Susana Martín Gijón: “Somos las mujeres las que nos seguimos ocupando de rescatar la historia de otras”

Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) nos lleva a la Granada del XVI de la mano de Sor Ana de Jesús en su última novela.
Susana Martin
Susana Martín Gijón

Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) nos lleva a la Granada del XVI de la mano de Sor Ana de Jesús en su última novela. Carmelitas Descalzas, la expulsión de la población morisca, Fray Juan de la Cruz, un cadáver en el convento y el bisturí como pluma para diseccionar los recovecos que unen la novela negra con la histórica.

No pierde el pulso la escritora sevillana: construye relatos con rigor exquisito sin perder de vista la posibilidad de hacer justicia. Esta vez nos acerca a Sor Ana de Jesús, la capitana de las prioras, un personaje histórico desconocido que protagoniza su última novela. Martín Gijón sabe que la literatura también es un puente para acercarnos a mujeres que la historia, interesadamente, ha decidido obviar y uniformizar. Y lo cierto es que, aunque existe en la conversación pública un interés por todo lo que tiene que ver con lo conventual, La Capitana (Alfaguara 2025) tira de un hilo que ya viene de La Babilonia 1580, su anterior novela. 

Vas de la Sevilla en 1580 a la Granada de 1585. ¿En qué momento quieres darle una historia propia a Sor Ana de Jesús?
Casi desde el principio, la verdad. Porque si yo no hubiera escrito primero La Babilonia no habría llegado a La Capitana, aunque sean novelas independientes que no tienen nada que ver. A raíz de las investigaciones en las Carmelitas Descalzas y en toda la reforma de Santa Teresa, de la que yo sabía muy poco, conozco a María de San José, la priora letrera. Me fascinó tanto por su pluma como por un talento que no ha llegado a nuestros días, aunque algunas académicas la citen y la hayan estudiado. Y digo académicas porque somos las mujeres las que nos seguimos ocupando de rescatar el talento y la historia de otras mujeres. La comparan con los grandes literatos del Siglo de Oro que estudiamos desde el Instituto. 

Este personaje me fascinó, no solamente por la calidad literaria que nos han cancelado, sino por la historia que tenía detrás. Por eso la metí como un personaje secundario de una historia que yo ya tenía en mi cabeza con las dos voces de Damiana y Carlina.  Pero al investigar ese mundo y conocer a la priora letrera doy con ese otro personaje que me fascina incluso más: la capitana de las prioras, Sor Ana de Jesús. Fue conquistando Europa con principios reformistas. Ella, prácticamente sola, con la reforma teresiana a las espaldas. Me indigna que estas historias no nos las hayan contado porque nos han distorsionado la historia y, al mismo tiempo, nos han quitado la posibilidad de tener referentes mujeres que hicieron gestas históricas al igual que las hicieron los hombres. Desde mi posición, la de  no ser una historiadora pero sí una humilde narradora de ficción, quería de alguna forma rescatar y visibilizar ese personaje.

Los conventos han sido el refugio de mujeres durante muchísimos siglos. No teníamos prácticamente otro lugar donde cultivarnos. Ahí han estado las vidas de muchas y nunca se les ha puesto el foco.

Luego descubro una Granada fascinante, un lugar en el que ella comenzó de alguna forma su periplo. Primero había sido priora en Beas de Segura (Jaén), pero donde funda por primera vez sin Santa Teresa es en Granada.  Lo sitúo como el comienzo porque luego ya irá fundando Madrid, París, Bruselas, etcétera. Sor Ana de Jesús me lleva a esa Granada que a mí me interesa muchísimo.

Sí que es cierto que lo conventual era otro de mis intereses por lo que comentabas: parece que se ha alineado todo para que hayan salido bastantes creadoras con el mundo de los conventos como centro. Ha pasado algo muy curioso, ahora que ya han pasado como casi dos meses desde que salió el libro, y es que no está siendo una promoción estática como otras, donde yo cuento y ya está, sino que toda esta ola de las monjas y del mundo conventual, ha ido cambiando y evolucionando desde que salió La Capitana. Lo hablaba con mi editora, que ya detectaba este interés por monjas que han sido personajes históricos. Para mí es algo totalmente normal, ya tocaba. Al final, los conventos han sido el refugio de las mujeres durante muchísimos siglos, de miles y miles de mujeres, el refugio intelectual. No teníamos prácticamente otro lugar donde cultivarnos. Pero también zona segura en muchos casos. Ahí han estado las vidas de muchas mujeres y nunca se les ha puesto el foco. 

Ahora que tenemos algo más de voz hemos empezado a hablar de estos temas, de la Monja Alférez, de Juana Inés de la Cruz (aunque ella sí que era un poco más conocida) y, en mi caso, de la capitana de las prioras y de la priora letrera.  De una serie de personajes históricos interesantes y, al mismo tiempo, de todo lo que había y se vivía dentro de esos conventos, de la diversidad de todas esas mujeres que en nuestro imaginario hemos tendido a uniformizar y verlas a todas por igual. 

¿Qué es lo que te sirve para crear? ¿Qué es lo que más te estimula de lo conventual para generar una historia, más allá del referente histórico? ¿De qué herramientas te sirves más?  
En la parte un poco más negra, de thriller o misterio, la verdad es que lo ponen fácil para mí. Al final están en clausura y es el juego más clásico: hay un muerto y, en principio, todas las que están aquí han tenido algo que ver. Así que todas se convierten en sospechosas y eso me permite mirar hacia cada una de ellas.  Lo que también me interesa de esa vida es la diversidad de las personas que vivían ahí: por qué circunstancias habían llegado. Por ejemplo, por ser la tercera hija y no poder casarla con una buena dote. Entonces la mandaban al convento, tuviera más o menos vocación. En esa época casi que no se podía no creer en la Iglesia Católica, pero de ahí a querer dar y consagrar la vida a Dios, casarse con Dios…  pues bueno, podía haber quien sí y podía haber quien no. 

A través de las 10 monjas que tenemos en La Capitana  se va viendo todo eso: la viuda cuyo marido ha muerto en Lepanto y a la que no le apetece volver a probar suerte y, entonces, de alguna forma, se refugia en ese convento; la que tiene esa vocación intelectual de la que hablábamos o la que busca ese refugio más seguro y otra forma de habitar el mundo que no sea la sumisión a un hombre, etc. Todo eso se puede ver ahí. Me gusta mucho la introspección en los personajes y en la mente humana, porque puedo ver todas esas relaciones de afecto, de desafectos, de complicidades. Sobre todo, quitar esa uniformidad, quitarle ese hábito y ese velo para ver a las personas que había dentro y jugar con eso. 

¿Cómo ha sido la labor de documentación? Porque a pesar de que es ficción, en los personajes y en la base hay un rigor histórico, ¿hasta dónde lo mantienes? ¿Cómo ha sido todo el proceso de investigación?
Soy bastante obsesiva con esto, lo reconozco. ¡Menos mal que me gusta la historia, me gusta el estudio y se me pasa el tiempo volando porque le echo muchas, muchas horas! Cuando empecé con La Capitana pensaba que iba a ser más sencillo, entre comillas, o más ágil que La Babilonia 1580 , con la que tardé dos años a tiempo completo.  Ya tenía el contexto histórico y tenía el lenguaje, que es algo que cuesta porque hay que leer mucho escrito del siglo XVI. Hay que hacer equilibrios con el lenguaje actual para que no pierda ritmo pero incluyendo el de esa época, lo que ayuda también a sumergirse. 

Cambio de Sevilla a Granada, ciudades totalmente opuestas en ese momento. Literariamente  me interesaba mucho, el gran esplendor que tenía Sevilla cuando, justo en la misma etapa histórica, me encuentro con todo lo contrario en Granada. Una crisis social y económica brutal que ha provocado la expulsión de población morisca del Reino de Granada o que el rey Felipe II retirase todo a la ciudad, que no quisiera saber nada de ella y que toda la inversión que se había hecho se perdiera. Eran ciudades totalmente diferentes.

Y luego está la gran responsabilidad de abordar estos personajes históricos reales. Se me ha ido mucho, mucho tiempo en leer sus biografías, leer los testimonios y todo lo que haya de la época. También de Juan Latino y del resto, pero especialmente de la Capitana y de San Juan de la Cruz. Leer sus cartas o cualquier cosa que me pudiera ayudar a conocerlos bien y ponerme en su lugar, porque al final es una responsabilidad y si lo hago, lo hago bien.  Tengo que saber cómo son físicamente, conocer el vínculo que ya tenían, cómo reaccionan  emocionalmente o toda la historia que tienen a sus espaldas, incluso la poesía mística de San Juan leerla. 

Y, por supuesto, patear mucho la ciudad para hacerme con ella. Ahí tenía una desventaja. A Sevilla la conocía muy bien, y aun así, me volví a vivir allí para la Babilonia. Estuve unos meses para andar a mi gusto y entrevistarme con personas expertas. Todo eso lo tuve que hacer en Granada de nuevas.  La Granada del siglo XVI la conozco superbién, La actual no tanto. Me faltan muchos barrios. He tenido que preguntar expertas que me han ayudado muchísimo, sobre todo profesoras de la Universidad de Granada. Y consultar archivos, por supuesto. Me he ido a fuentes primigenias cuando no encontraba otra cosa. He tenido que pedir ayuda para poder interpretar y saber qué estaba pasando con determinados personajes para enjaretar mi historia en base a los mimbres de la de la historia real y no ficcionar.  En la medida lo posible intento no permitirme licencias literarias del tipo “me gustaban mucho estos hechos pero pasaron en el 1589, entonces me los traigo aquí y luego pongo una nota” No. Estos son los mimbres que hay y con esto tengo que jugar.

Y tú has conocido el convento real.
Las antiguas casas del Gran Capitán fueron las que compró la propia capitana, después de pasar por un alquiler. Que la comunidad de Descalzas de Granada sigan hoy habitándola me parece algo muy bonito. Yo tenía la necesidad de conocer ese espacio, quería conocer a la sucesora de la priora, a la que hay ahora. Costó porque, como es normal, se protegen bastante del mundo exterior. Pero luego, una vez que ya comencé a hablar con ella, fue muy generosa y me ayudaron bastante a visualizar ese espacio.

¿Fue antes o después o durante la escritura?
Durante.

¿Cómo te influyó estar allí?¿Qué te trajiste de esa visita?
Me sentí muy agradecida y con más responsabilidad, con una carga más para hacer esto bien. Yo las ponía muy en situación porque a ellas les apetecía muchísimo que se conociera más la vida de Ana de Jesús, vida que ella se conocen de pe a pa, claro. Una de las monjas que está allí es, además, autora de una de sus biografías. 

He ido a fuentes primigenias para enjaretar mi historia en base a los mimbres de la de la historia real y no ficcionar. 

Yo las avisaba: "esto es un thriller, aquí muere gente”, “la voy a visibilizar pero tiene esta otra parte”.  Así que también tenía la intranquilidad de que algo no les pudiera gustar porque, bueno, ya sabes tú las cosas que yo hago en las novelas (risas). Quería que entendieran que las dos cosas eran posibles, el montar un thriller que fluya pero con otras pretensiones, como es la de la reparación histórica que da a conocer esa figura, ese mundo conventual y esa diversidad.

Es verdad que sobrevuela siempre la figura de Teresa de Jesús y su reforma, que de unos años a esta parte se ha conocido más. Pero Sor Ana de Jesús, con todo el trabajo que realizó, no tanto. ¿Por qué crees que siguen siendo estas figuras tan importantes en una época clave tan desconocidas? Novelas como la tuya pueden servir de entrada para suscitarnos curiosidad y seguir profundizando en la historia que desconocemos y que al final forma parte de la historia cercana, justamente en Granada. 

La gran mayoría, y he estado moviéndome en mundo de expertos e historiadores e historiadoras, de gente bastante cultivada, podríamos decir, no la conoce. Igual que Juan Latino se empieza a conocer por parte de gente interesada en la historia o en la literatura de la ciudad, a Ana de Jesús la conocen solo las personas que están en el mundo de las Carmelitas Descalzas. Tiene que ver con la mirada masculina que siempre ha puesto como protagonistas a los hombres y sigue siendo así. Se libraron muy pocas.  Santa Teresa se libró por lo que se libró, pero es uno de los pocos ejemplos que se ponen. Las restantes fueron borradas del mapa, fueran monjas o no lo fueran. Hubo muchas monjas que sobresalieron porque final tenían un poquito más de libertad, aunque parezca una contradicción porque estaban en clausura. Pero sí que la tenían para cultivarse o relacionarse. Ella, Sor Ana de Jesús, está relacionada con las personas más influyentes de la época, aunque sea a través de epístolas. Pero esto no ha interesado. 

También suma el hecho de todo lo que implicaba la reforma teresiana, por lo que fueron perseguidas. Al final estaban luchando por reducir privilegios a los más poderosos y por la mayor autonomía de las mujeres. Dos cosas muy incómodas que a toda costa había que perseguir y que, cuando ella fallece, había que borrar. Eso desde luego influyó mucho para que incluso no beatificaran a Sor Ana de Jesús.  El proceso se inició hace cuatro siglos. Algo totalmente anómalo que culminó en  2024, todavía con el Papa Francisco, que fue quien la beatificó.  Estaba inmersa en la novela cuando conocí a la priora actual gracias a una amiga historiadora. La primera vez no me dejó pasar ni al locutorio, pero ella estaba emocionadísima porque se iba a Bruselas a la beatificación. La Capitana murió en Bruselas, en el último convento que gobernó. Han tenido que pasar más de cuatrocientos años. Y aquí ha tenido mucho que ver que han intentado cancelar y entorpecer su beatificación precisamente porque molestaba y era incómoda. Estaba persiguiendo una igualdad que no se quería, igual que muchos sectores siguen sin quererla ahora.

Algo que hay en la novela es el toque de humor. ¿Cómo manejas esas claves? ¿Cómo lo trabajas para desactivar la tensión en algunos momentos?
Siempre intento hacer como escritora lo que a mí me gusta como lectora. Me gusta encontrarme el humor. Creo que cabe en cualquier narrativa y, desde luego, cabe en cualquier aspecto de la vida. Es más, es sano. Si estamos en una historia que no deja de tener sus momentos duros y tensos, una sonrisa aligera. Además, me parecía que lo propiciaba muy bien tanto Sor Ana como otros personajes.  Una mujer inteligente, determinada, con coraje… el humor suele venir muy de la mano de la inteligencia. Me la imagino con su ironía, con sus golpes y lo intentó retratar así. Creo que la novela siempre gana si tiene pinceladas de humor, que sean finas. Es difícil porque tienes que asegurar que saque la sonrisa siempre. Le pongo mucho mimo a esto porque me parece importante y, además, me divierte. Y creo que cuando una se divierte haciendo algo, hay más posibilidades de que al otro lado también llegue esa diversión.

Este es tu duodécimo libro. ¿Cómo ha sido tu evolución como escritora? ¿Cómo has sido tu proceso de crecimiento como profesional de la literatura?
Puede haber novelas que salgan un poco más redondas que otras, pero en términos generales sí veo claramente una evolución. Es lo esperable. Porque si una hace su trabajo cuando lleva diez años peor que cuando llevaba dos pues … mala cosa. Soy muy perfeccionista. Pero también el oficio y la dedicación hacen que tengas más herramientas, que todo esté más pulido y, por norma general, que crezcas en tu oficio y en su profesión. Luego ya los números irán por donde vayan, pero si una hace su trabajo con pasión y dando lo mejor debería ser la evolución natural. 

Parece que como mujeres siempre estamos en cuestión y siempre tenemos que seguir demostrando. 

Con las novelas históricas he notado un salto cualitativo por la obligación que yo misma me impongo. No es lo mismo narrar desde el aquí que narrar desde hace cuatro siglos con todo lo que eso conlleva, con un lenguaje diferente, con el contexto histórico y los equilibrios que hay que hacer para sumergir a las lectoras sin que se menoscabe el ritmo. Integrar primero en una misma todo ese lenguaje para luego integrarlo en el texto. Te obliga a crecer. Me siento contenta y satisfecha con estas dos novelas porque noto ese crecimiento y eso para mí es importante.

Eres Licenciada en Derecho y has tenido una trayectoria laboral, según se lee en tu web, bastante amplia.  ¿Ser escritora se nace o se hace? Porque hablando de todo el proceso de creación, cuidando el rigor, la investigación, se nota que eres una curranta: en menos de doce años tienes ya doce libros. ¿Siempre has querido ser escritora? 
Es verdad que soy curranta, me considero una hormiguita. Tengo claro que a mí nadie me ha regalado nada. De hecho, tengo claro que tengo que seguir demostrándolo cada vez, lo cual a veces es un poco agotador. Parece que como mujeres siempre estamos en cuestión y siempre tenemos que seguir demostrando. 

En cuanto si se nace o se hace no lo sé. Desde pequeñita he sido muy lectora porque las mujeres de mi familia así me lo han inspirado, tanto mi madre como mi abuela. Eran grandes lectoras, sobre todo mi madre, que hizo mucho trabajo de fomento lector entre sus hijos. Lo que sí hay que ser primero es lectora. Eso, siempre, si no mal vamos. He escrito desde siempre. No sé si hay una parte en la que tienes un talento o ciertas habilidades diferentes, pero, desde luego, hay que trabajarlas.  Cada novela tiene muchísimo trabajo para que salga lo mejor posible, que al final es lo más honesto con quien te va a leer.

No me iba a ir sin preguntarte por Camino Vargas. ¿Va a volver o quieres seguir un poquito más con la novela policíaca - histórica?
Quiero hacer las dos cosas porque las novelas de Camino Vargas o las novelas negras actuales me permiten ahondar en temas sociales que me preocupan. Es verdad que con las novelas históricas al final estás haciendo aflorar paralelismos y estás reflexionando sobre cuestiones comunes que están ahí y que nos siguen lastrando.  Pero no puedo hacer en ellas lo que he hecho, por ejemplo, con la saga de Camino Vargas: las maternidades y no maternidades, la reproducción asistida, la edición genética, el trato que le damos a los animales o todos los problemas de la crisis climática. Todo eso lo hago a través de la novela negra, la novela actual y eso a mí me da mucho. 

Por otro lado, la novela histórica también ofrece bastante y yo quiero hacer las dos cosas. Lo que no tengo claro es cuál va a ser el orden. Es cierto que me siguen pidiendo mucho a Camino. Quiero volver a las dos cosas porque cada una tiene su parte y estoy entre los dos mundos.  Hace unos días, me presentaba una escritora un acto y decía que había creado un nuevo género de novela negra: el de la novela negra que rescata a mujeres de la historia.  Qué bonito poder seguir teniendo esa posibilidad.   

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