We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Flamenco
Vamos a escuchá
Al llegar al albergue se comienza a respirar en el aire la afición al cante. Entre las tiendas de campaña y los pinos se oyen fandangos y bulerías, compás por tangos y alguna guitarra por soleá. El ambiente está tranquilo, pero se notan unos nervios compartidos provocados por la ilusión de vivir lo que se viene y por las ganas de ver a artistas de gran recorrido. El espacio está situado en Espiel (Córdoba), lugar donde se desarrolla por segundo año consecutivo el Festival de la Fiebre del Cante. Un evento organizado por Pedro Lópeh, musicólogo especializado en cultura popular, folclore y flamenco y creador del Podcast “El Café de Silverio”.
Este festival es una propuesta que nace de la necesidad de buscar espacios de encuentro y tener contacto con el cante desde una realidad horizontal, accesible y autogestionada. “Con el programa de radio me di cuenta que me escuchaba un montón de gente que le gustaba mucho el cante y su ambiente, pero no tenían espacios para compartir esas inquietudes. Aunque es verdad que las redes han dado accesibilidad, la gente echaba en falta el contacto personal que fuera más allá de las peñas, que creo que en ocasiones no están preparadas para acoger a la joven afición” cuenta Pedro Lópeh. El espacio está creado para disfrutar del cante, desde la escucha, pero también desde el hacer. Algo que provoca que la gente desde antes de que comience el festival monte sus corrillos alrededor de una mesa de camping y una comida “compartía”.
“Algo tendrá el cante cuando se resiste a morir y sigue recorriendo el mundo como un espectro, buscando cómplices y médiums”
A las 22:30h del viernes daba comienzo la segunda edición de la Fiebre del Cante, con un discurso de inauguración donde el organizador ponía de manifiesto que “algo tendrá el cante cuando se resiste a morir y sigue recorriendo el mundo como un espectro, buscando cómplices y médiums.” Ya lo sabemos las personas aficionás, que el flamenco es un sitio donde se pone de manifiesto las formas de resistencia y de transformación de las bases populares ante tanta injusticia y ante un sistema de dominación que genera discriminación. Por eso, el flamenco es gitano, porque es en él donde este Pueblo ha expresado sus duquelas pero también sus alegrías, enseñando al mundo que hay formas de hacer que se escapan de las lógicas capitalistas y demoledoras que atentan contra la vida y con el disfrute. “El flamenco, como los derechos sociales o la vida en el planeta puede que esté en peligro, es verdad. Pero qué importa. Sólo debería preocuparnos si pensamos que el flamenco puede ayudarnos a ser mejores personas, más humildes, más hondas, más generosas. Nosotros creemos que sí, que el cante puede servirnos para tejer los mimbres de un pueblo que se emociona con lo sublime y se subleva con lo injusto” reivindicaba el organizador con su discurso inaugural.
Entre aplausos y alboroto comenzaba así el festival dando paso a la esperada María de los Ángeles Salazar Saavedra, más conocida como La Kaita acompañada de Alejandro vega al cante y Nene Salazar al toque. La expectación por esta artista era palpable, es un hito del cante con un sentir herencia del Porrina de Badajoz. Esta cantaora gitana ha cantado con Pata Negra y ha participado en diversas películas de Tony Galif, entre otras obras. Su desplante, su estética y su forma de estar en el escenario vibran e irrumpen con irreverencia, dejando claro que, aparte de ser admirada como cantaora, es un hito por haber roto con muchos estereotipos y roles de género asociados a las mujeres. A su paso, vislumbró Ricardo Fernández del Moral cantaor y tocaor manchego que supo llenar el escenario por sí solo. Para cerrar la noche se contó con Código Jondo, un grupo que mezcla electrónica con cantes flamencos y revuelos varios.
En la segunda noche brillaron artistas de la talla de Rocio Luna, Rubén Lara, Nene de Santa Fe, el Niño Seve o la Yiya, esperada cantaora que nos deleitó con su presencia flamenca en una noche fría a rabiar. Ella misma reconoció la entrega del público, comentando que iba a ponerle un piso en Chipiona a toda gente que estaba allí porque dos días pasando frío es tener mucha afición. Entre cante y cante, Ana Ramírez gritó “viva el mundo” dejando claro el carácter revolucionario que tiene el flamenco. Con esta actuación sublime se ponía fin a la programación del escenario al aire libre. A pesar de las bajas temperaturas la artista calentó el ambiente cerrando por bulerías y dejando claro antes de comenzar que “quien sepa hacer palmas que acompañe, quien no que se las guarde pal Domingo de Ramos”. De esta forma tan inteligente y mordaz invitaba a la afición con conocimiento y escucha a participar en este arte que muchas veces parece un ritual.
Como colofón, se daba paso al DJ Ion din Anina en el espacio techado, quien mezcló flamenco jondo con flamenco más moderno y un poquito de break beat, esos sones electrónicos que han acompañado a tantas andaluzas en raves y festivales. Estos “soníos” forman parte de la cultura de la juventud andaluza desde hace más de cuatro décadas. Por eso esta mezcla tan peculiar que propone el artista se conciben en lo cotidiano: mientras una vecina escucha Remedios Amaya, el de enfrente escucha su poquito de DJ Carpín. Ion din Andina lleva hasta las alturas a la gente tan diversa que participa en este festival de mezcolanzas variopintas con mucho gusto y mayor sabiduría.
La programación de este encuentro ha sido amplia y diversa, más allá de las actuaciones, se ofrecieron diferentes actividades para fomentar el aprendizaje, el trafique de saberes, los lugares de pensamiento crítico y el goce de las 275 personas asistentes. Una serie de vivencias que enriquecieron la experiencia de formar parte de un festival flamenco con tanta personalidad y originalidad. Así, además de un mercadillo flamenco se ofrecieron una cata de Vino de Moriles, un taller de baile con Marimar la María o la proyección del documental Allí en París acompañado por sus autores Alba Crespo y Antonio Barquero.
En un mundo donde impera el neoliberalismo, el cante propone y permite mirarnos a la cara, sonreírnos, crear lugares de disfrute espontáneos y subversivos, construir comunidad y comadreo
La Fiebre del Cante, va más allá de las actuaciones y actividades programadas. El espacio está pensado para crear encuentros entre las personas aficionás: crear alianzas, compartir letras, compás y disfrute. En un mundo donde impera el neoliberalismo, el cante propone y permite mirarnos a la cara, sonreírnos, crear lugares de disfrute espontáneos y subversivos, construir comunidad y comadreo. Durante la tarde del sábado, la gente se conocía en el espacio de la piscina mientras disfrutaba de una paella (opción para veganas incluida, porque al festival no le falta un perejil). Al mismo tiempo, se formaba un corrillo donde el cante aparecía de la mano de un puñao de mujeres, muchas de ellas venidas de Alcalá de Guadaíra. El revuelo estaba asegurado cantando letras que pasaban por las bulerías de toda la vida, así como las Chuches, el Canelita o la Niña Pastori. Una juerga a medio día donde los complejos se quedaban arrinconaos en una esquina y las mujeres con todas sus hechuras bailaron y cantaron como ellas quisieron. En la escena aparecen mujeres con cuerpos y edades diversas que destierran las inseguridades y se hacen visibles contoneándose al compás que les cantan sus comadres.
De la misma forma, por la noche se montó una tertulia flamenca donde se cantaron tangos, bulerías y alguna que otra alegría. Tres mujeres fueron las que comenzaron cantando y llevando la batuta, demostrando “que esa noche mandaban ellas, mañana mande quien quiera”. Un corrillo donde se podía ver la mezcla que conforma el mundo, una diversidad en origen, etnia, religión, edad, orientación sexual o género.
El flamenco, aparte de conocimiento, te permite ser y estar porque, a pesar de lo que digan las malas lenguas, aquí cabe tol mundo y de siempre ha sido un refugio para la diversidad y un recoveco de disfrute para la población que el sistema ha querido siempre someter. El flamenco ha sido ese sitio donde compartir y crear lugares de resistencia y de transformación. Y como dijo Pedro Lópeh en el final de su discurso de inauguración “el cante no está muerto, sino que nos exige una militancia honesta por la vida. Ojalá estos ratos que vamos a compartir nos hagan un poquito más militantes.”