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Literatura
Juan Pinilla, el cantaor que compró su propio libro

Hace no mucho un amigo escritor me preguntaba: “¿Qué digo cuando me pregunten de qué va mi novela?” A lo que yo le respondía: “Va de ti, ¿no? Hasta las novelas de Stephen King van de él mismo, lo que pasa es que a lo mejor Stephen King está como unas maracas”. Suelo hacer una pregunta a los escritores sobre sus libros, que no es nueva ni muchísimos menos, ni de excelencia creativa, pero sirve para ir rompiendo el hielo e iniciar una conversación (en este caso fue la última pregunta, a veces la cambio de orden) y es: “¿Qué hay de ti en esta novela?”, a lo que Juan Pinilla, cantaor, estudiante, escritor, excelente conversador y todo lo bueno que a uno se le pueda ocurrir dijo: “Todo”.
“Empecé a escribirla para mi gente, para regalarla. Está toda mi ideología y mi forma de ver el mundo y todos los personajes que ahí aparecen son mi círculo más cercano de amistades. Lo que hay ahí lo viví en primera persona y lo he sentido también, aunque no te pueda decir que soy uno de los personajes, pero estoy, estoy volcado en el libro, en mi manera de entender el mundo y reivindicar la amistad como uno de los actos más transgresores en un mundo de individualismo”, acierta a explicar Pinilla sobre su primera novela, Los colores de la nieve (Valparaíso ediciones, 2025).
Hay mucha música en el libro, hay páginas enteras que están escritas a ritmo de seguiriya
Pero no vayamos tan rápido, no aceleremos el compás, aunque empezar así este texto nos sirva como attention grabber para el lector. Empecemos por el principio: conseguimos encontrarnos con Juan Pinilla en Huétor Santillán (Granada), en la Biblioteca Pública Municipal, después de hacer la cuadratura del círculo y sincronizar agendas porque en la de Juan, en la agenda de conciertos, apenas había hueco, y en uno de esos nos colamos nosotros.
Es importante destacar este pormenor, porque en la susodicha biblioteca municipal conocimos a la bibliotecaria, María Ángeles, una fuera de serie, y en su excelencia humana nos dice de Juan Pinilla: “¿Que podría decir de Juan Pinilla? Que es una persona curiosa, que tiene inquietud por muchas cosas, y lo que hace le gusta solventarlo y estudiarlo como le pasaba a Julio Verne. Hay gente que escribe en abstracto, tiene la inspiración divina y no hay raíz, o sea, tienen muchas nubes en la cabeza y no hay raíz, él se documenta, se preocupa por lo que va hacer y después es tan generoso que todo eso que ha estudiado y todo eso que ha analizado lo dé desde la perspectiva más humana y más humilde posible. ¿Qué tienen los genios en común? Que son estudiosos, que son curiosos, eso es lo que puedes decir, desde la perspectiva de una bibliotecaria”. Ea.

Y estos son lo prolegómenos de este texto y aquí podríamos dejarlo, pero vamos a ahondar más, porque tiene muchas capas, cruces de realidad y ficción, juego de espejos y mucho compás, porque el soniquete de la seguiriya se te va metiendo en el cuerpo mientras haces la lectura y se siente el ritmo, la cadencia, lo flamenco.
“Hay mucha música en el libro, hay páginas enteras que están escritas a ritmo de seguiriya, si te fijas los tiempos que marcan los acentos. Por eso es más importante para mí, que lo decía Umbral, el sonido que el sentido, el sonido, lo que estás oyendo en tu cabeza, y el ritmo. Eso lo he cuidado mucho, he leído mucha poesía y la poesía te da esa cadencia, ese ritmo…”, asegura Pinilla.
“La música es la clave”, está afirmación la sostiene un profesor de la novela que no es otro que Juan Carlos Rodríguez, muchos los conocerán, el del sombrero y del libro de El escritor que compró su propio libro entre otros, otros no lo conocerán, indaguen. Sobre esa frase le preguntamos a Juan Pinilla y le preguntamos por cuánto compás hay en su libro a lo que responde: “Todo. Están muy bien marcados los tiempos, no sólo el cronotopo, sino que el libro es como la sucesión de la propia vida. De niño la vida se te pasa muy lenta, de adolescente lentita, conforme vas creciendo y vas alcanzando la madurez empieza a correr el tiempo de otra manera y el libro está escrito así. Lo primero sucede en un periodo muy alargado de tiempo, luego se va acortando, se va acortando y al final los acontecimientos se precipitan, un poco como construía Saramago sus novelas y al que le debo tanto y que aparte, es un personaje de la novela. Ese uso del tiempo es fundamental para mí, para la literatura, para la construcción de la música. Dominar los tiempos es fundamental para lo que hoy se llama triunfo en la vida, ser consciente de nuestro tiempo en la vida, el del ser nuestro en la vida, y en la literatura es la magia que tienes: la posibilidad de manejar los tiempos.”
Siempre es difícil escribir sobre un libro, sobre todo si es una sobre una novela, porque estaría feo destripar la trama y la narración y porque, bueno, los libros están para leerlos y no para que se los cuenten a una/o y sobre todo cuando algo se ha construido con un esfuerzo y tiempo considerables. Juan Pinilla es cantaor, estudió Traducción e Interpretación, algo de Derecho, algo de Políticas, estudio Filología Hispánica y como colofón se saca también la carrera de Literatura Comparada. Juan Pinilla, leer no ha leído poco, desde luego. Escribe Los colores de la nieve impulsado por varios motivos, durante cuatro años.
Este libro lucha contra la posverdad, contra esa lacra que tenemos en nuestro tiempo de la mentira convertida en verdad suprema
“Entre actuación y actuación tengo muchas horas vacías y muertas, en coche, en avión, en esas horas leo mucho, pero resulta que escribiendo algo que en principio estaba concebido para mi núcleo más cercano, una cosa que iba a regalar, me di cuenta de que estaba cogiendo enjundia y que lo que estoy contando no parte únicamente de la ficción sino que estoy contando cosas de las que yo fui testigo y hablo de personajes que yo he conocido y que son reales (con los nombres cambiados) o están basados en personajes reales y la historia es absolutamente real pero con los tintes mágicos y oníricos que pueda tener la literatura y se atraviesa en mí la carrera de Literatura Comparada y esos profesores y profesoras que he tenido introducen una serie de elementos en mí que yo como lector podía intuir pero me dan nombres, me dan base, me dan una sustancia. Todo eso ha hecho que la forma de la novela y el contenido se compacten y como consecuencia crear una cosa digna de ser publicada”, detalla Pinilla.

La novela de Pinilla tiene muchas capas, y pudiere tratarse de un ‘nivola’ como las llamaba Unamuno por los cruces de realidad y ficción, trata sobre la posverdad pero sobre la amistad principalmente: “La historia fundamental es una historia de amistad porque me fascina desde niño, porque la he estudiado. Aristóteles hablaba de tres tipos de amistad: Por conveniencia, por afinidad y por excelencia y era el más superlativo. Trato la amistad en un tiempo de individualidad, sin embargo ahí hay una serie de personas que viven al margen de esas convenciones, que se sitúan en los márgenes de la sociedad, una sociedad que nos los comprende y ellos no comparten sus valores.”
“He construido la novela a base de juegos metalépticos, los cruces de realidad y ficción, lo hacía Unamuno, lo han hecho muchísimos a lo largo de la historia, Cervantes en El Quijote. Además, este libro lucha contra la posverdad, contra esa lacra que tenemos en nuestro tiempo de la mentira convertida en verdad suprema. Eso está generando una serie de discursos de odio que están encandilando a gente, porque hay que decirlo así, porque hay que señalarlo, que ni piensa, ni se para a contrastar las informaciones y que de algún modo están contribuyendo a enturbiar y poner en jaque la democracia en unos niveles serios y preocupantes”, añade Pinilla.
“El libro está dedicado a Jorge Vallejo que es mi mejor amigo de la infancia, sus abuelos eran de Madrid. El abuelo era familia de Antonio Buero Vallejo, primo, habían estado en la cárcel juntos, con Miguel Hernández, era una gente del mundo de las letras y ahí me di cuenta cuando era un niño del poder performativo del lenguaje. Nos conocimos en Torre del Mar, nosotros de Huétor Tajar y ellos de Madrid y nos hicimos tan amigos. Mis padres que venían también de la lucha clandestina contra el Franquismo hicieron una amistad muy bonita con ellos hasta tal punto que el hijo de Jorge se llama Juan por mí y mi sobrino se llama Jorge por él”, señala Pinilla.
Es difícil escribir sobre una novela, porque tienes que hacer una selección de lo que hablas con su autor, quitar y editar, quitar mucho. Pero al compás de la bulería, voy a acelerar este final, más o menos como lo haría Juan Pinilla y con algo de ritmo. Porque Pinilla llega a la literatura por Umbral, dandi sin igual, a quien su tesis va a dedicar. Escribe varios libros, sobre cantaores y cantaoras que no callaron y otro sobre el Nobel Saramago, ahora nos trae Los colores de la nieve y a lo mejor este final no rime, pero se me disculpa, perdona y entiende.