Opinión
Combatir la crisis xenófoba, repensar la Frontera Sur

La creación del nuevo Centro de Acogida Temporal de Inmigrantes en Crinavis no garantiza la protección de los Derechos Humanos de las personas migrantes, como la mayoría de las acciones realizadas en los últimos 30 años. Hay que abandonar la idea de la Frontera Sur como perímetro de seguridad de la Unión Europea, abordando la frontera y la cuestión migratoria desde una óptica mediterránea.

Graduado en Derecho y Ciencias Políticas por la UAM. Activista en la defensa de los DD.HH..

20 ago 2018 12:30

El 9 de agosto, aprovechando la llegada del buque Open Arms con 87 migrantes rescatados en el mediterráneo, visitamos el CATI habilitado en Crinavis, los alrededores para ser exactos. Hay quienes lo han llamado “campo de refugiados”. Para mí, es una cárcel precaria, una respuesta infrahumana. Apenas unas tiendas de campañas en un descampado y unas literas en una nave industrial, sin sombras, sin entretenimiento, sin capacidad de moverse de allí.

El objetivo es que la estancia en este centro no sea mayor de 5 días. Cómo todos los proyectos de estancia de migrantes que se han emprendido en el Estado, al principio todo son buenas intenciones, lugares temporales y que se irán mejorando poco a poco. El resto de la historia ya la conocemos muy bien en nuestra comarca, una cárcel que deja de serlo porque no reúne las condiciones, entonces en vez de generar algún espacio social y recuperar el edificio para una barriada como la Piñera, se decide convertirlo en una CIE, sin restaurarlo, sin cumplir los protocolos y normativas para salvaguardar los Derechos Humanos.

Las organizaciones y colectivos de defensa de los Derechos Humanos llevan años exigiendo infraestructuras y medios suficientes para hacer frente a las necesidades de quienes llegan a la Comarca del Campo de Gibraltar intentando cruzar la Frontera Sur. Intentando cruzar la intersección. Y como vemos, las instituciones parecen continuar ignorando estas exigencias. Si bien, ha mejorado la situación con el CATI de Crinavis, la mejora es parcial y las condiciones de recepción siguen siendo notablemente preocupantes. Surgen dudas sobre el tiempo máximo de estancia en el CATI, establecido en 72 horas, cuando el número de llegadas sea tan elevado como el de las últimas semanas.

En un escenario así, preocupa enormemente que las estancias se alarguen, el centro comience a saturarse y con ello se vayan deteriorando, aún más, las mínimas condiciones de dignidad en las que se acoge a las personas migrantes, todo ello en vista de la gestión y protección de derechos fundamentales que viene desarrollándose en los últimos años mediante el CIE de Algeciras y su  anexo tarifeño.

Las soluciones que se han ido proponiendo en los últimos 30 años, desde la aparición en la costa tarifeña del primer cuerpo sin vida de una persona migrante, han oscilado en torno a la misma idea de Frontera. Afianzando la Frontera como un perímetro de seguridad, cuya vigilancia se ha confiado a terceros, en este caso a Marruecos, que ha desarrollado un poder de negociación hacia la Unión Europea sin precedentes. Evidencia de todo ello ha sido la reciente visita de Angela Merkel a Pedro Sánchez, con el objetivo de marcar las líneas sobre las que se negociará la continuidad de la externalización de la frontera entre Marruecos y la Unión.

Hace unos días, el fotoperiodista linense Marcos Moreno, cuyo trabajo en torno a la migración en el Estrecho es altamente recomendable, afirmaba en una entrevista «no he visto mucha diferencia entre el gobierno de la derecha y el de la izquierda, si, cierto es que la izquierda ha recibido y rescatado más personas, pero a la hora de informar, a la hora de que los periodistas podamos hacer nuestro trabajo, ninguna diferencia, hermetismo y obstáculos para poder mostrar lo que está sucediendo» y creo que esto se debe precisamente a que todas las acciones, de gobiernos e instituciones, organizaciones y asociaciones han partido desde una concepción colonial y capitalista de la frontera. Y la clara consciencia de que lo que ocurre allí no puede ser contado, por lo que implica esa realidad.

A medida que la frontera se ha ido profundizando, la idea de comunidad mediterránea se ha diluido. Hemos llegado incluso a crear un extraño término como el de Frontera Sur, una potente línea que divide en dos el mediterráneo. Reduciendo el mediterráneo a una frontera, como un elemento de tránsito, una línea en un mapa que se cruza. Dónde es esta acción, el hecho de posicionarse a un lado u otro de la línea, además del cómo, quién y cuándo puede estar en una determinada posición al respecto de la frontera, y lo que es realmente importante, cuál es el proceso por el que se toma esta decisión.

Esa posición, nos encierra en una enorme jaula de exclusión y desigualdad con sus momentos y espacios de flexibilidad, pero sin pie a aportar una visión propia, una postura nacida desde las bases de Nuestra Andalucía. Una de las cuestiones más destacables es que los movimientos sociales del territorio están centrados en esta idea de frontera, así mismo, las principales problemáticas que el discurso mediático coloca en el centro del debate tienen una relación directa con el hecho fronterizo desde esta concepción, siendo estas cuestiones la inmigración y el narcotráfico. En ningún caso se debate o se cuestiona la naturaleza de la Frontera Sur, todo se restringe a un espacio de conocimiento limitado, reduciendo enormemente las posibilidades.

Es el momento de plantearse qué representa añadirle el término SUR al concepto de frontera. Necesariamente, debemos plantear estas cuestiones y responderlas desde una conciencia andaluza y mediterránea, siendo conscientes de nuestra posición en el sistema del mundo actual, donde Andalucía se erige en sí misma como un territorio frontera. Donde la frontera es algo mucho más allá del tránsito. Es un espacio vivido, donde se encuentran realidades diversas que se manifiestan en un complejo juego de identidades las divisiones Norte/Sur y Occidente/No occidente. Donde una tarde en la playa puede suponer vivir experiencias que te marcan en el sentir de la tierra, donde la xenofobia se disipa ante la evidente realidad que impacta en nosotros.

En definitiva, un territorio situado en una intersección, que comienza con la modernidad y que se va perpetuando y profundizando a lo largo del desarrollo de esta, reforzando y apuntalando el papel de Andalucía en el mundo. Un papel de territorio de separación,de defensa de lo Norte-Occidental, de la contaminación de lo otro que amenaza constantemente con atravesar la intersección. Una intersección en la que Andalucía tiene un papel de subalterno fundamental y que necesariamente debemos movilizar para poder luchar contra los discursos del racismo, la xenofobia y en definitiva del fascismo social.

Nuestra Andalucía es un territorio de frontera en sí misma, una frontera habitada y sentida, en el sentido que Anzaldúa tan bien reflejó en su obra Borderlans/La Frontera: The New Mestiza. Un territorio con una identidad difusa y diluida que es directamente resistencia ante el Estado Nación y su concepción homogeneizadora de la población, ante el discurso racista, clasista y xenófobo.

Necesariamente, debemos plantear el debate en esta línea para apelar a este sentido de frontera, a la deconstrucción y reconstrucción del término Frontera Sur desde la mediterraneidad que nos identifica, desde Nuestra Andalucía. Reivindicando así que para quienes habitamos el territorio fronterizo, no se trata de un proceso de tránsito de un lado a otro, sino de una vivencia permanente impuesta por intereses coloniales. Se trata en definitiva de ser aquí, ser frontera, porque la frontera no se cruza, la frontera atraviesa nuestros cuerpos y nuestras vidas.






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