Industria armamentística
Los tambores de guerra que pretenden cegarnos

¿Y si ese ruido estruendoso lo que estuviera pretendiendo fuera precisamente no dejarnos pensar con claridad y que el miedo nos ofusque el análisis?
Donald Trump, en un desfile militar.
Donald Trump, en un desfile militar.

En nombre del colectivo Gasteizkoak.

17 may 2025 04:59

En las últimas semanas asistimos a un continuo resonar de tambores de guerra por parte de todo tipo de instituciones políticas, y no pocas económicas y empresariales. Pero ¿y si ese ruido estruendoso lo que estuviera pretendiendo fuera precisamente no dejarnos pensar con claridad y que el miedo nos ofusque el análisis? Intentemos analizar esa realidad haciendo oídos sordos a esa escandalera.

Para empezar, hay que preguntarse qué ha sucedido para que casi de un día para otro la mayoría de las instancias de poder político del ámbito europeo, y en nuestro ámbito concreto Zedarriak y el Gobierno Vasco, planteen la necesidad imperiosa de rearme (Plan ReArme llaman a la iniciativa). La memoria inmediata nos puede jugar una mala pasada, y pensar que la respuesta es “pues el acuerdo de Trump con Putin y sus declaraciones de que no defenderá a Europa”. Pero estas declaraciones fueron hechas a finales de febrero, y las de Zedarriak y las iniciales del Gobierno Vasco (que comentamos en el anterior artículo de esta serie) tuvieron lugar a mediados de enero, cuando Trump no había sido ni investido presidente.

Algo parecido ocurre con la OTAN, donde su nuevo máximo mandatario, Mark Rutte, lleva desde su nombramiento pidiendo un aumento del gasto militar que llegue incluso al 5% del PIB (él, el gran defensor de la moderación en el gasto de la UE durante su periodo de primer ministro de Países Bajos), aunque para ello, declare que “Los ciudadanos de los Estados miembros de la OTAN deben “aceptar hacer sacrificios”, como recortes en sus pensiones, sanidad y sistemas de seguridad, para aumentar el gasto en Defensa”.

En nuestro recientemente publicado libro lo indicábamos: primero los lobbies impulsan la propuesta, luego sus aliados políticos la respaldan y difunden atemorizándonos, y ambos utilizan los acontecimientos para elevar el grado y urgencia de sus demandas, como ahora con las políticas de Trump. Lo que estamos padeciendo es, pues, su procedimiento habitual.

Analicemos, no obstante, el pretendido argumento sobre las consecuencias de las decisiones de Trump. Que el ínclito presidente estadounidense haya decidido romper el tablero geoestratégico del mundo, llegando a acuerdos con Rusia (uno de sus pretendidos grandes rivales), en teoría debería haber significado un importante avance en la política de distensión entre dos antiguos bloques hegemónicos que con motivo de la guerra en Ucrania habían tensionado gravemente sus relaciones. Y, sin embargo, en el marco europeo, el planteamiento ha sido delirantemente el opuesto: enarbolar un ¡que vienen los rusos!

¿Y cómo consiguen que en tan poco tiempo una idea conspiranoica pasa a transformarse en una verdad oficial poco cuestionable? Pues a través de un bombardeo deliberado de mensajes alarmistas

Esta es, ni más ni menos, la postura que en el libro atribuíamos entonces a los conspiranoicos, y que hoy en día seguimos defendiendo, aunque ahora a ese grupo conspiranoico se haya sumado la propia UE. Insistimos, estando la propia organización europea infiltrada por el lobby armamentista europeo (lo documentamos ampliamente en el libro), ven en el airear de un pánico exacerbado a los rusos la tremenda posibilidad de aumentar increíblemente sus ganancias.

¿Y cómo consiguen que en tan poco tiempo una idea conspiranoica pasa a transformarse en una verdad oficial poco cuestionable? Pues a través de un bombardeo deliberado de mensajes alarmistas que, distribuidos en ráfaga constante, consiguen que antes de que podamos analizar la inconsistencia de uno, nos estén machacando con el siguiente, impidiéndonos pensar con serenidad.

¿Pero qué proponen para cuando “vengan los rusos”?

Pero, vale, está bien, dejémonos llevar por el pánico que nos inculcan a la invasión rusa y analicemos las medidas que se están proponiendo: básicamente, el aumento descomunal del gasto militar para armarnos hasta los dientes, ya que el hasta ahora ángel protector EE. UU. ha sugerido que no nos defenderá. En este tema, no vamos a hablar desde nuestra visión antimilitarista (qué opinamos sobre cuestiones como Defensa, Seguridad, Geoestrategia, Territorialidad, Idiosincrasia Europea, Transición energética… ni sobre los conceptos que habitualmente se manejan en cuanto a Enemigo, Amenaza u otros similares), sino que intentaremos hacer el esfuerzo de pensarlos desde el prisma que pueda hacerlo cualquier persona con capacidad de razonamiento lógico, ese que, según nuestra hipótesis, están intentando anularnos.

Ese dineral en armamento (se anuncian 800.000 millones), que no ha sido debatido ni aprobado previamente por la población europea (de cuyos bolsillos va a salir vía impuestos, sea financiado como sea) nos dicen que se va a utilizar para incrementar nuestra capacidad de “defensa” o “seguridad” (según convenga al político de turno), invirtiéndolo en la industria militar. Pero, curiosamente, resulta que los países europeos que forman parte de la OTAN adquieren el 64% de su armamento comprándoselo a Estados Unidos, al que, al mismo tiempo, ahora las autoridades europeas califican de socio poco fiable. Y conviene tener presente que uno de los responsables de la empresa armamentística alemana Hendsolt ha declarado recientemente que el llamado “botón de desactivación” de los F-35 de producción estadounidense es algo más que un rumor, insinuando que a Estados Unidos le resultaría fácil inmovilizar los aviones bloqueando el acceso al software clave, que permanece bajo su control. Claro, que siempre se puede recurrir a los siguientes grandes exportadores internacionales de armas no europeos (aunque a muchas distancia de EE. UU.)… si no fuera porque son China y Rusia, justo los que nos presentan como nuestros máximos potenciales enemigos.

Tampoco hay que perder de vista otra cuestión. Desde la UE nos dicen que como nos quedamos sin el gran aliado, lo que hay que hacer es construir una Europa unida. Pero es difícil saber qué es peor, si desconfiar, con razón, de EE. UU., o poner la confianza en aliados como la actual Hungría, Italia, Polonia, República Checa y Finlandia, donde gobierna la extrema derecha. Igualmente, parece muy poco recomendable confiar en otros países aliados o socios de la OTAN, como es el caso de Turquía, Rumania o Israel. Total, que al final la mejor opción va a ser recurrir al kit de emergencia que nos instan a tener en casa (y que va a servir también para aumentar la militarización), esperando que la invasión no dure más de 72 horas…

La situación es tan surrealista que, como incluso los medios expertos dicen que Europa necesitaría diez años al menos para dejar de depender de Estados Unidos, parece que, como en la guerra de Gila, con ello se le está sugiriendo a Rusia que contemple la posibilidad de atacar a Europa ¡ya!, que no tenemos quien nos defienda. ¿De verdad alguno de esos sesudos analistas asustadores que pretenden atemorizarnos cree que Rusia, por más que esté presidida por otro autócrata como Putin, tiene entre sus planes “invadir Europa”? ¡Pero si son los mismos que califican como gran fiasco ruso lo que dicen que Putin imaginaba como un breve paseo militar en Ucrania! Sabemos que Putin es poco de fiar (tan poco como Trump y tantos otros) pero resulta muy llamativa la poca difusión que han tenido las palabras de Putin dirigidas a la población europea, tal vez porque encierran algunas evidencias que pondrían en cuestión la “necesidad” de rearmarse. Por el contrario, pensándolo despacio, quien sí ha hecho declaraciones sobre su intención de apropiación de otros territorios es el propio Trump, tanto en el caso de Canadá, como, sobre todo, en el de Groenlandia, amenazando así la territorialidad de un país europeo, Dinamarca.

EE.UU. cuenta con 275 bases militares en Europa, más de 80.000 soldados. Además, las 100 bombas nucleares con las que cuenta la OTAN en Europa solo pueden utilizarse con consentimiento estadounidense.

Objetivamente, de temer los ánimos expansionistas de alguien, tendrían que ser los de Trump, ya que no hay que olvidar un pequeño detalle: Estados Unidos, cuenta ni más ni menos que con 275 bases militares en Europa, con más de 80.000 soldados, y que las alrededor de 100 bombas nucleares con las que cuenta la OTAN en Europa, solo pueden utilizarse con consentimiento estadounidense. ¿Por qué cuando Trump amenaza con dejar la defensa de Europa en nuestras manos, solo habla de dinero, y no de llevarse sus bases y soldados?, porque buena parte de estas bases están ahí no tanto para proteger a Europa, sino como proyección estratégica de los intereses de Estados Unidos.

Si el argumentario del bombardeo asustador es tan burdo, y su principal objetivo es asustarnos, paralizando nuestra capacidad de respuesta, igual lo que hay que preguntarse, como señala Maitena Monroy, es qué es lo que pretenden esconder tras esa cortina de humo. Y, junto con ello, qué intereses espurios se mueven tras la propuesta de impulsar una nueva carrera de armamentos que nos arrebate buena parte de los tan necesitados presupuestos sociales. La respuesta a esta segunda pregunta es fácil: los de la producción para el desperdicio y la guerra (industria militar) y sus dueños: los mercaderes de la muerte. A esta cuestión dedicaremos pronto el tercer artículo de esta serie, ya publicada entera y disponible en euskera en Argia.

Lanaren Ekonomia
Lanaren Ekonomia Fusilak, dronak eta interes ekonomikoak: heriotzaren negozioa.
VV.AA.
Trumpen garaipenak Ukrainako gerraren birkokatze geopolitikoa eragiteaz gain, Europaren apustu belikoa agerian utzi du.
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