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Literatura
Trincheras de la literatura frente al modelo Amazon
El movimiento cultural repunta en la ciudad de Alicante. Cada vez más librerías dejan de lado el modelo tradicional y se configuran como espacios de encuentro en los que favorecer el espíritu crítico: una forma de negocio para luchar contra los gigantes de internet.
Hace más de cincuenta años que José Vicente Mateo, en su libro Alacant a part, retrató la idiosincrasia de la población de esta ciudad como “desinteresada y apolítica” por naturaleza. Si la afirmación es o no cierta todavía es tema de debate, pero la insuficiencia de espacios culturales alternativos es una opinión generalizada y que se explica por varios factores que, también en otros territorios, dificultan la consolidación de iniciativas capaces de hacer nuevas propuestas culturales: el modelo Amazon, la creciente mercantilización de los espacios urbanos y la propuesta de turistificación por parte de instituciones y empresas de ciudades como Alicante. La dificultan, pero no la imposibilitan.
oasis literarios en pleno centro de Alicante
La palabra 'librería' se repitió en titulares de prensa local en septiembre, con motivo de la reubicación y ampliación de la ya famosa Pynchon&Co, y lo hizo tres meses más tarde cuando 80 Mundos fue galardonada como mejor librería cultural de todo el Estado. En un contexto en el que las franquicias de todo tipo —también literarias— proliferan en las ciudades y la competencia de plataformas de venta por internet es omnipresente, la aparición de estas iniciativas son vistas como casi una heroicidad. La clave para sobrevivir, parece, es diferenciarse.
Tanto Pynchon&Co como 80 Mundos plantean el acto cultural como el centro de su ser, pero presentan diferencias significativas. La antigüedad es una de ellas: 80 Mundos fue fundada el 1984 por Fernando Linde. Después de décadas de actividad como espacio literario de referencia de la ciudad, Linde decidió jubilarse, pero no a cualquier precio: buscaba continuidad en su proyecto de una clara impronta progresista. Cuatro jóvenes comprometidos aparecieron el verano de 2018 para dársela.
Carmen Juan y Sara Trigueros ya habían creado previamente la —todavía activa— asociación Letras de Contestania. Marina Vicente y Ralph del Valle son editores y ella también es gestora cultural. Los cuatro mantienen el espíritu que Linde ideó: el de una comunidad de lectores con varias actividades más allá de la tienda. Para Ferran Riesgo, librero de 80 mundos, es precisamente eso lo que les ha permitido obtener el premio: “Nos hemos esforzado por cosas que tienen resonancia y que importan”. Reconoce que el premio monetario les viene bien: “La librería tiene que salir adelante”.
A pocas calles de distancia de 80 mundos, se encuentra la vistosa Pynchon&Co. En este caso el local no es solo una librería: también es una cafetería con una decoración muy cuidada que recuerda a un modelo de negocio que ya se había empezado a expandir en las grandes capitales. Después de cinco años en la esquina de la calle Segura, Manuel Asín, Telma Bonet y Celia Gómez decidieron abrir en un local mucho más amplio muy cerca de donde estaban para habilitar un tipo de espacio que, tal y como explica Carlos Burbano, de la —también alicantina— librería Fahrenheit 451, trasciende el papel de tienda o espacio de restauración y se configuran como una alternativa literaria: “Para vender cafés o libros hay muchas opciones, pero se pierde el lado humano de la cultura. Estos son lugares de encuentro cultural”.
Una librería combativa en el barrio de Carolinas
El histórico barrio de Carolinas también ofrece un espacio diferente para amantes de las letras. Denominada como la mítica novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451, se erige esta librería-cafetería que llama la atención de los vecinos por su apuesta por la sencillez y el compromiso con el barrio. Marta Hermida, Salva Cobo —también copropietario de Ediciones Salmón, una pequeña editorial con clara tendencia ácrata— y Carlos Burbano, los tres de fuera de Alicante (Madrid, Albacete y Zaragoza), decidieron emprender esta iniciativa después de años trabajando como maestros en China. “Queríamos estar conectados con un lugar y transformarlo a pequeña escala”, narra Burbano.
La idea de la librería surgió de un amigo alicantino de Salva Cobo: “Decidimos que China no era un buen lugar para criar al hijo que Marta y yo tenemos en común. Tampoco Madrid, que se ha convertido en una ciudad cara, contaminada y poco amable para una criatura”. Para ellos, Alicante suponía una ciudad ideal en la que desarrollar sus objetivos y el combativo barrio de Carolinas les pareció el emplazamiento perfecto para la librería. “Con un contacto posterior con amigos de la Muestra del Libro Anarquista se terminó de concretar el proyecto”, relata Salva.
Carolinas es un barrio popular al que la crisis afectó especialmente. Entonces cerraron el mercado y varios comercios. Recientemente el barrio está siendo receptor de fondos europeos, lo que supone una oportunidad, pero también un peligro para el vecindario: “El creciente número de pisos turísticos es notable”, argumenta Marta. Es por eso que la asociación de vecinos hace bastante por, entre otros asuntos, recuperar los refugios de la guerra, al mismo tiempo que la librería se posiciona: “No queremos ser el local de moda que contribuya a la gentrificación, como ocurre en Malasaña o Lavapiés, por lo que en la cafetería tenemos precios asequibles y libros de segunda mano”, añade Burbano. De hecho, el equipo trabaja en un censo de pisos turísticos legales para identificar y combatir los ilegales. “De ahí surgió la idea de hacer un manual de autodefensa contra los pisos turísticos”, recalca Cobo.
El compromiso de Fahrenheit 451 con el barrio les conduce a llevar a cabo sinergias con diferentes asociaciones: tienen relación con diferentes organizaciones del barrio como la Colla Ecologista y los tres participan en la asociación de vecinos Palmeretes Carolines Baixes. Además, ceden su espacio a todo tipo de organizaciones de base como las chicas y chicos del Vegan Fest, la Muestra del Libro Anarquista o incluso a autores independientes que buscan autoeditar. Consolidar este tipo de espacios es su forma de activismo, en el que también establecen líneas rojas: “Uno de mis trabajos fue dar clase de español a refugiados, así que no puedo tener un libro que hable de cerrar fronteras”, resume Burbano. El posicionamiento del equipo no es un secreto: participan activamente en el Punto de información de derechos sociales , una organización que trabaja dando asesoramiento sobre desahucios y rentas de inserción.
Raíces de la literatura en alicante
“La imprenta nace con Gutenberg el siglo XV. Cualquier libro desde esa fecha lo podríamos tener”. La frase de Antonio Selfa, propietario de Raíces, una librería especializada en libros de segunda mano, define bien su esencia. Próxima a la Plaza de los Luceros, el espacio ha visto a la ciudad evolucionar desde que en 1976 abriera sus puertas: vivió la transición y el cierre de librerías míticas como la valencianista y militante Siete y Medio, Manantial o La Internacional “No queda ninguna”, lamenta Selfa. La producción debía haberse traducido en lo contrario: “Pasamos de vender a escondidas libros de política o erotismo a la apertura total, lo que provocó un aluvión de publicaciones”, recuerda.
Su librería es un rara avis en la ciudad. En sus estantes los bibliófilos alicantinos encuentran toda clase de libros, desde los más comunes como el Platero y yo de Juan Ramón Jiménez a libros originales con siglos de antigüedad como El filón de Alejandría del 1519. Por su almacén han pasado reconocidos títulos de la literatura hispana, como el primer libro de Lorca dedicado por él, títulos de la generación del 27 y del 98; a Machado, García Márquez, Azorín, Arniches o Rafael Altamira. También otros como la primera edición en castellano de la Metamorfosis de Kafka. “Buscamos satisfacer los deseos de los amantes de los libros y de los coleccionistas”, resume Selfa.
La decoración destaca por la variedad de todo tipo de encuadernaciones acompañados de juguetes de lata en una librería que alberga más de 200.000 ejemplares. “Amazon no nos afecta porque nuestros clientes buscan una cosa diferente”, recalca, “de hecho participamos en redes internacionales de libros de anticuario y hemos enviado a países como Hong Kong”. No solo tienen, matiza Selfa, libros antiguos, pero él mantiene que las diferencias con las grandes cadenas son claras. “A veces los clientes son expertos de una materia, y tú eres el que aprendes y evolucionas con los años”, añade. A pesar de que existen diferencias con las librerías mencionadas anteriormente —se trata de un modelo más tradicional— comparte con ellas la trascendencia de la relación humana con comparación de la mera transacción mercantil.
Más que mercancía literaria
A pesar de que estas librerías son de propiedad privada, el modelo se aleja mucho de las grandes cadenas de venta de libros, donde todos los beneficios acaban, generalmente, en el mismo bolsillo. Las pequeñas librerías suponen una mayor redistribución de las ganancias y una manera muy diferente de gestionar el espacio. “Tiene que ver con la ética y el factor humano. Hay que fomentar el trato de las pequeñas librerías entre el trabajador y el empresario. Ajustamos horarios, si alguien hace alguna hora de más, después se resta. Funcionamos al contrario de empresas como Amazon, que contribuyen a precarizar el mercado laboral”, razona Ferran Riesgo.
Literatura
¡Cuidado con lo que te metes en la cabeza!
Las librerías independientes y las cadenas multinacionales son dos maneras radicalmente opuestas de entender el desarrollo de la ciudad y su ecosistema cultural, por lo que la administración no puede quedarse en la equidistancia.
La manera de estas librerías de plantear su pervivencia como negocio es totalmente diferente, pero mantienen una finalidad común: tener independencia en la hora de elegir sus secciones. Pero también necesitan beneficios, ya que son empresas privadas compitiendo al mercado. En el caso de 80 mundos, es fundamental la venta de libros de texto y de oposiciones, según explica Ferran, y en el de Pynchon&Co, su faceta de cafetería. Fahrenheit 451 combina la cafetería con las cuotas de 50 socios, ya que han decidido renunciar a la financiación bancaria.
Si algo tienen en común Pynchon&Co, 80 mundos y Fahrenheit 451 es la organización de acontecimientos culturales totalmente gratuitos como coloquios, charlas, presentaciones de libros o cinefórums políticos. Más de 300, en el caso de 80 mundos, que le han valido para ganar el mencionado premio: Irene Vallejo, Marta Sanz, Juan Pablo Villalobos, Elvira Navarro, David Jiménez o Zahara; o autores importantes por la provincia como Mariano Sánchez Soler o José Luis Villacañas, son algunos de los autores que han pasado por sus instalaciones.
La celebración de talleres —desde actividades físicas hasta filosóficas— y la organización de clubes de lectura —tanto narrativa como ensayística de diferentes ámbitos: feminismo, política o la cultura alicantina, de la cual Ana Pastor, librera de Pynchon&Co, destaca su importancia en una ciudad “desarraigada”— potencian la conciencia crítica y hacen que los clientes no sean solo parte de un proceso mercantil: ellas y ellos establecen una relación social con los libreros y disfrutan de un lugar de encuentro y un espacio donde construir comunidad: “La calidad humana Amazon nunca la podrá ofrecer”, sentencia Ferran.
Explotación laboral
Tu algoritmo se ha comido mis derechos
Las formas de explotación han crecido en la última década al ritmo de la economía basada en herramientas digitales. Varios sectores se han transformado en este tiempo, a la vez que se desconectaba a las personas trabajadoras de las formas clásicas de conflicto.
Futuro literario
“Se puede aspirar a crear un centro cultural donde sucedan cosas, tener imaginarios diferentes”, defiende Pastor. La insuficiencia de centros culturales es una opinión compartida por el gremio: la nula iniciativa e interés por parte del consistorio municipal otorgan, todavía, más valor a estos proyectos que batallan contra una precariedad de las inversiones públicas destinadas a la lectura. No hay bibliotecas abiertas los fines de semana en una ciudad de 350.000 habitantes, más allá de la 24 horas al Campus universitario de San Vicente del Raspeig. “El Ayuntamiento podría apostar por la Feria del Libro o fomentar la Plaza del Libro a un nivel parecido al de la ciudad de València, pero no lo hace”, se lamenta Ferran.
Bradbury afirmó que “no hay que quemar libros para destruir una cultura, es suficiente haciendo que la gente deje de leerlos”. Crear espacios donde los libros sean más que un producto parece necesario para escapar a los mensajes de las grandes editorial y medios de masas en un contexto donde la información es más líquida que nunca. No parece fácil hacerlo en el contexto actual, pero la última capital de la Segunda República sigue trabajando en ello. Intenta recuperar la vieja sonrisa literaria.
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OFFTOPIC: por favor si incluís publicidad haced que se pueda cancelar o minimizar, el anuncio del ayuntamiento de bcn lo tapa todo y no puedo quitarlo
Gracias por el aviso, nuestro equipo de desarrollo web está mirando cuál puede ser el problema.
Saludos
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Buena iniciativa propia de las librerias. Hay que crear más comunidad para comunicar.
He sentido mucho lo de: "no hay que quemar libros para destruir una cultura, es suficiente haciendo que la gente deje de leerlos", acierta el espíritu de la época de una generación que creció con internet y videos.
Pero como para ser original hay que volver al origen y el origen no es un consumo superficial sin tiempo de reflexión sino lo contrario... Buen articulo!