Opinión
Plantar placas en lugar de árboles: historia de un proyecto extractivista en la Ribera Alta

Un mal día de mayo, sin apenas tiempo para interponer alegaciones, los vecinos de Montserrat amanecen con la noticia de que Kenergy Torrente Solar I SL. ha presentado la solicitud de autorización de implantación de una central fotovoltaica. En la finca Ninyerola, un suelo agrícola y forestal que forma parte del Plan de Ordenación y Recursos Naturales de l’Albufera (PORN). A menos de 50 metros del barranco de Ninyerola, lecho fluvial de alta sensibilidad ambiental sujeto a grandes oscilaciones de su cauce dependiendo de las lluvias estacionales. Esas lluvias que, como bien sabemos, en el clima mediterráneo son muy a menudo torrenciales. En un paraje que está dentro del área de influencia de los incendios que se sucedieron en 1996, 2013 y 2014 y, por lo tanto, protegidos de toda actividad incompatible con la regeneración de la cubierta vegetal durante el periodo que determine la legislación, en este caso, 30 años. Asimismo, según se argumenta en las alegaciones presentadas por el municipio y los vecinos, es un terreno de gran importancia en la recarga de acuíferos y no debemos olvidar que dichos terrenos se encuentran dentro de la cuenca hidrológica de la ya muy maltratada Albufera. También afecta a una zona rural municipal protegida desde el punto de vista forestal, paisajístico y medioambiental.
El estudio de impacto ambiental que presenta la empresa no cumple los requisitos mínimos establecidos por la ley y contiene graves defectos de forma y fondo como por ejemplo las inexistentes alternativas evaluadas y presentadas o un cálculo deficiente de los factores que inciden sobre la huella de carbono del proyecto. Por añadidura, el estudio de integración paisajística que la empresa aporta es totalmente insuficiente, puesto que no aclara los indicadores valorados ni adjunta una matriz objetiva de impactos que permita llegar a un juicio fundado de la alteración sobre el paisaje. De manera que las valoraciones que se hacen son absolutamente subjetivas y no reflejan el alcance real que tiene sobre ese bien inmaterial que es el paisaje y que forma parte de la memoria y la identidad de cada pueblo.
Esta central fotovoltaica, denominada Torrentenergy 1, es en toda regla un proyecto extractivista que incidirá en el régimen hidrológico de la comarca, multiplicando las escorrentías y la erosión del terreno y propiciando un efecto de isla de calor
Un proyecto demasiado cerca de demasiados vecinos, sin fin social, a espaldas de la participación vecinal y, no obstante, con enorme repercusión en sus vidas cotidianas. Esta central fotovoltaica, denominada Torrentenergy 1, es en toda regla un proyecto extractivista que incidirá en el régimen hidrológico de la comarca, multiplicando las escorrentías y la erosión del terreno y propiciando un efecto de isla de calor que hará invivibles y sofocantes los veranos. Un proyecto que robará las vistas y corromperá el paisaje circundante de todos los vecinos y vecinas.
Pero esto no termina aquí. Es común que las centrales fotovoltaicas nunca vengan solas, como las malas noticias. No es diferente en la Ribera Alta, del mismo modo que se proyecta una futura Torrentenergy 1, también está proyectada Torrentenergy 2, la tres y hasta la cuatro. Centrales que compartirán líneas de evacuación, subestación y otras infraestructuras. Un patrón que se ha repetido en Castilla y León, en Extremadura y en otros muchos lugares. Es una treta legal bien estudiada, se proyectan centrales con potencia nominal menor de 50 MW lo que permite a las empresas promotoras sortear la legislación estatal mucho más restrictiva que la autonómica.
No cabe duda de que, aunque se tramiten por separado, en la práctica estas instalaciones forman parte de un único conjunto de proyectos que ocuparán 368 hectáreas que englobarán las (futuras) plantas fotovoltaicas: Torrentenergy 1, Torrentenergy 2, Torrentenergy 3 y Torrentenergy 4, dos subestaciones y, por supuesto, una línea de evacuación aérea y subterránea de alta tensión (LASAT) de 132 kV hasta la subestación de ST Torrent (Valencia). La LASAT recorrerá unos 20 km atravesando los municipios de Turís, Montserrat, Picassent y Torrent. Es un macroproyecto en toda regla cuya evaluación debiera ser competencia del Estado. Es impensable creer que estas cuatro centrales puedan someterse a una evaluación de impacto ambiental justa y adecuada por separado, como si el territorio, la cuenca hídrica, la biodiversidad y las vidas de todos estos vecinos no estuviesen conectadas.
La transición energética, ¿va viento en popa?
En esta parte de mi texto es pertinente alejarse para ampliar el foco. Así les contaré que, al cierre de 2023, según el SISTEMA PRETOR, en España hemos alcanzado la cifra de 67.886 instalaciones fotovoltaicas. Asimismo, según el último informe del Sistema Eléctrico 2023, la capacidad instalada del parque generador en España se ha incrementado un 5,2 %, finalizando el año 2023 con 125.620 MW. El sector de las energías renovables, en especial la fotovoltaica, está creciendo tanto que en estos últimos meses el precio de la luz en algunas horas del día ha sido cero.
A la luz de estos datos, pudiera parecer que la tan manida transición energética va viento en popa, pero el editorial de la revista Energías Renovables en su número de junio nos saca del espejismo. Textualmente nos cuenta que “España importó el año pasado productos energéticos por valor de 63.479 millones de euros. Eso significa que cada hora del año 2023 hemos pagado (por el carbón, el petróleo y el gas que hemos importado) nada más y nada menos que 7,2 millones de euros”. Y añade -según el MITECO- que España ha consumido en el primer trimestre de 2024 más hidrocarburos (gasolinas, querosenos, gasóleos, fuelóleos) que en el mismo período de 2019. ¡Vaya! Parece que esa tan cacareada utilidad pública de todos estos proyectos fotovoltaicos no sirve para dejar de quemar petróleo.
Dicho de otra manera, si el sol o el viento fallan es necesario -y muy rápidamente- quemar gas o tirar agua dulce para que la red no se caiga.
Y por si esto no fuera lo suficientemente desalentador sepan ustedes que sostener un parque de energías renovables cuyas características intrínsecas son la inconstancia y la variabilidad requiere -que en espera- se tenga preparada la misma capacidad de generación disponible en centrales de ciclo combinado (o hidroeléctrica) porque de lo contrario, de no mantenerse la equivalencia entre oferta y demanda a cada instante la red eléctrica es susceptible de caídas y apagones que podrían alargarse por espacio de semanas. Dicho de otra manera, si el sol o el viento fallan es necesario -y muy rápidamente- quemar gas o tirar agua dulce para que la red no se caiga.
Hago aquí un inciso para contarles que así sucedió. El pasado miércoles 22 de mayo se produjo una situación de ausencia de generación disponible en la red eléctrica española sobre las 21:00. Justamente, según se analiza aquí, por la inconstancia de la eólica y justo cuando el sol se ponía, lo que llevó a que se aplicase, excepcionalmente, el mecanismo de gestión de la demanda conocido como SRAD. Un plan de respuesta activa de la demanda que permite desconectar de la red a grandes consumidores y que tiene por objeto prevenir el desajuste entre la generación y el consumo de electricidad.
Y por si todo esto fuera poco, este boom renovable que crece a ritmo de burbuja azuzada por los fondos europeos, no lo olvidemos, actualmente solo puede cubrir un 20% de la demanda de energía porque el grueso de nuestro consumo energético no es eléctrico. Un 80% del consumo de energía primaria corresponde al sistema de transporte, los altos hornos y la calefacción, sectores que dependen casi exclusivamente de quemar hidrocarburos.
Podemos afirmar que esta avalancha de solicitudes de plantas fotovoltaicas −de rentabilidad dudosa si no estuviesen subsidiadas por los fondos europeos− es pura especulación.
En un contexto de caída continua de la demanda de electricidad, podemos afirmar que esta avalancha de solicitudes de plantas fotovoltaicas −de rentabilidad dudosa si no estuviesen subsidiadas por los fondos europeos− es pura especulación. Un fenómeno de acaparamiento de tierras que se está reproduciendo por todo el planeta y que agrava la pobreza rural, la inseguridad alimentaria y la desigualdad en la distribución de la tierra expulsando a millares de personas de sus pueblos y sus hogares. Y que, además, refuerza las dinámicas que llevan a la extinción de la biodiversidad.
Se está hipotecando la soberanía alimentaria y la resiliencia de comarcas enteras y el hogar de miles de seres vivos con un crecimiento desnortado de la energía renovable, a salto de mata, sin planificación y transfiriendo capital público a manos privadas. Y todo ello a costa de fragilizar la red eléctrica lo que, perversamente, nos hace más dependientes -más aún si cabe- de las centrales de ciclo combinado.
Así que no, no nos hacen falta más centrales fotovoltaicas ni eólicas y menos sin una planificación previa que analice nuestras necesidades, porque por sí mismas no van a transformar la matriz energética de nuestros sistema socioeconómico. Si de verdad quisiéramos disminuir año tras año el consumo de hidrocarburos, la clave, la verdadera transición energética, empezaría por cuestionar la globalización, las redes de transporte internacionales atadas al petróleo, el comercio mundial y buena parte de la producción industrial más superflua.
Y, asimismo, en un reverso clarividente el impulso esencial estaría centrado en restaurar la naturaleza, en desarrollar un cambio radical y agroecológico de nuestro sistema alimentario. Puesto que el actual modelo agroindustrial es petrodependiente hasta la médula. Lo es en el uso de petroquímicos, lo es en la maquinaria pesada movida por motores de diésel y lo es, esencialmente, porque lo que comemos recorre miles y miles de kilómetros. Cualquier transición energética que sacara bien las cuentas no hipotecaría alegremente el potencial agrícola del territorio. Aquella vuelta a un mundo más local que reclamaban los movimientos antiglobalización en los 90, alcanza hoy todo su sentido.
Y para los defensores a ultranza de esa entelequia que es el coche eléctrico. Les recordaré que las baterías que los mueven se fabrican tras un complejo proceso industrial que requiere de grandes cantidades de energía y de materiales raros y escasos que recorren miles y miles de kilómetros. Y encima comparados con los coches de combustión tienen importantes limitaciones técnicas en su uso y en el deshecho. Y, sobre todo, dependen de minerales finitos cuya extracción se asienta en un reguero de injusticia, expolio y crueldad sobre los cuerpos de millones de personas que nacieron en el lado equivocado del mundo. De una vez por todas tenemos que aprehender que la sostenibilidad está encarnada en el núcleo de la justicia social. Y, si hay un vehículo susceptible de electrificarse, justo, sostenible y generalizable ese es el ferrocarril. El coche eléctrico, por otra parte, tendrá un papel cooperativo al servicio de la comunidad.
La respuesta vecinal ante el despliegue fotovoltaico
Finalmente, regreso a los vecinos de Montserrat y de la Ribera Alta, que organizados están presentando las alegaciones en contra de una evaluación favorable de impacto ambiental de estas centrales fotovoltaicas. En ellas argumentan con solvencia que el despliegue de las centrales convertirá las colinas en un despiadado mar de espejos que degradará el paisaje, la flora, la fauna y la calidad del suelo y que seguramente expulsará a muchos vecinos de sus hogares. La zona ya demasiado antropizada debería ser un corredor natural −y no de alta tensión− que comunicase la sierra de Martés con ese otro reducto de biodiversidad que es la Albufera.
Y aunque en Montserrat las pancartas en los balcones exigen: “las placas solares a los tejados”. Yo quisiera destacar que es más decisivo exigir la nacionalización del sector de la energía, un nuevo marco legislativo que nos asegure de que la generación, la distribución y la comercialización esté al servicio de los ciudadanos y concilie el bienestar social con la restauración de la naturaleza. Sin embargo, esto no es suficiente. Fracasamos y fracasaremos una y otra vez si no se reconoce que lo vital (en todo el amplio significado de esta palabra) es precisamente revocar el modelo productivo y que hacerlo significa, abjurar del crecimiento económico para iniciar un decrecimiento planificado, controlado e igualitario. Sin eso, sin un cambio de sistema socioeconómico, la transición energética solo será una oportunidad de negocio para unos pocos.
Relacionadas
Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.
Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!