Opinión
Todavía queda mucha huelga por hacer
Las movilizaciones durante el día 30 fueron masivas, un completo éxito. Sin embargo, la valoración como huelga general es más difusa. Es evidente que los sindicatos no estamos llegando a todas las capas de la clase trabajadora, y esto va en detrimento del modelo de huelga general clásico.
Cuando comenzó la mal llamada crisis, se dio inicio a un ciclo de huelgas generales que duró hasta 2013. Tras casi siete años, parece que frente a nosotras está resurgiendo otro ciclo de luchas que ha tomado como pistoletazo de salida la huelga general del 30 de enero. El contexto del que partimos es que la Gran Recesión ha golpeado duramente a la clase trabajadora, y el Gran Capital ha avanzado en el reparto de la riqueza que se genera. De hecho, desde 2014 se ha dado un crecimiento económico que ha ido a parar directamente al Capital, mientras las condiciones laborales han empeorado durante todo el periodo. Ante todo esto, hay razones de sobra para hacer huelga.
Se ha definido esta huelga como ofensiva, al no hacerse ante una reforma laboral o del sistema de pensiones. Como si tuviésemos que esperar un golpe para reaccionar. De hecho, llevamos años en los que no hemos dejado de recibir golpes. También se la ha definido como política y, valga la redundancia, toda huelga general de por sí, es política. También se le ha criticado que no la convocaban todas las centrales sindicales: se puede esperar a alguien si se tiene intención de unirse, pero este no era el caso. También la han declarado como una huelga nacionalista, sin embargo, los sindicatos que podrían haberla “desnacionalizado”, no lo han hecho.
Esta huelga partía de una petición expresa del movimiento de pensionistas. En sus contactos con las organizaciones sindicales, y se reunieron con todas, plantearon la posibilidad de realizar una gran movilización que incluyese a los diferentes colectivos de la sociedad. Entre las opciones estaba la de realizar un paro o una huelga, y desde CNT se les planteó que habría que ir más allá del paro de cuatro, ocho o 24 horas, que había motivos de sobra, aunque el hecho de llevar a cabo una movilización de ese tipo no estaba en manos de la CNT. También se puso sobre la mesa que, para que la presión sobre los gobiernos (vasco, navarro y central) fuera mayor, habría que intentar que en el resto del estado también se llevase a cabo la huelga.
Se ha definido esta huelga como ofensiva, como si tuviésemos que esperar un golpe para reaccionar.
Las primeras críticas vinieron de las centrales sindicales CCOO y UGT, tildándola de huelga nacionalista. La realidad es que estás centrales lo han tenido difícil para posicionarse a favor, pese a haber motivos de sobra para hacerla. Entre las peticiones del movimiento de pensionistas se encontraba la derogación de la Reforma de las Pensiones de 2011, suscrita por ambas centrales. También pusieron sobre la mesa que la realización de una nueva reforma del sistema de pensiones no se llevase a cabo desde arriba y de una manera tecnocrática, como es el Pacto de Toledo, donde ambas centrales se sienten cómodas. Son sobretodo esas contradicciones las que han llevado a CCOO y UGT posicionarse en contra de la huelga. Han acusado a la huelga de nacionalista pero no estaba en manos de los sindicatos de marco territorial vasco el hecho de convocarla en todo el Estado, sino en la mano de estas dos centrales. También se ha dicho que era una huelga contra el gobierno “de progreso” de Madrid, que hay que darle una oportunidad para trabajar. Sin embargo, estas dos centrales omiten que ya se han manifestado contra el gobierno “de progreso” en León, para rechazar las desigualdades territoriales y reclamar un futuro para ese territorio. Las excusas para oponerse a la huelga se caen por su propio peso.
Otra cuestión es la de la forma de la convocatoria. La petición del movimiento de pensionistas era claro, habían puesto los motivos sobre la mesa. La Carta Social y la CNT los asumió, pero en la convocatoria de huelga los sindicatos convocantes de la Carta Social añadieron un último punto, que no estaba incluido en el escrito que se presentó junto al Movimiento de Pensionistas en la rueda de prensa del 26 de noviembre. Aún así, desde CNT no se dudó en apoyar la huelga, ya que razones había de sobra.
Las movilizaciones durante el día 30 fueron masivas, un completo éxito. Se logró movilizar a cientos de miles de personas por un trabajo, unas pensiones y una vida digna. La dinámica de trabajo puesta en marcha, recuperando los comités de huelga de barrio y pueblo, ha sido uno de los aciertos. Si bien su funcionamiento no ha sido del todo homogéneo, se ha tratado que los diversos agentes, más allá de las centrales sindicales, tomasen la iniciativa en la organización de la huelga. Ha ayudado a que personas con diferentes trayectorias converjan en un mismo espacio, hayan trabajado mano a mano. Y de cara a futuras movilizaciones, este es uno de los elementos más importantes, al haber comenzado a tejer una red de relaciones que pueda movilizar a pie de calle. Además, para muchas jóvenes esta ha sido su primera huelga general y su toma de contacto con estos comités. Aún así, todavía queda para llegar a más colectivos, para que puedan participar de manera activa más personas, por ejemplo, inmigrantes, que son parte de la clase trabajadora.
Sin embargo, la valoración como huelga general es más difusa. Es importante resaltar que las movilizaciones hayan sido masivas, demostrando un poder desde lo simbólico. La huelga como tal, no ha logrado el mismo nivel de éxito. El modelo de huelga general clásico, que incluye la huelga de producción, de consumo y, desde la aportación feminista, de cuidados, parece que no se ha acabado de llevar a cabo. Es cierto que desde las patronales, los gobiernos y muchos medios de comunicación se ha hecho una labor de invisibilización de la misma. Que UGT y CCOO se posicionasen en contra, no ha ayudado. Las trabajadoras del sector público pararon, también muchas empresas y, en muchas comarcas y barrios, el pequeño comercio. Pero no pararon en muchas grandes empresas, como el gran comercio dependiente de transnacionales, donde el empleo precario, inestable y mal pagado es moneda de cada día. Tampoco en muchas empresas donde no hay representación sindical.
La dinámica de trabajo puesta en marcha, recuperando los comités de huelga de barrio y pueblo, ha sido uno de los aciertos.
Esto nos lleva a una reflexión, que desde las organizaciones sindicales nos hacemos: ante los nuevos modelos de relaciones laborales que se van extendiendo ¿estamos llegando a todas las capas de la clase trabajadora? Aún con los esfuerzos que se están llevando a cabo, es evidente que no, y esto va en detrimento del modelo de huelga general clásico antes citado. Un reflejo han sido los piquetes informativos. En general, los piquetes han tenido un perfil más suave. No me estoy olvidando de los actos de sabotaje llevados a cabo ni de las detenidas. Dejando de lado varios casos, la percepción sí es de que ha habido menos tensión, en general. Un reflejo de esto es que, a partir de las manifestaciones del mediodía, la presión de los piquetes disminuye. Intuyo que muchas tenemos en mente los ejemplos que se están dando al norte de los Pirineos contra la reforma de las pensiones de Macron, donde están revisando la herramienta de la huelga de una manera creativa, sí, pero efectiva. Si no le damos una vuelta a esta cuestión, el riesgo está en convertir la huelga general en solo grandes movilizaciones.
Creo que todo el mundo es consciente que el 30E fue un pistoletazo de salida, en el que tenemos que reflexionar de manera crítica pero también resaltar sus aciertos. Los cambios sociales requieren sacrificios, y aún nos queda camino por recorrer para lograr esos cambios.
Huelga general
Voces después de la huelga
Dos semanas después de la huelga convocada en Euskal Herria abrimos un espacio para los análisis y el debate desde los movimientos. En lo próximos días publicaremos diversos textos de valoración.
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