se dedicó a producir discos o montar discográficas, pero básicamente éramos cómplices de una gente muy rara que nos encontramos con una situación político-social curiosísima y es que la nueva democracia española necesitaba el rock como un elemento de identidad, o uno de ellos. Y ahí estábamos nosotros. Aunque estábamos dirigidos por personajes que no sabían de qué iba todo eso. En esos primeros tiempos, gozamos de una extraordinaria libertad, con pequeños incidentes y cosas absurdas como el caso de Las Vulpes.

El caso de Las Vulpes demostraba que había un espacio de punk en la sociedad. Una escena que también está relegada de la historia oficial.
Sí, sin duda. Cuando hacíamos Diario Pop grabábamos las entrevistas por la tarde. Allí iban desfilando la gente que íbamos a entrevistar y recuerdo una tarde que estaba Suso Saiz [músico y productor] y Eskorbuto. Y aunque parezca mentira, se enrollaron y se fueron juntos a tomar cervezas. En aquellos tiempos, estábamos abiertos a los Eskorbuto, que mira luego qué carrera tuvieron, o a un experimentador musical como era Suso.

¿La relación entre música y droga ha sido bien explicada o hay postureo existencial?
No, no. La música y la droga van unidas, porque el músico busca nuevas experiencias, sustancias. El problema, o la maravilla, es cuando encuentras la sustancia que te va específicamente, entonces lo único que me molesta es la hipocresía. Hay determinadas músicas que no se pueden entender sin determinadas drogas. El ritmo del reggae se corresponde con el cannabis, el punk tiene que ver con las anfetaminas y el speed, y el rollo californiano es evidente que navegaba sobre narices que se alimentaban desde Colombia.

Lo peor que puede hacer un periodista musical es intimar con los artistas, porque si eres amigo de un artista te va a comer la oreja para que expliques que el disco no ha salido tan bien porque la discográfica no puso lo suficiente, el guitarrista está loco o lo que sea

Has hablado varias veces sobre tu oposición a ser amigo de los artistas.
Lo peor que puede hacer un periodista musical es intimar con los artistas, porque si eres amigo de un artista te va a comer la oreja para que expliques que el disco no ha salido tan bien porque la discográfica no puso lo suficiente, el guitarrista está loco o lo que sea. Y muchos compañeros no entienden que nosotros no estamos ahí para servir a los artistas, ni a las discográficas. Nuestro único compromiso es con los lectores y con los oyentes, los que siguen la música; que en muchos casos tienen más pasión por la música o más conocimientos que muchos artistas nacionales. Aquí es uno de los déficits, generalmente muchos artistas no escuchan mucha música o escuchan solo un tipo, sin darse cuenta de lo grande que es el abanico y lo mucho que enseña picar en diferentes sitios.

La música indie, un estilo con poca mirada periférica hacia otros géneros, tuvo y tiene una presencia hegemónica en una parte importante del periodismo musical.
Sí. El indie es un fenómeno explicable en el sentido de que, como todos los movimientos, se trata de matar al padre, o por lo menos al hermano mayor, que este caso eran la Nueva Ola y la Movida. Lo puso todo muy fácil: formas un grupo, no tienes que sonar demasiado bien, grabas una maqueta, un amigo te mete en una discográfica. Esa falta de selección en lo que se hacía propició que salieran cien mil grupos pero que pocos de ellos tenían la posibilidad de sobrevivir. Estoy muy a favor de que la gente haga música como hobby, pero prefiero que los artistas mantengan carreras y que nos den iluminación a lo largo de bastantes años. Los años 90 con el indie vieron la aparición de miles de grupos y pocos de ellos han aguantado el paso del tiempo. Los que han aguando son los que tenían la capacidad, la inteligencia. Los Planetas eran insoportables al principio, en el trato, y de repente son tíos que se dan cuenta que están en la ciudad de Lorca y Morente. Y modulan su música, no para hacer fusión, pero sí para recoger esas vibraciones. Tengo la sensación de que el movimiento indie es tan grande que todavía no ha sido mapeado del todo. Yo estaba en Radio 3 en ese momento y vi que no había filtros.

Coincidió con una referencia de Malasaña que nada tenía que ver con el indie: Los Enemigos.
Claro. Los Enemigos vienen de la generación del bar Agapo, que por allí estaban Los Ronaldos, a veces cascabeleaba Manu Chao. Una banda absolutamente rockera, con un lenguaje propio y con una contundencia total. Incluso con una vida legendaria, en el sentido de que sobrevivieron a sus peores inclinaciones. Son extraordinarios por eso, por ir a su surco y a lo suyo.

En el libro sorprende la visita de Los Ronaldos a Cuba, con una música poco habitual en la isla.
Creo que fue a través de la representante de Pablo Milanés en España, que tenía conexión con Los Ronaldos. Una idea maravillosa y disparatada. Se limitó a unas actuaciones en La Habana. No sé si los cubanos entendieron a Los Ronaldos, pero estos sí entendieron Cuba, incorporaron a un percusionista de allí. Recuerdo el concierto en el teatro Carlos Marx que era chocante porque a los rockeros en Cuba, que eran hijos de la nomenclatura, les sorprendió muchísimo ver ahí a un percusionista de rock cubano. Y a Los Ronaldos también les sorprendió que el público no reaccionó como era previsible. No aplaudieron, tampoco entre las canciones, terminó y se fueron. Les llegaba el rock por cintas de vídeo de MTV y ahí, en los vídeos, nadie aplaudía. Fue una experiencia brutal para ellos y para los que iban con ellos.

En los años 80 nos llamaban constantemente para juzgar a grupos de rock en todo tipo de pueblos y ciudades y normalmente nos trataban mejor en las que estaban gobernadas por el PP que por el PSOE, que nos daban por asimilados

¿Cuál crees que es la relación de la izquierda con la música?
Yo creo que no la entienden y tampoco tienen por qué entenderla. Pero no es solo una cuestión de nuestra izquierda. El otro día vi un listado de los grupos que actuaron en la megafiesta de L’Humanité [periódico del Partido Comunista Francés] y había muchos artistas que incluso eran de derechas o habían cambiado y ahora eran de derechas. Una de las señas de identidad de la democracia era la apertura hacia nuevas formas, eso incluía el destape, la nueva comedia madrileña y también la música. En los años 80 nos llamaban constantemente para juzgar a grupos de rock en todo tipo de pueblos y ciudades y normalmente nos trataban mejor en las que estaban gobernadas por el PP que por el PSOE, que nos daban por asimilados. Querían ser modernos.

No sé si el PP de ahora quiere parecer moderno.
Están en el dilema del demonio, el PP tiene que mantener su marca de partido de centro y al mismo tiempo está constantemente haciendo concesiones para que no se lo lleve todo Vox. Mucha de la mala fama actual de la Movida es, en parte, obra de renegados, gente que se lo pasó muy bien y que ahora dicen que no, que no se lo pasaron tan bien, porque no había conciencia social. En fin.

El Gran Wyoming hablaba en una entrevista de lo mal que le había sentado a gente de su generación tomarse un tripi, porque no entendieron nada.
Los años 80 fueron un poco como el tiempo de las maravillas. Hubo gente que tuvo unas temporadas brutales de bolos, que ganaron Oscars… entonces es posible que ese éxito de algunos creara unos ciertos rencores de otros. Por otro lado, la Movida socialmente estaba muy dispersa. Esa teoría de Alaska de que la Movida era por la gente que íbamos a la casa de Los Costus no es así, sería su movida. Había ciento y pico movidas diferentes, de gente que no tenía nada que ver. Se creó un resentimiento, obviamente cada movimiento tiene una época de esplendor y es muy rentable dedicarte ahora a criticar.

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Diego A. Manrique, durante la entrevista. David F. Sabadell

¿Cuáles fueron tus referencias radiofónicas?
Aprendí por intuición ciega. En aquellos tiempos yo no escuchaba mis programas. Recuerdo estar en una fiesta en Malasaña y alguien puso un casete y dije “quitar a este pesado”, y era yo. Nos tuvimos que construir nuestra identidad y nuestras técnicas. Fui muy mal locutor hasta pasado unos años, en la prensa musical no teníamos mucha competencia, porque había poca muy buena. Nos pudimos establecer y desarrollar una personalidad sin darnos cuenta.

Aquellas noticias de redadas de la SGAE en bares cutres o en bodas de pueblo.
Eso fue un patinazo de Teddy [Bautista, presidente de SGAE entre 1995 y 2011], que además yo discutí con él. Su ascenso social había sido maravilloso. Un hombre muy inteligente, pero que no bajaba al barro y le faltaba calle. Algún día se sabrá cómo se le hizo esa envolvente, que pasaba por acabar con su prestigio y cortar las alas a la SGAE. No creo en las conspiraciones, pero en esa sí, y hubo mucha gente alrededor.

Eres crítico con la “moda” del vinilo, pero tu libro está plagado de referencias de míticas tiendas de discos.
Para mí la música tiene que tener un soporte físico y prácticamente me da lo mismo que sea vinilo o cd. ¿Cómo descubríamos música? Viajando. Durante un tiempo la conseguíamos pidiendo por correo, pero los paquetes desaparecían. Yo podía traer de un viaje 50 lp, y eso eran 15 kilos. Sin embargo, luego podías traer 300 cd y pesaban mucho menos. Es evidente que el vinilo es enormemente bonito y atractivo. Pero me parece una tontopichada mirar la música por el soporte. Defiendo que suena mejor un cd que un lp, el ruido de la aguja no creo que sea parte de la experiencia musical. Pero luego, todo este tipo de esnobismo de los vinilos con la fórmula de las discográficas, que un cd cuesta 15 euros y un LP igual 45, son cosas absurdas.

¿Tienes algún grupo de cabecera?
No, porque en cada momento escuchas una música. Está claro que hay determinadas canciones que son tan elásticas, como “Summer Time” de los hermanos Gershwin, que saben directamente al chicle más maravilloso del mundo. Pero puedo tirarme meses sin escuchar “Summer Time”, el último año escuché de manera obsesiva a Karol G, que me fascina y tiene algunas canciones absolutamente deslumbrantes.

¿Dónde metemos la crítica que se hace del reguetón?
Cuando un sonido se implanta, a poco criterio que tengas, acaba saturándote. El reguetón ha llegado aquí curiosamente muy tarde, en los años 90 yo ya lo pinchaba. En Cuba ya había, lo llamaban dance hall en español. Es un movimiento particularmente fértil porque muchos artistas funcionan por su cuenta, solo cuando se han establecido firman con una compañía grande. Estamos sometidos a una invasión, con cosas inteligentes, cosas graciosas y cosas horripilantes. Me gustaría tener un programa de radio y poner reguetón entre los estilos sagrados.

¿Entre los cinco músicos que más odias está El León de Belfast?
Pues sí. Durante un tiempo a Van Morrison le traían unos amigos míos de Palma de Mallorca, entonces él no hacía giras. Venía, hacía un concierto, y se iba por la noche en su avión privado a Dublín. Había una posibilidad de entrevistarle, entonces cada vez que venía me decían que estuviera atento, cerca de su habitación en el hotel, que le iban a llevar un vino... Eso se repitió por lo menos cinco veces, hasta que ya dije que se fuese a la mierda. Es un antipático, recuerdo un concierto en La Riviera espléndido, sale a hacer un bis, hay unos segundos de silencio, alguien grita y el tío se va. Tienes ahí a todo el público encantado y por un borrego te vas, es de muy poca sensibilidad. Pero tampoco creo que vaya a decir nada especial. Igual el problema es nuestro, queremos que los artistas sean obedientes, simpáticos y voten por el pueblo. Pero eso no necesariamente ocurre, tenemos que romper esa idea.

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