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Memoria histórica
El octubre rojo de 1932: hambre y miseria en Extremadura
La Segunda República española trajo tanto entusiasmo como desencanto. A pesar de sus logros en aspectos como la cultura o los derechos de la mujer, la cuestión del hambre y del trabajo digno en el campo seguía irresuelta. En abril de 1932, un año después de la expulsión del último borbón, igual de corrupto que los del resto de su linaje, la tierra continuaba en manos de los grandes propietarios. Mismamente Niceto Alcalá-Zamora, el flamante presidente de la República al que en las cortes llamaban “El Botas”, por llevar este calzado siempre muy lustroso, era uno de ellos. En Extremadura y Andalucía, donde abundaba la masa obrera campesina, la gente se moría, literalmente, de hambre.
La República era una cosa de los señoritos que gobernaban en Madrid, que se pasaban días y meses enteros discutiendo sobre una reforma agraria que no acababa de llegar. La participación en el Gobierno de partidos que se reconocían de izquierdas u obreros, con 117 diputados socialistas en la cámara, desconcertaba a esta masa hambrienta y desesperada que había contribuido con su voto el 12 de abril de 1931 a que tales partidos ganaran las elecciones. En Extremadura, a finales de 1932, recién aprobada la Ley de Reforma Agraria, un informe del gobernador general daba un censo de 88.032 braceros, de los que la mitad, 39.268, se encontraban en paro [1].
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Jornaleros y yunteros suponían el grueso de la masa campesina extremeña y andaluza. A diferencia de los yunteros, que poseían una mula y algunos aperos, los jornaleros no tenían nada, excepto su fuerza de trabajo, que empleaban desde los 10 o 12 años de edad en las tierras de unos dueños a quienes no conocían, salvo por sus nombres aristócratas o nobiliarios escudos. Iban de una parte a otra en diversos momentos del año para tareas como la siembra, la escarda, la siega o la trilla, alternando con la vendimia, la aceituna y otros trabajos de temporada, cuando no se dedicaban al pastoreo de piaras de cerdos o rebaños de ovejas, trabajos más que esporádicos. En plena luna de miel republicana su jornal oscilaba entre 1 y 1,50 pesetas, que podía duplicarse en las épocas de recolección y a destajo, con un gasto medio por familia de cinco personas de 6,75 pesetas diarias [2].
Cuando no se ganaba nada o nada había para llevar a la boca, aparecía el hambre, sin distinción de edad ni de familia pobre. Entonces se trataba de subsistir de diversas formas, que no excluían el hurto de bellotas, cuya maduración se da entre los meses de noviembre y marzo. En las grandes dehesas extremeñas, la jesa, se le disputaba este alimento a los cerdos, bajo pena de cárcel. Pasado marzo venía lo peor. Había un refrán que decía: “En abril y mayo de hambre me desmayo”.
Otro alimento que se les disputaba a los cerdos, cuando no había bellotas, eran los nabos, que se cocían para alimento de la piara. Y cuando no había nabos, el cardillo, de los que había dos clases, uno para los burros y otro para las personas. El cardillo crecía silvestre entre las malas hierbas, sin amo que lo reclamara, y quitado el espino que recubre el tallo se convertía en un manjar, cocido a veces con unos cuantos bagos de arroz en un caldero único para toda la familia, en el chozo, donde gobernaba la consigna de cucharada ―de madera― y paso atrás. Cuando uno se saciaba, vendía el resto de cardillos a otros pobres, a los de ciudad, voceándolo por las calles.
En el norte de Extremadura el cerezo era el primer árbol frutal que maduraba para matar el hambre. Después venían las ciruelas, y cuando estas se acababan, aparecían las habas y las patatas tempranas, junto a manzanas y perales. En la zona de las Hurdes, donde el hambre era endémica, con sus enfermedades asociadas, el alimento que salvaba del hambre era la castaña, que estaba por doquier.
En la zona de las Hurdes, donde el hambre era endémica, con sus enfermedades asociadas, el alimento que salvaba del hambre era la castaña, que estaba por doquier
El erizo de la castaña suele comenzar a abrirse a mediados de octubre, por estar el fruto ya maduro, que cae al suelo. Las heladas de la noche hacen que el erizo se abra antes y ello obligaba a ir a la rebusca de madrugada, antes de que pasaran las bestias y se las comieran. Las manos se congelaban al arrancarlas de la tierra, recubiertas por la escarcha, o al sacarlas de los regatos helados, donde quedaban sobre la restinga. De las tres modalidades de castaña que había ―injerta, reboldana y gallega―, la injerta era la preferida, porque se pelaba mejor.
Los olivos daban su aceituna para el aceite de los molinos, que iba a parar a las grandes casas. La que quedaba, negra por estar madura, se recogía en la rebusca, se refrescaba con agua para quitarle la acidez, se metía en una orza de barro con agua, ajo, cáscaras de naranja y laurel y se dejaba hasta el verano, cambiándole el agua de vez en cuando. Si se quería hacer aceite, se metían las aceitunas en una pequeña talega y se prensaban con piedras, dejándolas macerar unos días, hasta que soltaran un líquido negro, entre alpechín y aceite malo, que se utilizaba para cocinar y que amargaba como demonios. El aceite de verdad se utilizaba para el candil y el farol, único medio para iluminar el chozo o la caseta en la que se viviera, mientras que para los guisos se utilizaba un trozo de manteca o tocino. A la luz de esos candiles no se tomaba café, sino achicoria, igual de negra, pero sin cafeína.
La carne del hambre era el lagarto, que tanto abunda por los campos extremeños, asado con una pizca de sal, junto con algún que otro conejo o perdiz cazados con cepo. Las culebras y los gatos tampoco faltaban en el puchero.
Cuando se cuidaban cerdos y ovejas del algún señorito ―el amo― se estaba de enhorabuena. Si el hambre apretaba, se aprovechaba el parto múltiple de alguna borrega y a los pocos días se asfixiaba a una de las crías, haciendo creer que se había muerto de forma natural. Igualmente se hacía con los cerdos, vacas o cualquier otro animal comestible que enfermara. Cuando moría, sin pasar por control veterinario ni sanitario alguno, pasaba a formar parte de la despensa del pobre, de la que se daba cuenta en pocos días. Sólo había que tener la precaución de guardar el rabo del animal desaparecido, con el fin de enseñárselo al capataz o al amo como señal de que no había sido sustraído y, dado que ya había muerto, mejor era comérselo [3].
La Ley de Reforma Agraria se promulgó, por fin, el 9 de septiembre de 1932, acelerada por el golpe de Estado de Sanjurjo. Sin embargo, no trajo la tierra prometida ni acabó con el hambre de los campos
Como escribió Miguel Hernández, el pastor poeta:
Mientras tanto, en Madrid, en la sesión de las Cortes constituyentes de la noche del 17 de marzo de 1932, se daba lectura al informe que se había elaborado sobre cargos y retribuciones de los señores diputados. Solo Julián Besteiro, socialista, presidente de las Cortes, cobraba por dicho cargo 60.000 pesetas anuales, mientras Largo Caballero e Indalecio Prieto, ambos ministros, cobraban 30.000 cada uno, más 12.000 en concepto de gastos de representación, en calidad de diputados. En esa misma sesión, el diputado socialista Trifón Gómez San José, en ese momento Secretario General del Sindicato Ferroviario de la UGT, en un alarde de honradez dijo, en referencia a los sueldos de sus señorías correligionarias:
“Yo conozco, y vosotros también, dos clases de obreros parados: los que no comen porque no pueden trabajar y los que pueden comer porque no trabajan ; a los primeros los veréis en las calles de cualquier ciudad con un pañuelo extendido implorando la caridad, y a los segundos los hallaréis en el Congreso sentados en los escaños de la minoría socialista”.
Después de muchas idas y venidas de sus señorías, la Ley de Reforma Agraria se promulgó, por fin, el 9 de septiembre de 1932, acelerada por el golpe de Estado de Sanjurjo. Sin embargo, no trajo la tierra prometida ni acabó con el hambre de los campos. Braceros, jornaleros, yunteros y pequeños agricultores, que tan pronto vivían de una pequeña parcela como tenían que trabajar para otros con tal de subsistir, observaban atónitos la corruptela que despertó la reforma agraria.
Como botón de muestra podemos acudir al testimonio de Olegario Pachón Núñez, cenetista de Bienvenida, quien narró en su libro de memorias Recuerdos y consideraciones de los tiempos heroicos, la decepción de la masa campesina y la corrupción generada por la reforma con las siguientes palabras:
“Las tierras susceptibles de ser expropiadas tenían que ser señaladas por los ingenieros agrícolas nombrados por el Instituto de Reforma Agraria que, en su casi totalidad, eran reaccionarios. Y cuando estos llegaban a los pueblos, en lugar de entrevistarse primero con los responsables de los sindicatos de los campesinos, se hospedaban en casa de los caciques y casi siempre se ponían de acuerdo para señalar como expropiables las tierras de peor calidad, que no eran rentables. Con lo cual, los propietarios cobraban su correspondiente indemnización, al mismo tiempo que saboteaban la reforma agraria”.
A los hechos de Castillblanco (Badajoz), en diciembre de 1931, les siguieron los de Zalamea de la Serena (Badajoz), Épila (Zaragoza), Jeresa (Valencia) y Arnedo (La Rioja), en los que murieron guardiaciviles y jornaleros
A los hechos de Castillblanco (Badajoz), en diciembre de 1931, les siguieron los de Zalamea de la Serena (Badajoz), Épila (Zaragoza), Jeresa (Valencia) y Arnedo (La Rioja), en los que murieron guardiaciviles y jornaleros, llevando estos últimos la peor parte. La causa de los enfrentamientos siempre era la misma: manifestaciones de campesinos pidiendo pan y trabajo.
Todo ello alimentó una fundada desconfianza hacia la República y los partidos que participaban en su gobierno. El descontento y el miedo a la represión hicieron que actos como la manifestación del 1º de Mayo de 1932 en la ciudad de Badajoz quedaran deslucidos, con la asistencia de solo unos 400 manifestantes que recorrieron las calles de la ciudad [4].
El reciente golpe de Estado de Sanjurjo, fracasado, y el nombramiento del Gobierno de la Dictadura Militar en la cercana Portugal, el 5 de julio de 1932, con Antonio de Oliveira Salazar a la cabeza, incrementaron los recelos. Portugal, que había iniciado en 1910 su andadura republicana también con la expulsión de un rey, había sido traicionada en 1926 por los militares.
En estados Unidos, al otro lado del océano, la anarquista Emma Goldman había proclamado en un mitin en 1893:
“Manifestaos ante los palacios de los ricos, exigid trabajo. Y si no os dan trabajo, exigid pan. Y si os niegan las dos cosas, coged el pan. Es vuestro derecho sagrado” [5].
Ocupaciones de tierras, asaltos a panaderías, robo o “expropiación de ganado” se daban tanto en Extremadura como en Andalucía desde que el hambre atenazaba los cuerpos. Sin embargo, el mes de octubre de 1932, tras alcanzar la desesperación ante una República que no repartía ni pan ni trabajo, fue especialmente abundante en hechos de este tipo, con un modus operandi similar de las masas campesinas más pobres en los diversos municipios, basado en la acción directa que había preconizado décadas antes Emma Goldman y que el mismo periódico anarquista Tierra y Libertad, en su edición del 20 de mayo de 1932, bajo el título de “Campos Andaluces”, consignaba con las siguientes palabras:
“Este es el momento de las grandes insurgencias cohesionadas. No dejéis que se recoja la cosecha como otros años para almacenarla y exportarla al extranjero mientras que vosotros morís de necesidad. Cogedla vosotros para todos. Es vuestra. Os pertenece. Vosotros habéis labrado la tierra, vosotros la habéis sembrado, vosotros la habéis regado con vuestro sudor y vuestra sangre y ninguna ley natural, ninguna razón os puede negar lo que vosotros habéis producido con tantas fatigas.
Expropiar las tierras, apoderaos de las existencias e instrumentos de trabajo, desarmar a los burgueses y sus lacayos y proclamar las comunas y municipios libres. Haced autos de fe con títulos de propiedad y archivos judiciales. Quitad señales divisorias en las fincas y proclamad todo propiedad común.
Arriba Andalucía. Arriba proletarios españoles. Demostremos que sabemos conquistar o morir por la libertad. Adelante todos”.
“No dejéis que se recoja la cosecha como otros años para almacenarla y exportarla al extranjero mientras que vosotros morís de necesidad. Cogedla vosotros para todos. Es vuestra. Os pertenece”
Junto al sindicalismo de la CNT, en Extremadura surgían grupos afiliados o federados a la FAI o a las Juventudes Libertarias. El ya mencionado Olegario Pachón Núñez contribuyó a crear en su pueblo, Bienvenida, el grupo de afinidad faísta “Los esclavos se rebelan”, después de numerosos contactos con los grupos anarquistas de Sevilla. En Fuente de Cantos se había fundado en septiembre de 1931 el grupo anarquista “Vía Libre”, también federado a la FAI. Uno de sus principales miembros era Cipriano García, que vivía en la calle Sevilla, 10, de Fuente de Cantos. Francisco Torrado Navarro y los hermanos Antonio y María Bruguera, esta última compañera de Francisco, habían contribuido a fundar en Jerez de los Caballeros las Juventudes Libertarias, en 1932, junto con el grupo de teatro libertario “Ni dios ni amo”, que recorría los pueblos de la comarca [6]. El cuadro se completaba con la amplia labor de propaganda de los núcleos en Azuaga, donde desde 1930 se publicaba el periódico libertario El Amigo del Pueblo [7].
Por buena parte de la campiña sur se extendían, además, los grupos troskistas, críticos con el derrotero que había tomado el PCE desde que iniciara su proceso de estalinización. En Llerena [8] existía un grupo liderado por Luis Rastrollo, estudiante de derecho en Madrid, que daba mítines durante sus vacaciones en la Casa del Pueblo de Llerena sobre la Revolución Rusa. Su seudónimo en organizaciones como la OCE (Oposición Comunista de España, integrada en la troskista Oposición de Izquierdas Internacional) era L. Siem. Fue redactor de El Soviet y Comunismo, y en 1932 contribuye a fundar en Llerena el radio comunista, que llegaría a contar con más de 30 miembros, entre ellos Carlos Llarza (seudónimo de Julián Gómez Sánchez), Regino Marín, Romualdo Fuentes, Félix Galán y Grandizo Munis, que tenía familia en Llerena. The Militant, periódico en inglés lanzado en 1928 por James P. Cannon y otros troskistas estadounidenses, miembros de la Liga Comunista de América (CLA), anunciaba en julio de 1932 la liberación de Luis Rastrollo después de cinco meses de prisión por liderar revueltas en Llerena [9].
En el norte de Cáceres, lugares como Plasencia, Navalmoral o Peraleda de la Mata contaban con núcleos anarquistas cada vez más influyentes, inmersos muchos de ellos en los ciclos insurreccionales. Por último, los días 23, 24 y 25 de junio las Juventudes Libertarias habían celebrado en Madrid un primer congreso constitutivo de la Federación Ibérica de Juventudes de Educación Libertaria (FIJL), al que asistió una delegación de Extremadura [10]. Su objetivo era restar miembros a las juventudes socialistas y ugetistas en los pueblos y sumarlos a las anarquistas. Este congreso finalizó con la proclama: “¡Camaradas campesinos! ¡No estáis solos en vuestras luchas, estamos con vosotros!”.
Aunque los asaltos a las fincas era una práctica habitual, ejercida de modo desordenado y espontáneo cuando el hambre apretaba, a partir de octubre del 32 estas y otro tipo de acciones adquieren un tinte de táctica organizada, planificada, acorde con los métodos de la acción directa. De entre estas acciones podemos destacar las que tuvieron más resonancia en la prensa nacional e, incluso, internacional.
El Gobierno intervino con la Guardia Civil deteniendo a los organizadores y cerrando casas del pueblo. Los presos, a quienes se les pedía 17 años de prisión por los hechos, estuvieron en la cárcel hasta mayo de 1933
Con 800 jornaleros en paro, en Berlanga, Llerena y Maguilla, pueblos de Badajoz, la OCE, de carácter trotskista, declara la huelga general, reclamando un jornal de 4,5 pesetas para la siembra. La UGT se posicionó en contra de la huelga, a pesar de haber sido votada en asamblea comarcal, y el Gobierno la declara ilegal por “revolucionaria”.
En los cinco primeros días de octubre, los parados irrumpen en la finca de Antonio Guimón, en Maguilla, y se apoderan de 43 ovejas, que sacrifican en su mayor parte repartiendo la carne entre las familias de los parados y hambrientos. Obreros comunistas invaden la finca Las Caínas, entre Llerena y Trasierra, propiedad de César del Cañizo, quien ya había repelido un ataque meses antes a tiros. Ahora los obreros se llevan una gran cantidad de pavos, gallinas y escopetas. En otra finca de Trasierra, La Pizarra, propiedad de D. Antonio Maeso, los yunteros invaden las tierras con sus bueyes y comienzan a roturarlas, con intención de sembrarlas. En Montemolín, Pallares y otras pequeñas aldeas, los jornaleros invaden las fincas del término de Fuente de Cantos. En Calera de León un grupo numeroso se apodera de 225 cerdos, propiedad de D. Francisco Delgado, mientras un poco más alejado, en el Valle de Santa Ana, los jornaleros se llevan de otra finca 40 cerdos. En Almendralejo se produce también una invasión de la dehesa de la finca Palacio Quemado, dedicada a coto de caza [11].
Esta huelga duraría hasta el día 15 en Berlanga. El Gobierno intervino con la Guardia Civil deteniendo a los organizadores y cerrando casas del pueblo. Los presos, a quienes se les pedía 17 años de prisión por los hechos, estuvieron en la cárcel hasta mayo de 1933.
Durante los primeros días de octubre también se dieron en Montijo asaltos organizados. Para su relato nos podemos guiar por el libro del historiador Juan Carlos Molano sobre el alcalde Miguel Merino [12] y por las crónicas enviadas al periódico La Libertad de Badajoz entre el 4 y el 10 de octubre de 1932 por Pedro María Quintana, desde el mismo pueblo [13].
El día 22 de septiembre el diputado socialista y secretario de las Cortes constituyentes Juan Simeón Vidarte, natural de Llerena, dio un mitin en el Salón Moderno de Montijo (Badajoz), explicando las leyes aprobadas para la reforma agraria, que incluían la obligación de contratar los patronos a los obreros parados. Entre el día siguiente y el 26 de septiembre un delegado del Gobernador Civil reunió en el ayuntamiento a patronos y obreros para solucionar la crisis del paro, asignándose parados a diversos patronos, que debían contratarlos el 1 de octubre.
En la sesión del 6 de octubre de 1932, el diputado socialista Vidarte [...] eleva un ruego a las Cortes constituyentes de la República, y en especial a los Ministros de Obras Públicas, Gobernación y Trabajo, “para que se atienda la situación de Badajoz, donde no hay un problema de extremismo, sino de hambre”
Sin embargo, llegado el 2 de octubre los obreros parados no habían sido contratados, pues los patronos se negaban a ello, por lo que comenzó una huelga en el campo. Para evitarla, el Gobernador Civil envió a 16 guardias civiles a Montijo.
Ante esto la Sociedad de Obreros Agrícolas “La Defensa”, de Montijo, integrada por jornaleros, organizó una serie de acciones coordinadas. El día 3 de abril, en el cercano pueblo de La Garrovilla, apenas a 10 km de Montijo, un numeroso grupo de jornaleros y vecinos irrumpe en el ayuntamiento, estando reunida la Corporación, a la que obliga a dimitir en pleno, “bajo la amenaza de, en contrario, arrojar a todos los concejales por el balcón” [14]. Después elaboraron un censo de parados, distribuyéndolos por patronos labradores.
Al día siguiente, el 4 de octubre, a las seis de la madrugada los jornaleros de La Defensa asaltaron la fábrica de la Electro-Harinera, situada frente a la estación del ferrocarril de Montijo, de donde se llevaron sacos de panes y de harina. La acción de este primer grupo, organizada, estaba pensada para hacerla en un horario en el que los panes ya estaban hechos, así como se asaltaron los carros distribuidores de pan que ya habían salido para el pueblo de Montijo y otras localidades. En total se estima que se sustrajeron más de 2.000 panes.
Tres horas antes, a las tres, otro grupo había entrado en las dehesas cercanas y había sustraído ovejas y cerdos, que sacrificaron en su mayoría inmediatamente, encontrándose “en los alrededores de la población numerosas entrañas e intestinos de animales” [15]. Se estima que 40 ovejas, cerdos y gallinas fueron sacrificados.
Memoria histórica
Memoria viva Entre nichos y cipreses, memoria y dignidad
Por último, un tercer grupo, este integrado por las mujeres de los jornaleros, fue bien temprano a las casas de las familias más adineradas del pueblo, aporreando las puertas hasta que les abrieron, bajo amenaza de echarlas abajo. Las mujeres entraron en tumulto y se llevaron cántaras de aceite. En una de ellas, se llegaron a llevar una tinaja entera, que repartieron. Como relató Pedro M. Quintana en su crónica del 6 de octubre en La Libertad: “Las mujeres, que han sido las actuantes de acción directa dentro de la población, azuzaban, aludiendo a su minoridad, a los hombres, que las miraban hacer cuando se presentaron los guardias”.
A las 11:30 se presentó la Guardia Civil en el pueblo, dando fin a la acción, aunque los objetivos de avituallarse y tomar el pan por su mano se habían logrado. La Agrupación Socialista del municipio, con su alcalde a la cabeza, Juan Bruguera, estaba en contra de los actos y no apoyó esta acción organizada, a pesar de que según Pedro M. Quintana el alcalde dejó hacer a las mujeres en su saqueo. Como resultado de estos hechos, fueron detenidos 35 obreros [16] del campo el 6 de octubre, que serían posteriormente juzgados en Mérida. El alcalde socialista, Juan Bruguera, por graves enfrentamientos con los de su propio partido, dimitió el 15 de noviembre. Una comisión de obreros y patronos llegó a un acuerdo, pero el jefe de la Unión Patronal, Pedro Carretero, se negó a firmar.
En la sesión del 6 de octubre de 1932, el diputado socialista Vidarte, que acababa de recorrer la provincia, eleva un ruego a las Cortes constituyentes de la República, y en especial a los Ministros de Obras Públicas, Gobernación y Trabajo, “para que se atienda la situación de Badajoz, donde no hay un problema de extremismo, sino de hambre”. Denuncia la intransigencia de los propietarios de las tierras, que ni siquiera viven en Extremadura, quienes se niegan a firmar los pactos para la contratación de los parados e incluso prefieren talar las encinas y olivos de sus tierras antes que darlas al cultivo de los jornaleros.
Durante el resto del mes de octubre el descontento se desparramará por los pueblos de Extremadura. Por las calles de muchos de ellos se organizan manifestaciones espontáneas de los jornaleros y sus familias que reclaman pan y trabajo. En Azuaga, fuertes grupos de obreros se dirigen a la fábrica de luz, con intención de ocuparla y cortar los cables de suministro eléctrico [17]. Estas acciones no solo se dieron en los pueblos, sino en también en ciudades más pobladas, como Badajoz capital.
El sábado 22 de octubre, por la tarde, a eso de las siete, en lo que algunos diarios consideraron una acción preconcebida, nutridos grupos de jornaleros y sus familias recorrieron las calles de Badajoz con el grito de “¡Queremos pan y trabajo!”. Un grupo bastante numeroso asaltó el restaurante Novelty, que estaba en la calle Meléndez Valdés, a esa hora bastante concurrido por comensales que se podían permitir el lujo de comer a mesa y mantel. Los asaltantes se llevaron numerosos jamones y embutidos, sin que los dueños pudieran hacer nada para impedirlo.
El periódico Tierra y Libertad advertía en la primera página de su edición del 28 de octubre de 1932 que los terratenientes de Navalmoral de la Mata se habían aliado con el Gobierno para no pagar a los obreros del campo los jornales que les debían
Mientras tanto, otros grupos entraron por la fuerza en tiendas de comestibles, llevándose lo que pudieron, mientras que en otros establecimientos los dueños optaron por repartir los alimentos, con tal de evitar los destrozos. La acción duró hasta las nueve de la noche, hora en la que apareció la Guardia Civil y los grupos se dispersaron. Numerosos ultramarinos cerraron sus puertas durante todo el fin de semana, y esa misma tarde el Gobernador recibió a un grupo de patronos, que acudió para protestar por los hechos. El alcalde manifestó que a la mañana siguiente, domingo, se reuniría el cabildo en sesión extraordinaria para tratar la cuestión del paro.
En Navalmoral de la Mata y pueblos de alrededor, donde el anarcosindicalismo tenía bastante arraigo, se había dado una huelga convocada por la CNT a mediados de febrero de 1932, con un amplio seguimiento y la trágica muerte de un niño [18]. Las acciones en este pueblo fueron desde levantar por la noche el adoquinado que por las mañanas habían puesto en las calles los mismos obreros parados contratados por el Ayuntamiento hasta la ocupación con carros de la plaza de Navalmoral, dejándolos allí para colapsar el tráfico (acción realizada el 13 de febrero de 1933, en Olmedo Alonso, artículo citado).
El periódico Tierra y Libertad advertía en la primera página de su edición del 28 de octubre de 1932 que los terratenientes de Navalmoral de la Mata se habían aliado con el Gobierno para no pagar a los obreros del campo los jornales que les debían. Denunciaba a los ministros de Gobernación y Marina, señores Casares Quiroga y Giral, a quienes acusaba de estar en connivencia con el conde de Güell, propietario latifundista de muchas de las tierras, y otros terratenientes. En la misma noticia daba publicidad a un comunicado del Comité de la Confederación Regional del Trabajo del Centro (CNT-AIT), en el que se anunciaba que, una vez reunido, se habían “tomado los acuerdos concretos”, y que, “en caso de que se lleven a cabo los proyectos de los ministros de Gobernación y de Marina y del millonario ex conde de Guell, sería muy posible que se registraran jornadas sangrientas en Navalmoral de la Mata”.
Los campesinos se presentaban en las fincas los sábados, para cobrar unos jornales que no les eran abonados, mientras los propietarios mantenían en sus propiedades solo un cuarto de labor. La Guardia Civil ocupó las dehesas de Macheda Alta y Cerrejón [19], en el término de Navalmoral, donde los jornaleros recogían sin permiso las bellotas. Como consecuencia de todo ello y de que no se llegó a un acuerdo entre propietarios, Ayuntamiento, Gobernación y gente del campo, a finales de octubre el alcalde y ocho concejales dimitieron de sus cargos. Por estos y anteriores hechos, los campesinos fueron denunciados y condenados algunos de ellos al pago de una indemnización a los propietarios de 20.000 pesetas, dejando sin efecto las ocupaciones realizadas.
Todos estos sucesos serían aprovechados por los grupos monárquicos y fascistas, que vieron una ocasión idónea para sabotear a la República.
En Villanueva de la Serena fueron detenidos miembros de las JONS, por repartir octavillas antirrepublicanas, incitando a la sedición. Poco antes sendos grupos de esta formación fascista habían sido desmantelados en Badajoz y Zafra. A uno de los integrantes del grupo de Zafra, Bernardo Albarrán Tejada, detenido en agosto [20], se le incautó un panfleto donde figuraba una composición poética que pretendía ser el Himno Nacional Español, del que extractamos las siguientes estrofas:
“Me cago en el que ha puesto
bandera tricolor
y en la piara de cerdos
que rigen la nación.
Yo me cago en el Himno de Riego
yo me cago en Victoria Kent
yo me cago en Casares Quiroga
yo me cago en Azaña también.
Yo me cago en Fernando el Rabino
yo me cago en la Constitución
yo me cago en Alcalá Zamora
por fantoche ambicioso y ladrón.
Me cago en Marcelino
me cago en Albornoz
me cago en el Ministro
de la Gobernación” [21].
Pasado octubre vino un breve tiempo de calma, si bien las ocupaciones no cesaron, cada vez más organizadas, cada vez más secundadas.
En un folleto publicado por la Editorial Comunismo en marzo de 1933 por Andreu Nin, el destacado miembro de la izquierda revolucionaria ―que participaría en la fundación del POUM- criticaba el fracaso de la huelga de enero de 1933, iniciada por la CNT, y el desánimo que se venía dando en las masas obreras desde el septiembre anterior. Lamentaba que las huelgas iniciadas en diversos lugares no hubieran sido secundadas en el resto de España, así como la actitud de la UGT, que había dado la consigna a sus afiliados de no secundarlas. Acudía a un texto de Lenin sobre “el arte de la revolución” en el que se recomendaba preparación, organización y disciplina para llevar a cabo una huelga con éxito y finalizaba con un texto de Danton, “el más grande maestro en táctica revolucionaria conocido hasta aquí: audacia, audacia y siempre audacia” [22].
Aquel mes de octubre de 1932 supuso una inflexión en el movimiento campesino extremeño y andaluz, que pasó en sus acciones de cierto espontaneísmo a una organización cada vez mayor. Todo ello contribuyó al éxito de posteriores iniciativas, que se plasmarían de modo real, impactante para el conjunto del país y con resonancia más allá de sus fronteras, con la ocupación de fincas del 25 de marzo de 1936, en el que de modo pacífico, pero con audacia, como recomendaba Danton, los jornaleros extremeños y sus familias ocuparon miles de fincas, en un último combate contra el hambre secular de estas tierras.
Por las plazas y campos de los pueblos se cantaría una canción anarquista cuya música, dicen, estaba inspirada en El café de chinitas, una composición de Federico García Lorca grabada en disco de pizarra en 1931 con Encarnación López, La Argentinita. Federico tocaba el piano y La Argentinita ponía la voz, las castañuelas y el zapateado. La letra de la canción decía así:
En la plaza de mi pueblo
dijo el jornalero al amo:
“Nuestros hijos nacerán
con el puño levantado”.
Esta tierra que no es mía,
esta tierra que es del amo,
la riego con mi sudor,
la trabajo con mis manos.
Pero dime, compañero,
si estas tierras son del amo,
¿por qué nunca lo hemos visto
trabajando en el arado?
Con mi arado abro los surcos,
con mi arado escribo yo,
páginas sobre la tierra
de miseria y de sudor”.
NOTAS
[1] Espinosa Maestre, Francisco, La primavera del Frente Popular, Crítica, Barcelona, 2007, pág. 46.
[2] Olaya Morales, Francisco, Historia del movimiento obrero español (1900-1936), Edición Confederación Sindical Solidaridad Obrera, Madrid, 2006, pág. 768. Estimación de salarios en Ávila, Extremadura, Galicia y Andalucía. En Toledo, Zamora o Valladolid el salario del campo era de 3 a 3,50, mientras que en Valencia y Cataluña era de 4 a 5.
[3] Sobre el hambre y la subsistencia en los años 30 y 40 en Extremadura, recopilamos información de entrevista a Carmen Sáez Carranza, nacida en Lobón en 1934 y del libro de Iglesias, Anselmo, Yo, expósito en las Hurdes, Institución Cultural El Brocense, Diputación de Cáceres, Corio, 1983.
[4] La manifestación había sido organizada por la Federación Local de Sociedades Obreras de Badajoz y el orden fue mantenido por la Juventud Socialista. Los comercios permanecieron cerrados y por la tarde los afiliados a la Casa del Pueblo celebraron su anual jira a Fuente Cuadrejones, a pesar del tiempo desapacible. Fuente extraída del periódico La Libertad, a través de referencia en REBOLLO Sánchez, Augusto, La vida de una ciudad fronteriza. Crónicas badajocenses del primer tercio del siglo XIX (1901-1932), Badajoz, Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento de Badajoz, 2005, p. 321.
[5] Goldman, Emma, Viviendo mi vida, Vol. I, Ed, Capitán Swing y FAL, Madrid, 2014, pág. 142.
[6] Ver “Hijas de la anarquía”, en Álvarez Rodríguez, Chema, Extremadura anarquista. Siglo y medio de movimiento libertario, represión y contracultura, Ed. Jarramplas, Mérida, 2022, pág. 169.
[7] Sobre este periódico y la evolución del anarquismo en Extremadura, ver Olmedo Alonso, Ángel, El anarquismo extremeño frente al poder. Estudio de un periódico libertario: El Amigo del Pueblo, 1930-1933, Institución Cultural El Brocense, Diputación de Cáceres, Cáceres, 1997.
[8] Sobre el grupo troskista de Llerena: Hinojosa Durán, José, “Un episodio original en el movimiento obrero extremeño: el núcleo troskista de Llerena durante la Segunda República (1931-1936)”, en Actas de las I Jornadas de Historia de Llerena, 1-7 de octubre de 2000, Llerena. También numerosas referencias en Olmedo Alonso, Ángel, Llerena, 1936. Fuentes orales para la recuperación de la memoria histórica, Premio de Investigación Arturo Barea, 9ª Edición, Badajoz, 2009.
[9] The Militant, Weekly Organ of The Communist League of America (Oposition),2-7-1932, pág. 1.
[10] La Voz del Campesino, CNT-AIT, Órgano de la Federación de Trabajadores Agrícolas de la comarca de Cádiz y portavoz de la futura Federación de Agricultores de España, Nº 43, 09-07-1932, págs. 3 y 4.
[11] La Libertad, 6-10-1932, pág. 4.
[12] Molano Gragera, Juan Carlos, Miguel Merino Rodríguez. Dirigente obrero y alcalde de Montijo (1893-1936), Diputación de Badajoz, Badajoz, 2002. Miguel Merino sería asesinado por los fascistas tras su entrada en Montijo el 14 de agosto de 1936.
[13] Agradecemos a la Real Sociedad Económica Extremeña de Amigos del País (RSEEAP), con sede en Badajoz, que nos facilitara copia de los ejemplares de La Libertad citados.
[14] La Libertad, Badajoz, Pedro M. Quintana, 4-10-1932.
[15] La Libertad, Badajoz, Pedro M. Quintana, 5-10-1932
[16] Entre los detenidos, por la sustracción de ovejas, estaban Isabel Leyón, Matías Soltero, Cipriano Alberto, Pedro Blanco, Venancio Rico, Juan Delgado, Pedro Cordero, José Sánchez, Toribio Rodríguez, Pedro de la Fuente, Brígido Rivero, Emilio Cabañas, Juan Gómez Calle, Miguel Polo, Bartolomé Fernández, Pedro Gragera Díaz, Francisco Rodríguez, Francisco Díaz, Antonio Domínguez, Luis Gragera Pardal, Juan Gragera Camprobín, pedro Mateo, Antonio Mendoza, Francisco Cano, Jose Hernández, Antonio Enrique, Pedro Herrero, Luis Piñero, Manuel Cabezudo, Toribio Castillo, Cristóbal Pérez Gómez, Pedro Fuentes Melchor, Manuel Prieto, Fernando Soltero, Francisco Gragera Carretero y Eugenio Acebedo. Pedro M. Quintana, La Libertad, Badajoz, 7-10-1932.
[17] El Telegrama del Rif, 8-10-1932.
[18] La huelga, de carácter revolucionario, dio inicio el 14 de febrero de 1932 y fue seguida por unos 1.300 campesinos. Para saber más, Olmedo Alonso, Ángel, “La lucha campesina en el Campo Arañuelo”, en periódico Extremadura Libre, verano de 2023, págs 14-15.
[19] El Diario de Ávila, 28-10-1932, p. 1. También en La Voz de Aragón, 25-10-1932, pág. 5.
[20] La Libertad, 16-08-1932, pág. 7.
[21] Gutiérrez Casalá, José Luis, La Segunda República española, Universitas Editorial, Badajoz, 1998, págs. 162-163.
[22] Andreu Nin, La revolución española, 1930-1937, Ediciones de Intervención Cultural, Diario Público, 2011, páginas 133-149.