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Francia
El caso Squarcini: la trama de espionaje que une al Villarejo galo con el hombre más rico de Francia
El Tribunal de París juzga desde mediados de noviembre a un personaje con unas sorprendentes similitudes con el excomisario José Manuel Villarejo. Bernard Squarcini, que llevó las riendas de los servicios secretos franceses durante la presidencia de Nicolas Sarkozy (2008-12), es acusado de diez delitos, entre los cuales destacan el tráfico de influencias, la recopilación fraudulenta de datos personales o la malversación de fondos públicos. La Fiscalía reprochó al conocido como “el Escualo” —un tipo de tiburón— haber cometido “unos hechos especialmente graves”. Pidió, sin embargo, una pena más bien benigna de cuatro años de prisión (condicionales) y una multa de 300.000 euros.
Esta trama tentacular ha tenido una especial incidencia en la izquierda francesa, puesto que una de sus principales víctimas es un conocido representante progresista: el diputado François Ruffin. Antes de su salto a la política en 2017, dirigía la revista Fakir y fue el autor del documental Merci Patron! (¡Gracias jefe!), que cosechó un gran éxito de crítica y público. La preparación de ese filme comportó que lo espiaran y se infiltraran en su medio, en una operación parapolicial liderada por Squarcini. Entre 2013 y 2016, hubo dos topos entre los miembros de esa revista militante que inquietaba al hombre más rico de Francia.
El multimillonario no solo intentó desmarcarse del caso, sino que también responsabilizó de ello a Pierre Godé, su exnúmero dos fallecido en 2018 y que no puede defenderse
El tercer nombre destacado de esta trama —y el gran ausente en el banquillo de los acusados— es Bernard Arnault, propietario del gigante del lujo LVMH y considerado como la quinta fortuna del planeta. Squarcini espió a Ruffin y los otros integrantes de Fakir por petición de esta multinacional. No obstante, LVMH pagó en 2021 una multa de diez millones de euros a la Fiscalía y eso evitó la imputación de Arnault y su grupo. La presencia en el juicio de este ilustre representante de la oligarquía gala se limitó a su comparecencia como testigo el 28 de noviembre.
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“¿Podría ser interesante infiltrarse?”
Ante los magistrados del Tribunal de París, Arnault, de 75 años, dijo que “no tuvo ninguna constancia” del espionaje a Ruffin. “Si hubiera sabido que LVMH quería infiltrarse en Fakir, me hubiera opuesto a ello”, sostuvo el propietario de Louis Vuitton o Christian Dior. “Infiltrarse en una banda de payasos no sirve para nada. (…) No me corresponde a mí juzgar las acciones de una persona fallecida”, añadió.
El multimillonario no solo intentó desmarcarse del caso, sino que también responsabilizó de ello a Pierre Godé, su exnúmero dos fallecido en 2018 y que no puede defenderse. Los magistrados disponen de una serie de escuchas telefónicas que demuestran que Godé pidió a Squarcini que llevara a cabo ese espionaje. “¿Podría ser interesante infiltrarse en ellos?”, le propuso en una de esas conversaciones. “¡Sin duda! Voy a mirarlo con las personas que están implicadas”, le respondió el exresponsable de los servicios de inteligencia, quien se había reconvertido desde 2012 a las actividades de “inteligencia económica”, básicamente para LVMH. Ganó gracias a esas tareas hasta 2,2 millones de euros.
“Su jefa de gabinete estaba al corriente, el número dos de LVMH estaba al corriente (…), pero el señor Arnault viene ante la corte y nos dice que no sabía nada”, criticó Ruffin
Squarcini utilizó supuestamente sus contactos en las altas esferas policiales y judiciales para servir los intereses de la multinacional. Dos empresas, fundadas por exagentes de los servicios antiterroristas, participaron en ese espionaje. Además de un listado de los militantes de Fakir con sus datos personales (número de teléfono, domicilio, militancia política…), este se vio reflejado en una fotografía de Ruffin con su hijo, información sobre una de sus exparejas u otros vínculos personales. También le mandaban señales para recordarle que le estaban siguiendo. Por ejemplo, un mensaje con un número oculto que recibió tras haber jugado a la petanca y en que le preguntaban: “¿Y entonces esa partida la has ganado o perdido?”.
El hombre más rico de Francia, ante los jueces
“El hecho de que espíen hasta mis partidas de petanca tiene algo de gracioso, pero al mismo tiempo resultan extremamente sombrías estas presiones por parte de detectives privados”, denunció Ruffin en los pasillos del Tribunal tras escuchar el testimonio del hombre más rico de Francia. “Su jefa de gabinete estaba al corriente, el número dos de LVMH estaba al corriente (…), pero el señor Arnault viene ante la corte y nos dice que no sabía nada”, criticó el diputado, actualmente en el grupo de los verdes tras haber roto en junio con Jean-Luc Mélenchon, principal referente de la Francia Insumisa (afines a Podemos o Sumar). “El grupo LVMH aparece en todas las páginas en este dosier”, añadió.
Además de negarlo todo con cierta pachorra, amparada por su acuerdo con la justicia en 2021, Arnault se mostró insolente y a veces maleducado ante los jueces. De hecho, mantuvo un tenso diálogo con el abogado de Ruffin. El empresario “le acusó de hacer solo elucubraciones” y “decir imbecilidades”. También se presentó como un partidario de “la libertad de la prensa”, a pesar de que en septiembre se tuvo constancia de que prohibió a los directivos de su grupo que hablaran a siete medios independientes, como Mediapart, La Lettre o Le canard enchaîné. Además, hay pruebas materiales de los vínculos entre LVMH y el espionaje que sufrieron los autores de Merci patron!.
Ese documental inquietó al gigante del lujo al denunciar los estragos provocados por la desindustrialización en el norte de Francia. Lo hizo a través de un estilo satírico con reminiscencias a las películas de Michael Moore. Una de las secuencias tenía que ser colarse en la asamblea general de LVMH y llevar ahí el testimonio de sindicalistas y trabajadores despedidos de las fábricas textiles. Pero esa iniciativa se vio frustrada, ya que la empresa estaba al corriente de ello gracias al espionaje. “Nos evacuaron, sin ningún tipo de violencia. Pero sufrimos una derrota. Desde ese instante, me quedé con la duda: ¿cómo nos habían identificado?”, explicó el diputado-documentalista, quien estrenó recientemente Au boulot! (¡Al trabajo!).
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La sentencia prevista para marzo
Squarcini se ha defendido en la sala de audiencias con la misma amnesia que Arnault, a pesar de las múltiples pruebas. Cuando lo interrogaron, aseguró que no hubo ninguna “infiltración”, sino que se trataba de integrantes de Fakir que les habían pasado la información. Por consiguiente, defendió que no había nada de “subterráneo”. También se presentó como alguien “chapado a la antigua”. Lo dijo para justificar las numerosas irregularidades y hechos supuestamente delictivos cometidos durante su tiempo al frente de los servicios de inteligencia y cuando dio el salto al sector privado.
Además del espionaje a Ruffin y su entorno, la corte lo juzga por haber utilizado sus contactos en las altas esferas judiciales por obtener informaciones sobre una denuncia que Hermes —otra de las multinacionales del lujo— presentó contra LVMH. También ha sido procesado por utilizar en 2008 los medios de los servicios de inteligencia para ayudar a ese grupo a encontrar a un hombre que chantajeaba a Arnault, amenazándolo con publicar imágenes de él con una amante. Y otra rama en este caso tentacular se debe a que sometió a una vigilancia telefónica a un agente de los servicios secretos por haberse opuesto a esa misión extraoficial.
Junto con Squarcini, otros cuatro altos funcionarios se han sentado en el banquillo por este affaire. La Fiscalía pidió para ellos penas de dos años de prisión (condicional), así como multas que oscilan entre los 100.000 y los 4.000 euros. La sentencia está prevista para el 7 de marzo de 2025. Ese día se sabrá si los jueces castigan a los hombres de los bajos fondos y las cloacas de las élites económicas de Francia.