Feminicidio
Adilia de las Mercedes: “La humanidad no se ha dolido nunca en la medida en la que debería por el genocidio de mujeres”

Adilia de las Mercedes es investigadora del feminicidio y la violencia sexual en diferentes escenarios de conflicto y autora de numerosos informes. En esta entrevista da algunas claves sobre un concepto que no puede entender sin la variable del colonialismo y recrimina a las feministas del Estado español el diálogo vertical que mantienen con las teóricas latinoamericanas.

Mercedes Hernandez
Adilia de las Mercedes tras la entrevista. David F. Sabadell

Adilia de las Mercedes (hasta hace no mucho Mercedes Hernández) sabe hacer del concepto de feminicidio” un término inteligible y lleno de matices para explicar las violencias contra las mujeres. Lo hace en esta entrevista, pero también a través de los cursos y ponencias que la Asociación Mujeres de Guatemala, de la que es directora, organiza regularmente. 

Nacida en El Quiché, la provincia más devastada por el conflicto armado guatemalteco, su investigación en el área ixil de esta región le permite poder hablar con información de primera mano de la violencia contra las mujeres en este contexto en el que hubo una protocolización de la violencia contra las mujeres promovida desde el alto mando del Estado guatemalteco”, recuerda.

De las Mercedes es investigadora del feminicidio y la violencia sexual en diferentes escenarios de conflicto y autora de numerosos informes. Dirigió la Comisión de Redacción del Informe al Secretario General de Naciones Unidas Ban Ki-Moon en relación a la situación de los feminicidios en Triángulo Norte de Centroamérica y ha participado en comisiones de denuncia e investigación de la violencia feminicida y los conflictos armados en varios países de Asia, África, América y Europa. 

Y, aunque conoce de cerca la múltiples caras del feminicidio, destaca una cifra al pedirle que ponga en números esta violencia: 137 mujeres son asesinadas cada día por hombres que las conocían, “hombres que incluso dentro del mandato patriarcal tenían la obligación de protegerlas”, apunta esta investigadora, que defiende que el feminicidio es un crimen internacional porque atenta contra la comunidad internacional en su conjunto a través de los cuerpos individuales de las mujeres.

Los conceptos femicidio y feminicidio son habituales en las legislaciones de América Latina, con una docena de leyes específicas o tipos específicos en los ordenamientos jurídicos de estos países. ¿Cuál sería una definición corta de estos conceptos?

El debate entre los conceptos feminicidio y femicidio es un debate bastante antiguo en toda la región. Se decía que el femicidio es un delito homologable al homicidio en el que se apunta directamente a que el perpetrador es un hombre y la víctima, una mujer. En feminicidio generalmente se incluía la responsabilidad del Estado, pero esto es una redundancia. La conclusión a la que hemos llegado en análisis más recientes, como por ejemplo los que se concretan en la Ley Interamericana, la Ley Modelo Interamericana Americana contra el femicidio y feminicidio, es que estamos hablando exactamente de lo mismo.

No podríamos jamás prescindir de la responsabilidad del Estado en ninguno de los dos, se llamen como se llamen. Incluso en el término desgenerizado de homicidio también habría responsabilidad del Estado. Aún con la riqueza conceptual que pueda tener hablar sobre la responsabilidad del Estado, creo que, a la luz del derecho internacional de los derechos humanos, no es posible una diferencia; las mismas teóricas del continente han empezado a caminar en una misma dirección y estamos utilizando los términos como sinónimos.

¿Qué violencias hay detrás de los feminicidios?
Detrás de los feminicidios hay todo tipo de violencias, todas las que concluyen en la muerte de las mujeres y en la privación de la vida de las mujeres. Históricamente, podríamos hablar de violencias que parecieran lejanas pero que están muy presentes en el día a día como la privación de alimentos o la mutilación genital femenina. Hay un extenso abanico de violencias que, cuando tienen resultado de muerte, podemos llamar violencias femicidas o feminicidas.

De hecho, generalmente en Europa por feminicidios se entiende la violencia más antigua, que es esta que ocurre al interior de las casas: la violencia en el ámbito de la pareja o por parte de hombres conocidos. Sin embargo, el feminicidio es mucho más, es un extenso abanico que, cuando se abre, tenemos en el otro lugar la violencia por parte de hombres desconocidos, hombres que se conciertan para matar a mujeres a las que no conocían o un hombre que decide asesinar a una mujer que no conocía. Ahí vamos a tener algo que llamamos la ‘despersonalización del crimen de género’.

Entonces, el feminicidio es un extenso abanico de violencias, y no solamente la violencia en el ámbito de la pareja. A mí me gusta en general especificar que creo que es mucho más adecuado nombrar feminicidio al asesinato de mujeres, y no llamarlo violencia de género, porque la violencia de género es también un espectro muy amplio y el feminicidio es solo una, la más extrema, la más irremediable de las violencias basadas en el género, pero solamente una.

Además, cuando decimos decimos violencia de género, no decimos de qué género es la violencia. Tampoco se dice quién fue la persona que padeció la violencia, ni se dice quién perpetró esa violencia. El término feminicidio nos ayuda a avanzar en el problema histórico de que los hombres matan a las mujeres, que han matado históricamente las mujeres. Creo que los conceptos de femicidio o feminicidio son las mejores formas de adaptar y adecuar no solamente el nomen iuris, sino también también toda la normativa legal a esta problemática histórica.

El feminicidio es el asesinato de las mujeres por el hecho de ser mujeres, y en los únicos crímenes que se mata a las personas por lo que son es en los crímenes de odio

Más allá de la diferencia entre femicidio y feminicidio, ¿cuál sería una definición de “feminicidio?
Para mí, el feminicidio es el asesinato de las mujeres por el hecho de ser mujeres. Y creo que al hablar de “ser”, ese verbo nos indica claramente de qué tipo de crimen se trata. En los únicos crímenes que se mata a las personas por lo que son es en los crímenes de odio. Y esto, evidentemente, ya nos aleja de ese panorama bastante obsoleto pero todavía muy presente lamentablemente que habla de crímenes de pasión. El feminicidio, esencialmente, es un crimen de odio. Es el asesinato de las mujeres por el hecho de ser mujeres, pero están también la interseccionalidad de, al menos, aunque no solamente, tres grandes lógicas de poder. Una de ellas es la más antigua que la humanidad conoce, que es la lógica del poder patriarcal y que es también la más impune. La otra lógica de poder es, por supuesto, el capitalismo. Y, finalmente, tenemos el colonialismo.

Prescindir de la variable de análisis colonialismo es imposible: todos los años son África y las américas los continentes que encabezan las tasas mundiales de feminicidio, y se trata de continentes que en su pasado reciente tienen una colonización que lo único que ha hecho es reeditarse. Que no es una colonización de hace 500 años, sino que tiene, en el caso de América Latina, 500 años de existencia. Y en esos 500 años se ha reeditado una y otra y otra vez racializando los cuerpos de las mujeres y haciendo con esto que los cuerpos de las mujeres sean un objeto más matable y no un sujeto de derecho.

El feminicidio o femicidio es, seguramente, una de las violencias estructurales que las mujeres más hemos sufrido a lo largo y ancho del planeta, a las cuales al feminismo por supuesto ha dado no solo explicación sino también respuesta a través del perfeccionamiento de tipos penales como el de femicidio o feminicidio, que tienen un amplio consenso regional, al menos en el caso de América Latina.

Esa intersección entre feminicidio y colonialismo, ¿cómo se articula?
A la hora de relacionar el feminicidio, una cara sexualizada del genocidio también, tenemos que hablar de cómo la política genocida ha operado en algunos lugares del planeta, por ejemplo en mi país, en Guatemala. A las mujeres no solamente se les configuró esa identidad de menos humanas que el hombre, sino que a las mujeres indígenas se les fabricó una identidad que tiene que ver con ser más asesinables que las mujeres mestizas y más asesinables por supuesto que las mujeres criollas de herencia española que se asentaron en el continente.

Es decir, los procesos de racialización de las mujeres inciden directamente en hacer unos determinados sujetos sociales más principales que otros. Esto lo vimos en el caso del conflicto armado más concretamente. Hubo un momento en el que, con Efraín Ríos Montt, en el año 1982, los homicidios de hombres descienden mientras que aumentan exponencialmente los asesinatos de mujeres. ¿Cómo se podría esto entender en un contexto de conflicto armado, regulado si se me permite el eufemismo, por el derecho de la guerra?

Es decir, en un conflicto armado convencional, los hombres matan a hombres o los hombres se enfrentan a otros hombres. ¿Cómo se podía entender entonces que fuesen las mujeres, que son población civil desarmada no combatiente, las principales víctimas de los asesinatos? Solamente se puede entender porque hubo una orden, una protocolización de la violencia contra las mujeres promovida desde el alto mando del Estado guatemalteco que dijo que había que arrancar al enemigo desde la semilla. Y desde la semilla significaba incluso extraer los fetos de los vientres de las mujeres y atravesar evidentemente los cuerpos de las mujeres porque el delito de genocidio no solamente es exterminar a la población, sino también impedir que se reproduzca. Atraviesa entonces todo genocidio los cuerpos de las mujeres, cuerpos que previamente han sido racializados y que por supuesto han sido concebidos como algo más asesinable y más prescindible para la sociedad.

El imaginario nos lleva a México cuando hablamos de feminicidios. ¿Es Ciudad Juárez el epicentro del feminicidio?
Hay varios factores que inciden en el hecho de focalizar Ciudad Juárez como la capital internacional del feminicidio. Una de las concepciones que tenemos que tener cercana para entender esto es empezar por que es una ciudad frontera con EE UU. Hay que tener en mente que México es Norteamérica y que la industria cinematográfica hizo un gran papel exportando a Ciudad Juárez como capital del feminicidio. Sin embargo, el Estado de Chihuahua no es el estado en el que más feminicidios se cometen, ni tampoco es México el país en el que más asesinatos de mujeres se cometen, sino que las tasas regionales de feminicidio las encabezan normalmente Guatemala, El Salvador y Colombia, no necesariamente en este orden.

Tenemos que redefinir el concepto de guerra, porque las guerras ya no son como antes sino que ahora se ceban contra la población civil desarmada no combatiente

Lo que vamos a encontrar en común en estos tres países es que son países, en el caso de Colombia de conflicto armado o, en el caso de El Salvador y Guatemala, de un pasado reciente de alta conflictividad armada. Y hay una guerra en México, pero no fue contra las drogas como dijo Felipe Calderón, sino contra las personas mexicanas. Esa guerra ha atravesado en todo momento los cuerpos de las mujeres. Yo sostengo que tenemos que redefinir el concepto de guerra, porque las guerras ya no son como antes, ya no son ese escenario en el que lo hombres tenían la deferencia de matarse murallas afuera de la ciudad. Las guerras se ceban contra la población civil desarmada no combatiente. Lo tuvimos en el conflicto armado en Guatemala, lo tuvimos en El Salvador,  lo estamos viviendo a día de hoy en Colombia. Y se sigue viviendo en México con la enorme cantidad no solo de violencia femicida sino también con otras violencias que están intrínsecamente vinculadas; la violencia sexual, la violencia por la cual las mujeres son desaparecidas y otras modalidades de violencia como la trata.

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A América Latina y a las feministas latinoamericanas se les debe en gran medida la conceptualización del término feminicidio. ¿Es el feminicidio una categoría propia de América Latina?
No, ninguna categoría que analice los asesinatos de mujeres puede pertenecer solo a una región, a pesar de que se haya madurado y de que haya un amplio consenso no solamente social sino jurídico respecto a qué es el feminicidio y qué tipo de delito es.

Yo creo que el feminicidio es recurrente en todo el mundo, que es una problemática histórica y que, además de eso, es también un concepto muy adecuado para nombrar los datos de mujeres del cual se están apropiado otras mujeres. Por ejemplo, Caddy Adzuba en el Congo habla de feminicidio y hay mujeres en Asia hablando también de una política mundial del asesinato de mujeres. Esto es de lo que hablábamos siempre las latinoamericanas al hablar de feminicidio, habiendo bebido evidentemente de las primeras fuentes, que fueron fuentes norteamericanas y que sin embargo no llegaron a aterrizar legalmente estos temas como sí se ha hecho en la región.

¿Se puede decir que es un crimen universal?
En mi opinión el feminicidio es un crimen universal y, de hecho, debería empezar a ascender en la categoría de crimen internacional. Los crímenes internacionales, como casi todas los conocemos, son el genocidio, la amplitud de los crímenes de lesa humanidad, los crímenes de guerra. Creo que hay que considerar el feminicidio como crimen internacional porque con esto conseguiríamos que fuera inamnistiable, imprescriptible y perseguible por el principio de jurisdicción universal allí donde se encuentre el perpetrador o las víctimas.

Si no defendemos la justicia universal, todas las mujeres en el mundo perdemos la posibilidad de que también asesinatos se puedan perseguir por esos principios en los cuales cualquier jurisdicción reclame la capacidad de juzgar los crímenes cuando los estados no puedan o no quieran hacerlo.

Conocemos más sobre crímenes que se perpetraron contra población con la que nos podemos sentir más identificadas, es decir, población blanca 

Cada año desaparecen miles de mujeres. Entre 1 y 3 millones de mujeres mueren de forma violenta y se ha llegado a hablar de que cada cierto tiempo se puede hablar de un holocausto contra las mujeres. ¿Te parece adecuado hablar de “holocausto”?
Cuando utilizamos el término holocausto lo que queremos es hacer un símil entre grandes crímenes contra la humanidad que sí han tenido la capacidad de conmover a la humanidad en su conjunto. El Holocausto es un escenario que se niega por muy pocas personas a día de hoy sin que esto pueda parece reprochable. La gran ventaja a día de hoy de realizar este tipo de comparaciones radica en entender por qué tipo de crímenes nos dolemos como humanidad. Por qué tipos de víctimas somos capaces de sentir dolor. 

Y siempre he hecho la comparación sobre cómo hemos llorado sistemáticamente a las víctimas del Holocausto pero no somos capaces de llorar otros holocaustos. Por ejemplo, conocemos muy poco sobre el genocidio maya, y conocemos mucho más en el mismo continente la dictadura en Argentina o la de Pinochet en Chile. Conocemos más sobre crímenes que se perpetraron contra población con la que nos podemos sentir más identificadas, es decir, población blanca. La población que fue asesinada en el genocidio en Ruanda o en el genocidio maya son un tipo de personas por las que no hemos podido sentir el mismo dolor social.

Cuando, como humanidad, comprendamos que los holocaustos deben ser llorados en la misma medida los unos y los otros, quizá podamos igualar a la población y no discriminar respecto al mismo dolor que sentimos. Las mujeres históricamente hemos sido las víctimas del genocidio sexualizado más antiguo que la humanidad ha podido experimentar y hemos sido las víctimas por las que menos se ha llorado. La humanidad no se ha dolido nunca en la medida en la que debería por el genocidio de mujeres.

Por eso defiendo el feminicidio como crimen internacional. A la hora de comprender el femicidio o feminicidio como un crimen internacional hay que llegar a la comprensión de que es un crimen contra la comunidad, contra un grupo comunitario, pero también contra la comunidad internacional en su conjunto. Un tipo de crimen que se perpetra contra el cuerpo político colectivo a través de los cuerpos individuales de las mujeres.

Dices que duelen más algunos asesinatos que otros. Hoy que el feminismo es mainstream, con gran potencial movilizador como hemos visto en las huelgas feministas, y que ha madurado el trabajo de feministas latinoamericanas feminicidio, ¿qué ha cambiado? ¿Hemos aprendido a dolernos por las víctimas del feminicidio?
No soy demasiado optimista respecto a que las grandes y masivas manifestaciones reflejen exactamente el dolor por la pérdida de vidas humanas femeninas todos los años. No lo soy porque creo que la mayor de las revoluciones que estamos viviendo como mujeres en el mundo no está ocurriendo en las calles ni masivamente, está ocurriendo en los espacios más microsociales, al interior de las casas y en las comunidades. Es en esos espacios comunitarios más microsociales donde se está viviendo la mayor revolución mundial, que es la verdadera y la gran revolución feminista.

Sin embargo, sí comparto el optimismo de que cada vez muchas más mujeres se unen y lo hacen públicamente sin el estigma que antes tenía ser feminista para rechazar las múltiples violencias contra las mujeres, y cada vez más es adecuado el uso del espacio público para las reivindicaciones feministas, incluso para mujeres que antes no lo sentían así porque pensaban que había otras reivindicaciones más urgentes.

Creo que las mujeres estamos por fin entendiendo que la lucha tiene que ser desde muchos frentes y esto se lo debemos en bastante medida al feminismo interseccional. La capacidad de comprender que las mujeres no sufrimos las mismas opresiones en todo el mundo, que sufrimos opresiones distintas que nos hacen no solo más violables sino también más asesinables, que hacen que seamos más fácilmente desaparecidas sin que incluso se nos busque, creo que eso solo ha podido venir de la mano de un análisis interseccional, de ese análisis de la imbricación de opresiones que dice que no solamente estamos perseguidas por el hecho de ser mujeres, sino que las mujeres pobres tienen menos posibilidades de ser lloradas por la comunidad. Que las mujeres indígenas, negras mestizas, tenemos menos posibilidades de ser consideradas sujetos de duelo social.

Mercedes Hernandez 2
Adilia de las Mercedes, directora de la Asociación de Mujeres de Guatemala AMG. Investigadora del feminicidio y la violencia sexual. David F. Sabadell

Esta violencia feminicida, ¿qué objetivo tiene?
Amedrentar a las mujeres. Creo que el objetivo de la violencia feminicida es mantener a las mujeres es un estado de terror. Sí, creo que existe el terrorismo machista y el terrorismo de Estado específico contra las mujeres, y creo que la posibilidad de mantenernos en un estado de terror constante es la única que tiene el sistema patriarcal para dar continuidad a su proyecto de dominación masculina.

Entre los países con las tasas más altas de feminicidios no veremos Europa o EE UU pero, ¿son también países donde se sufre esta violencia?
La violencia feminicida no es patrimonio de la India a través de la selección prenatal de niñas, ni tampoco es patrimonio de Ciudad Juárez ni lo es de El Salvador. El feminicidio está en todos los lugares del mundo y, en mi opinión, es directamente proporcional a la calidad de las democracias. La democracia puede tener enormes críticas, pero la perfección de la democracia tiene como indicador el nivel o no de violencia contra las mujeres. Creo que el hecho de que Europa haya avanzado enormemente respecto al combate y la lucha en materia de violencia contra las mujeres tiene que ver con la fortaleza de sus democracias y con la lucha incesante de las mujeres. También, evidentemente, con la lucha feminista, pero también con la idea de concebir unos espacios emancipatorios donde las mujeres puedan crecer y vivir en igualdad con los hombres.

Hablas del Estado, pero a la vez las feministas señaláis repetidamente a los estados como responsables de la violencia contra las mujeres...
La gran pregunta es cómo va a resolver el Estado crímenes que en algunos casos, por ejemplo en los conflictos armados, cometió de propia mano. Es el caso específico de la violencia feminicida y genocida, que se funden para exterminar a mujeres y niños en Guatemala, o contra las mujeres indígenas y afro en Colombia. No se puede tener una visión estatalista y no se puede apostar todo al Estado. El Estado es una persona jurídica y como tal hay que exigirle las responsabilidades que tiene. Pero el Estado está conformado, generalmente, por unas bases fundacionales que nacen de las discriminaciones múltiples, incluida la discriminación hacia las mujeres, con lo cual creo mucho más en la articulación paralela de estrategias múltiples que no depositen la responsabilidad en el Estado. Las mujeres a través del feminismo comunitario, a través del feminismo negro, nos han enseñado, ellas especialmente desde que tuvieron que comprar su libertad, que hay un proyecto emancipatorio que tiene más de tres siglos de existencia y tiene que ver con la opresión que las mujeres han vivido históricamente y con las resistencias históricas que las mujeres hemos implementado.

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Las resistencias de las mujeres son anteriores a la concepción misma del Estado, y creo que es a esa ancestralidad de las luchas de las mujeres por ese proyecto emancipatorio propio a la cual tenemos que abocarnos una y otra vez, convocar esa ancestralidad de las luchas históricas de las mujeres y no apostarlo únicamente todo por Estado, esa figura de tan reciente creación a la cual parecemos haberle dejado el designio total de quiénes somos y a quien, al parecer, hemos dejado la responsabilidad de que resuelva crímenes que incluso comete de propia mano.

El feminismo comunitario, los feminismos negros y las mujeres en general en el mundo hemos resistido a muchas opresiones masculinas y no lo hemos hecho de la mano del Estado. El Estado en todos los lugares del mundo y en todas sus formas está absolutamente en deuda con las mujeres. El camino, entonces, tiene que ser una estrategia de múltiple vía, no puede ser en una sola dirección, no puede ser solamente estatalista.

Pese a que existen tipos penales y leyes específicas, esta violencia no cesa. ¿Para qué sirven entonces estas leyes?
Hay que separar dos cuestiones, una es la adecuación de la ley y otra cosa es su cumplimiento. Cuando hablaba del perfeccionamiento de los estados, evidentemente hablo de la fortaleza de las instituciones. Redefinir, tipificar... es una parte de la solución. La otra parte es la implementación de esas leyes. Pero en estados crónicamente débiles con instituciones muy débiles, el cumplimiento de la ley es absolutamente imposible, y por eso tenemos que ir a las bases sociales.

La enorme impunidad del feminicidio no es jurídica, es social. La impunidad social es la que alimenta la impunidad jurídica, de hecho es es sociedad donde fabricamos a jueces con mentalidad de violadores, a jueces con mentalidades feminicidas, a forenses, a fiscales que después a pesar de tener el poder de transformar la realidad y de mirarla con mirada de género, no lo van a hacer porque tienen el mandato de la masculinidad tan presente que no es ni siquiera el conocimiento de la ley el que les va a permitir aportar a las luchas de las mujeres porque va a tirar muchísimo más toda la preconcepción que tienen de que la vida de las mujeres es menos valiosa que la de los hombres. En muchos casos no tenemos jueces imparciales, no podemos tenerlos. Un juez machista no podrá ser imparcial. La imparcialidad que se le exige a un tercero capaz de resolver un conflicto es inexistente porque el mandato de las masculinidad es infinitamente más fuerte.

¿Los conceptos de feminicidio y femicidio son aplicables en España?
España se ha caracterizado por pensar que innova siempre y que es pionera siempre y todo aquello que no se haya gestado acá o a lo que no se le haya puesto la marca España es difícilmente traído como una buena práctica, excepto si es traído desde el norte global. España tiende a mirar en otros países europeos o en EE UU, pero no en América Latina, que sigue siendo para España ese continente que es una extensión más de sus territorios. Creo que hay demasiadas resistencias y también una enorme incomprensión de qué es el feminicidio y el delito de feminicidio. Porque el delito de feminicidio no tiene que ver con el número de víctimas que son asesinadas sino con la intencionalidad con la cual se mata a una persona en este caso a una mujer.

España se ha caracterizado por pensar que innova siempre, y todo aquello a lo que no se le haya puesto la marca España es difícilmente considerado como una buena práctica
No solo hay una imposibilidad de que llueva de abajo hacia arriba sino, una incapacidad de escucha atenta y respetuosa y de un diálogo de iguales. España se ha caracterizado por tener un diálogo muy vertical, su tendencia es ir y enseñar a través de feministas del Estado español pero casi nunca las vemos como alumnas. Nosotras nos hemos leído sus libros, ellas no se han leído los nuestros, a veces porque no están escritos, porque esta posibilidad la tienen unas pocos privilegiadas. En el caso de las feministas racializadas que vivimos en el Estado español, mis compañeras siguen limpiando las casas de mujeres incluso feministas mientras ellas escriben, por lo que es poco probable que quieran escucharlas como maestras. La tradición oral, fruto de la experiencia de la colonia, es denostada siempre frente a la escrita. Ellas viven de sus libros, nosotras hablamos y estamos en diálogo permanente, y las experiencias institucionales así los demuestran.

El delito de femicidio o feminicidio congregó posiciones muy opuestas, pero generó grandes consensos, que van de la mano una tradición muy rica que es la de poder sentarnos y seguir hablando sin matarnos en la mitad del camino. Y sin hacer de la otra una enemiga como sí pasa en el Estado español con tantos debates a día de hoy.

Has hablado de redefinir el concepto de guerra porque no puede decirse que para las mujeres sean tiempos de paz. ¿No hay paz para las mujeres?
No. Creo que, con Katherine McKinnon, podemos afirmar que no ha habido tiempos de paz para las mujeres. Lo único que vivimos es una “ausencia de guerra”, lo entrecomillo porque es una ausencia de guerra tal y como la conocíamos antes. No creo que hoy haya paz para las mujeres, no la habido, no la hay y quiero confiar en que sí somos capaces de construirla y, sobre todo, que seamos capaces de empezar la en casa.

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6/2/2020 23:31

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