Fronteras
Al otro lado de la frontera

La décima edición de la Caravana Abriendo Fronteras partió de Girona e Irún el 11 de julio. Tras hacer una parada en la capital francesa y participar en la marcha antirracista junto a los colectivos sans-papiers de París, llega a Calais el 15 de julio para conocer el principal punto fronterizo franco-británico. Allí, es recibida en el centro Secours Catholique por una decena de organizaciones y activistas con las que desarrollar actividades en los tres días que pasaron entre Calais y Dunkerque.
Las primeras palabras de Léa Biteau, que recibe al grupo de activistas, son para recordar a un hombre fallecido esa misma mañana tratando de cruzar la frontera en un camión. Lo recuerda con un minuto de silencio y lanzan la invitación de asistir al acto conmemorativo que se celebrará el día siguiente, tal y como se hace cada vez que alguien muere en la frontera.
En Calais Secours Catholique ofrece un “respiro y un poco de humanidad en condiciones de vida extremadamente difíciles de constante acoso policial, y agotamiento físico y moral”
El centro Secours Catholique está dotado de unas instalaciones para asearse, cargar los móviles y pasar el rato a las personas apostadas en los lugares de vida dispersos por Calais. Ofrece un “respiro y un poco de humanidad a un día a día marcado por la vida en la calle en condiciones de vida extremadamente difíciles de constante acoso policial, y agotamiento físico y moral”. Lo consideran no solo un espacio de acogida y de solidaridad, sino también un lugar de lucha contra las políticas de frontera, violencia y acoso. Un lugar en favor de una “acogida incondicional y digna de las personas migrantes”.
Este centro es, junto a “La MER” (Maison d'Entraide et de Ressources), el principal espacio de reunión de los colectivos que acogen a la Caravana, y donde se realizan las diferentes actividades programadas en Calais. Un espacio que está en peligro de cierre debido a las dificultades financieras por las que está atravesando. La fragilidad de estos espacios, sostenidos por donaciones y trabajo voluntario, contrasta con la gran cantidad de recursos y esfuerzos gubernamentales que se dedican al control de fronteras y la disuasión del tránsito, retorciendo leyes y vulnerando derechos.

Muertes y desapariciones
Al día siguiente tuvo lugar el homenaje, el acto solemne que recuerda a la persona recién fallecida tratando de cruzar el Eurotúnel en los bajos de un camión. Lo recuerdan a él y a las 462 personas que la frontera ha asesinado desde 2020 intentando llegar a Reino Unido. En silencio, y bajo la mirada de un centenar de personas, despliegan un listado de todos esos nombres. Al final del listado añaden la fecha del fallecimiento y la edad del último muerto. Su nombre no lo escribirán hasta que logren contactar con sus familiares, y asegurarse así de que reciban de primera mano la noticia. En la ronda de micrófono abierto, entre otras, dos de las personas que acompañan a la Caravana toman la palabra.
Fatima Maleki es una de ellas. Ha viajado desde Alemania para participar, junto a su madre y su hermana invitada acompañando a Caravani Migranti, uno de los colectivos que participa en la caravana. Fatima recuerda a su tío, su tía y sus primos, que fallecieron en el naufragio de Cutro (Calabria, Italia) en febrero de 2023, junto a otras 90 personas. Viajaba desde Afganistán a Alemania para agruparse con su familia cuando el barco naufragó. La falta de actuación de los equipos de rescate ha llevado a juicio a seis guardacostas y militares acusados de homicidio.

Después, coge el micrófono Ibrahima Konate, un activista e investigador independiente radicado en Senegal, pero en constante movimiento por África Occidental y Europa. Desde la organización Missing Voices REER busca dar voz y apoyo a las personas migrantes y a sus familiares. Es la primera vez que visita Calais, pero hay dos personas del listado desplegado que conoce. Cuando fallecieron en 2022 y 2024, estuvo facilitando el contacto de sus familiares, una labor que, como consecuencia de la dejación gubernamental, suele ser realizada por organizaciones y activistas. Ibrahima recuerda todas las dificultades con las que a menudo tiene que lidiar cuando trabaja para identificar a los familiares de las personas fallecidas y repatriar sus cuerpos.
Son muertes anónimos, a menudo sin nombre, que listados como el desplegado en Calais mantienen en la memoria. Aun así, Ibrahima insiste en que “las personas identificadas representan una parte muy pequeña de las personas que mueren”, ya que los gobiernos europeos se niegan a investigar las muertes de todas las personas desaparecidas. Personas que mueren en el Mediterráneo, en el Atlántico, y sobre todo en los desiertos. Pero “nadie habla de los muertos en el desierto, en Libia, Túnez, Marruecos o Mauritania. Sólo se habla de los muertos en Europa o a las puertas de Europa.”
Muchas familias dan por muertos a sus familiares en las fronteras, incluso hacen el duelo hasta que se les comunica que un centro de internamiento ha estado reteniendo a sus familiares
Del internamiento a la deportación
Ese mismo día, la Caravana realiza también una concentración frente al CRA de Calais: el Centro de Retención Administrativa, equivalente a los Centros de Internamiento de Extranjeros en España. Con música, cánticos y ruidos, intenta franquear los muros del centro acordonado por la gendarmería, que ha escoltado los autobuses de la Caravana en su camino a la protesta.
Ibrahima conoce bien estos centros y asegura desde su propia experiencia lo que diferentes organizaciones vienen señalando: en ocasiones, estos centros cortan la comunicación con las familias, y su falta de garantías legales hace que los derechos de las personas sean objeto de castigo. Así, ha tratado con familias que, tras estar un tiempo sin saber nada de sus seres queridos, los han dado por muertos en las fronteras. Incluso hacen el duelo hasta que se les comunica que uno de estos centros ha estado reteniendo a sus familiares.
Las personas que son deportadas de países europeos, principalmente de Alemania, son abandonadas en el aeropuerto sin dinero ni medios después de haber pasado varias horas de vuelo, muchas veces sin agua ni comida
El siguiente paso, después del internamiento, suele ser la deportación. En Missing Voices recogen en el aeropuerto de Dakar a muchas de las personas que son deportadas de países europeos, principalmente de Alemania. A menudo, les abandonan en el aeropuerto sin dinero ni medios después de haber pasado varias horas de vuelo, muchas veces sin agua ni comida.
La situación de estas personas a la vuelta en sus países es el desarraigo. A veces son devueltas una decena de años después de haber llegado a Europa, cuando ya tienen sus vidas establecidas allí. Esto genera muchos problemas de salud mental, estigma social o suicidio, y algunas se ven abocadas a retomar la ruta migratoria.
Testimonios como el de Ibrahima nos permiten ver lo que sucede al otro lado de la frontera. Nos permiten conocer toda la violencia a la que son expuestas las personas tras ser deportadas, procesos a menudo invisibles desde la mirada europea.
Las fronteras son dispositivos cambiantes, que se moldean y se adaptan en función de quienes las atraviesan. Retienen a las personas y las sitúan a la espera; las inmovilizan en centros de internamiento y aviones de deportación; o las asesinan mediante entramados de operaciones de violencia indirecta. Son aparatajes y entramados recelosos de controlar los movimientos de las personas migrantes, de interceptarlas y de frenarlas. Sistemas que retuercen los derechos más básicos y absorben una cantidad ingente de nuestros recursos. Fronteras que tratan de ocultar lo que sucede al otro lado.

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