Feminismos
El feminismo será antipunitivo o no será

La aprobación de la llamada ley del 'solo sí es sí' ha sacado a la luz el debate sobre las alianzas entre cierto feminismo y el punitivismo
Repulsa a la sentencia de La Manada
Concentración en la calle San Bernardo, donde se ubica la sede del Ministerio de Justicia en Madrid, tras la sentencia de La Manada Álvaro Minguito
Universidad de Granada
3 ene 2023 07:00

Cuando hace ya algún tiempo, a pesar de venir trabajando en temas aparentemente distintos, comenzamos a ver todo lo que compartíamos, un sentimiento de preocupación nos invadió. Tras muchas lecturas y algo de atrevimiento, nos animamos a pensar juntas y dialogar sobre ello: ¿Cómo era posible que encontráramos tantos puntos se común en nuestros trabajos, a pesar de no compartir las poblaciones con las que trabajábamos, ni tampoco el periodo en el que lo hacíamos?

Mujeres presas y mujeres que habían sufrido violencia de género son dos temas, a priori, muy distintos entre sí. No obstante, la forma en que ambos son abordados desde las políticas públicas nos ha permitido cuestionarnos la supuesta separación entre el control y la protección social, resaltando la existencia de lógicas punitivas de género en ambos ámbitos. O también, cómo las mujeres están sujetas a una determinada forma de control social al tener que responder, por un lado, a la imagen social de la “buena víctima” y, por otro, al de la “buena madre”. Es decir, estos imaginarios son los vasos que comunican control y protección, acentuando cada vez más sus similitudes.

Las mujeres están sujetas a una determinada forma de control social al tener que responder, por un lado, a la imagen social de la “buena víctima” y, por otro, al de la “buena madre”

Todo lo anterior nos lleva a afirmar la existencia de un desplazamiento hacia una sociedad crecientemente punitiva en los últimos tiempos. Desplazamiento que tiene lugar dentro de un contexto mundial globalizado, donde se destinan muchos más recursos a cerrar las fronteras a las personas migrantes y refugiadas, y donde los problemas sociales se ven agravados al mismo tiempo que se les niega su expresión.

Estado carcelario en la sombra

Nos es útil pensarlo desde lo que se viene nombrado como estado carcelario en la sombra, para referirse a la expansión del estado carcelario más allá de las instituciones penales, donde las instituciones que no se dedican al castigo se han “hibridado” como sitios anexos de poder punitivo, imitando las prácticas del encarcelamiento. Un “estado carcelario en la sombra” que opera de manera opaca, atrapa a una parte cada vez mayor de la población y hace que se difuminen las líneas entre la reinserción y el castigo o entre la libertad y el confinamiento, mediante la dispersión y penetración del control más allá de los muros de la prisión, entendiendo esta como una institución social dentro del panorama sociocultural más amplio. Destacando las conexiones entre, alrededor, dentro y más allá de las instituciones carcelarias, en paisajes carcelarios más amplios, como CIEs, barrios o comunidades y recursos de protección.

Asistimos a la expansión del estado carcelario más allá de las instituciones penales, donde las instituciones que no se dedican al castigo se han “hibridado” como sitios anexos de poder punitivo

Así, la judicialización de todos los aspectos de la vida (tanto individuales como colectivos) no forma parte de políticas aisladas; ni siquiera se las puede considerar erróneas, ya que cumplen perfectamente su objetivo de extremar el control sobre los sectores más vulnerables de la sociedad, a los que se criminaliza y castiga duramente por conductas que anteriormente se consideraban faltas o infracciones. Como nos recuerda Dolores Juliano, “las mujeres, junto con los pobres y los sin papeles, están en la diana de esas políticas represivas. Por eso resulta tan preocupante que algunos sectores del feminismo, principalmente los más integrados en la estructura del poder, sigan confiando en el sistema penal como garante de los recientemente adquiridos derechos de las mujeres”.

Consideramos que es urgente reflexionar sobre las demandas de criminalización que una parte del movimiento feminista ha impulsado y reforzado

De esta forma, el lugar cada vez mayor que ocupa el laberinto que supone lo carcelario nos obliga a preguntarnos sobre si es posible saber dónde empieza o acaba esta experiencia, cuáles son los límites del castigo o cómo este se entreteje con el sistema patriarcal. En este contexto, consideramos que es urgente reflexionar sobre las demandas de criminalización que una parte del movimiento feminista ha impulsado y reforzado, contribuyendo así a la deriva punitiva de las políticas públicas (sobre todo la expansión de la prisión). Es ese feminismo más oficial y visible, el que se ha institucionalizado, el que relegó la protección de los derechos humanos al derecho penal, el que comulga con la causa punitiva y el que recurre a él, desconociendo sus límites.

¿Cómo ha contribuido cierto feminismo a la inflación punitiva?

Algunas especialistas, como Kristin Bumiller, Donna Coker o Janet Halley ya han descrito, entre otras cuestiones, cómo las propias campañas feministas contra la violencia sexual han contribuido a la evolución de la justicia penal como aparato de control. De esta forma, para muchas feministas, el castigo se ha convertido en el remedio elegido para cualquier mal social que pudieran describir como coercitivo o como dañino.

La Manada
La Manada: una visión desde el antipunitivismo

Pedir más castigo, incluso castigo sin control, extender la sanción a familias y amigos, es sin duda promover lo punitivo, es alimentar al enorme sistema penal-patriarcal que ya tenemos.

Como afirmábamos en otro texto, en el contexto neoliberal, estas respuestas a los problemas sociales se plantean como individuales, despolitizadas y alineadas, o al menos no perturbadoras, con una dinámica estructural mayor, basada en el desmantelamiento del sistema de bienestar social y el crecimiento del estado carcelario.  Pero, ¿qué podemos esperar los feminismos del sistema penal? O, como se pregunta Agustina Iglesias, ¿qué sucede cuando el sistema penal aparece como el principal ámbito de solución de conflictos para la violencia que sufren las mujeres y los cuerpos feminizados? Esta autora nos advierte del peligro de usar el derecho penal como una herramienta para lograr la igualdad y la justicia social.

Opinión
En tiempos de cultura punitiva

El feminismo hegemónico reconoce el sistema penitenciario como una solución al patriarcado y demanda penas más severas para los hombres acusados de diferentes delitos cometidos sobre las mujeres.

De igual forma, cabe plantearse la pregunta que propone la jurista feminista Encarna Bodelón de en qué medida el derecho penal puede dar expresión o proteger intereses sociales como los del movimiento de mujeres. Tenemos que recordar el papel que históricamente ha jugado el derecho penal ante las mujeres, ya que, lejos de proteger sus intereses, ha contribuido a asignar y reproducir una determinada forma del “ser social mujer, es decir, de la estructura de género”, sujetas a tutela, sin plena responsabilidad, además de establecer una serie de controles sociales sobre la sexualidad femenina (criminalización del aborto o de la prostitución) y un conjunto de estereotipos acerca de lo femenino.

En los últimos años, algunos feminismos comienzan a cuestionar estas tentaciones y alianzas punitivas, así como, nos advierten, entre otras cosas, que la solución al problema de las violencias machistas no pasa únicamente por construirlo como un problema penal. Algo que ya avanzaba, de manera pionera, Vera Pereira afirmando que, “al relegitimar el sistema penal como una forma de resolver los problemas de género, hay un desvío de esfuerzos por parte de los feminismos que de otra manera se dirigirían hacia soluciones más creativas, radicales y efectivas, suscitando falsas esperanzas de cambio “dentro” y “a través de” el sistema””.

Así, el derecho penal y el sistema de justicia penal se convierten en una “ilusión peligrosa” para contrarrestar el daño y la violencia que sufrimos las mujeres en una sociedad machista y patriarcal, ya que, el mismo sistema penal se construye y responde a una lógica masculina y patriarcal precisa. Diana Restrepo y Paz Francés advierten que debemos estar alerta, ya que el poder punitivo es un poder patriarcal, pues surge de él y para él.

Escapar del callejón sin salida de lo penal

La jurista feminista Lucía Núñez advierte de los riesgos que implica esta penalización de los problemas sociales, en concreto aquellos relacionados con las desigualdades de género y la respuesta penal a la violencia de género, entre otros. En el contexto del estallido de la crisis de la violencia, es legítimo preguntarse si la justicia penal puede ofrecer una solución efectiva. Para responder a esta pregunta, señala, en primer lugar, la parcialidad del sistema penal, así como el hecho de que se basa en una lógica patriarcal y excluyente, que se ejerce de manera masiva y sistemática contra los sectores más marginados de la población.

Esta violencia no puede ser abordada como un problema individual o interpersonal, sino como un problema estructural y complejo. De otra forma, estaríamos legitimando la falsa creencia de que el endurecimiento del derecho penal es la solución a los problemas sociales, aunque esto, por el contrario, “conduzca a una mayor violencia estatal y al acostumbramiento a la misma”. Así, no se trata de negar que se pueda conseguir algo con estrategias legislativas punitivas sino de afirmar que al tratar de solucionar los conflictos con reformas punitivas se entra a un callejón sin salida, en el cual, lejos de eliminarse la violencia de género, se estimula la violencia institucionalizada.

Es por esto que cabe retomar la pregunta formulada por Vera Pereira: ¿en qué medida la reproducción de la imagen social de la mujer como víctima, eternamente merecedora de la protección masculina, ya sea del hombre o del Estado, es un avance para las luchas feministas? ¿Hasta qué punto es productivo, es progresista para el movimiento, la reproducción social de esta imagen de la mujer como víctima que recurre al Estado? ¿De qué sirve huir de los brazos violentos de los hombres (ya sean maridos, jefes o desconocidos) para caer en los brazos del Estado, institucionalizado en el sistema penal? ¿No será que las mujeres encuentran la misma respuesta discriminatoria en otro idioma?

En definitiva, como sugiere Tamar Pitch, el uso del derecho penal como herramienta central para defender los derechos de las mujeres puede tener graves consecuencias para la libertad de las mismas, tanto en un plano simbólico como práctico. Siguiendo los ejemplos que pone la autora al analizar la penalización del trabajo sexual, la reducción a víctima de quien ejerce el trabajo sexual niega simbólicamente a estas mujeres la autonomía, les quita la voz y se la da a aquellos que invocan la justicia penal para salvarlas o protegerlas, negando así la postura fundamental de la segunda ola del feminismo: el rechazo a la delegación, el rechazo a hablar en lugar de las otras. En términos prácticos, estas prohibiciones, de adoptarse, vuelven mucho más difícil y peligrosa la vida de quienes venden servicios sexuales o reproductivos, lo que obliga a estas mujeres a pasar a la clandestinidad y las expone a chantajes continuos.

Nos aterra pensar en la estructura física de las prisiones, pero lo hace aún más pensar en el desarrollo y fortalecimiento de las cárceles sin rejas y la extensión del sistema más allá de lo que entendemos por una prisión

Nos aterra pensar en la estructura física de las prisiones, pero lo hace aún más pensar en el desarrollo y fortalecimiento de las cárceles sin rejas y la extensión del sistema más allá de lo que entendemos por una prisión. Un sistema que individualiza, culpabiliza, patologiza y, finalmente, encierra los problemas sociales. Y que, en ocasiones, tiene como aliado a una parte del feminismo, que persigue y silencia el trabajo sexual, que invisibiliza determinados cuerpos, que encierra otros en CIEs o en sus propios hogares. Frente a la lógica de la disciplina y el castigo, proponemos la lógica feminista anti-punitiva, que nos permita alejarnos del sistema penal como único medio para solucionar las violencias patriarcales.

Sobre este blog
Metropolice pretende ser un pequeño medio de difusión de problemáticas asociadas a los dispositivos de control policial, el securitarismo y las instituciones carcelarias.
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yermag
yermag
5/1/2023 18:10

Muy buen artículo, completo, un poco tocho pero excelente. El feminismo será antiautoritario o no será. Igual que el comunismo, o antiautoritario (revolución de Rojava) o stalinista (al final no hubo diferencia entre nazixmo y stalinismo).."Feminismo punitivista", feminismo? represivo, puritano, burgués, inquisitorial, lameculos de gobiernos progres, institucional, blanco, racista, xenófbo,...El feminismo será antiestatal o no será, porque el Estado todo lo institucionaliza y lo deglute, y el rumbo que llevan los Estados Unidos de Europa es hacia el Norte fascista (a lo Trump, PPVox, Bolsonaro-Casado,...)

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