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Inteligencia artificial
¿Sueñan los cineastas con ovejas eléctricas?
En la última edición del Festival Internacional de Cine Documental de Barcelona DOCSBarcelona, celebrada a principios de mayo en las instalaciones del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), se organizó una sesión con el título “AI: Nobody Cares About The Truth”. La cineasta e investigadora Anna Giralt, el director de posproducción Bernat Aragonès y el catedrático y codirector de +RAIN Film Fest —festival dedicado al cine generado con IA que celebra su segunda edición en Barcelona entre el 11 y el 14 de junio— Frederic Guerrero-Solé discutieron sobre la irrupción de la Inteligencia Artifical y su integración en los procesos narrativos y cinematográficos. Entre los tertulianos también se encontraba Piotr Winiewicz, cineasta y artista que previamente había presentado clips de su primer documental: About a Hero, un trabajo levantado sobre un guion escrito por Kaspar, una IA entrenada con las obras de Werner Herzog, en el que se pone de manifiesto la dificultad que entraña discernir entre lo real y lo simulado en esta nueva era que se inaugura. Una charla que destapó cómo estas nuevas herramientas van entrando en el lenguaje audiovisual y la gestación de nuevas narrativas y contenidos. Pero no hubo apenas menciones para los efectos adversos.
Si un campo como el documental, a priori enfrentado con la manipulación de lo real, abraza estas nuevas formas de representación, parece obvio que todo el tejido audiovisual quedará comprometido. A día de hoy la IA es una fuerza ubicua sin señales de agotamiento. No hay día que no acapare un debate, ocupe un renglón destacado de un diario o acalore una charla informal. El capitalismo global, en su naturaleza intrínseca por conquistar nuevas parcelas de explotación, ha encontrado en la proliferación de esta tecnología su nuevo El dorado. Su avance es arrollador y transversal. Respaldado, además, por una narrativa alienada con esa novedad de dividendos entusiastas. El campo artístico la recibe con una confrontación moderada. Las últimas huelgas en Hollywood, cuando guionistas y actores reclamaron su uso limitado y la redistribución económica por autoría en la contribución de estos modelos, pusieron en evidencia su inevitable implantación y la disconformidad de los términos en que debe producirse. Stable Diffusion, Dall-E, Leonard AI, MidJourney y especialmente Sora, la herramienta de generación de vídeo que lanzó OpenAI, la empresa de Sam Altman que lidera la carrera de la IA, agrietan el statu quo del audiovisual.
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A uno y otro lado se refuerzan posiciones enfrentadas. Los tecnófilos la abrazan sin remisión como una revolución que abre un sinfín de posibilidades y curaciones infinitas. Al otro lado del espectro, los tecnófobos temen las repercusiones directas que comportará en el tejido laboral y artístico y, colateralmente, las quiebras medioambientales, económicas y éticas que implica, por no mentar ese carácter indomable que algunos científicos y programadores califican directamente como una amenaza existencial sin precedentes. Integrados y apocalípticos se debaten por expandir o remitir su uso; evitar o favorecer la transformación que estas tecnologías disruptivas conllevarán para muchos sectores y segmentos de la población. Por el momento, los indecisos se dejan arrastrar por los entusiastas. También en los campos creativos, donde las distintas técnicas surgidas del machine learning promulgan un cambio de paradigma tanto para la creación audiovisual, como para la propia industria que las sostiene.
“Creo que aún no somos conscientes de los cambios que va a haber”, apunta Carlos Marqués-Marcet, el director de 10.000 KM, Tierra firme, Els dies que vindran, quien se encuentra estos días ultimando su próximo estreno (la tragicomedia musical Polvo serán) y quien aún no ha hecho uso de ninguna de estas nuevas herramientas, pero calibra su potencial y utilidad. “Como cualquier tecnología, tiene sus riesgos y consecuencias. Pero si las máquinas nos ayudan a hacer aquello que no queremos hacer, aquellos procesos más automatizados, creo que estará bien”. Añade: “No creo que lleguemos al extremo de ver a las máquinas actuando por sí solas, creo que siempre habrá una persona dirigiendo sus pasos”.
“Habría que limitar o regular su uso si termina por degradar o eliminar algunas profesiones, definitivamente”, opina Judith Colell, presidenta de la Academia del Cine Catalán
También Judith Colell, cineasta, guionista y presidenta de la Academia del Cine Catalán, quien se encuentra en los preparativos finales de un nuevo largometraje (Frontera) que empezará a rodar en septiembre, le encuentra una utilidad en las fases iniciales de un proyecto: “He utilizado ChatGPT en la fase de desarrollo para la búsqueda de referencias. Y la verdad es que ha sido útil en ese sentido, no solo de películas, sino de pinturas o libros”. Para Colell, sin embargo, existen límites que conviene no sobrepasar: “En ningún momento, o en ningún caso, podrá sustituir la figura creativa. Por mucho que sepa imitar, nunca llegará a desarrollar esa creatividad que tienen los creadores audiovisuales”. Y aboga incluso por poner restricciones si ese horizonte termina disipando el trabajo de algunos profesionales del cine: “Habría que limitar o regular su uso si termina por degradar o eliminar algunas profesiones, definitivamente”.
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Félix Bollaín, uno de los realizadores de clip en boga de nuestro panorama —recientemente ha dirigido tres videoclips para el músico Alizzz—, es otro de los que se ha visto tentado por su uso y experimentación, pero relativiza su impacto a corto plazo. “Hasta el momento la única IA que he utilizado para generar imágenes es Dall-E, pero más por jugar e investigar que con un fin concreto. Utilizo más los motores de búsqueda y bancos de imágenes tipo Flim para buscar referencias para tratamientos”.
Son los terrenos de la publicidad, el cortometraje y los vídeos musicales los que se han visto, por el momento, más invadidos por el nuevo contenido saliente de las distintas herramientas de Inteligencia Artificial. Su idiosincrasia como campo de pruebas abierto a la experimentación, siempre maniatadas a estructuras de producción reducidas y/o mínimas, ha favorecido que varios creadores abracen nuevas metodologías que les permitan dar forma a su riego creativo sin trabas logísticas ni angustias presupuestarias.
“Creo que el debate actual en torno a su injerencia artística es muy similar al que se produce cuando sale la fotografía respecto a la pintura. El símil funciona porque, con la llegada de la fotografía, muchos proclamaron el fin del arte y resultó no ser así, lo que sí supuso fue la liberación de la pintura de esa necesidad de representación. Y con esto puede ocurrir igual, que la técnica del cine como la conocemos quede liberada y se centren esfuerzos en otras áreas”, agrega Marqués-Marcet. Bollaín apunta en la misma dirección: “Creo que el lenguaje audiovisual está en constante cambio y evolución. Desde luego la IA es algo nuevo y muy potente, y no podemos ignorarlo. Pero tampoco creo que debamos tenerle miedo. Al revés, es interesante de explorar. En cualquier caso, creo que si avanza mucho y las imágenes generadas con IA inundan los medios se creará una contracorriente donde se revalorizará el trabajo artesanal y hecho a mano”. Algo, esto último, que también entrevé el director catalán de La mort de Guillem: “Creo que también se dará un movimiento contrario, los que abogarán por defender la pureza de la imagen creada en contraposición a la generada por la máquina”. Judith Colell, sin embargo, no se suma a la opinión de que se vaya a crear un nuevo lenguaje a resultas del uso de la IA.
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Otro de los riesgos de su proliferación, muchas veces infravalorado, es la estandarización de los contenidos y esa uniformidad inane que ya se había manifestado en el audiovisual como consecuencia del sistema algorítmico que dictamina el consumo cultural del presente. La llegada de contenidos generados por la IA puede terminar mellando aún más la diversidad cultural y afianzar la bunkerización social y las cámaras de eco que proliferan en nuestro entorno. “Habrá gente que saque imágenes relevantes, disonantes, que nos confronten con algo, y habrá quienes lo utilicen solo para jugar”, agrega Marcet al respecto. Colell matiza esa posible estandarización: “La manera que tenemos los creadores de trabajar con los referentes no es copiar, sino inspirarse. Y no copias ni el lenguaje, ni la paleta de colores, ni ningún aspecto, son solo inspiraciones, y cada uno de nosotros la usa de formas muy distintas”. Anna Giralt, en la conferencia que tuvo lugar en el marco del DOCS, confesó haber percibido cierta estandarización en los últimos trabajos abordados con el uso de la alguna herramienta de IA. Asimismo, varios de los tertulianos dignificaron los “happy accidents” como uno de los rasgos creativos más señalados de estos trabajos con interferencias de la IA.
Otro de los escollos que se suele olvidar, o soterrar, en el discurso predominante cuando se discute el potencial transformador de estas tecnologías, es el despilfarro medioambiental asociado a las grandes estructuras del machine learning. Las necesidades de computación de los grandes centros de datos requieren de un alto consumo de agua. Grandes infraestructuras que implican un alto coste medioambiental. Las mismas compañías que las promueven son las que tienden a una concentración de poder cada vez más acusado. La IA amenaza con elevar, además, la desigualdad social al potenciar la concentración de riqueza en estas grandes factorías inmersas en una carrera por liderar su campo. También los perjuicios éticos ligados a la autoría, proceso imprescindible para alimentar el desarrollo de estas tecnologías, promete ser uno de los puntos más calientes en su implantación global.
Por el momento, y reduciendo el foco al terreno del audiovisual, la IA penetra con paso constante para modificar y aligerar metodologías. Un uso que, por el momento, lo reduce al de asistente; más como un refuerzo técnico para pulir un sonido mal captado o un desajuste en la imagen, o para recopilar referencias, que como un verdadero y emancipado ente creativo. Son solo las primeras fases de una bestial disrupción, tan prometedora como amenazante, de la que cuesta imaginar un horizonte nítido.
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Comparar la transición que la aparición de la fotografía supuso para el arte pictórico con el impacto que ya está teniendo y tendrá la irrupción de las máquinas de aprendizaje y reproducción que conocemos como Inteligencia Artificial en la creación cinematográfica, y sugerir que en caso de que se produzca una irrupción excesiva de sus productos en el terreno de las industrias creativas ya vendrán por sí solos los ajustes que sean necesarios, son dos pensamientos que si bien se quieren enunciar como informados, están repletos de la misma carga de ingenuidad que quiso ver en la irrupción de internet la aurora de un nuevo territorio de libertad donde las supremacías del capitalismo rampante serían derrotadas. Es un planteamiento que no tiene en cuenta la profundidad de los cambios epocales que han tenido lugar desde el primer daguerrotipo. Dicho de otro modo, responde a un pensamiento prefotográfico : )