Madrid
Malasaña: un bar por cada 50 habitantes y otras historias de la gentrificación
Vecinos de Malasaña denuncian que el barrio ha entrado en una espiral de degradación que parece imparable, salvo que las autoridades tomen medidas enérgicas y con carácter urgente. El Salto ha hablado con algunos, que pintan un escenario de franca decadencia para el emblemático barrio madrileño.

Jordi Gordon, portavoz de la asociación vecinal Acibu, describe cómo se fue perdiendo en pocos años el ecosistema que constituyó el atractivo originario del barrio. Ha ido desapareciendo la convivencia —otrora armoniosa— con un tejido social y económico con la suficiente amabilidad, equilibrio y complementación, como para hacer de Malasaña en un barrio de una habitabilidad envidiable.
Por una parte, cada vez hay más pisos dedicados al alquiler turístico, legales e ilegales, con la secuela que ya es marca registrada en los barrios céntricos de nuestra ciudad: encarecimiento del alquiler, que lleva a la expulsión de los vecinos de toda la vida, “si estás pagando 900 euros de alquiler, te exigen el doble. Y, claro, la mayoría no puede pagarlos”, comenta Gordon.
Esa desterritorialización social trae aparejada una paralela desaparición del comercio local; una profusión de bares, alrededor de 600, han colonizado el espacio. Teniendo en cuenta que la población estable de Malasaña es de unos 30.000 habitantes, da una media de un bar por cada 50 habitantes.
“Para peor, en los fines de semana esa densidad se dispara. Con los botellones que se montan, es una de latas, vasos de plástico, bolsas de patatas fritas, desechos de todo tipo y un ruido ensordecedor. Sin contar el ambiente casi irrespirable, producto de que buena parte de esa gente hace sus necesidades en la vía pública. Una verdadera calamidad”, enfatiza Gordon.
Sin embargo, los recursos que —indudablemente— tanto trasiego de gente de paso generan, no revierten en beneficio de los vecinos. Malasaña cuenta con un centro de salud en condiciones lamentables, “tan decadente y cutre, que ni siquiera ventanas tiene”, nos informa uno de los vecinos. El único colegio público existente se ve obligado a funcionar con las ventanas permanentemente cerradas, para evitar que se infiltren los malos olores derivados del uso de las inmediaciones como baño público.
Responsabilidades institucionales
Al fenómeno promovido por la desenfrenada especulación inmobiliaria, con la derivada gentrificación, hay que sumar la existencia de un narcopiso en la calle Tesoro, con la imaginable secuela de degradación social que amplifica y expande, “se supone que existe un servicio de asistencia social y auxilio a la drogodependencia para atender y ayudar a esa gente, ¿dónde están?”, se pregunta otro de los vecinos que acompañan a Gordon.
Preguntados acerca de si han establecido contacto con el ayuntamiento para intentar solventar sus demandas, nos dicen que sí pero que, hasta el momento, todos los encuentros mantenidos han tenido resultado infructuoso. Piden ser recibidos por la alcaldesa para exponerle la dramática situación y harán lo propio con las autoridades de la Comunidad.
Informan también que mantienen relación con otras asociaciones de barrios del centro de Madrid, “estamos en contacto a través de la coordinadora y vamos a plantearles un plan de acciones conjuntas, es decisivo que los barrios del centro nos unamos para cambiar el rumbo a este desastre. Nosotros no estamos contra el comercio, ni mucho menos, pero tiene que haber un equilibrio y una armonía entre los negocios y el derecho a una vida digna de la población. No puede ser que el lucro y la especulación sean los parámetros urbanísticos del barrio”, señala Gordon.
Para dar visibilidad a sus demandas, bajo la convocatoria “#S.O.S. Malasaña - Vecin@s una especie en extinción”, invitan a la ciudadanía a participar de un “desayuno–protesta”, para este sábado, 20 de octubre, a las 11:30, en la Plaza del 2 de Mayo. Pretenden completar el acto de protesta con el despliegue de una batería de maletas para escenificar que están siendo expulsados del barrio.
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