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Trabajo sexual
La revolución será con las putas o no será
En 2011, en pleno auge del movimiento 15-M de los Indignados, una pancarta fue colgada en la Plaza de Sol, despertando una gran polémica. En ella se podía leer: “La revolución será feminista o no será”. Varios miembros de la propia organización la retiraron, sin el consentimiento de las autoras, iniciando así una lucha simbólica por el protagonismo que el feminismo debía tener en la práctica política. Alrededor de una década más tarde, nos parecería impensable que un movimiento social orientado a la transformación profunda de nuestra sociedad, pudiera albergar una censura —en realidad, una agresión velada— de tal gravedad. Es vox populi ya, afortunadamente, que, de hecho, cualquier cambio radical debe contemplar los valores y fundamentos de la praxis feminista como paradigma que aspira a “cambiarlo todo”.
Ellas ya forman parte de la lucha: son nuestras vecinas, deshaciéndose en esfuerzos para llegar a fin de mes o pagar la luz; son otras madres del colegio al que llevamos a nuestros hijos, muchas de ellas solteras o migrantes
Sin embargo, trece años más tarde, aún es necesario defender que las trabajadoras sexuales, las putas, las mayores encarnaciones de las “malas mujeres”, aquellas que se atreven a pedir dinero por un trabajo que muchas mujeres realizan gratis, deben formar parte de la lucha. De hecho, trece años más tarde, aún nos cuesta reconocer que ellas ya forman parte de la lucha: son nuestras vecinas, deshaciéndose en esfuerzos para llegar a fin de mes o pagar la luz; son otras madres del colegio al que llevamos a nuestros hijos, muchas de ellas solteras o migrantes mandando remesas a sus países de origen; son nuestras compañeras parando desahucios, apoyando la campaña #RegularizaciónYa o participando de asambleas feministas. Ellas ya están allí, pero aún es necesario escribir artículos para defender que, sin ellas, la revolución no será posible.
Una decena de miles de euros para unas jornadas pro-derechos, frente a la millonaria industria del rescate
Los pasados días 7 y 8 de junio tuvieron lugar las Jornadas Internacionales sobre Trabajo Sexual e Intersindical Feminista en Madrid, que congregaron en su programa alrededor de 20 organizaciones de personas que realizan trabajo sexual y entidades profesionales del tercer sector que acompañan desde una perspectiva pro-derechos. Llegaron desde diversos puntos del territorio español, portugués, italiano y suizo, además de otras redes de incidencia europea (como la ESWA), para compartir sus experiencias y saberes en relación a la lucha pro-derechos: aquella que quiere escapar de la trampa entre prohibir, abolir o legalizar la prostitución, y que apuesta por terceras —y poco conocidas— vías como la despenalización.
Feminismos
El feminismo será antipunitivo o no será
Las jornadas se organizaron con algo más de una decena de miles de euros, gracias al presupuesto de un proyecto europeo gestionado por la Universidad de Sheffield, así como al ingente esfuerzo e inteligencia colectiva desarrollado por el colectivo de investigación feminista La Laboratoria, la Fundación de los Comunes, y diversas organizaciones pro-derechos como el Sindicato Otras, Afemtras o CATS. Una decena de miles de euros para la organización de un encuentro transnacional suena a mucho, pero no lo es. Es muy poco dinero comparado con el que se mueve en la industria del rescate para “salvar” y sacar a las prostitutas del ejercicio.
Defender un paradigma de intervención que no infantilice ni banalice la agencia de las propias personas afectadas les excluye del campo de recursos y de financiación públicas
Simplemente, la última campaña diseñada por Médicos del Mundo, que consistía en la instalación de carteles de neón en carreteras del extra-radio madrileño imitando un anuncio de un club alterne, pero donde se podía leer “Violencia Palace” o “Maltrato Show” a todo color, probablemente haya costado más del doble. De hecho, esta publicidad forma parte del Plan Camino (2022-2026), diseñado sin ningún tipo de escucha ni interés por la voz de las trabajadoras sexuales pro-derechos: más de 240 millones de euros repartidos entre seis entidades abolicionistas (Médicos del Mundo, APRAMP, Proyecto Esperanza, Obra Social de Adoratrices, Mujeres en Zona de Conflicto y Fundación Cruz Blanca) con presupuesto del Ministerio de Igualdad, para “la protección de los derechos humanos de mujeres y niñas víctimas de trata, explotación sexual y mujeres en contextos de prostitución”.
Trabajo sexual
Derechos Trabajadoras sexuales ante las leyes abolicionistas: “Necesitamos derechos tanto si queremos abandonar como si queremos quedarnos”
Durante las jornadas, las entidades del tercer sector pro-derechos del estado español, portugués e italiano que participaron en el encuentro relataron cómo esta industria del rescate se alimenta de la victimización de las trabajadoras, y cómo defender un paradigma de intervención que no infantilice ni banalice la agencia de las propias personas afectadas les excluye del campo de recursos y de financiación públicas. La propia Pia Covre, fundadora del histórico Comitato per il Diriti Civili delle Prostitute, cuya actividad se remonta a 1982, recalcó el éxito que supuso la incorporación de trabajadoras o ex-trabajadoras sexuales en las pioneras unità di strada italianas, dispositivos de atención y acompañamiento de calle desde los años 90: ellas, mejor que nadie, saben cómo hablar, qué decir y, sobre todo, cómo acompañar sin juzgar.
Desincentivar la demanda es la excusa, el castigo a las putas la realidad
Sin duda, el debate sobre prostitución es uno de los más encarnados en el feminismo, pero también uno de los más útiles para generar pánicos morales y agenda política alejada de un interés genuino por el bienestar de sus protagonistas, fundamentalmente mujeres migrantes. Gracias a la voz de las organizaciones de trabajadoras sexuales, atestiguamos cómo el discurso público de corte abolicionista se alía, voluntaria o involuntariamente, con el feminismo punitivo. Y eso es así porque, con la excusa de pretender acabar con la prostitución a través de desincentivar la demanda, la evidencia empírica nos dice que son las personas que ejercen trabajo sexual quienes son más sancionadas, más perseguidas y más empobrecidas a golpe de mano dura contra ellas o su entorno.
Con la excusa de acabar con la prostitución a través de desincentivar la demanda, las personas que ejercen trabajo sexual son más sancionadas, más perseguidas y más empobrecidas a golpe de mano dura
Según la investigadora María Barcons en base a datos del Ministerio del Interior, sólo en el periodo 2015-2017 la Ley Mordaza fue usada 591 veces para sancionar trabajadoras sexuales ejerciendo en calle, por un importe total de 100.420 euros en el estado español. Es decir, en sólo dos años, más de 100.000 euros fueron sustraidos de personas, a menudo mujeres y en su mayoría migrantes, de por sí ya precarizadas. En la bella Roma, sólo en el año 2009 alrededor de mil prostitutas fueron multadas (frente a 53 clientes) por las ordenanzas municipales “anti-prostitución”, con un saldo de casi 200.000 euros, según el informe de la unità di strada.
Tal y como relató el informe presentado por ESWA, este clima hostil contra la prostitución generado por las políticas abolicionistas, suele ir acompañado también de mayores cotas de violencia y abuso policial. Las trabajadoras de calle relatan con frecuencia burlas, humillaciones y chantajes de todo tipo en su contacto cotidiano con la policía, especialmente hirientes cuando tienen connotaciones transfóbicas.
Trabajo sexual
Trabajo Sexual Cada cambio legislativo ha precarizado a las trabajadoras sexuales: “Antes vivía sola; ahora comparto piso”
Tal y como reflejan las críticas al modelo nórdico, estos son sólo algunos ejemplos del castigo directo a las personas que ejercen trabajo sexual. No obstante, dificultar la actividad del entorno que “facilita” la prostitución, es igualmente inútil y contraproducente. Por ejemplo, medidas como la prohibición de publicidad de sexo en páginas web, recientemente introducida en la Ley 10/2022 de garantía integral de la libertad sexual (“Ley del solo sí es sí”), han provocado el cierre masivo de páginas web donde trabajadoras sexuales autónomas anunciaban sus servicios. En consecuencia, nuevas páginas han abierto, pero aumentando el precio de inscripción dado el supuesto riesgo que asumen, surgen estafas, y muchas trabajadoras (previamente autónomas) se plantean dirigirse a trabajar para terceros dada la imposibilidad de conseguir clientes a través de sus anuncios.
La presión sobre el entorno genera también que la mayoría de trabajadoras tengan serias dificultades para acceder a una vivienda digna: tanto en España, Portugal como en Italia, la mayoría de trabajadoras relatan que deben pagar precios desorbitados (entre 2.000 y 3.000 euros mensuales por una habitación) para compensar al casero por el “riesgo” que asume en alquilarles un lugar donde ejercer.
Las compañeras italianas, de Ombre Rosse y el MIT, relataron también cómo, dado que en Italia la tercería locativa está castigada, las trabajadoras sexuales temen constantemente ser desahuciadas si se enteran de que en su vivienda se ejerce trabajo sexual. El delirio sobre la persecución a quien “ayuda” es tal que llega al completo absurdo: compañeras del Movimento dxs Trabalhadorss do Sexo portugués relataron cómo algunas de ellas tenían abiertos procedimientos judiciales, acusadas de “proxenetismo”, por conducir un vehículo con otras compañeras cuando se dirigían todas juntas al lugar donde iban a trabajar.
El castigo a la “mala mujer”: ¿todas somos un poco putas?
Legislar sobre la prostitución (o no hacerlo y abandonar a su suerte a las trabajadoras) es, desde luego, una actividad de enorme rédito político cuando se realiza desde el “pánico moral”. La filósofa Silvia Federici nos recordó durante las Jornadas cómo la construcción del imaginario de “mala mujer” y la persecución de las “brujas” están íntimamente conectados con la construcción de los estados modernos y la acumulación capitalista. Así, en numerosos juicios durante la Inquisición, las mujeres acusadas de brujas eran mujeres jóvenes, pobres y que tenían relaciones con hombres más pudientes, o mujeres que tenían relaciones con muchas personas, hombres o mujeres, y que se escapaban de la norma sexual.
Disciplinar los cuerpos a través de la normativización de la sexualidad de las mujeres (sólo aceptable dentro del matrimonio y orientada a la producción de la “patria”) era necesario para circunscribir el papel de las mujeres exclusivamente a la reproducción social. Pero además, durante este periodo se reifica la representación de la mujer “oscura” que usa su sexualidad con fines instrumentales, perversos, y se apuntala la división entre malas (rebeldes, despreciables y castigables) y buenas (puras, sumisas y dóciles) mujeres. La “puta” es la representación arquetípica de esa mala mujer: aquella que pide dinero por algo que debería hacer gratis. Porque, como recuerda Silvia Federici, “el sexo siempre ha sido un trabajo para las mujeres”, sea pagado o no.
La “puta” es la representación arquetípica de esa mala mujer: aquella que pide dinero por algo que debería hacer gratis
No obstante, en el poder del encuentro entre pares y aliadas, en las alianzas locales pero también transnacionales, desde la solidaridad del feminismo de clase, está la clave de caminar hacia horizontes más esperanzadores. Las putas feministas tienen muchas cosas que enseñarnos. Al albor de las Jornadas, diversos colectivos de trabajadoras sexuales del estado español generaron un manifiesto donde pidieron apoyo de la sociedad civil para forzar a la clase política a que deje de criminalizar el trabajo sexual en España. Entre otras cosas, exigen la derogación de la Ley de Extranjería, la gran máquina de generación de trabajos precarios y sin derechos, pero también la derogación de la Ley de Seguridad Ciudadana o las ordenanzas locales que las sancionan a ellas y a sus clientes cada día. Durante las Jornadas, varias organizaciones de trabajos diversos, también feminizados y precarios, como las camareras de pisos (Kellys), trabajadoras del hogar (Territorio Doméstico y Sedoac), sindicatos como CNT Comarcal Sur o el Sindicato de Inquilinas, han mostrado públicamente ya su apoyo a la lucha pro-derechos, en una invocación a tejer alianzas más sólidas en el futuro. Ahora, nos toca a las demás.
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“...aún es necesario defender que las trabajadoras sexuales, las putas, las mayores encarnaciones de las “malas mujeres”, aquellas que se atreven a pedir dinero por un trabajo que muchas mujeres realizan gratis, deben formar parte de la lucha.” Considerar la práctica sexual como un trabajo es, o tener una mentalidad muy neoliberal de la vida o tener problemas con la propia sexualidad. NO, no es hacer sexo “gratis”, es hacer sexo por disfrute, no lo contaminéis. Luchar por la libertad sexual de la mujer, por escapar de los estereotipos de puta vs pura, tiene poco que ver con la prostitución (por muy filósofa que seas), pues una puta que trabaja para comer es aceptada, una “puta” que se acuesta con quien le da la gana, la que decide, la que busca solo placer es lo que irrita, lo que se escapa al control. Una prostituta no se escapa del control patriarcal. La revolución, la lucha es el feminismo, independientemente de en qué trabajes, ser mujer no justifica la bondad del trabajo.
“Es muy poco dinero comparado con el que se mueve en la industria del rescate para “salvar” y sacar a las prostitutas del ejercicio.” De nuevo la mentalidad neoliberal “industria del rescate para salvar”. ¿Les habéis preguntado a las “rescatadas” por qué se han dejado “ser salvadas”? Como siempre en estos artículos pro-prostitución falta la opinión de las que dejaron de ser putas.
“Durante las jornadas, las entidades del tercer sector pro-derechos del estado español, portugués e italiano que participaron en el encuentro relataron cómo esta industria del rescate (perdón???) se alimenta de la victimización de las trabajadoras, y cómo defender un paradigma de intervención que no infantilice ni banalice la agencia de las propias personas afectadas les excluye del campo de recursos y de financiación públicas.” 1º: No indicáis que entidades del 3er sector participaron y por qué son necesarias en estos encuentros. Porque aquí podemos meter a lxs propietarixs de burdeles, proxenetas (seguro que hay palabras más políticamente correctas para describirlas, es para ir rápido)
2º: ¿A qué derechos os referís? ¿A los derechos fundamentales de la ONU? ¿A los derechos de la industria alrededor de la prostitución, dado que van esas entidades no concretadas?
3º: De nuevo la mentalidad neoliberal: es una industria y te quejas de que a ti no te subvencionen con los impuestos de todxs.
“..se quiere escapar de la trampa entre prohibir, abolir o legalizar la prostitución, y que apuesta por terceras—y poco conocidas— vías como la despenalización” Tres vías: abolir, legalizar y despenalizar. Si lo consideráis como un trabajo cualquiera, si intentar que la mujer pueda elegir ganarse la vida de otra manera es infantilizarla, ¿a qué viene esa vía de despenalizar? Qué yo sepa la prostitución ya es alegal, es decir se permite dentro de los parámetros patriarcales. Lo que se discute es si dentro de los parámetros feministas, la prostitución (el trabajo, ojo!, que no la prostituta) es aceptable como un trabajo más del SEPE, para que la mujer tenga todos sus derechos y esté protegida.
Eso de despenalizar ¿qué cojones es?
Porque bajo mi punto de vista, una mujer que vive de sus amantes no es prostituta. Ella puede darse de alta como autónoma y estar tan protegida como el resto de autónomos.
Otra cosa que me alucina es el hecho de que encarecer el anunciarte por la web te vaya a llevar a tener un chulo…
Y por último vincular el maltrato policial a las prostitutas al abolicionismo es manipular, será que la policía no maltrata a lxs trabajadorxs legales y a las mujeres puras
Ante todo todo mi apoyo a las prostitutas de las calles, a las que están aisladas, a las que luchan por derechos y libertades feministas. No a las que quieren los mismos “privilegios” que el estado patriaral nos impone. Para mi, una persona que usa las palabras “nos psicopatologizan” es una trabajadora que entra en el mercado laboral como autónoma cuyo activo es su cuerpo, pero dudo mucho que sea la puta que define nuestro sistema patriarcal. Aquí tambien hay clases y este artículo es demasíado neoliberal para pensar que defiende derechos y libertades feministas.