Feminismos
Isabel Serra e Irene Zugasti: “El feminismo liberal no nos sirve, les interesa a los señores de la guerra"
“Si Europa quiere evitar la guerra, Europa se ha de preparar para la guerra”. Con estas palabras la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Layen, presentaba el plan ReArm que incluía 800.000 millones de euros para la compra de material militar. Mientras, los fondos Next Generation no alcanzaron los 700.000 millones en total. Con la excusa de la guerra en Ucrania, el nuevo horizonte planteado por la UE propone gastar más en armamento que en las ayudas sociales aportadas para salir de la crisis del covid-19.
En este contexto, Isabel Serra (Madrid, 1989) e Irene Zugasti (Madrid, 1988) presentan Esto no es una guerra. Feminismo insumiso frente al rearme y al genocidio (Akal, 2025) un manifiesto para pasar a la acción. Serra, licenciada en filosofía y eurodiputada por Podemos, y Zugasti, periodista y politóloga, analista en Canal Red, formaron parte del anterior Ministerio de Igualdad liderado por Irene Montero. En este ministerio se ocuparon de asuntos internacionales y, ante la actual deriva global, han decidido fusionar sus inquietudes para escribir una obra que invita a repensar la implicación de un feminismo que no debe estar encorsetado a los aspectos nacionales.
Un libro salpicado de citas de mujeres que se opusieron a la guerra en diferentes contextos como Aleksandra Kollontai, Rosa de Luxemburgo o Clara Zetkin como una suerte de genealogía que demuestra que la oposición a la militarización de las sociedades es seña del feminismo y en estos días, cuando las grandes potencias están centradas en el rearme, es más necesario que nunca. Serra y Zugasti apelan a un feminismo internacionalista, y no solo porque los conflictos armados golpeen de manera diferencial sobre las mujeres y la violencia de la guerra expanda las violencias machistas, sino porque el feminismo tiene la capacidad de construir una arquitectura política diferente en defensa de los derechos de todas las personas.
El Salto conversa con las dos autoras un día después de que una mujer denunciara públicamente al primer presidente del Gobierno en democracia, Adolfo Suárez, por haberla violado durante tres años. Y es inevitable empezar la conversación por ese punto.
Irene, tú has publicado la denuncia que pesa sobre Suárez en Diario Red. ¿Cómo valoras el testimonio de esta mujer emitido en este momento?
Es un relato con tres correlatos. Primero está el central, que es la historia de una mujer que sufre violencia sexual durante tres años siendo menor de edad por el hombre más poderoso en ese momento que había en ese país, el hombre que se supone que iba a ser el arquitecto de la democracia. La denuncia pasa por todas las fases y atraviesa todos los problemas que quienes acompañamos a las víctimas de violencia sexual sabemos que ocurren: la omertá, el silencio, la familia que te pide que no digas nada, toda esa red de complicidad en torno al poderoso y el trauma que aflora gracias a los recursos públicos, a los Espacios de Igualdad que se quiere cargar ahora Almeida en el Ayuntamiento de Madrid. Es importante que años después esta mujer se atreva a contarlo como una parte fundamental de su reparación. Las periodistas feministas tenemos el deber de estar ahí para ser su altavoz.
El segundo relato es el del poder, el de la propia transición, que a mí me interesa mucho. Igual que el mito político en torno a lo “atado y bien atado” hay un mito en torno a que la transición fue modélica, pacífica, ejemplar. Este mito se quiebra porque se construyó sobre sobre el sufrimiento de todas esas víctimas de los torturadores de la Dirección General de Seguridad (DGS) que nunca tuvieron reparación, ni los fusilados, ni los asesinados durante los años de la transición. También sobre esas mujeres feministas que desde los primeros 70 se movilizaron y se organizaron. Entonces las víctimas de violencias machistas no eran ni siquiera un problema público. Ese poder también se construyó sobre ellas.
Y hay un tercer correlato que lo hemos visto hoy muy claro, que es el periodístico, que creo que también es un reflejo de este país en la cuestión de matar al padre, de señalar a Adolfo Suárez y quebrar así el único mito de la transición que todavía se sostiene. La violencia y la perpetuidad de los poderes fácticos de la dictadura está más que probada, y lo vemos en cada trama. Era difícil matar al padre y hemos visto una guerra de medios entre quienes se han atrevido a contarlo y quienes han intentado silenciarlo.
Los grandes señores de la guerra de hoy son los hijos y los nietos de esos falangistas y ese capitalismo salvaje que durante 40 años asoló este país
Me parece muy interesante y no está disociado en absoluto del relato de nuestro libro. En el libro denunciamos continuamente esa decisión deliberada del capitalismo español de apostar por la guerra, de apostar por sacar el dinero de las arcas públicas, de los servicios públicos y meterlo en Indra, en Navantia, en Airbus, en Acciona, que ya están reuniéndose en muchas cumbres internacionales para discutir qué parte del pastel se van a llevar de la reconstrucción de Gaza o de la reconstrucción de Ucrania, o a cuánto van a tocar de la inversión en más armas para el plan de rearme europeo. Y esa élite capitalista española es la élite del tardofranquismo que Suárez mantuvo, perpetuó y construyó toda una infraestructura política para que todo continuara, como siempre. Así que al final, los grandes señores de la guerra de hoy son los hijos y los nietos de esos falangistas y ese capitalismo salvaje que durante 40 años asoló este país.
Isa, un caso como el de Suárez pone sobre la mesa el cuestionamiento de la prescripción de este tipo de delitos ¿Sigue teniendo sentido que un delito así prescriba?
No, de hecho el Parlamento Europeo se acaba de posicionar en contra de la prescripción de los delitos de violencia sexual en la infancia. En este caso estamos hablando de una chica que era menor de edad. En Europa estamos ante una situación en la que el 20% de la población ha sufrido violencia sexual durante la infancia y la mayoría de estas violencias permanecen en el silencio. Hay un tabú impuesto, una cultura de la violación y una cultura profundamente adultocéntrica que hace muy difícil a las víctimas romper el silencio y si lo rompen lo hacen muchos años después. Por tanto, es fundamental que para garantizar que haya derecho a la justicia y a la reparación posterior, las víctimas de violencia sexuales puedan denunciar a lo largo de toda su vida. En este momento también hay un debate en el Congreso de los Diputados, hay una propuesta en este sentido y nosotras estamos absolutamente de acuerdo.
Pasamos a hablar del libro. En él huis de una visión esencialista de que la mujer es pacífica por naturaleza y que con un gobierno dirigido por mujeres no había guerras. ¿Por qué rechazáis esta visión?
Isa Serra: Entendemos que la apuesta por el pacifismo es una apuesta política por una forma de entender el mundo, por una construcción de otro mundo para el conjunto de la humanidad, no solamente por los derechos de las mujeres. Esa apuesta política es algo que reconocemos en la historia y en la experiencia del feminismo, de los feminismos, en su pluralidad, pero en diferentes partes del mundo. Somos pacifistas pero no somos pacíficas. Porque a pesar de que se trata de construir esa imagen de las mujeres, de que somos sensibles, amables… esa imagen patriarcal de lo que debemos ser que intenta construir mujeres que no tienen agencia, nosotras queremos romper con ese relato y defender que por supuesto que las mujeres tenemos agencia, que hay experiencias de mujeres que han luchado, no solamente por los derechos de las mujeres, sino por ejemplo en el caso palestino, por la autodeterminación de su pueblo frente al colonialismo. Para nosotras también es muy importante romper con esta idea de que la paz es igual a que no haya conflicto. Nosotras partimos de la de la certeza de que vivimos en una sociedad atravesada por conflictos sociales de clase, de género, de raza, y que nuestra forma de entender el feminismo es que afrontamos sus conflictos tratando de resolverlos democráticamente.
Para nosotras este libro es una defensa del feminismo pero también de la política, porque vivimos en un contexto de profunda antipolítica que solo refuerza a la ultraderecha. Y porque entendemos que esa visión, que también llega a muchas mujeres progresistas, de que lo que está sucediendo en el mundo cuando avanza la ultraderecha es porque hay unos hombres megalómanos, narcisistas, malvados, machistas, como Trump o Putin, esto para nada es así, sino que tiene que ver con corrientes de fondo, con proyectos políticos, con una apuesta por las élites capitalistas androcéntricas para construir un mundo mucho peor incluso del que vivimos.
Nosotras no queremos ir de la mano de un feminismo que ha sido ciego al genocidio durante dos años, un feminismo de señorita blanca burguesa que se ha quedado encerrado en el qué hay de lo mío
De hecho, Irene señaláis a mujeres de la guerra.
En el libro somos muy cañeras con otras mujeres, pero bueno, yo creemos que la sororidad tiene que ser de ida y vuelta. Sobre todo porque ha habido algunas mujeres que han sido muy útiles al régimen de guerra y al actual orden de género, que el régimen de guerra pretende construir, disciplinando nuestros cuerpos y nuestras mentes y que además han cooptado ciertos mensajes, ciertos símbolos y el potencial de toda esa movilización feminista de las últimas dos décadas, precisamente para vaciarlo de ese contenido emancipador popular, de clase, antirracista, anticolonial, anticapitalista y convertirlo en una herramienta también de domesticación y de legitimación del status quo. Y ahí le metemos mucha cera, por ejemplo, a figuras como Úrsula von Der Leyen o Kaja Kallas, que representan los intereses del atlantismo, de las élites capitalistas y financieras europeas.
Pero también le metemos cera a feministas que sí que se reconocen como tal o que han crecido en esa tradición, como puede ser Margarita Robles, que sin embargo ha sido la ministra de Defensa más peligrosa que ha tenido este país en 50 años. Y otras, como dice la eurodiputada irlandesa Clare Daly, feministas de misil crucero han utilizado argumentarios supuestamente feministas para legitimar las guerras. Como Hillary Clinton, por supuesto, gran señora de la guerra, haciendo gira para justificar las invasiones de Afganistán y de Irak, diciendo que iban a liberar a esas mujeres, salvajes y a salvajadas, del yugo talibán. Pero tampoco nos tenemos que ir a hace 20 años. La propia Kamala Harris ha sido un puntal fundamental para legitimar las políticas de Estados Unidos en torno al genocidio palestino. Nosotras no queremos ir de la mano de ese feminismo.
Ya centrándonos más en el Estado español, nosotras no queremos ir de la mano de un feminismo que ha sido ciego al genocidio durante dos años, un feminismo de señorita blanca burguesa que se ha quedado encerrado en el qué hay de lo mío, qué hay de mi plan de igualdad en la empresa, qué hay de mi techo de cristal, qué hay de mi espacio en el Ibex 35. Incluso qué hay de mis violencias, qué está muy bien y que es una agenda que compartimos, pero desde luego no al margen de tener una mirada absolutamente indiferente a lo internacional. Porque creo que lo que hay detrás es claramente islamofobia y que no han querido hacerse cargo de lo que ocurría en Palestina porque realmente desprecian, desconocen y se sienten moralmente superiores a esas mujeres del sur global que nos están dando tantas lecciones.
Ahí es donde situáis al feminismo liberal. Un feminismo que centrar sus marcos en romper techos de cristal pero no acabar con suelos pegajosos. ¿Creéis que este es el feminismo del PSOE?
I.S: Sí, sin ninguna duda. El feminismo liberal blanco no nos sirve a nosotras porque les interesa a ellos, a los señores de la guerra. Y yo creo que lo que ha dicho el feminismo en las últimas décadas, en nuestro país y a nivel internacional, que es el movimiento más potente que ha habido en el siglo XXI, es que no basta con que avancen las que puedan para formar parte de la clase dominante para joderle la vida al resto de las mujeres, como dice Nancy Fraser, sino que lo que hay es que transformar la forma de organizar la vida, la forma de organizar la economía, la sociedad, la política. Y que hay que poner los cuidados en el centro. Eso implica reorganizar y redistribuir tiempos, trabajos, riqueza. Y obviamente esto es algo contrario a lo que ha sido el proyecto del feminismo socialista institucionalizado que durante los años 80- 90 trató de cooptar las fuerzas del feminismo más autónomo.
Lo que nosotras planteamos es que estamos en un contexto en el que el feminismo nos ofrece muchas oportunidades, que queda mucho por hacer. Porque una cosa es decir que no estamos todas, que hay que ampliar un poco el feminismo porque faltan las mujeres más precarias, las mujeres racializadas, las personas trans, y otra cosa es que realmente sea así. Y en un contexto de profundo colonialismo, con un despliegue de violencia, de genocidio contra el sur global, es muchísimo más determinante y más importante que realmente el feminismo que construyamos sea un feminismo anticolonial.
Irene Zugasti: Desde la socialdemocracia en Europa, desde los partidos socialistas europeos a los Verdes, se ha construido la idea de la política exterior feminista. Ahí tienes a Annalena Baerbock, la eurodiputada alemana de los Verdes, que es una sionista convencida que ahora está en las Naciones Unidas, una tipa que ha hablado abiertamente de la eliminación del pueblo palestino. Y fíjate que lo que hace ella es una política exterior feminista, según ellos dicen. Tienes a Pedro Sánchez diciendo que lo que hace España es una política internacional feminista. Yo me apunté a un curso en la Escuela Diplomática este verano para que me explicaran qué era eso de la política exterior feminista y era básicamente diplomáticas de rancio abolengo y altas funcionarios del Estado, celebrándose a sí mismas con referentes como Madeleine Albright, la arquitecta de la expansión del poder estadounidense por el mundo en los años 90, como Condoleezza Rice o como la propia Hillary Clinton. Eso son los referentes de la política exterior feminista, tal y como Occidente la entiende. Nosotras la impugnamos, pero sí que creemos que hay una política exterior y una geopolítica feminista y unas relaciones internacionales feministas, pero no son las que ellas están impulsando.
Lo sí es cierto es que las guerras son estructuras patriarcales y que impactan de manera diferencial sobre las mujeres. ¿Cómo podemos explicar esto?
I.Z.: Pues yo huiría de la de la dicotomía que se suele utilizar mucho de que cuando se realizan las guerras ellas son las violadas y ellos son los que mueren en el frente. Por supuesto que sufren experiencias diferenciadas, por supuesto que la mayoría de las experiencias de las mujeres en los conflictos están en la retaguardia, pero dentro de esa experiencia diferenciada creo que hay que dar agencia a las mujeres. Y por ejemplo, cuando hablamos de violencia sexual en conflictos armados, no colocarlas simplemente como una cifra o como un hecho que lamentar, sino entender por qué se da esa violencia sexual en los conflictos, que no siempre se da por las mismas cuestiones y bajo las mismas lógicas o mandatos de guerra. Y sobre todo, plantearse quién repara esas violencias y qué ocurre después. Porque al final lo que sí que tenemos comprobado es que en el posconflicto quien soporta todo lo que las guerras ha destruido, cuando se ha destruido el tejido social, el comunitario, los servicios públicos, la infraestructura… quienes sostienen todo eso son las mujeres. Y ese es un relato que nunca está en los acuerdos de paz.
Sin embargo, sí que queda para la épica y para la historia el relato de los generales, de los frentes, de las batallas, de cuántos hombres fallecieron en combate. Pero también hay hombres en la guerra que tienen otro rol y otros papeles. Y también hay hombres de paz. Yo quiero poner mucho el acento en los disidentes de guerra, por ejemplo, en Ucrania, los pacifistas que han decidido no luchar y los que están queriendo desertar del ejército porque entienden que tienen un destino que no es el de morir en el frente por una guerra que ellos no han decidido.
De hecho, en cuanto a la violación como arma de guerra, apeláis a la prudencia en cuanto al uso de los datos. Porque, primero es muy difícil conseguir estos datos y luego pueden ser mal utilizados.
I.S: Porque al final el feminismo ha sido instrumentalizado por parte del colonialismo y ha sido ese relato de que las mujeres sufren violencia sexual o violencia por parte de los hombres árabes, por ejemplo, o de los hombres negros, el que ha permitido colonizar países. Y lo hacen desde una lógica de identificar que las mujeres blancas occidentales son las que representan el sujeto mujer, que todas las mujeres del mundo son homogéneas y por tanto jerarquizan y niegan la esencia de las mujeres de los países del sur global o de los países colonizados.
Pero también hay una cosa importante que decimos, criticamos este relato permanente que se sigue viendo en los medios de comunicación cuando hablamos de Gaza, en el que distinguimos las cifras de asesinatos de las mujeres y niñas frente a las de los hombres, porque parece que las mujeres son vulnerables y que por tanto no son activas y no tienen agencia. Cuando ese relato lo que sirve es para profundizar en la narrativa deshumanizadora que está detrás de todo el colonialismo y del genocidio contra el pueblo palestino. Mohamed El Kurd lo cuenta muy bien en su libro, en el que dice “los palestinos tenemos que ser víctimas perfectas, si no reproducimos lo que nos dice el colonialismo, si no conseguimos ser esas víctimas perfectas, somos considerados terroristas o culpables de lo que nos está pasando, de sufrir el genocidio”. ¿Quiénes son los que entran dentro de la categoría de víctimas perfectas? Mujeres palestinas, niños a los que se les muestra en esas imágenes que todos y todas compartimos en las redes sociales, sin agencia. Por eso hablamos también de la importancia de que mostremos incluso a los niños palestinos, como también lo que son, que son activos también por las circunstancias que les ha tocado vivir. Hay que romper esa lógica en la que para ser inocente tienes que asimilarte a lo que dice Occidente y a los valores de la blanquitud occidentales y todos los hombres que no entran de esas categorías son hombres árabes considerados terroristas y culpables.
Antes has apuntado las consecuencias de la guerra. Otras de las consecuencias son las deudas económicas. Ahora Europa cambia las reglas del gasto y deja a los Estados que se endeuden para comprar armamento. Esto afecta directamente a las mujeres y lo explicáis muy bien.
I. S.: Sí, bueno, porque la deuda es un mecanismo de sometimiento y disciplinamiento de pueblos o de sometimiento de personas y de familias de clase trabajadora. Todo lo que hemos vivido tras la crisis del 2008 y las políticas de austeridad funcionaron gracias al sometimiento a los hombres de la troika. Ahora asistimos a una nueva apuesta por parte de las élites de enfrentar la crisis multidimensional, también con ajuste hacia los de abajo. Lo dramático de la situación es que teníamos unas reglas de austeridad que se flexibilizan con la guerra de Ucrania. Y han puesto unas reglas para que los Estados solo se endeuden para comprar armas pero no para los servicios públicos, la educación, la sanidad.
Desde una perspectiva que es profundamente feminista, cuando nos oponemos a la guerra estamos defendiendo lo común, lo colectivo, lo público, la justicia social, la igualdad, los cuidados
I. Z.: Si en los 70 las feministas entendimos que lo personal era político y entendemos que lo internacional es profundamente político, entonces lo personal es internacional. Amiga, lo internacional te afecta directamente. Las relaciones internacionales no son solo cosas de hombres, generales, diplomáticos, no son un complemento a la política estatal. Está profundamente relacionado con tu bienestar cotidiano, con el precio de tu compra, con que en el centro de salud te atiendan, con lo que le pasa a tu vecina a la que amenazan con deportar, con el precio de la luz y del gas que pagas. Absolutamente todo está atravesado por la política internacional.
Entonces, desde esa idea, cuando tú vayas a unas urgencias saturadas o cuando no haya plazas en una escuela infantil, asume que eso es porque ha habido una decisión deliberada de los capitalistas del régimen de guerra para sacar ese dinero de ahí y dárselo a BlackRock y dárselo a Indra y dárselo a Navantia. Desde una perspectiva que es profundamente feminista, cuando nos oponemos a la guerra estamos defendiendo lo común, lo colectivo, lo público, la justicia social, la igualdad, los cuidados. Entonces, hay una relación tan estrecha y tan directa que es incomprensible como esta cuestión del pacifismo no es ahora mismo el caballo de batalla principal en los feminismos populares organizados.
Habláis de régimen de guerra, de un gasto militar disparado. He estado mirando los datos. Siempre ha habido gasto en armas. Tras la pandemia, en 2022 hubo récord de gasto militar real y se superaron las cifras incluso del Gobierno de Mariano Rajoy. Pero igual, no había tanta luz sobre ello. ¿Qué diferencia hay en el contexto actual?
I.S: En primer lugar el gasto en esta legislatura es el mayor gasto en defensa de toda la democracia. ¿Por qué hay una diferencia? Porque estamos en un contexto en el que tenemos a las élites a nivel internacional reposicionándose frente a China. Europa convierte ese régimen de guerra en una sociedad de la guerra que afecta a las cuentas públicas y en términos culturales a la militarización de nuestras mentes, a la cultura, a echar abajo todo eso que aspiramos como feministas y que hemos defendido como feministas, todas nuestras aspiraciones, todos nuestros anhelos.
Y también estamos viendo una militarización de las fronteras que responde a lo mismo y son las mismas empresas las que sacan beneficio de eso. Von der Leyen, cuando llegó al poder en la Comisión Europea, lo dijo claramente: “Estamos ante una amenaza. Estamos amenazados. Nuestra civilización occidental y Europa están amenazados”. Bajo su óptica, en este momento tenemos la amenaza de Rusia y tenemos la amenaza en las fronteras de la gente que quiere llegar a Europa, las personas migrantes, por tanto hay que militarizarlo todo.
Habláis todo el rato de la defensa de un feminismo internacionalista y un feminismo también que debe de focalizarse no solo en las guerras que están sucediendo fuera, sino en la militarización de nuestras fronteras ¿Qué puede hacer el feminismo para conseguir que se respete el derecho humano a migrar de una manera digna?
I.S.: Lo que se ha aprobado ahora mismo en Europa es un reglamento de deportación, un reglamento que llaman de retorno que lo que permite es deportaciones masivas. Y como consideran que hay un riesgo de seguridad nacional, si algún país lo determina, pues va a haber personas a las que se les pueda encerrar en centros durante dos años y medio o indeterminadamente, si así lo considera un país miembro. Y también se les va a denegar la entrada a solicitantes de asilo durante 20 años. Lo tremendo es que, en primer lugar, se van a construir cárceles para encerrar a personas que están tratando de huir, como las cárceles de Mauritania que habéis sacado en El Salto que ha construido Pedro Sánchez.
Son como los Guantánamo de Trump, donde se puede encerrar a personas en un país que no tiene nada que ver con su ruta migratoria. Una familia palestina puede tratar de llegar a Europa. Si Alemania determina que es un riesgo para la seguridad nacional, se la puede encerrar en otro país como Marruecos. Si dice que no quiere volver a su país se dice que hay riesgo de fuga y, por tanto, se les puede encerrar más, se les puede hacer pagar los costes de deportación. Vamos, una absoluta salvajada. Esta es la política de la Unión Europea, esta es la política que quieren desde la socialdemocracia hasta la extrema derecha y que están firmando conjuntamente. Estamos en una coyuntura en la que, en base a esa supuesta defensa de los valores occidentales se arrasa con el mundo con genocidio, con violencia desmedida y con guerras, sin caretas y sin la hipocresía que siempre ha sostenido Europa.
Para nosotras es muy importante que en esta lógica de colapso del orden internacional, desde el feminismo apostemos también por nombrar las cosas, romper el silencio, romper con las hipocresías y hacer un ejercicio de sinceridad. Europa siempre se ha levantado sobre genocidios de otros pueblos y también Estados Unidos. El orden de Naciones Unidas es un orden que es jerárquico, está basado en que hay unas potencias que pueden tener derecho a veto y que pueden imponer lo que les dé la gana al resto del mundo. Es una hipocresía de no mires para allá porque aquí tenemos valores y allí no mires. Y si miras te voy a contar que hacemos guerras feministas para defender a las afganas.
Hay que volver a los ismos de los que muchas reniegan y militarlos. No hay magia, compañeras, hay asamblea, hay militancia, hay partidos, hay colectivos
Por eso decía que creo que el feminismo tiene mucho que decir y que tiene que posicionarse en el antirracismo.
I.Z: Los feminismos populares y de base, anticapitalistas y antirracistas claro que tenemos un horizonte y una alternativa. Ahora está esa idea de colocarnos como naíf, idealistas o nostálgicas, o como una moda que ya pasó, ahora que la gente reniega de haber sido feminista, como Rosalía. Nosotras ya hemos hablado, teorizado y sobre todo hemos militado feminismos y sabemos que tenemos una idea de justicia feminista, tenemos una idea de política internacionalista. Tenemos una idea de construcción de políticas públicas feministas. Claro que tenemos alternativa y sobre todo, que lo hemos hecho. Los últimos 20 años se tienen que leer en clave de optimismo porque los feminismos lo cambiaron todo. El #metoo, el Ni Una menos, el Cuéntalo, la huelga feminista, las internacionales feministas. Tenemos un potencial revolucionario transformador, de base internacionalista, en el que además construimos alianzas a miles de kilómetros que jamás habríamos pensado, de base claramente antirracista, que amplió el sujeto muy rápido de una forma bestial.
Y tenemos también lo que ha sido estos dos últimos años de movimiento de solidaridad con Palestina, que ha sido profundamente político en términos de que algo que podría haberse quedado en una cuestión como casi de humanidad, de caridad, ese pacifismo ñoño y abstracto, se convirtió en millones de personas en todo el mundo con una mirada mucho más comprensiva, en el sentido de que se hablaba de colonialismo, de imperialismo, de que se hablaba del derecho legítimo a la resistencia de los pueblos colonizados. Entonces, si tenemos todo ese potencial en nuestras manos, por supuesto que hay alternativas de futuro. Y no es que sea una fórmula mágica, es volver a los ismos de los que muchas reniegan volver y militarlos. No hay magia, compañeras, hay asamblea, hay militancia, hay partidos, hay colectivos, hay medios, hay espacios donde tenemos que estar, porque para darle guerra a la guerra tenemos que poner los cuerpos en la calle.
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