Memoria histórica
            
            
           
           
Una miliciana extremeña
           
        
        
Se  ha escrito tanto sobre la guerra civil y, sin embargo, qué pocos  testimonios de mujeres. Para todas ellas, el final de la guerra  supuso una doble derrota. A la pérdida de un gobierno democrático  para España, las mujeres tuvieron que añadir la pérdida de sus  derechos como personas  que el franquismo borró de un plumazo  haciendo a la historia y a nuestro país retroceder medio siglo.  María de la Luz Mejías Correa lo contó en primera persona en el  libro Así fue pasando el tiempo (Editorial  Renacimiento).
 
“— Uy,  ¡qué guapina eres! ¿Por qué te fuiste a la guerra con lo guapa  que tú eres?
—Porque  tuve ganas, contesté. Salieron sin más y me quedé tranquila.”
Así  fue pasando el tiempo es el testimonio de una mujer extremeña  que con veinte años se unió a las milicias republicanas al comienzo  de la guerra civil española. El libro es la transcripción de las  grabaciones que su nieto realizó de su abuela contando toda su vida:  su infancia de niña huérfana en los pueblos de Alconchel, Higuera  de Vargas y Olivenza, sus años de adolescente trabajando como criada  en varias casas y en un sanatorio de la ciudad de Badajoz, su lucha  en el frente durante toda la guerra, los meses de cárcel tras la  derrota y las infinitas penurias sufridas después, durante los años  más duros del franquismo, para sobrevivir, para tener con qué  alimentar a sus hijos y para salir adelante con dignidad entre tanta  miseria y barbarie.
En la mentalidad beata de entonces, que una mujer se pusiese pantalones era un travestismo y una inmoralidad. Así que a las que lo hacíamos nos llamaban “machos pericos”
Su  relato, que tiene el ritmo y la calidez propias de la narración oral  y espontánea, arroja un retrato valiosísimo de los cambios vividos  por la población rural extremeña antes, durante y después de la  guerra civil.
“En  la mentalidad beata de entonces, que una mujer se pusiese pantalones,  era un travestismo y una inmoralidad. Así que a las que lo hacíamos  nos llamaban “machos pericos”, que es lo que decían a las  mujeres que para ellos no eran femeninas. Y es que en general las  mentalidades estaban muy atrasadas entonces.”
En  la vida de María se encarna el éxodo de los pueblos a las ciudades  a lo largo de gran parte del siglo XX. Ella fue una de las avanzadas  porque con tan sólo trece años se instaló en la capital para  trabajar . Allí conoció a su novio y se unieron a las Juventudes  Socialistas Unificadas y, más tarde, al comienzo de la guerra, a las  milicias republicanas.
La  mirada de María nos sirve también de memoria viva de la matanza de  Badajoz y del desarrollo del conflicto visto desde la resistencia en  Madrid, donde pasó la mayor parte del tiempo que duró la guerra.
“Cuando  estábamos en la milicia estábamos comidos de piojos y casi ni  podíamos vivir de la miseria que teníamos. Hacía mucho frío. Era  pleno invierno y nada más nos abrigábamos con las ropas que  teníamos puestas. No teníamos calefacción, ni teníamos lumbre, ni  teníamos nada…..Caían obuses que tiraban con los cañones y  bombas de la aviación. Sonaban las sirenas de alrma para esconder a  la población en los refugios, en los sótanos. Yo nunca hice caso, y  me quedaba fuera oyendo los motores de los aviones pasar. Las calles  de Madrid siempre estaban vacías.”
Todavía a fecha de hoy, ningún gobierno de España nos ha pedido perdón por el error cometido, las torturas y el sufrimiento, ni por los familiares fusilados o desaparecidos
Se  ha escrito tanto sobre la guerra civil y, sin embargo, qué pocos  testimonios de mujeres. Para todas ellas, el final de la guerra  supuso una doble derrota. A la pérdida de un gobierno democrático  para España, las mujeres tuvieron que añadir, durante más de  cuarenta años, la pérdida de sus derechos como personas,  conquistados no sin dificultad durante la República , y que el  franquismo borró de un plumazo haciendo a la historia y a nuestro  país retroceder medio siglo.
“Nada  había hecho para merecer cárcel y estuve casi un año presa, con  condena de seis años y un día que finalmente no cumplí. Nada había  hecho Juan y lo absolvieron, pero estuvo en un campo de concentración  en Madrid y tuvo tres meses de prisión en Olivenza. Todavía a fecha  de hoy, ningún gobierno de España nos ha pedido perdón por el  error cometido, las torturas y el sufrimiento, ni por los familiares  fusilados o desaparecidos.”
La  guerra también fue para ellas, para las que, como María, se unieron  a las milicias y para las que no. Dar voz y visibilidad al recuerdo  de tantas Marías silenciadas es una cuestión de justicia social y  humanitaria.
[María  de la luz Mejías Correa (Olivenza, Badajoz, 1916) es una mujer  extremeña que durante la guerra civil española formó parte de las  milicias repúblicanas perteneciendo a la llamada columna de Pedro  Rubio.]
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