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Literatura
Alba Carballal: “No me gusta ese clasismo cultural de renegar de obras solo por su origen”
En su primera novela, Tres maneras de inducir un coma, Alba Carballal presenta a unos personajes a la deriva, chocando unos con otros y tropezando con ellos mismos en el Madrid actual.
El talento es un concepto rarísimo, como la suerte: uno no sabe cómo lo adquirió pero lo tiene, lo pasea por donde va y lo demuestra en lo que hace. No se puede comprar y mucho menos usurpar, porque solo pertenece a unos pocos. Alba Carballal (Lugo, 1992) derrocha potencial y evidencia una fina inteligencia en su primera novela editada por Seix Barral, Tres maneras de inducir un coma. La historia se gestó en la Fundación Antonio Gala, un lugar que la escritora recuerda con devoción: “La oportunidad fue increíble, porque me dieron el tiempo y el espacio de hacer lo que quería durante un año, sin presiones”.
Respaldada por Antonio Muñoz Molina y Eduardo Mendoza, esta joven gallega debuta en el panorama literario mezclando kilos de humor, trozos de drama, rasgos de la novela policíaca y tintes de crítica social. Con todo ello nos regala la historia de unos personajes a la deriva, chocando unos con otros y tropezando con ellos mismos en el Madrid actual.
En tu escritura reconozco el estilo de otros autores. Me hace pensar en el concepto cultura de la basura, de Fernández Mallo. ¿Escribir es reciclar?
Totalmente. Yo soy una basurera, soy muy ladrona y robo cosas de otros. Las prostituyo sin ningún pudor, y además lo digo. Lo mío ni siquiera es reciclaje, es podredumbre. Me interesa mucho todo lo que nace de las cosas buenas que han hecho los demás y que yo, al apropiarme, modifico.
Me parece una apuesta muy valiente. Tiene gracia porque he leído que reivindicas la cobardía.
Un escritor valiente es aquel que está perseguido por lo que hace, no es mi caso. Mi propuesta puede ser arriesgada, pero no valiente. Yo soy muy cobarde y miedosa. Me lancé a este proyecto precisamente porque tenía un miedo atroz a perder la oportunidad de contar una historia, tenía miedo a gastar mi tiempo en cosas anodinas. Reivindico mucho la cobardía y el derecho a contradecirme, creo que es un buen método de supervivencia. Quizá lo que quiero hoy no es lo que querré mañana, y lo que pienso ahora puede ser opuesto a lo que piense en 20 minutos. Mis personajes tienen mucho de lo que hablo, también son muy contradictorios.
Tus personajes reflejan, sobre todo, una soledad tremenda.
Sin duda. Uno de los temas centrales de la novela es la soledad en el siglo XXI. Planteo un tipo de soledad que tiene que ver con estar rodeados de gente todo el rato pero sin tener lazos fuertes, sin saber hacia donde ir, con la sensación de vivir bastante perdido…
Todos los personajes están bastante desubicados y probablemente su soledad tiene que ver con que han metido la pata. Sea por lo que sea, han gestionado fatal su vida.
Hay cierta claudicación en ellos, subyace una tónica general de resignación.
Tiene mucho que ver con la idea de que no hay vuelta atrás. Habla un poco de asumir que los años que has perdido ya se han ido y no puedes hacer nada. Esa es la actitud de Federico: él asume que ha pasado los 40 y su vida ha sido un fracaso, así que se deja llevar por la mediocridad sin esperar grandes cosas. Luego está Natalia, que dice: “Igual hasta aquí mi vida ha sido una mierda, pero ahora os vais a enterar”. En medio de esas dos actitudes, están los demás personajes.
Me resultó curioso que sean personas que no tienen nada que perder, pero tampoco que ganar. Esto lo dijiste tú: “No buscan la felicidad, sino que huyen de la infelicidad”.
Claro, porque al final ellos no aspiran a la felicidad, sino a que les dejen en paz. Esto lo dijo una vez Carlos Fernández Liria, y a mí se me quedó grabado: “Al final, el comunismo —inserta aquí la palabra que quieras— es que me dejen en paz”. Me pareció una frase perfecta, porque al final se trata de eso: que te dejen vivir tal y como tú quieres, dentro de una sociedad que nos acoja a todos. Creo que hay mucho de eso en todos los personajes.
Tu novela está catalogada como una comedia, pero a mí me ha parecido muy triste. Es verdad que uno se ríe, pero lo que narras es tristísimo.
Sí. Te ríes y te preguntas: ¿de qué me río, en el fondo? Hay comedia blanca estupenda, pero a mí me interesa un tipo de comedia que nace, más que de la tristeza, de la amargura. Cuando estaba en la fundación, le pasé a uno de mis mejores amigos el capítulo en el que Federico y su madre van a cenar al chino. A mí me resultaba muy cómica esa escena de los dos pringados yéndose solos, en plena Nochebuena, a cenar al chino de la plaza de la Luna como el culmen del glamur. Sin embargo, cuando mi amigo lo leyó, llegó llorando, diciéndome que aquello era lo más triste que había leído este año.
Hay una frase tuya que me gusta mucho: el humor está en guerra con la realidad.
Creo que tanto el humor como la ficción pueden ser una forma de lidiar con una realidad tozuda. La realidad viene a imponernos normas, a decirnos que no podemos cambiar nada, y ahí es cuando la ficción que tú catalogas como valiente, y yo prefiero llamar arriesgada, derriba el statu quo. Salirse de ahí, en mi caso por la vía del humor, es una forma más de combatir lo que no te gusta del sistema. Hay otras formas, como el activismo, pero la mía natural es la ficción y el humor.
En tu novela los personajes actúan y piensan desde una posición individualista. Destaco especialmente al personaje de Natalia, que se aleja del discurso normativo siendo transexual. Veo una defensa de la libertad personal. ¿Podría entenderse como una reivindicación política?
Yo creo que lo individual es político. Disentir desde la individualidad, y sobre todo perteneciendo a colectivos marginales, es una forma de hacer política. Cuando el personaje de Natalia dice aquello de: “Solo quiero ejercer mi derecho a ponerme un par de tetas” hay un trasfondo político. Salir al espacio público y dejarte ver tal y como eres es una forma de hacer política. A mí no me interesa que, por el hecho de pertenecer a un colectivo, tenga que comprar el pack entero y estar de acuerdo con todo. Me interesan las fronteras, los resquicios, los lugares de intersección. Creo que de ahí surgen las cosas más interesantes. Quizá por eso no estoy dentro del activismo, y opto por la ficción, porque la ficción me permite explorar los resquicios ocultos a primera vista.
Tu novela presenta más dudas que grandes moralejas. ¿Crees que la literatura tiene más que ver con las preguntas que con las respuestas?
Sí, desde luego. Me parecería muy presuntuoso por mi parte tratar de dar una respuesta a nada. Trabajo mucho con las dudas. Cuando estaba escribiendo me preguntaba: ¿si fueras este personaje, harías esto? Si la respuesta era un sí o no rotundo, es que iba por mal camino. A mí me interesa el no estar segura, dudar.
¿Por qué crees que los lectores empatizamos tanto con unos personajes tan desgraciados?
Porque todos somos un poco desgraciados. Nadie le coge cariño al guapo del cartel de Benetton que parece que está hecho por ordenador. De alguna manera, estoy planteando una serie de personajes que han tomado decisiones que quizá podríamos haber tomado nosotros. Todos tenemos contradicciones internas y pensamos cosas horribles a veces, y creo que quien lo niegue, miente.
No voy a caer en el cliché de preguntarte si Madrid es un personaje más, pero es cierto que leyendo tu novela uno descubre la capital.
Sí, pero tampoco es el Madrid que descubre el turista. Esta novela es muy castiza, muy cañí, tiene un punto folclórico. Me han dicho muchas veces que hay una crítica a la ciudad, que denuncio su deriva. Me sorprende, porque yo creo que lo que dibujo es una carta de amor. Es una reivindicación de un Madrid que se está perdiendo en algunos casos, me da pena que de aquí a veinte años pueda desaparecer este lugar que adoro.
En tu libro subyacen machismo, transfobia, clasismo… ¿Crees que todo lo que planteas en el libro es un reflejo de nuestra época y nuestra generación?
Mi novela no deja de ser una parodia. No creo que sea un dibujo de la sociedad en la que vivimos ni un retrato de nuestra generación… Decir eso sería muy atrevido por mi parte. Lo que hago es dibujar tipos de personajes que tienen que ver conmigo y mi forma de enfrentarme al mundo. En ese sentido, he sido muy individualista porque he planteado las cosas que a mí me interesan. Faltarían muchas cosas para poder hablar de un retrato generacional, entre otros motivos, porque solo hay un personaje millennial. También te digo que las etiquetas generacionales me parecen bastante absurdas.
Últimamente se utiliza bastante la etiqueta de “retrato generacional”.
Sí, es bastante absurdo cómo se utiliza hoy en día. En otros momentos se han planteado generaciones de autores por su forma de hacer literatura, no por sus años. Dos escritores podían pertenecer a una misma generación, aunque se llevasen 15 años de diferencia. Ahora parece que la forma de hacer generación es reduccionista. Ya me dirás qué tengo que ver yo con Elvira Sastre. Habrá otras con las que sí, como Cristina Morales, pero no con todas por el simple hecho de tener la misma edad. No me puedes decir que hay una generación de mujeres que tiene dentro a Cristina Morales y Elvira Sastre, porque no tienen nada que ver. Decir eso es no respetar su individualidad como creadoras. Es contraproducente y hay un punto muy machista. A mí no me gusta que salgan artículos titulados: “Las nuevas creadoras…”, “Las millennials toman el timón…”. Con los chicos eso no pasa.
Supongo que viste el artículo de El País sobre “la generación”, el último boom de la literatura española.
Sí, claro. Y encima ponen a las tres mujeres en la misma pose. Yo no compro eso. Entiendo que habrá muchas escritoras de la misma generación que tengan que ver las unas con las otras, pero igual yo tengo más que ver con un tío que ha nacido hace 50 años que con una chica de mi edad. Para mí tiene mucho más sentido el concepto de genealogía cultural que el de generación cultural. Tiene mucho más que ver con una red que traspasa los tiempos, que con el concepto de generación que me parece mucho más banal.
Tu caso es opuesto al de Sastre, o Marwan. Estás alejada del fenómeno del instagramer-literario. ¿Qué opinas de esos perfiles?
Está bien que así sea, que seamos diferentes. Tiene que haber cosas para todos.
Mucha gente critica que se le den premios a este tipo de autores, porque aseguran que se premia el protagonismo en redes antes que la calidad literaria.
Cada uno tiene que hacer lo que le dé la gana. Respecto a Elvira Sastre, no he leído su novela así que me parecería mal opinar. He leído algunas de sus poesías en redes, y ese tipo de poesía no me interesa, pero entiendo que cubre un nicho y conecta con determinado público.
De todos modos, no creo que la poesía que leo por Instagram sea un tipo de vehículo que te lleve a otros autores, como dicen algunos. No creo que leer a los poetas instagramers sea una forma de acceder a Ida Vitale o Borges. La poesía de Gil de Biedma, Ángel González o Luis García Montero es muy accesible, son autores que conectan a otos lugares. Los autores instagrameros, al menos los que yo conozco, son mucho más estériles. Que conste que digo esto sin ser una experta en poesía.
Te planteo esto porque a menudo hablamos de alta y baja cultura.
A mí el tema de la baja y alta cultura me pone de muy mal humor. Yo utilizo muchos referentes de la llamada cultura popular, y lo mezclo con autores que son considerados “alta cultura” como Alejo Carpentier. Me da mucha rabia que existan esas etiquetas. Si lo que me viene a la cabeza en un determinado momento es la frase de Don Pablo en Cuéntame, aquello de “España y yo somos así, Merche, qué le vamos a hacer”, me niego a volverme loca buscando una frase que diga lo mismo con el nombre de un autor de culto debajo. No lo voy a hacer porque no va conmigo. Al final esto tiene mucho que ver con el tema de la cultura de la basura que comentabas, tiene que ver con esto: si aparece una frase de una canción ochentera, o una referencia de la tele que tiene que ver conmigo, lo planto ahí sin pudor. Paso de prejuicios.
Esos prejuicios también suelen aparecer con el tema de las ventas. La frontera que separa los best sellers de los menos vendidos.
Sí, y me fastidia decir que por ser best seller, entonces pierde valor o no tiene calidad. No es cierto, y como ejemplo está Los asquerosos, de Santiago Lorenzo, una novela buenísima que lleva tiempo vendiéndose como churros. O la saga de Harry Potter, que yo prefiero leer mil veces antes que a un autor mediocre.
¿Por qué crees que seguimos diferenciando baja y alta cultura? ¿Es por inseguridad, pedantería?
Seguramente. Yo reivindico y defiendo las cosas que me resultan valiosas, independientemente de donde vengan. Seguramente no me veas defendiendo un autor o autora que nazca de Instagram, pero si mañana aparece el nuevo Gil de Biedma en Instagram, lo voy a reivindicar. No me gusta ese clasismo cultural de renegar de obras solo por su origen. No quiero santificar ni demonizar nada en concreto.
¿Cómo ves el futuro de las letras en España? ¿Crees que todo tiempo pasado fue mejor?
Me parece algo nostálgico y rancio decir que todo tiempo pasado fue mejor. Es un discurso muy reaccionario y además es mentira. Lo que ocurre es que ahora escribe más gente, hay más ruido, y se entierran cosas que merecerían salir a la luz en favor de otras que no son tan buenas. Ahora mismo hay otros canales de expresión, y por supuesto que hay gente mediocre con mucho éxito, pero esto no es nuevo.
El discurso de “los jóvenes no escriben bien” es absurdo, porque hay autores jóvenes buenísimos: Matías Candeira escribe fenomenal, Juan Gómez Bárcena es espectacular, Javier Vicedo es brutal… También pienso en Cristina Morales, en Aixa de la Cruz, en Eduardo Losantos que todavía no ha publicado. Hay un montón de gente haciendo cosas muy interesantes. Leo con mucho deleite a gente de mi generación.
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Me gustan muxo las entrevistas q hace esta chiquilla. Como se puede contactar con ella??
--->> en otros momentos se han planteado generaciones de autores por su forma de hacer literatura, no por sus años. Dos escritores podían pertenecer a una misma generación, aunque se llevasen 15 años de diferencia. Ahora parece que la forma de hacer generación es reduccionista. !!
'''Si lo que me viene a la cabeza en un determinado momento es la frase de Don Pablo en Cuéntame, aquello de “España y yo somos así, Merche, qué le vamos a hacer”, me niego a volverme loca buscando una frase que diga lo mismo con el nombre de un autor de culto debajo. No lo voy a hacer porque no va conmigo.''' TOP
buenas preguntas luci
y tb buenas respuestas de la escritora =))
q buena entrevista! es verdad q están saliendo muchos jóvenes buenísimos. a ver que tal la novela
La presentó con Dario adanti puede ser?? tengo pendiente su lectura
No leeré el libro porque no tengo dinero ni puedo acceder a una biblioteca que lo ofrezca. Pero me gusta el planteamiento, quizá lo lea dentro de diez años en una librería de viejo.
Simplemente es sensacional, engancha desde el principio y que pena cuando se acaba. Gracias Alba porque hacía tiempo que no leía un libro tan bueno.