Memoria histórica
“Franco es el urdidor de la persecución y, posiblemente, de la muerte de Unamuno”

Nuevas pruebas refuerzan la tesis de que Unamuno fue asesinado por su oposición a los golpistas. El 12 de octubre de 1936 fue “el día del destino” que le precipitó a una muerte aún por esclarecer.
Carlos Sá Mayoral retrato
El autor, Carlos Sá Mayoral.

Un nuevo 12 de octubre vuelve a recordarnos que sigue sin hacerse justicia: la memoria de Miguel de Unamuno, como su cuerpo, como su muerte, ha sido secuestrada. 87 años después, sigue secuestrada a pesar de que las investigaciones realizadas hasta el momento apuntan a que el escritor vasco fue asesinado en su propia casa, seguramente por orden de Francisco Franco. El libro Miguel de Unamuno: ¿Muerte natural o crimen de Estado?, publicado hace dos semanas por la editorial Cuadernos del Laberinto aporta nuevos elementos que vuelven a evidenciar que Unamuno estaba amenazado por el alto mando franquista. Este libro, además, parece probar su intención de huir a Francia, o así lo entendieron los servicios militares del momento a partir de una correspondencia inédita con Henry Miller, lo que pudo precipitar su anticipado final a los 72 años. Un final con circunstancias por esclarecer.

Es momento de que la memoria, rescatada de cartas, libros y documentos oficiales, salga a la luz. El relato oficial de Falange aún pervive sin sostén (más allá de la machacona repetición). Las técnicas forenses y la criminología podrían aportar, finalmente, el contraste definitivo. Universidades e instituciones públicas, defienden las y los pocos valientes que hoy claman por Unamuno, deben arremangarse. Es, desde el primer momento, una cuestión de interés internacional. Unamuno representa esa España aniquilada en manos de la propaganda y el revisionismo. Porque era antifascista. Pudo haber callado, pero durante el “Día de la Raza”, un 12 de octubre de 1936, comenzó su fin. Quiso pedir perdón tras sus errores, expiar su pesadumbre, y, aunque así fue, sin correr la sangre, lo acribillaron robándole su memoria, mintiendo, escupiendo sobre sus principios.

Hoy, 12 de octubre, es un buen día para recordar el enfrentamiento de Miguel de Unamuno y José Millán-Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, lo que llevó al rector bilbaíno a ser encarcelado en su propio domicilio, y, finalmente, ser asesinado. ¿Qué supuso el 12 de octubre en la vida y la muerte de Unamuno?
El 12 de octubre supone una acción muy valiente, una redención después de haber metido la pata apoyando inicialmente un golpe que Unamuno pensó que serviría para restaurar la legalidad republicana frente a ciertos excesos de algunos elementos del Frente Popular. No de todos los elementos, pero sí de algunos de ellos. En eso no está solo Unamuno, hay también testimonios de Sánchez Albornoz, por ejemplo, y de militantes de Izquierda Republicana, entre ellos el propio Manuel Azaña, que piensan que a lo mejor podía ser bueno corregir cierta deriva. El caso es que ese error de apreciación le lleva a apoyar el golpe de Estado. Es un hombre muy sagaz y, a pesar de que la propaganda de Salamanca estaba a favor de Franco, se da cuenta de que algo no va bien. Empieza a ver cómo se están cargando literalmente a todos los intelectuales de la ciudad. Recordemos el caso de Atilano Coco, cuyo “delito” era ser masón y pastor protestante. Terrible. Unamuno se da cuenta de que ha metido la pata y cómo es un hombre valiente que no se puede callar, el 12 de octubre les espera a todos. Ocurre lo que ocurre el 12 de octubre porque Unamuno está en ese paraninfo.

¿Por qué ese día? ¿Por qué no está allí Franco?
Unamuno tiene una entrevista previa con Franco, suficientemente documentada tanto por las memorias del primo de Franco como por la propia carta a Henry Miller. En ese momento Franco vio que Unamuno se le escapaba de las manos. No se le ocurre otra cosa que adularle haciéndole ser jefe del Estado por un día. Sí, el 12 de octubre Unamuno no acude a la universidad como rector, sino en calidad de sustituto de Franco. ¿Y por qué no está Franco allí, en el Día de la Raza, en la puesta de largo de la España nacional? No hay nada, no tiene frentes donde tenga que intervenir. Busca ocupaciones para justificar su ausencia. No tiene sentido salvo que pensemos en esto: Unamuno está allí como jefe del Estado, pero no se callará. Él dice en sus ensayos: “Dejad la reforma de todo vicio, de toda flaqueza; humillaos al azote de la soberbia, de la ira, de la envidia, de la gula, de la lujuria, de la avaricia; pero proponeos no mentir nunca ni por comisión ni por omisión; proponeos, no sólo no decir mentiras, sino tampoco callar verdades, proponeos decir la verdad siempre y en cada caso, pero sobre todo cuando más os perjudique y cuando más inoportuno lo crean los prudentes, según el mundo: hacedlo así y estaréis salvos, y todos esos pecados capitales no podrán hacer mella en vuestras almas”. Evidentemente, Unamuno está siendo fiel a sus principios y trata de pedir perdón y de expiar sus culpas diciendo la verdad cuando más inoportuno va a ser para él. 

La relación previa de Unamuno con la Falange es algo de lo que también te has ocupado en tu libro.
Efectivamente, cuando José Antonio Primo de Rivera acude a Salamanca a presentar la Falange una comitiva se acerca a casa de Unamuno por mediación de Francisco Bravo y hablan con él, que está deferente con ellos, sobre todo porque son de la edad de sus estudiantes. Entiendo yo que por dos razones: es un acto de provocación típico de Unamuno y como conciliación con el hijo del dictador que había combatido y que le había llevado al exilio. Hay un momento en que decide acompañarlos al acto y los falangistas se quedan alucinados. Al parecer su presencia condiciona los discursos: el propio Primo de Rivera debió estar cohibido por su presencia en primera fila. No contento con eso, se fue con ellos a comer. En un momento le dicen “Don Miguel, ¿le hacemos el carné?”, y responde “De ninguna manera, yo soy liberal y moriré liberal”, y se marchó.

¿De ahí viene cierto relato?
Este hecho llega a Madrid por una agencia periodística y cuando se constata, lo menciona también el primer número del semanario Arriba, lo que empieza a confundir a la gente y Unamuno envía un artículo al diario Ahora para dejar claro que él no es falangista. Falange se enfada fuertemente con él. En una búsqueda en librerías de viejo conseguí un lote de correspondencia cruzada entre Primo de Rivera y Bravo, y están hablando del artículo contra Miguel de Unamuno en el número dos de Arriba y de lo malo que es Unamuno, tildado de miserable. A Falange eso le viene muy mal cuando muere don Miguel, porque la discrepancia de Unamuno con Falange era notoria. Por ello corrieron a ocuparse del muerto a su casa. Les podía caer encima la responsabilidad, siendo también de Falange quien estaba allí cuando murió.

“Llegan a su casa y encuentran, ya esa tarde del 12 de octubre, un servicio de vigilancia en la casa. Se entiende que el SIM había empezado a actuar”

En tu libro aportas nueva documentación que refuerza la tesis del asesinato, ¿con qué nuevos elementos contamos?
En el Archivo Militar de Ávila encontré un documento que era una llamada del mismo 12 de octubre, una llamada al jefe del SIM [Servicio de Información Militar, que luego se renombró SIPM para diferenciarse del SIM de la RepúblicaSalvador Múgica, para que acudiera al cuartel general de Franco en Salamanca. Es cierto que hay otros documentos sobre espionaje alemán, pero el incidente de Unamuno seguro que orientó la conversación entre Franco y el jefe de los servicios secretos. Esa misma tarde, después del abucheo que Unamuno sufrió en el casino –porque algunos elementos fascistas aprovecharon que había caído el árbol para hacer un poco de leña cobardemente–, Unamuno se va con toda la dignidad, saliendo por la puerta principal, acompañado de su hijo y de Mariano Santiago de Cividanes, una personalidad de la ciudad que tiene el valor de acompañarle. Llegan a su casa y encuentran, ya esa tarde del 12 de octubre, un servicio de vigilancia en la casa. Se entiende que el SIM había empezado a actuar. Este es un primer documento interesantísimo. En el libro hay documentos previos que pueden incriminar a José Antonio Primo de Rivera en un par de asesinatos, uno el del periodista navarro Andrés Casaus en San Sebastian.

Carta de Unamuno a Miller
Carta de Unamuno a Henry Miller confiscada por los servicios militares. Fuente: Carlos Sá Mayoral

¿Y cartea a Henry Miller?
Siguiendo con el hilo de la narración, nos vamos a encontrar con que, además, Miguel de Unamuno, consciente de su error, empieza a difundir lo mal que se está pasando en la España nacional, la represión brutal de los franquistas. De hecho, aparece una noticia el 10 de diciembre en un semanario francés, Candide, con una especie de manifiesto de Unamuno. Esto puso de los nervios a todos los franquistas porque un diario de derechas iba a influir en la opinión pública francesa. Tenemos que darnos cuenta de que en ese momento, en noviembre-diciembre de 1936, las tropas franquistas están detenidas ante Madrid porque los republicanos han conseguido pararles los pies. Vamos con ese otro documento importante que es el que yo encuentro: la carta que Miguel de Unamuno escribe a Henry Miller. Con esto se explora una relación interesante, porque son dos fenómenos de la literatura universal en este momento, pero en aquel entonces Miller no era el autor consagrado que todos conocemos. Sí incipiente y un escritor transgresor, pero no consagrado. Hasta el extremo de que se atreve a escribir a un “apestado”.

Un monje dominico llega a decir que su sobrino trabaja en la guardia de la vigilancia de la casa de Unamuno y que tienen orden de dispararle si intenta huir de Salamanca.

La carta a Henry Miller a París demuestra que Unamuno pretendía huir de Salamanca a Francia, tal y como indica la nota que hizo el SIM al interceptarla y que envía a Franco para comunicarle que Don Miguel estaba preparando su huida.
Miguel de Unamuno escribe a Miller porque Miller previamente le ha escrito a él. En esa carta hay algunos elementos interesantes. Está contando que en cierta ocasión había hablado con Franco de ciertas cosas, y que tienen orden de matarles. Un monje dominico llega a decir, delante de la hija de Unamuno, que su sobrino trabaja en la guardia de la vigilancia de la casa de Unamuno y que tienen orden de dispararle si intenta huir de Salamanca. Unamuno le escribe a Miller y le pide que cuente allí en París todo esto. En la carta hay una frase que el SIM interpreta como un deseo de huida. El jefe del SIM elabora un informe subrayando elementos de la carta y se lo envía a Franco con el comentario de que además de las “consabidas injurias a la causa nacional muestra el deseo de irse al extranjero”. Esto ocurre el 20 de diciembre, once días antes de su muerte. Las opciones que tienen son muy pocas, porque si lo encarcelan sería un escándalo. Era impensable fusilarle. Mi teoría es que hicieron que pareciera fortuito, que muriese de repente. Hay elementos que van en esa dirección.

El jefe del SIM debía estar harto, de los nervios, al ver cómo Unamuno se le escapaba. Sabía que podía acabar fusilado él como responsable.

Entonces, ¿el propio Francisco Franco en persona ordenó asesinar a Unamuno?
El jefe del SIM debía estar harto, de los nervios, al ver cómo Unamuno se le escapaba. Sabía que podía acabar fusilado él como responsable. La gente entra y sale de la casa de Unamuno, un periodista le cuenta otras cosas… y confiscan la correspondencia con Henry Miller. Cuando Unamuno no reciba respuesta de París, se evidenciará que se ha confiscado, porque cuando escribe dentro de España a personalidades afectas al golpismo las cartas van y vienen. El jefe del SIM debió pensar que cuando Unamuno se percatara de esto quizá empezara a intentar comunicar las cosas de otra manera. Si se vuelven a filtrar textos a la prensa extranjera va a tener problemas para dar explicaciones a Franco. Recordemos que había orden de matarlo si Unamuno intentaba huir. En esa España es impensable que la orden no viniera de arriba. Esa es la tesis que mantengo: Franco es el urdidor de la persecución y, posiblemente, de la muerte de Unamuno.

Nota SIM Henry Miller
Informe de Múgica, jefe del SIM, al jefe de los Ejércitos de Operaciones (es decir, Franco) sobre la correspondencia entre Unamuno y Henry Miller. Fuente: Carlos Sá Mayoral

¿Dónde se encontraba esta documentación del SIM, hay un archivo en el que pueda consultarse para dirimir los muchos hechos oscuros pendientes de esclarecer durante la guerra y posguerra?
Además de la documentación que procede del SIM, hay otra que estaba en manos privadas. En un momento determinado sale a la venta en internet. Cierta documentación la tuve que poner en manos de expertos para que certificaran que era real y no una falsificación. Esta persona traspapeló el documento… casi soy yo el que asesina a alguien [ríe]. Recordé que tenía un pantallazo del documento y pensé en trabajar con ello. Finalmente se recuperó el documento y ahora está integrado en el Archivo Militar de Ávila. La carta de Unamuno a Miller está en la Casa Museo de Unamuno (Salamanca) para consulta de investigadores. Las cartas estaban juntas, con los sobres ‘matasellados’. Hacían creer incluso a los agentes de Correos de Salamanca que las cartas se cursaban para que nadie le contase a Unamuno que le censuraban la correspondencia. Uno de los sobres está en Suiza, aunque sea patrimonio de España. La realidad es que muchas cosas están en manos privadas y, por tanto, nos privan de saber, de conocer y descubrir cosas que, desde luego, manchan de sangre, aún más si cabe, a los líderes franquistas y fascistas de España. 

Tuve la suerte de estar en contacto con la familia de Bartolomé Aragón, que me contó que un hermano de Bartolomé era uno de los jefes de la masonería de Huelva

Manuel Menchón y Luis García Jambrina habían apuntado a la posibilidad tanto forense como criminológica de que Bartolomé Aragón asesinara a Unamuno, pero tú has recogido testimonios que indican otra opción, la de que una tercera persona acudiera ese 31 de diciembre de 1936 a casa de don Miguel.
Efectivamente. Menchón y Jambrina apuntan muy bien a que aquello no sucedió como se contó. Y que pudo ser un asesinato. Y en eso estoy con ellos. Ellos apuntan a Bartolomé Aragón y a mí, personalmente, me parece que hay que quitarle carga de culpa. Igual que a quienes fusilaron a Companys, por ejemplo. Me importan más quién estaba detrás de esas muertes: Franco. Tanto el documental de Menchón como el libro con Jambrina son magníficos, pero creo que se intenta cargar de tintas el papel de Aragón. En un discurso durante la quema de libros Bartolomé Aragón hace una reivindicación de García Lorca, Juan Ramón Jiménez y Alberti diciendo “No debemos quemar sus libros”. Acaban de matar a Lorca y pide reivindicarlo. Y en eso se anticipa Joaquín Romero Murube, que es el primero que reivindica la figura de García Lorca en la España franquista. Tuve la suerte de estar en contacto con la familia de Bartolomé Aragón, que me contó que un hermano de Bartolomé era uno de los jefes de la masonería de Huelva… ¡y se cargaron a todos los jefes de la masonería! Es posible que si Bartolomé Aragón se hubiera negado a cumplir órdenes hubiera pasado por el paredón. Su hermano, tras la guerra, pasa por la Legión y aun así le procesan y le meten 12 años de cárcel e inhabilitación perpetua para cargos públicos. Bartolomé se afilia a las milicias, pero un mes después del golpe.

Pero sí se registra un incidente entre Unamuno y Aragón.
Sí, cuando se conocieron. Tuvo una enganchada con Don Miguel. Hay testigos. Era un profesor nuevo al que tras decir que hacía falta un Mussolini en España don Miguel agarró por la pechera. Yo lo pongo como elemento que determinó que se le eligiera a él: que ya que ha tenido este cruce con Unamuno seguro que hace el trabajo. Pero es un profesor, no un matarife. Aquí introduzco un elemento novedoso a través de un testimonio de un amigo mío periodista que conoció a un hijo de Aurelia, la cocinera, que es testigo de la muerte de Unamuno. El testimonio especifica que no solo había dos personas, había un tercer hombre. Probablemente este fue el encargado de hacer algo feo. Se podría suponer que fue el policía que vigilaba la puerta de Unamuno o un agente del SIM. Porque tiene que ser alguien que lo haga sin dejar sangre; algo más complejo que matar con una pistola. 

¿Lo constatan los familiares de Aurelia, ama de llaves de Unamuno?
Con la publicación del libro me llegan comentarios. Entre esos comentarios, un sobrino de una de las hijas de Aurelia constata que había esa segunda persona cuando Unamuno murió. Subieron dos personas de la calle. Aragón con otro. Tres alrededor de la mesa camilla del escritor. El éxito del relato y la propaganda oficial ha sido ocultar este dato, hasta la fecha. Unamuno no era ningún cobarde. Era un hombre que, a pesar de sus 72 años, estaba bien de salud. No era fácil de matar. En el relato a Loscertales, Bartolomé Aragón trata de cuidarse en salud incluyendo golpes y voces, y el elemento de la zapatilla quemada. Desde el punto de vista criminalístico, es posible.

Para quitarse el muerto de encima organizan ese falso entierro falangista, que es una auténtica vergüenza porque Unamuno era antifalangista y antifascista.

Franco ordenó matar a Unamuno porque sabía que en París sería una bomba internacional contra su sublevación, pero Prensa y Propaganda orquestó un plan para robar el cuerpo y enterrarlo como uno de los suyos. “Las máquinas de escribir tienen que disparar toda la noche como ametralladoras”, que diría el precursor del fascismo español Ernesto Giménez Caballero.
Exacto, sí. Pero verás, la idea que yo tengo es que Bartolomé Aragón era tres cosas: profesor de universidad, falangista y soldado. La universidad, con Loscertales, impulsa la edición de un libro de economía corporativa con prólogo de Loscertales. Un prólogo inaudito donde solo se habla de la muerte de Unamuno. Ahí justifica que Aragón frecuentaba esa casa. Es falso: él mismo reconocería años después que era la primera vez que fue allí. A través de Falange, Prensa y Propaganda, para quitarse el muerto de encima, organiza ese falso entierro falangista que es una auténtica vergüenza porque Unamuno era antifalangista y antifascista. Arrebatan el cuerpo, secuestrando su memoria, dejando caer que era uno de los suyos.

Las mentiras sobre Unamuno han sido la versión oficial contada sobre su posición en la guerra y su muerte “natural”, a pesar de que ya hubo una norteamericana Margaret Rudd que publicó en 1963 la primera biografía de Unamuno y que, tras entrevistar a personas que estuvieron aquel día en la casa de Bordadores en Salamanca, incluido el propio Aragón, apuntaba otra versión.
Ella es precursora en la idea de que Unamuno nunca fue fascista y que su memoria había sido robada por el franquismo. Lo dice claramente desde su primer capítulo, que las tropas de Franco había matado a Salvador Vila, rector de la Universidad de Granada, amigo íntimo de Unamuno, que había venido a Salamanca a visitarle. Rudd se sorprende, ¿qué misión ha venido a cumplir este soldado, Aragón, a casa de Unamuno? Recibe el testimonio de Felisa, la hija de Unamuno, que le informa de que iban a matar a su padre si intentaba huir. Planteo que quizá Rudd no fue más allá, aunque las respuestas de Bartolomé no le dejan satisfecha, porque ese año que ella viene a investigar (aunque el libro se edita en el 63) es el mismo en el que Eisenhower viene a dar un abracito a Franco, 1959. No eran las mejores circunstancias para tratar de incriminar al jefe del Estado en un crimen. Margaret Rudd es clave en esta historia, apunta muy bien, deja muy claro que Unamuno jamás fue franquista, que el incidente del 12 de octubre fue un acto de valor de Unamuno, “el día del destino” le llama. Qué más podemos decir si el destino pudo ser su muerte. Es una mujer que ha sido recogida por algunos autores, como hacen estupendamente Menchón y Jambrina en La doble muerte de Unamuno. Pero el tiempo ha pasado y nunca ha sido traducida, por cierto, porque dice cosas muy fuertes. No sé si la veremos en castellano.

Es un escándalo que la biografía de Rudd, realizada gracias a Federico de Onís discípulo de Unamuno, no haya recibido la suficiente atención y no se haya traducido. La Universidad de Salamanca ha anunciado que la publicará próximamente.
Esa es una muy buena noticia. De todos modos, hay una biografía anterior. La de Rudd es la primera y más clara desmontando el relato oficial y apuntando que algo raro pasó el día de su muerte. La realizada previamente no era nada amable, ya que es del filonazi González Ruano, publicada primero en 1930 y después adaptada en 1953. Justo después de la Rudd apareció la de Emilio Salcedo, en 1964, que también emplea testigos de todo lo ocurrido, aunque no tanto por ideología sino por la circunstancias de la España de Franco tampoco puede decir mucho. Además tiene una nota poco amable hacía la obra de Rudd, entiendo que sin haberla leído.

Menchón y Jambrina con el libro La doble muerte de Unamuno ya apuntaron que el acta de defunción de Unamuno señala una opción imposible de constatar sin la realización de autopsia, una hemorragia bulbar, a lo que el forense Paco Etxeberria ya apuntó varias opciones forenses que apuntan al asesinato. El médico Adolfo Nuñez amigo de Don Miguel, que le asistió, estaba bajo coacción por sus ideas republicanas. ¿Como interpretas estos elementos forenses.
Yo siempre he pensado la opción de partirle el cuello o asfixiarle, pero la verdad, no entiendo sobre medicina forense. El doctor que acude es íntimo de don Miguel, está represaliado con una multa de 75.000 pesetas y una semana antes se han cargado a otro médico amigo suyo por el mismo delito que él, haber sido concejal republicano. Le están diciendo subliminalmente “Cuidado, pórtate bien”. Acude allí, a casa de Unamuno, a hacer lo que le mandan. Menchón y Jambrina ya observan que la hemorragia bulbar podría ser un mensaje del doctor para quien interpretase la autopsia en el futuro. Podría haber dicho cualquier otras cosa que no requiriera autopsia, por lo que con lo de la hemorragía bulbar deja un mensaje. Me parece muy interesante esa observación, ya que seguramente se dio cuenta de que lo habían asesinado en ese mismo momento.

Con tu libro refuerzas la tesis del asesinato y clamas a que se realice una investigación pormenorizada para esclarecer lo sucedido.
Recuerdo leer libros de historia donde explican que se pudo determinar, a través de un mechón de cabello, que Napoleón Bonaparte había sido envenenado. También tenemos el ejemplo del general Prim, que se suponía que había muerto por heridas de bala pero al revisar su cadáver se vio un torniquete en el cuello. No sé si una inspección del cuerpo de Unamuno aún pudiera darnos información, a lo mejor se encontrarían ahí vértebras partidas, no lo sé. Pero no sé qué más podemos hacer. Porque si consiguiéramos una confesión de Bartolomé escondida... porque si tuvo cargo de conciencia tal vez dejó algún escrito. Porque entiendo que su papel fue conseguir la cita e introducir en la habitación a esa otra persona que fue el que debía hacer la operación. No sé qué otro elemento podríamos tener para constatar de forma fehaciente que fue un crimen. Supongo que sería la familia la que podría hacer algo en ese sentido, viendo lo que han dicho Jambrina y Menchón y lo que estoy diciendo yo. En la página web de segunda mano Todocolección se vendió hace tiempo una máscara mortuoria de Unamuno y hay más cositas por ahí. También la casa de Unamuno sigue intacta, tal vez puede ayudar a visualizar ese crimen. 

Si Franco estaba aquella noche tan preocupado por la salud de Unamuno, ¿por qué no fue ni al velatorio ni al entierro?

Acabáis de sacar hace pocas semanas el libro con la editorial Cuadernos del Laberinto, ¿comenzarás ahora una gira de presentaciones y entrevistas para difundir la tesis del crimen de Estado y ayudar a restituir así la memoria de Unamuno?
Lo vamos a presentar en la Universidad de Salamanca. Estamos tratando de difundir la idea que defiendo en el libro. Me gustaría señalar que hay una referencia final que incrimina a Franco. Es en las memorias de Giménez Caballero, al que habéis mencionado. Este se encontraba el 31 de diciembre, el día de la muerte de Unamuno, en el despacho de Franco intentando instalar un micrófono para dar su discurso de fin de año. En ese momento debió entrar un ayudante a decirle al oído algo a Franco. Giménez Caballero lo escuchó y escribió que en ese momento supieron “que Unamuno había entrado en agonía”. Cuando se despidieron Franco pidió que se le informase de la salud de Unamuno. Si Franco estaba tan preocupado por la salud de Unamuno, ¿por qué no fue ni al velatorio ni al entierro? Yo tengo la sospecha de que cuando le están informando se visualiza, en unas memorias que no tenían finalidad de incriminar a Franco en nada, una imagen muy gráfica del momento.

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