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Mientras, y tal y como se ha demostrado tras las elecciones andaluzas, hace tiempo ya que el neofascismo se estaba colando por la puerta de atrás. Desde el mitin de Vox en Vistalegre, que congregó a cerca de 10.000 personas, los medios de comunicación han seguido con especial atención cada acto de este partido, entonces sin ninguna representación en las instituciones. Simultáneamente, los chistes y las parodias sobre Vox han llenado las redes sociales, como si todo fuese una anécdota, un sainete protagonizado por un puñado de ultras que nunca llegarían a nada con sus discursos incendiarios.
Parece que hasta entonces la extrema derecha española estaba escondida en su caverna. Sin embargo, hace tiempo que está presente y se exhibe sin complejos, visitando platós de televisión, protagonizando actos violentos o promoviendo el boicot a obras de teatro, debates o actividades de los “enemigos de España”. En València, lamentablemente, nada de esto es nuevo, y cuando oímos eso de “el despertar del fascismo”, nos pinchan y no sangramos. Y aunque aquí son una minoría irrelevante a nivel electoral hasta ahora, pero muy ruidosa, impune y bien relacionada con el poder, los 12 diputados de VOX en Andalucía advierten que, por fin, la extrema derecha oculta ha encontrado la salida del túnel.
Según el CIS, entre el 80% y el 90% de las personas que se consideraban de extrema derecha votaban al PP
La irrupción de Vox en el Parlamento andaluz ha sacudido como nunca el escenario político de todo el Estado. Mientras las derechas observan como el discurso más radical funciona (a los originales más que a los que los emulan) y no hacen ascos a pactar con ellos, las izquierdas se preguntan qué han hecho mal. Y los medios, tras haber paseado por sus platós y redacciones a estos sujetos decenas de veces, siguen con el espectáculo hablando de sus audiencias durante la noche electoral y lamentándose porque han sido vetados por los mismos a los que han dado pábulo durante meses.
La extrema derecha española no acaba de llegar. Siempre ha estado aquí, acomodada en su mayor parte en el PP. Según datos del CIS, entre el 80% y el 90% de las personas que se consideraban de extrema derecha votaban al PP desde su fundación a finales de los años ‘80. El modelo catch all, que representaba hasta hoy el partido fundado por el exministro franquista Manuel Fraga, ha sido capaz durante 30 años de juntar bajo unas mismas siglas a la derecha cristiana, a la más moderada y a la extrema derecha. Pero el mérito no es solo suyo, sino compartido con otras opciones ultraderechistas incapaces de convencer, de unirse en una sola candidatura e inmersas en eternas batallas por el liderazgo. Vox no dice nada que otros partidos no hayan dicho antes. Le preceden España 2000, Democracia Nacional, Plataforma per Catalunya, Soluciona, y así hasta llegar al GIL o al partido de Mario Conde, cada uno de estos con sus particularidades y sus diferencias, obviamente. Derechas más o menos extremas con discursos aparentemente anti-establishment, trufados de xenofobia e islamofobia, defensores del neoliberalismo, del revisionismo histórico y con un marcado ultranacionalismo. Ahora, hasta el PP y Cs se han atrevido a cruzar esa línea que les permite autodefinirse como “políticamente incorrectos”, como si fuesen los nuevos punks.
El voto de Vox no responde a un solo factor. Han sido varios los astros que se han conjuntado para alumbrar este éxito inesperado pero imposible sin el papel que han jugado otros partidos, redes sociales y medios de comunicación. El triunfo de las diferentes extremas derechas en el resto de Europa, en Estados Unidos o en Brasil han supuesto una normalización de estas opciones. Si el resto del mundo lo hace, ¿porqué nosotros no? Media humanidad no puede ser imbécil si elige a líderes como Bolsonaro, Trump, Le Pen o Salvini. España no puede ser menos. Aunque cada caso es particular e incluso existen diferencias entre todos estos, hay varios puntos en común, y sobre todo, estrategias, que los han catapultado al estrellato.
Una de estas estrategias ha sido el hábil uso de las redes sociales que han hecho estos políticos, sus estrategas y sus seguidores. En el caso de Vox, las miles de piezas desinformativas de carácter xenófobo, irreverentes y sensacionalistas, han alimentado los prejuicios de un sector de la población que, aunque en parte ya estuviera contaminado con estas ideas, ha acabado todavía más convencido. Solo hay que darse un paseo por la web Caso Aislado, afín a Vox, para hacerse una idea de cómo se construye una realidad a medida que acaba colonizando las redes sociales sin ningún freno. Más aún cuando, hoy, gran parte de la población ni siquiera lee la prensa convencional y tan solo se informa a través de las redes sociales, donde abundan noticias de este tipo, que son reenviadas en masa vía Whatsapp, Facebook o Twitter. Y Caso Aislado no es precisamente lo que su nombre indica: existen decenas de webs con apariencia de medio de comunicación que son también laboratorios de la extrema derecha desde donde se disparan todo tipo de contenidos, a menudo incluso falsos, para reforzar todo tipo de prejuicios. Luego, un ejército de fieles tan solo debe compartirlos entre sus contactos, multiplicando así su difusión hasta llegar a ser incluso más leídos que los medios convencionales.
Alrededor del conflicto en Catalunya se ha afianzado un relato oficial por parte de la mayoría de los medios de comunicación y de políticos, que ha resultado especialmente cómodo para la extrema derecha. Ante un supuesto golpe de estado, un adoctrinamiento feroz, un asedio constante y casi un apocalipsis propiciado por el independentismo, todo está justificado. La prensa ha escondido la presencia de todo tipo de organizaciones de ultraderecha en las manifestaciones españolistas y en los comandos que retiran lazos amarillos y propaganda independentista. Pocas veces se ha explicado qué organizaciones participan de las multitudinarias marchas organizadas por Societat Civil Catalana (SCC), secundadas por PP, PSOE, Cs y hasta miembros históricos de Izquierda Unida como Francisco Frutos. Aunque las manifestaciones no pueden catalogarse como de extrema derecha, toda la ultraderecha española está presente en todas ellas. Como lo estuvo en la gestación de la misma SCC en 2014, tal y como lo demostró el fotoperiodista Jordi Borràs en su libro Desmuntant Societat Civil Catalana (Saldonar, 2015). Borràs nos recordó esta semana, en un articulo en Fotlipou, que el mismo Abascal estuvo en el acto fundacional de SCC en el Teatre Victòria de Barcelona en 2014, con foto incluida.
El cacareado “¡A por ellos!” dedicado a policías y guardias civiles para impedir el referéndum en Catalunya se ha convertido en un lema habitual de la extrema derechaLo que se conoce como “blanqueamiento del fascismo” lleva ya años pasando en varios medios de comunicación. Desde reportajes sobre dónde veranean los neonazis de Hogar Social Madrid, hasta entrevistas a conocidos fascistas que denuncian haber sido atacados “por llevar una bandera de España”. En Grecia, el líder del partido neonazi, Ilias Kasidiaris, protagonizó numerosos reportajes en revistas del corazón. En Italia, Salvini posó semidesnudo y sonriente en la portada de la revista Oggi. Y Marine Le Pen, por su parte, se merendó a Ana Pastor en su entrevista en El Objetivo. Demasiadas veces el periodismo no conoce a la extrema derecha, la encuentra divertida, irreverente, ridícula o simple, y acaba justamente picando el anzuelo. No son aficionados ni ignorantes, saben muy bien lo que hacen y cómo hacerlo. Y aunque en algunos casos se haya tratado de instrumentalizar para un “bien superior” o para reforzar un relato, la ultraderecha tiene vida propia, y la mayoría de veces no devuelve los favores.
Lejos de ‘despertar al fascismo’, el conflicto en Cataluña ha servido para que la ultraderecha se sienta cómoda con el relato oficial y se exhiba sin complejos. El cacareado “¡A por ellos!” dedicado a policías y guardias civiles que partían hacia Cataluña para impedir el referéndum en 2017 se ha convertido en un lema habitual de la extrema derecha en todos sus actos. Y no solo contra los independentistas. Los discursos de la nueva ultraderecha, desde Vox hasta los más veteranos, siempre disparan contra los mismos: separatistas, feministas, personas migrantes, musulmanes, izquierdistas y casta política, estos últimos cómplices de todos los demás.
La izquierda, por su parte, hace años que navega por aguas turbulentas. Mientras los barrios se llenan de casas de apuestas, los centros sociales cada vez son menos, las asociaciones de vecinos desaparecen poco a poco, y en su lugar, algunas veces, aparecen brotes de ira vecinal contra mezquitas, centros para personas migrantes o centros de menores. Casualmente, tras la mayoría de estos casos se destapa la presencia o incidencia de personajes u organizaciones de extrema derecha, que si ven la posibilidad de atizar el odio, la aprovechan. En numerosas ocasiones han sido otros vecinos quienes han puesto el freno a estas campañas de odio. También grupos antifascistas que saben perfectamente cuando la mano negra está pegando fuego al asunto. Pero en general no existe un movimiento con la fortaleza suficiente para hacer cambiar el marco que ya han instaurado los profesionales del odio. Por mucho que se hable con los vecinos, a las pocas horas estarán de nuevo en su casa consumiendo noticias que advierten de la temible avalancha de migrantes que acecha su pan y su casa. Y lo peor de todo es que no tienen porqué entrar a los portales de desinformación. Ese mismo relato lo reproducen demasiado a menudo los medios de comunicación convencionales o los políticos de turno que hoy se sorprenden de la llegada de Vox.
No existe un movimiento con la fortaleza suficiente para hacer cambiar el marco que ya han instaurado los profesionales del odioEn este sentido, también hay voces desde la izquierda que han responsabilizado a varios colectivos de haber fragmentado la lucha de clases en pequeñas luchas identitarias que solo han beneficiado a la extrema derecha y han desmovilizado a la izquierda. No parece que sea lo más idóneo empezar a navajazos en las redes sociales entre los que son odiados por igual por los fascistas, pero este debate lleva ya tiempo hirviendo en las redes sociales y era de esperar que hoy se busquen culpables. Reclamar derechos y autonomía desde estas luchas no tiene porqué estar reñido con la lucha de clases, ni tampoco criticar ciertas actitudes de determinados colectivos que a veces se muestran impermeables debería ser motivo de tan triste espectáculo. Todo es cuestión de sentarse y hablar, y todos estos colectivos están condenados a entenderse si quieren de verdad vencer a la ultraderecha. Porque cada uno será lo que será, pero en Auschwitz todos llevaban un traje a rayas.
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Es necesario en el poder Legislativoun partido a la izquierda de Podemos que muestre lo que es la ultra izquierda
El artículo es muy bueno, pero obvia la responsabilidad de la izquierda en la pérdida de votos, nada de autocrítica más allá de las luchas de poder, nada que decir sobre las campañas que hacen huir a la clase obrera porque o esa capacidad de hacer parecer tontos a los que no les votan, y sobre todo, el discurso panfletario de hay que combatir el fascismo porque no sabemos movilizarlos en las urnas. De mal en peor como no empiecen a cambiar de estrategia.
Bravo. Así se debe hacer. Así se debe decir. Sin miedo. Y que sepan los de Vox. Que hoy en día sigue vivo. Los Republicanos. Los Feministas. Los Sindicalistas. Los Izquierdistas. Y está vez serán vosotros que perderéis. Ya veréis. Parranda de asesinos y oscurantistas. Viva la prensa libre. Viva la democracia y la tolerancia. Abajo los falangistas. Los retrógradas.
Pues yo creo que es un mal análisis.
Señala algunos hechos que son ciertos, pero que no tienen el peso que el articulista les otorga, mientras omite otros, y la conclusión final está vacía.
Es cierto que los medios de comunicación le han dado a VOX un espacio informativo que no merecía - y que aún no merece- un partido que, incluso ahora, solo tiene representación parlamentaria en UN solo parlamento autonómico (donde son, no los primeros, ni los segundos, ni los terceros, sino los quintos), no gobierna en ningún lado, tiene 0 escaños en el Congreso. Lo de los medios de comunicación es verdad.
También es verdad que en el resto de Europa la ultraderecha es fortísima.
Pero es ahí precisamente donde comienzan las omisiones. Por que resulta que la ultraderecha en el resto de Europa es MUCHÍSIMO más potente que en España. Y ese dato también está ahí. Y merece formar parte del análisis.
Otra omisión es el dato que de la debilidad de la xenofobia en España. España es, por naturaleza, un lugar de inmigración y de emigración desde... bueno, desde siempre. Todas las familias, en mayor o menor medida, conocen la emigración y la inmigración. Nos es familiar. No existe en España una xenofobía comparable a la que hay ahora en lugares como Suecia, antaño una comunidad cerrada, que ahora por primera vez recibe un número significativo de inmigrantes, y de repente se vuelven todos ultraderechistas.
El papel de la xenofobia en el crecimiento - y digo "crecimiento" porque no se puede hablar de "victoria" ni de "avalancha"- de VOX es muy minoritario. Como es incluso más minoritario el papel de la homofobia (España es el país más gay friendly del planeta). Como es minoritario el tema del anti feminismo, por que muy poca gente vota por ese motivo....
Es cierto, y debe formar parte del análisis, que, siendo grupúsculos pequeños, si los juntas todos, al final tienes a una minoría de un tamaño respetable. Y si VOX ha conseguido recoger, si no todos, prácticamente todos los votos de todos esos grupúsculos. Por que no tenían ningún otro sitio a donde ir. Ni PP, ni mucho menos Cs, tienen ese discurso, y encima el primero ya ha gobernado, y - seamos sinceros- los gobiernos del PP no han sido muy distintos de los gobiernos del PSOE.
Y aquí nos encontramos con otra omisión: el mal uso que se ha hecho del término "fascista". Por que es verdad que se ha frivolizado mucho con el término. Y eso no lo han hecho los medios de comunicación, ni es culpa de países extranjeros. Eso lo ha hecho la izquierda española, a base de gritar "¡fascista!" a la mínima oportunidad, a la mínima divergencia.
Al final lo repiten tanto que el término "fascista" ya no significa nada. Y bien, ¿por qué no iba un votante de Cs o del PP a pasarse a VOX, si ya le vienen llamando "fascista" desde siempre?
La izquierda española ha hecho un uso pésimo de los conceptos. Pésimo. Términos como "conservador" (PP) o "neoliberal" (Cs) los descarta, como si careciesen de fuerza y contenido, para repetir ad nauseam "¡fascista!, ¡fascista!, ¡fascista!"...
Y bien, al final ha venido el lobo. ¿Quien creerá ahora al pastorcillo mentiroso?
Con todo, la gran omisión ni siquiera es esa. Lo que el artículo no tocado, por desconocimiento o cobardía, es el papel del separatismo catalán como gran caballo de Troya del derechismo.
El separatismo catalán ha conseguido que sea "normal" (?), e incluso "aceptable" (!!!), que un partido de izquierdas como ERC y uno anticapitalista como la CUP le regalen el poder al asquerosamente derechista PDCat.
Lo que ha hecho el separatismo catalán es inculcar la idea de que la izquierda ha muerto, y ya solo queda el nacionalismo, Que todo lo que significa la izquierda, todos sus principios, no son más que un adorno: algo bonito, sí, pero superfluo, que puede - y debe- ser sacrificado a los pies del derechismo, siempre que sea un derechismo nacionalista (como si hubiese algún derechismo que no lo fuese).
Es inimaginable que Podemos le facilite un gobierno a Cs o al PP. ¡Inimaginable! Pero el separatismo catalán no para de introducir la idea de que el odio es más fuerte que todo, y el nacionalismo es lo primero.
Y si bien los líderes de Podemos no estén infectados del odio que vierten los separatistas por doquier, ese veneno si va alcanzando a los votantes, entre los que va calando el mensaje del separatismo catalán d que la izquierda esta muerta, y todo lo importante es el nacionalismo.
Es las elecciones de Andalucia, aunque moleste reconocerlo, hay votantes de izquierdas que se han pasado a Cs y a VOX. Igual que en las últimas elecciones catalanes hubo gente del PSC que votó a Cs. Por que el mensaje del separatismo catalán de que la izquierda está muerta y/o es irrelevante ante el nacionalismo, va calando.
Por tanto, la mayor omisión en el análisis es el tremendo - mortal- error de la izquierda de atacar al nacionalismo español por ser español, y no por ser nacionalismo. Error que nos ha dejado una izquierda tan enferma que confunde con amigos a los mismos que la están asesinando: el nacionalismo catalán, el nacionalismo vasco, el nacionalismo gallego...
Lo cierto y verdad es que solo existe un nacionalismo, y es el mismo en todas partes. Los apellidos (gallego, español, catalán, vasco...) son solo el disfraz que utiliza para asesinar a la izquierda.
Totalmente de acuerdo, creo que has acertado más que el articulista.
Militante de Ciudadanos, ¿verdad?
Digamos que la izquierda española tampoco se ha esforzado mucho en afirmarse, mucho antes de la fiebre independentista ¿qué teníamos? un PSOE que se comportaba como un partido de derechas, y unos IU / Podemos con perpetuas guerras internas, y eso aseguró la buena salud de un PP que nunca ha defendido los derechos de sus votantes.
Pero vaya, supongo que es más fácil culpar a los nacionalistas catalanes por negarse a seguir tan nefasta político, el odio a los nacionalistas catalanes refuerza a la extrema derecha, refuerza al PP y C's, y mira, también refuerza tu discurso "de izquierdas".
De acuerdo contigo en todo menos cuando hablas de que todos los nacionalismosson iguales.
El nacionalismo español viene heredado del franquismo, y todo ello supone que sea un movimiento de derechas, conservador y católico (creo que todos sabemos la forma de pensar de los fachas).
A su vez, los nacionalismos independentistas de España, catalán, gallego y vasco, aunque en ellos tengan peso partidos de derechas como PDeCat o PNV, tambien tienen mucha importancia partidos considerados de izquierdas y antifranquistas, como ERC, las CUP y Bildu.
Mi enhorabuena al articulista. Es un buen diagnóstico de la situación actual y la que nos precede. Lo comparto en la práctica totalidad de los puntos. Y también asisto perplejo a la encarnecida lucha que se está generando sobre todo en redes sociales entre distintas reivindicaciones identitarias agrupándose en una suerte de dicotomía entre un problema de género y un problema de clase.
En mi opinión el debate debería ir orientado en otra dirección. La izquierda debería ser capaz de articular un discurso que logre traspasar la frontera de la identidad nacional, aunque no se caiga en un nacionalismo, y que, de alguna forma u otra, transmita un patriotismo sano, no xenófobo ni discriminatorio, sino inclusivo y tolerante. Lo más parecido a esto son las tímidas muestras de algunos miembros de Podemos que cada vez más nombran ''España'' o que ponen la bandera en algunos posts de facebook o en algunos tweets (dentro de poco los veremos con la bandera en la muñeca en forma de pulserita).
Uno de los motivos principales por los cuales mucha gente que antes votaba al PP y, por decirlo de esta manera, se ''conformaba'' con su discurso conservador pero no ultraderechista es, a mi juicio, la nulidad de un ''enemigo'' en el sentido más schmittiano. Ahora ese ''enemigo'', que además de ser el clásico, borroso y versátil ''inmigrante'' (término poco definido por estos sectores y que es capaz de aglutinar tanto a delincuentes comunes que vienen a robar como a expertos en derecho español que vienen a ''vivir de las ayudas'' con astutas artimañas legales), es el independentista catalán, al que se le ha denominado en el discurso más oficial desde ''golpista'' hasta ''fascista''. Esto acompañado de todo el relato de adoctrinamiento, odio a lo español, etcétera, que bien nombras en el artículo, ha generado algo así como una ofensa a los ciudadanos españoles ''de bien'', aquellos orgullosos de ser españoles y que ante lo poco que tienen al menos les queda la ''españolidad''.
En el fondo es una lucha de dos idearios, el del país en peligro y amenazado y el de los problemas políticos que no constituyen tal amenaza, que es muy difícil de conciliar.
"Mientras los barrios se llenan de casas de apuestas, los centros sociales cada vez son menos, las asociaciones de vecinos desaparecen poco a poco" (pot ser siga problema de les persones, pot ser, les persones no troven realment el seu propòsit, deixem de ser persones per a ser "objectes" i pot ser això les elits ho saben aprofitar molt be, com sempre han fet (religió, qualsevol opi per al poble... per a mantenir les vibracions energètiques del personal sempre ocupades, si no es amb por, restriccions i frustracions, amb individualisme i materialisme). CANVIEM EL MON, NO A SOLES A LA POLÍTICA, CAL TRANSFORMAR CONSCIENCIES!
Muchas gracias.
Para compensar y respirar un poco:
<A href="http://observalrededor.blogspot.com/2016/03/respuesta-legitima-las-agresiones.html>“Respuesta legítima” a las agresiones neonazis en Alcobendas y Sanse</A>
El atractivo de la novedad con viento de cola internacional es un factor no desdeñable para el auge de Vox.
Esta disrupción tiene que pasar varias etapas si pretende llegar a ser hegemónica. Hay que estar atentos a sus errores y a su pretensión de captar jovenes despistados.