Italia
El atentado a un periodista expone la fragilidad del periodismo en la Italia de Meloni
El 17 de octubre, cuando Italia se despertó con la noticia del atentado al periodista de investigación de la RAI Sigfrido Ranucci, Paolo Siani revivió recuerdos de cuarenta años atrás, cuando la mafia mató a su hermano en Nápoles. Giancarlo Siani fue un reportero que destapó disputas entre clanes del crimen organizado y sus lazos políticos, lo que hizo que la Camorra le matara en 1985. Se convirtió así en uno de los 11 periodistas asesinados en Italia entre 1960 y 1993 en los largos años de plomo del país.
En octubre, Ranucci pudo haber engrosado esta lista con un ataque con explosivos en su coche, que no dejó heridos. Este periodista de la cadena pública RAI dirige Report, uno de los pocos programas de investigación del canal, que informa sobre actividades de grupos mafiosos, corrupción o las cloacas del poder. El ataque se vio cómo una agresión a un modelo periodístico cada vez más flaco en Italia, y puso en el foco otros asuntos: la fragilidad de la libertad de prensa, y los intentos del gobierno de Giorgia Meloni de deslegitimar la prensa crítica y controlar los medios públicos, denuncian grupos periodísticos.
Italia es aún uno de los países de Europa con mayor número de periodistas amenazados. Más de 250 están bajo vigilancia policial, y una veintena llevan escolta las 24 horas
“Atacar a los periodistas de investigación significa atacar la democracia”, asegura a este medio Paolo Siani, que pide mantener el apoyo mediático a Ranucci “para que no se quede solo”, cómo cree que sucedió a su hermano en 1985, cuando señalar a la mafia o hacer periodismo de investigación era un gran riesgo. Hoy la situación cambió, pero Italia es aún uno de los países de Europa con mayor número de periodistas amenazados. Más de 250 están bajo vigilancia policial, y una veintena llevan escolta las 24 horas, según la Federación Nacional de Prensa Italiana. Entre estos están el autor de Gomorra Roberto Saviano, Paolo Berizzi —amenazado de muerte por la ultraderecha— o el propio Ranucci, sujeto a protección desde hace años.
Días antes del ataque, el director de Report adelantó los temas del programa de esta temporada, que prevé tratar asuntos como los vínculos entre la ‘Ndrangheta —la poderosa mafia de Calabria— y la extrema derecha. En los últimos años denunció un aumento del hostigamiento, pero el reciente ataque escaló un peldaño más.
La noche del 16 de octubre, un kilo de explosivos reventó su coche y destruyó el de su hija frente a su domicilio en una localidad de las afueras de Roma. El atentado no le alcanzó, pero causó impacto entre la opinión pública, el mundo periodístico y la clase política, que se solidarizó con Ranucci. La Fiscalía de Roma investiga el caso como delito con agravante mafioso, en un país que no veía ataques como este desde fines del siglo XX.
“Un ataque aterrador que nos lleva a los años más oscuros”, alertó Usigrai, el sindicato principal de periodistas de la RAI. Su secretario nacional, Daniele Macheda, asegura a este medio que a lo sucedido se suma un clima hostil contra el periodismo crítico alimentado estos años por partidos y cargos del gobierno de Meloni. Muchos de sus miembros criticaron con dureza programas de Report e incluso presentaron querellas contra Ranucci. Según concretó, acumula más de 200 denuncias, en lo que en Italia se conoce como “querellas temerarias”.
De acuerdo con Macheda, se trata de demandas judiciales sin base sólida, para silenciar o amedrentar a la prensa con procesos judiciales largos y gastos elevados. En Italia se pueden presentar más fácilmente que en otros países, no hay filtro judicial previo que descarte las denuncias en caso de ser infundadas, y no supone riesgos económicos para quiénes las presentan. Ante ello, sirven como presión por parte de políticos, empresarios o instituciones, pese a que los casos acaben archivados o los reporteros sean absueltos, como sucedió hasta ahora en los procedimientos contra Ranucci. “Son una forma de intimidación, de atacar a quién hace información”, señala Macheda, que lamenta que estas denuncias hacen más vulnerable al periodismo.
“La situación es preocupante. No había habido un atentado a un periodista en Italia desde 1993”, alega Macheda. Se refiere al ataque cometido hace más de treinta años por la Cosa Nostra —la mafia siciliana— contra el periodista antimafia Maurizio Costanzo, cuando la explosión de un coche bomba en Roma que tenía como objetivo al reportero hirió a 24 personas, aunque él salió ileso. El mismo año, en la localidad siciliana de Barcellona Pozzo di Gotto, la Cosa Nostra disparó y mató a Beppe Alfano, el último reportero asesinado en Italia hasta hoy.
Sin embargo, Ranucci es prueba de que la mafia sigue al acecho. Pasó a estar bajo vigilancia policial en 2009, y protegido por escolta desde 2021, cuando se descubrió que la ‘Ndrangheta planeaba asesinarlo. Meloni condenó el ataque de octubre y apeló a “la libertad e independencia de la información”, lo que para la oposición y críticos fue una muestra de hipocresía, ya que ella misma y otros miembros de su coalición han atacado repetidamente a Report y reducido espacio para sus emisiones.
“Debería haber mayor cura hacia quién hace periodismo de investigación. Se han hecho declaraciones muy duras contra Report. Esto no ayuda a crear un clima de respeto para los periodistas y su rol en democracia”, dice el secretario nacional de Usigrai. Ante ello, pide al Gobierno medidas más firmes que apuntalen su labor: “El Estado debe demostrar que el periodismo no puede ser atacado, sino protegido con reglas que aseguren su trabajo y seguridad”, dice Macheda.
Italia es el peor país donde ejercer periodismo en Europa occidental; entre otras causas, el descenso está marcado por la injerencia política sobre los medios públicos
En 2023, el alto cargo de Hermanos de Italia y presidente del Senado, Ignazio La Russa, se querelló contra el programa y acusó a los periodistas de Report de ser “calumniadores en serie”, tras emitirse un episodio sobre la historia de su familia. En 2024, HdI presentó una demanda contra Report después de un episodio que abordaba, entre otros temas, los lazos de miembros del partido con mafiosos de la zona de Milán. El año pasado Meloni también criticó abiertamente a Report, tras un reportaje sobre su plan de externalización migratoria en Albania, lo que para muchos se vio como una intromisión directa al periodismo independiente.
Este año, en el informe sobre libertad de prensa de Reporteros sin Fronteras, Italia retrocedió tres posiciones respecto a 2024 y pasó al puesto 49 de la tabla. Es el peor país donde ejercer periodismo en Europa occidental. Entre otras causas, el descenso está marcado por la injerencia política sobre los medios públicos, la creciente precariedad económica de los reporteros y una ley de 2024 que limita la publicación de información judicial.
Hay otros escándalos que este 2025 también golpearon al periodismo italiano, cómo el espionaje con software israelí de la empresa Paragon Solutions a Francesco Cancellato, director de Fanpage, un medio que en 2024 se infiltró a las juventudes del partido de Meloni y reveló la realidad de saludos fascistas, insultos antisemitas y odas a Benito Mussolini entre miembros de la organización.
Pese a que el malware de la empresa solo se proporciona a agencias de Inteligencia y fuerzas de seguridad estatales, y aunque Italia figuraba entre sus clientes, el gobierno aseguró no estar detrás del espionaje y desconocer quién fue el autor. Posteriormente, Paragon rescindió su contrato con las autoridades italianas. Según la compañía, esta ofreció un modo de examinar quién pudo espiar a Cancellato, pero Italia rechazó la oferta. Por ahora, el caso sigue sin esclarecer.
A esto se suma una realidad de coerción al periodismo que se agrava. En la primera mitad de 2025, 361 reporteros recibieron amenazas o intimidaciones, un 78% más respecto al mismo período del año previo, según un informe de la ONG Ossigeno per l’Informazione publicado hace pocas semanas. De acuerdo con este observatorio, han surgido “formas de intimidación más condicionantes e invasivas, que se añaden a las graves y persistentes”. También crecieron un 10% las amenazas de políticos o funcionarios públicos, y “las demandas judiciales infundadas siguen siendo la segunda forma más usada para intimidar, después de las amenazas directas”.
Retroceso de la libertad de prensa
Usigrai también denuncia la injerencia sobre la RAI por parte del Gobierno, en una batalla por la influencia política sobre la cadena patente con ejecutivos previos, pero que según el sindicato se intensificó con el actual. ‘Telemeloni’, este es el término que los críticos han usado estos años para describir la realidad de la emisora. En 2024, la mayoría de su plantilla hizo huelga para denunciar el “control asfixiante” de la coalición, a la que acusó de querer convertir la cadena en un “megáfono”. El paro sucedió días después de que se cancelara un monólogo de contenido antifascista del escritor Antonio Scurati, que debía ser retransmitido en la RAI el día de conmemoración de la liberación del fascismo, lo que muchos vieron como un tipo de censura.
Según Macheda, otros elementos evidencian el control creciente del gobierno sobre la RAI. Uno de ellos han sido los nombramientos de personas con lazos con Hermanos de Italia en puestos de peso de la televisión, como el caso del exministro de Cultura Gennaro Sangiuliano, lo que hace que la cadena vea su autonomía e independencia amenazadas. Todo ello muestra “un fuerte retroceso” en la calidad del periodismo, y si no se toman medidas firmes, costará mucho revertir la situación, alerta Macheda.
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