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Zientzia Politikako katedraduna eta Ekologistak Martxaneko aktibista
Hace ahora un año, un grupo de universitarios vascos, jóvenes en su mayoría, nos embarcamos en la tarea de organizar un congreso con motivo del segundo centenario del K. Marx. La Crítica de la Economía Política, esa herramienta analítica desarrollada por Marx y Engels a mediados del siglo XIX, sigue siendo un buen instrumento para entender y tratar de transformar la realidad social. Por eso le dimos ese nombre al evento, tratando de llegar a todos los ámbitos de las ciencias sociales, con el ánimo de poner a debatir a personas estudiosas e investigadoras con activistas que desde las organizaciones sociales y políticas, desde la calle, las fábricas o las tribunas tratan de subvertir el capitalismo en el siglo XXI, 150 años después de que se escribiera El Capital. De forma más modesta, este evento ha puesto sobre la mesa la necesidad de una universidad pública abierta a las demandas de los movimientos populares.
Hemos sido tres las generaciones de estudiosas y analistas que nos dimos cita a principios de mes en Euskal Herria para debatir y discutir sobre la realidad social actual y su transformación. La iniciativa surgió de la generación más joven, aquella que nació tras caer el Muro de Berlín, lo cual es significativo y denota poca nostalgia. Hay quien sostiene que siempre hubo un marxismo académico, de salón y plática (universitario, reflexivo e intelectual) y otro militante, comprometido, de acción y lucha (sindical, armada, movimentista...). Sin embargo, y como atestigua en su reciente película el haitiano Raoul Pech, El joven Marx y sus colegas Engels, Weitlin, Bakunin o Proudhon no hacían distingos. La impresionante huelga del 8 de marzo, con millones de mujeres de todas las edades en la calle, es un buen referente donde mirar.
El evento estuvo dividido en tres partes. Una primera para tratar la obra de Marx y Engels —y la recepción de la misma—, una segunda de debate sobre los conceptos y teorías aportadas por el marxismo (valor, acumulación, crisis, fetichismo, alienación, revolución socialista...), y una tercera parte para contrastar con activistas de organizaciones sociales sindicales y políticas, de solidaridad, estudiantiles, feministas, ecologistas, okupas... la pertinencia de la Crítica de la Economía Política en nuestros días.
MARX y TÚ
Uno de los recuerdos mejor grabados que tengo de mi entrada como docente en la universidad es el cartel rojo con una treintena de caras de Marx en blanco y negro con un espejito en la última casilla que adornaba una pared del despacho que compartía con Maricruz Mina y Pedro Ibarra en 1984 y que anunciaba el ciclo de conferencias que, con motivo del centenario de la muerte de Marx (1883), ambos habían ayudado a organizar. Recuerdo que participaron, entre otros, James Petras, Ernest Mandel y Ralph Miliband. El cartel emparentaba con una frase de este último contra el dogmatismo: “El marxismo es una revisión por definición. Cada uno debe ser su propio Marx”.Eran otros tiempos. En el cuadernillo central que El País publicó con motivo de tal centenario, titulado El Marx de todos nosotros se podía leer, de la pluma de Juan Luis Cebrián: “El marxismo es una parte indeclinable del patrimonio cultural, intelectual y político de la humanidad... el último intento globalizador serio y positivo del conocimiento de la realidad y de la transformación de la misma que ha sido construido por el hombre...”. Estaba de acuerdo y 35 años después sigo estándolo.
CIENTÍFICO vs REVOLUCIONARIO
Sin embargo, hoy, igual que ayer, el marxismo no es una ortodoxia, un dogma o doctrina que se puede aplicar en cualquier circunstancia. Nos sirvió para entender la degeneración burocrática estalinista y la deriva socialdemócrata, la teología de la liberación y el fascismo, pero menos para entender los cambios tecnológicos y los desafíos ecológicos —por ejemplo la energía nuclear—, o los nuevos planteamientos del feminismo y de la liberación sexual. Todavía queda mucho camino para andar, como se ha evidenciado en los debates de nuestro congreso.Dicen que Marx negaba ser marxista y que su frase preferida era “De omnibus dubitandum” —Duda sobre todo—. Tener convicciones y compromisos es condición necesaria para ayudar a cambiar el mundo, pero no es suficiente. El dogmatismo y el sectarismo son malos aliados para avanzar hacia la igualdad social. Como defendía el historiador comunista Jean Bruhat, no hay contradicción entre ser revolucionario y ser científico. De hecho, la misma ciencia, con su poder, es parte de la Historia.
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Crónica y entrevista hechas en este Congreso https://www.elsaltodiario.com/economia/bilbao-resucita-congreso-karl-marx-dario-azzellini-isabel-benitez