Opinión
Quemar el mantel

La tía Mariví fue una de las mujeres que pasó su adolescencia bajo el Patronato de Protección a la Mujer, una institución franquista creada para “enderazar” a las mujeres “descarriadas”.
Patronato protesta - 1
Dani Gago Acto organizado por la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) para pedir perdón público a las supervivientes del Patronato de Protección a la Mujer. Las víctimas interrumpieron el acto al grito de: “Verdad, justicia y reparación. Ni olvido ni perdón”.

La tía Mariví era la pequeña de cinco hermanos. Siempre reservada, ocupaba poco espacio en las reuniones familiares. Hablaba bajito y no aparentaba guardar secretos. En su contorno los allegados intuían una historia anodina reservada para las mujeres solteras, esas que se pasaban la vida acompañando a sus padres. Mariví nunca contó mucho, tampoco sus hermanos. Tampoco su madre. Tampoco su padre.

Un día, mientras sostenía la taza de café en la sobremesa con manos temblorosa, explicó a sus sobrinas que aquel mantel donde siempre reposaba la comida en días de celebración, aquel mantel que en esos mismos instantes estaba siendo poblado por gotas marrones producto de su temblor era el único recuerdo que guardaba de sus siete años con las monjas. 

La tía Mariví bordaba manteles con las monjas Adoratrices en Madrid. Las monjas Adoratrices vendían estos manteles a grandes almacenes y hacían mucho dinero. La tía Mariví se escondió un mantel para traerlo a su casa. Al fin y al cabo, en él iban parte de sus manos y sus ojos. Vivió interna desde los 18 hasta los 25 años y no paró de producir a destajo. Desayunaba un mendrugo de pan duro y no podía hablar con sus compañeras. Se duchaba una vez a la semana. Y todo eso lo contó aquel día entre los postres. Un día en el se que se abrieron las compuertas y se destapó el torrente de recuerdos que llevaba cargando avergonzada toda su vida. Era 2023. Habían pasado ya más de 50 años.

La tía Mariví fue una de las mujeres que pasó su adolescencia bajo el Patronato de Protección a la Mujer, una institución franquista creada para “enderazar” a las mujeres “descarriadas”. La tía Mariví nunca fue descarriada y no está claro cómo llegó hasta allí. Sus sobrinas preguntan pero solo resuenan silencios. Mariví lo sabe, pero no lo dice. Bastaba con una denuncia de sus padres por cualquier acto de desobediencia —bien sea negarse a despertar al alba para hacer el desayuno paterno— para ir a parar a esa institución.

Pedir perdón

A Paquita la internaron en el colegio Madre Sacramento de las monjas Adoratrices de Valéncia en 1949. Tenía 16 años y decían que hablaba mal. Era una deslenguada. Antes de esto, sus padres la “emanciparon”. “A mí me sacaron del colegio para ayudar a mi padre a vender cupones de los ciegos. Lo primero que aprendes son palabrotas”, relata. Tiene 92 años y es la superviviente del Patronato más longeva que queda con vida. Explica cómo, tras un examen ginecológico, dividían a las adolescentes que atravesaban las puertas del Patronato: las vírgenes a un sitio, las embarazadas a otro. Mujeres embarazadas producto de violaciones, en ocasiones agredidas por sus propios padres. Cuando nacían los bebés, se los arrebataban para darlos a familias ricas.

Es 2025 y, mientras Paquita cuenta su historia en los medios de comunicación, se organiza un acto que viene a intentar poner un punto y final. La Conferencia Española de Religiosos va a “pedir perdón”. Días antes del evento, el presidente de la CONFER, Jesús Díaz Sariego, asegura que han podido “constatar cómo a muchas mujeres que han pasado por estos centros les ha servido como promoción personal y profesional”. Las víctimas se organizan. El 9 de junio, el auditorio de la Fundación Pablo VI se llena de rabia. En un momento dado, las mujeres allí presentes se levantan y enseñan un cartel con un “No” gigante. No se puede aceptar el perdón de quien no reconoce el dolor causado. En un rincón de su casa, la tía Mariví quema un mantel mientras lo ve por televisión.

Crímenes del franquismo
Patronato de Protección a la Mujer: imperdonable
Nadie debería cuestionar que las supervivientes reclamasen las garantías de sus derechos fundamentales junto al público asistente, y más después de lo ocurrido los días previos y durante el acto.
Cargando valoraciones...
Ver comentarios 2
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.
Cargando...
Cargando...
Comentarios 2

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...