Pensamiento
“La guerra es una poderosa herramienta para reconstituir el orden”

Entrevistamos a Sergio Bologna (Trieste, 1937), figura clave del movimiento operaista italiano.
Sergio Fontegher Bologna
Sergio Fontegher Bologna
Profesor de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. Investigador en Filosofía de la Universidad Pompeu Fabra
17 ene 2024 08:15

El pasado octubre, con ocasión del simposio internacional El centro y su extremismo: de la crisis de las “clases medias” al auge del autoritarismo, celebrado en el Centro Superior de Investigaciones Científicas, Sergio Fontegher Bologna (Trieste, 1937), figura clave del movimiento operaista italiano, visitó Madrid. Bologna, que participó activamente en las experiencias de la izquierda extraparlamentaria italiana de la época y animó algunas de las publicaciones más célebres —Quaderni Rossi, Classe operaia, La classe, Potere operaio o Primo Maggio—, es también un especialista de renombre en el ámbito de la logística y de la reflexión sobre las transformaciones en el mundo del trabajo. Aprovechamos la ocasión para hablar con él acerca de sus últimas publicaciones y de su trayectoria en general.

Con motivo de la muerte de Mario Tronti has escrito un obituario en el que su figura se ubicaba en el contexto de algunos fenómenos sociales más amplios. ¿Podrías hablarnos de qué significó Obreros y capital para el primer operaismo y en tu experiencia tanto intelectual como militante?
Cuando en Milán entré en contacto con el grupo de los camaradas de los Quaderni Rossi tenía muy poca experiencia política. En Trieste, durante mis dos primeros años de universidad, había participado en iniciativas contra los grupos estudiantiles fascistas junto a algunos compañeros inscritos en el PCI. Estaba inscrito en la Intesa, la organización de los estudiantes católicos, que había comenzado a colaborar con la UGI, organización laica con presencia de comunistas, socialistas, republicanos, liberales, etc. Pero no conocía los escritos de Marx.

Empecé a conocerlos en Milán, cuando hicimos las primeras lecturas colectivas en la «Comuna de los filosófos», un gran apartamento donde convivían algunos estudiantes de filosofía, todos alumnos de Enzo Paci. En estas lecturas colectivas participaban camaradas de Turín, en concreto Romano Alquati, que trabajaba en estrecho contacto con los obreros y los sindicalistas de la Fiat. Estos conocían bien la organización de fábrica y nos ayudaban a poner en relación el texto de Marx, en particular algunos capítulos del libro primero de El capital, con la realidad de los obreros. Así descubrimos la actualidad del pensamiento de Marx, lo que era más difícil para quienes se habían aproximado a él a través de la filosofía de Hegel o de las diferentes escuelas marxistas del siglo XX. No era cierto que leyésemos la realidad de la fábrica con las lentes del pensamiento marxiano. Al contrario, leíamos a Marx con los anteojos de la realidad de la fábrica. Se hacía mucho más comprensible, se entendía mejor qué parte de sus textos eran todavía actuales y cuáles no.

Estamos hablando de los años 1961-63 (el nº 1 de Quaderni Rossi aparece en septiembre de 1961). Operai e capitale aparece en 1966, pero ya en los números 2 y 3 de los Quaderni Rossi Tronti había anticipado algunas tesis fundamentales de su libro. Sin embargo, este resultaba más difícil de comprender, porque en él Tronti se refería no tanto al proceso de producción como al proceso de valorización, al «capital social», a partes de El capital de Marx con un grado de abstracción mucho mayor.

La gran conmoción se produjo con la traducción italiana de los Grundrisse, hecha por Enzo Grillo, un amigo de Tronti. Aquel texto abría nuevos horizontes, sobre todo acerca de la temática del general intelect. Era 1967, el año en el que estallan las grandes luchas estudiantiles en Berkeley. Se había producido la ruptura con Tronti. Yo había creado junto a Toni Negri y muchos otros la revista Classe Operaia, que había durado desde enero de 1964 hasta finales de 1966. Luego Tronti, Asor Rosa, Rita di Leo y otros habían vuelto al PCI y yo había continuado con Negri y Alquati el camino que nos llevaría a La Classe y a Potere Operaio (1969).

Pese a ello, siempre he considerado a Tronti como uno de mis maestros y, cuando hemos retomado el contacto, él ha mostrado mucho interés por mis estudios sobre el trabajo autónomo. Tras su muerte, además del texto breve que vosotros mencionáis, he escrito un recuerdo más largo en una revista alemana.

Pensamiento
Pensamiento Arranquemos a Tronti de las garras de los biempensantes
Una despedida a Mario Tronti, fallecido este mes de agosto, un referente del pensamiento pero también de la movilización y la protesta de la Italia de los años 60 y 70.

En tu Tre lezioni sulla storia (Mimesis, 2023) reconstruyes el oficio del historiador a partir de tu experiencia personal. Esta obra recorre tanto los debates y problemáticas clave en tu trayectoria intelectual como el papel que tu militancia ha tenido en esta. ¿Podrías decirnos cuáles eran los rasgos fundamentales de tu propuesta de una «historia militante»?
Elegí el oficio de historiador en el tercer año de universidad. Hay dos personas que han tenido una gran influencia sobre mi decisión: Enzo Collotti, el gran especialista italiano en historia de la Alemania contemporánea y Umberto Segre, docente de filosofía moral en la Università Statale di Milano. Segre había sido un antifascista militante, perseguido por el régimen. Era judío y había sufrido las persecuciones raciales, buena parte de su familia desapareció en el infierno de Auschwitz.

Aunque ambos tenían una concepción de la historia como disciplina muy ligada a las decisiones del presente, mi idea de la «historia militante» era mucho más radical: había madurado en los años del Autunno caldo [otoño caliente], de las grandes luchas obreras y estudiantiles, y de la primera aparición del terrorismo de Estado con el atentado de Piazza Fontana en Milán (12-12-1969). Historia militante quiere decir que es hecha con y para aquellos que se rebelan al dominio capitalista, donde son las problemáticas del presente las que plantean las preguntas al pasado. Así nació la revista Primo maggio en 1973. La clave del trabajo del historiador son las preguntas que se plantea cuando se dispone a explorar los archivos, las problemáticas que pretende afrontar, antes incluso del cómo las quiere afrontar. Había ejemplos que nos marcaban el camino, por ejemplo, Radical America, la revista dirigida por Paul y Mari Jo Buhle, nacida en 1967 en Madison (Wisconsin). Ellos decían que estaban buscando un usable past. De aquí, por ejemplo, nació nuestro interés por la historia del International Workers of the World (IWW), la organización de inspiración anarcosindicalista a la que han contribuido algunos emigrados italianos en Estados Unidos durante los primeros veinte años del siglo pasado.

¿Podrías hablarnos un poco del fenómeno de la Public History? ¿Cuáles son sus rasgos fundamentales? En qué medida la Public History puede ser considerada una heredera de la historia militante?
No creo que la Public History pueda ser considerada heredera de la historia militante. No hay duda de que esta nace en la segunda mitad de los años setenta como un movimiento, como una corriente cultural difundida en ambientes no académicos. Un movimiento que expresa «una necesidad de historia» de los excluidos y, en este sentido, presenta algunas afinidades con la historia militante que necesitaba de muchos «historiadores descalzos», en particular aquellos que trabajaban con las fuentes orales.

Sin embargo, al mismo tiempo, nace como exigencia del mundo académico para aumentar el número de cátedras de historia. Por tanto, nace con esta ambigüedad que la llevará a convertirse en un lobby académico. Es interesante que el título de la revista que de algún modo representa su órgano oficial, no sea Public History, sino The Public Historian. No se trata de un método historiográfico, sino de una figura profesional. La profesión del public historian se define cada vez más por los nichos de mercado a los que se dirige y, al mismo tiempo, va perdiendo su «compromiso civil», se convierte en elemento del entertainment, del espectáculo. Esto no tiene nada que ver con la historia militante.

Los trabajadores autónomos, especialmente los freelance y los knowledge workers, suelen desarrollar una fuerte tendencia al individualismo que les lleva a perder el sentido de la solidaridad con sus compañeros.

En cambio, resiste (y en algunos casos incluso prevalece) el segundo filón, aquel que se define como momento educativo de una comunidad, que busca, a través del uso de las redes sociales y de las nuevas tecnologías, construir la narración mediante la cual una comunidad se reconoce. En conclusión podemos decir que existen afinidades entre la historia militante y la PH, sobre todo en el hecho de que son concebidas como operaciones que viven en el espacio público, en la Öffentlichkeit [opinión pública], en el debate público. No obstante, la historia militante es un producto de las luchas sociales. Una cierta PH es un producto del mercado.

En el libro hablas de que tu trabajo como director de Primo Maggio te permitió descubrir un ámbito de estudio tan peculiar como el transporte de mercancías, y del modo en el que esto te ha ayudado en tu reconversión como consultor en el sector logístico. Además de ayudarte a «descubrir» el sector, ¿de qué manera tu formación como historiador te ha permitido tener una aproximación a la logística —o al fenómeno del trabajo autónomo— diferente de la mirada meramente técnica?
Todo fue muy simple. Uno de los puntos clave de la revista Primo Maggio era la encuesta obrera, hecha según el método de la co-investigación, en el que tanto el historiador como el testigo construye juntos las preguntas y las respuestas. En 1977 conocimos a los trabajadores del puerto de Génova, los estibadores, llamados «camalli» en el argot. Son trabajadores intermitentes con una larga tradición organizativa en el movimiento obrero. Ellos nos permitieron conocer el mundo del shipping y del comercio marítimo internacional. Así empezamos a estudiar aquel mundo y sus tecnologías, especialmente el transporte mediante el container. Nosotros, por otro lado, les ofrecimos todas nuestras relaciones culturales y políticas, tanto en Italia como en el extranjero, hablamos de ellos en los periódicos amigos (p. ej. en Il Manifesto) y les pusimos en contacto con el mundo de la comunicación alternativa. Mediante mis relaciones con Alemania les vinculamos con los estibadores de Hamburgo, de Rotterdam, de Aarhus y de Liverpool, mientras que ellos toman contacto directamente con la Coordinadora española de Barcelona. Comenzamos con las encuestas también con otros sectores de transportes: camioneros, mozos de almacén, etc. Pedí entonces a mis estudiantes que realizasen tesis de Laurea sobre estos temas y de este modo conseguí dominar la problemática.

Los últimos años de enseñanza los paso en Brema, ciudad de antiguas tradiciones del shipping, sede de la asociación logística alemana, considerada la líder mundial. Mientras estoy en Alemania, la universidad italiana me suspende de la enseñanza (son los años en los que Toni Negri y algunos miembros de nuestro Instituto universitario son encarcelados). Me desplazo a París y entro en contacto con una red de investigadores muy cualificados sobre transportes de mercancías y logística. Son ellos quienes me darán los primeros trabajos de investigación retribuidos sobre intermodalidad y logística.

Cuando vuelvo a Italia, tras tres años en el extranjero, decido hacer de mis competencias en la materia una nueva profesión, la de investigador-consultor. Así comienzo mi actividad de trabajador autónomo y muy pronto me doy cuenta de que se trata de una forma de trabajar muy diferente a la del trabajo asalariado. Mis estudios sobre el trabajo autónomo de segunda generación, que aparecen entre 1991 y 1997, son el resultado de un autoanálisis. Estos obtuvieron inmediatamente una notable atención de los iuslaboristas, mientras que fueron ignorados por los sociólogos del trabajo. En 2005-2006 entro en contacto con un grupo de personas que habían fundado el año anterior la Associazione dei freelance, ACTA. Aporto mi vieja experiencia de militante operaista y me ocupo de los contactos internacionales, con lo que nos convertimos en organización hermana de la Freelancers Union de los Estados Unidos. ACTA es reconocida por las instituciones y elabora el Estatuto del trabajo autónomo, que se aprueba por ley durante el gobierno Renzi, en 2015.

Pensamiento
Despedida Antonio Negri, vencedor
Toni se ponía del lado de los explotados, de los marginados, de quienes no tienen capacidad de expresarse, pero nunca trató de educarles ni de guiarles, sino de ayudarles a reconocer su potencial.

Desde mediados de los años 80, tras tu expulsión de la universidad y tu incorporación al sector de la consultoría, centras tus investigaciones en lo que a veces has llamado «economía política del trabajo autónomo» de segunda generación. Creemos que uno de los aspectos más interesantes del análisis de esta nueva «clase social» es su desvinculación del sistema tradicional de solidaridad objetiva, tanto en el plano simbólico (las facturas como no-salario) como en el jurídico (su reconocimiento legal como empresa individual). ¿Cuáles son las consecuencias de esta situación?
Los trabajadores autónomos, especialmente los freelance y los knowledge workers, suelen desarrollar una fuerte tendencia al individualismo que les lleva a perder el sentido de la solidaridad con sus compañeros. Esto se debe a dos razones. La primera es la ideología y la propaganda neoliberal, que hacen del mercado un bien supremo. En el mercado tiene que haber la máxima competencia posible, por lo que tu compañero, que también es autónomo, pasa a ser tu competidor. No vas a solidarizarte nunca con él, ni siquiera a nivel corporativo. Compartirás frustraciones, pero no intereses. La segunda razón se debe a que la Unión Europea, hasta hace unos meses, consideraba a los autónomos como empresas, es decir, sujetos que ya no pertenecen al orden simbólico del trabajo; sujetos que no se sienten 'trabajadores' sino 'empresarios de sí mismos' y, por tanto, sujetos que rechazan las formas organizativas 'sindicales' por una razón subjetiva: se sienten ajenos a las costumbres, cultura y formas de representación 'obreras'. Pero hay también una razón jurídica, que es que la propia Unión Europea, hasta hace también pocos meses, consideraba la contratación colectiva de los trabajadores autónomos una forma de distorsión del mercado, sujeta a las normas antimonopolio.

Creo que es necesario, por tanto, un intenso trabajo cultural que convenza a estos trabajadores autónomos de que son, como los demás, trabajadores explotados. O bueno: más bien ciudadanos de segunda, porque no tienen la misma cobertura sanitaria, asistencial y de seguridad social que los trabajadores por cuenta ajena.

En uno de tus últimos estudios sobre el trabajo autónomo, centrado en los sectores audiovisual y editorial y en la influencia de la digitalización (Dietro le quinte. Indagine sul lavoro autonomo nell'audiovisivo e nell'editoria libraria, Fondazione Giacomo Brodoloni, 2022; coescrito con Anna Soru), analizas —como ya habías hecho en otros textos— la nueva experiencia del espacio y del tiempo en estos trabajadores. Se trata, en resumen, de un contexto de dispersión y fragmentación socio-temporal radicales. ¿Cómo repercute esto a nivel subjetivo? Y, en el plano político, ¿cómo se construye una política comunista en tiempos de pérdida de la «centralidad político-jurídica de la gran fábrica» que definía al fordismo?
Para nosotros era especialmente importante reconocer el papel cada vez más preocupante que desempeñan los poderes económico-financieros y tecnológicos (como Netflix, Amazon Prime, etc.). Nuestras tesis se confirmaron, por ejemplo, cuando los trabajadores del Writers Guild of America (WGA) se declararon en huelga este verano en Estados Unidos. Una huelga memorable, de más de tres meses, que paralizó las producciones televisivas y cinematográficas y a la que se sumaron los actores de Hollywood de SAGA. Una huelga, también, contra las nuevas tecnologías en un sector donde la sustitución del ser humano por la máquina no viene dada por la robótica (es decir, por objetos incorpóreos) sino por la explotación del propio cuerpo, por la reproductibilidad del cuerpo del actor. Tenía muchas ganas de hacer esta investigación para comprender mejor las condiciones de trabajo de mi hija y de todos sus amigos, que están sometidos a horarios extremadamente largos cuando trabajan para la televisión. Las jornadas laborales de catorce horas (de 8 a 22) se consideran normales. Quería saber qué se podía hacer para protegerlos, qué podía hacer nuestra asociación, ACTA para mejorar su situación, porque el sindicato ni está ni se lo espera. En el cine, la situación es algo mejor, porque hay contratos sindicales que protegen a ciertos profesionales. ¿Una política «comunista»? Me ha hecho gracia, hasta cierto punto. De lo que aquí se trata es de reintroducir principios elementales del respeto a los derechos fundamentales del trabajador consagrados en la Constitución.

¿Qué conseguimos? Conseguimos dar una pequeña sacudida al mundo de los trabajadores del sector audiovisual y movilizar también a los trabajadores del mundo del espectáculo en vivo (teatro, música), que no habían trabajado durante los dos años de la pandemia. También conseguimos que los trabajadores del sector audiovisual comprendieran el significado y la importancia de la huelga de la WGA. Pero nada más. Ciertamente hubo una toma de conciencia, pero aún no ha dado resultados visibles.

Si el operaismo nos ha enseñado algo es que los rasgos específicos del capitalismo en cada época se «revelan» a partir de ciertos conflictos.

El conflicto en el sector editorial se planteó de una forma completamente distinta. Aquí partimos de una ventaja: había un grupo de colaboradores externos de las editoriales que ya se habían autoorganizado y habían organizado algunas protestas. Cuando descubrieron ACTA, se unieron y ahora forman una sección con bastante autonomía, que se llama Redacta. En general, Redacta está intentando poner en marcha las primeras acciones de negociación colectiva de los autónomos, aprovechando las nuevas directrices de la Unión Europea que, por fin, están yendo más allá de la absurda legislación antimonopolio. Lo que intentamos es hacer entender a los burócratas de Bruselas que deben avanzar en este camino y que la negociación colectiva debe ser libre para todos, no sólo para quienes trabajan en plataformas.

Hay, por así decirlo, una hipótesis en este y otros textos sobre la relación proporcional entre la regulación jurídica del trabajo y la organización o resistencia obrera. Es decir, en aquellos sectores con condiciones de trabajo codificadas, reconocidas y reconocibles, la organización y respuesta de los trabajadores suele ser más amplia en un sentido cuantitativo y —quizás— son más «intensas» en un sentido cualitativo. ¿Qué puedes decirnos al respecto a partir de tu experiencia política?
Creo que esta visión ha quedado obsoleta. Hoy en día, regular ya no implica gobernar los procesos que la financiarización de la economía y la globalización han puesto en marcha. Para nosotros, el mundo del trabajo se dividía en dos: estaban los que tenían contratos de trabajo estándar e indefinidos y los que tenían contratos no estándar, como los trabajadores fijos y los precarios. Esto ya no es así. Los llamados «empleos» de la gig economy ya no se corresponden con la noción de «trabajo» (travail, Arbeit), que hacía referencia a un medio de supervivencia, a un estatus social, a una identidad, a una relación social. No es, sin más, «precariedad». Es no-trabajo. Igual que los aeropuertos son no-lugares. Pero el mundo del trabajo fijo, del trabajo estándar, también ha cambiado. En Milán tenemos un excelente Observatorio del Mercado de Trabajo que consigue contabilizar los flujos de empleo. Gracias a ello sabemos que la inmensa mayoría de los trabajadores contratados con contratos indefinidos cambian de empleo al cabo de 18 meses. En otras palabras, el llamado «empleo fijo», el que debería durar toda la vida, dura como mucho un año y medio. Esto se debe a los continuos procesos de fusión, absorción, deslocalización, venta de unidades de negocio, etc., que provocan la financiarización y la globalización. Si pensamos en el empleo en las administraciones públicas, por ejemplo, donde el trabajo estándar era la norma, vemos que aumentan los contratos a tiempo parcial, de duración determinada y, sobre todo, la externalización. El Estado externaliza cada vez más sus servicios, es su forma —hipócrita— de privatizar.

En este contexto, está claro que incluso el tipo de conflicto que había caracterizado la era de la regulación es un arma poco contundente, especialmente en un periodo de alta inflación. ¿Qué características tendrá el conflicto social del futuro? En mi opinión, la única forma de conflicto que me parece tener un contenido «futurible» es la que vimos en Francia contra la reforma de las pensiones. Porque el tema de las pensiones fue sólo la chispa de una lucha intergeneracional que exigía algo más —mucho más—, porque buscaba un cambio radical del modelo de vida.

Si el operaismo nos ha enseñado algo es que los rasgos específicos del capitalismo en cada época se «revelan» a partir de ciertos conflictos. Así ocurrió con las huelgas del automóvil en los años 30 y 60, con las luchas de los estibadores contra la contenedorización o con las de los teamsters (1) contra los sistemas logísticos «hub-and-spoke». Tratar de entender el capitalismo analizando solamente sus sistemas organizativos, como se hizo durante la Segunda y la Tercera Internacional (convencidos de que la caída tendencial de la tasa de ganancia y las contradicciones dentro del capital llevarían al colapso del sistema) fue un verdadero retroceso respecto al pensamiento de Marx. He repetido muchas veces que la peor desgracia que le ocurrió a Marx fueron los marxistas

Tampoco tiene sentido, respecto a lo anterior, caer en la tentación de establecer un vínculo directamente proporcional entre crisis del capital y movilización obrera. Entre 1973-1974 escribes varios textos sobre Marx, la teoría de las crisis capitalistas y la movilización obrera, textos de gran relevancia para el desarrollo crítico del operaísmo. En uno de estos escritos dices que «la inflación es un arma privilegiada contra el rechazo al trabajo». Cincuenta años después, la crisis y la inflación vuelven a estar presentes. ¿Constituye esto, en tu opinión, un impedimento para la movilización social?
Sí y no. Como acabo de comentar, los desequilibrios estrictamente económicos tienen hoy una importancia relativa. En términos de movilización clásica, el fenómeno de la inflación ha ejercido, por una parte, un poder disuasorio. Pero, por otra, ha provocado una dinámica de conflictos. Pensemos en la huelga de la UAW contra los tres Grandes del automóvil en Estados Unidos, o en la huelga de los estibadores alemanes en julio, la primera en 41 años. La pandemia también tuvo este doble efecto: por un lado, bloqueó las movilizaciones (aunque sólo fuera por el miedo a los contagios), pero, por otro, puso tan al límite a ciertas categorías de profesionales (pensemos en el espectáculo en vivo) que forzó a algunos grupos de trabajadores a unirse por primera vez. La pandemia sacó al mundo de los ritmos de la vida cotidiana. Quizá fue el motor de la llamada Gran Resignación. Pero poco después vino la guerra en Ucrania, y hoy la guerra en Israel y Palestina. La guerra es una poderosa herramienta para reconstituir el orden. Es un acontecimiento que hace que la civilización retroceda varios siglos. El efecto combinado de pandemia e inflación ha sido sublimado por el contraefecto de la guerra. Yo tenía tres años cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, y siete cuando viví los bombardeos que dejaron centenares de muertos en mi barrio. Mi memoria nació con esos traumas. Recuerdo perfectamente ciertos detalles de aquellos meses de 1944 o de mayo de 1945, cuando los partisanos yugoslavos de Tito entraron en Trieste. En cambio, me cuesta recordar qué hice exactamente ayer en Madrid.

Desde el bloqueo del Canal de Suez en 2021 hasta los problemas actuales en Canal de Panamá, debidos a la falta de lluvias en la región y a la disminución en la profundidad del canal, vemos como el mundo de la logística —y en particular el del transporte marítimo— atraviesa una profunda crisis. ¿Crees que se puede hablar del final de la capacidad de la logística para racionalizar el sistema de distribución de la globalización neoliberal o la consideras más bien como una crisis transitoria? En relación con la crisis ecológica y la dificultad para mover grandes cargueros de forma sostenible, ¿se vislumbra un retorno a economías regionales más restringidas y vinculadas a las limitaciones en la infraestructura global del transporte de mercancías?
Concluyamos con la logística, sector al que he dedicado los últimos 35 años de mi vida profesional y en el que sigo activo como presidente de la Associazione Imprenditoriale Operatori Marittimi (AIOM) del puerto de Trieste. Yo no veo en absoluto esta crisis de la logística. Entendida como forma de organización de la movilidad de mercancías, esta sigue siendo un componente insustituible del capitalismo globalizado. Ha habido una crisis de las infraestructuras pero, como todo lo que se refiere a los artefactos, resulta fácilmente superable.

No existe crisis de una infraestructura que no sea también crisis de alguna otra cosa, por ejemplo del mercado de trabajo. Cuando, durante al pandemia, los barcos debían esperar durante semanas antes de entrar en los puertos de la costa oeste de los Estados Unidos, esto se debía básicamente a las restricciones en la organización del trabajo en los puertos y a la falta de camioneros (fenómeno presente en todo el mundo). Es decir, en parte a los contagios y en parte al Gran Rechazo, esto es, al hecho de que en ciertas profesiones la explotación de la fuerza de trabajo ha llegado a tal punto que la gente ya no consigue resistir ni desde el punto de vista físico ni desde el punto de vista nervioso. En relación a esto deben recordarse los terribles sufrimientos padecidos durante la pandemia por la tripulación de los cargueros, constreñidos a estar meses y meses sin tocar un puerto, en barcos detenidos a la espera de que alguien les llevase de comer y agua para beber. Debe recordarse que los marineros se embarcan durante periodos de seis meses/un año, de forma que pueden soportar la vida a bordo, pero que esto ocurre solo en las mejores compañías, ya que hay cientos que no respetan esta regla y tienen a bordo a la misma tripulación incluso durante años, limitándose quizás a cambiar al comandante y a algún oficial.

No existe crisis de una infraestructura que no sea también crisis de alguna otra cosa, por ejemplo del mercado de trabajo.

Las compañías de transporte marítimo de container han hecho beneficios excepcionales durante la pandemia, como la Mediterranean Shipping Company (MSC) de Ginebra, propiedad de una familia italiana. Ha acumulado de este modo una liquidez impresionante que le permite ahora adquirir grandes empresas de transporte y logística (como los trenes de alta velocidad de la marca Italo en Italia o como el sector de mercancías de la RENFE) y al mismo tiempo encargar decenas de nuevos cargueros de las máximas dimensiones.

En cuanto a la ecología, el llamado gigantismo naval, que permite poner en servicio naves de más de 400 metros de largo y 60 metros de ancho, puede tener consecuencias devastadoras sobre el medio ambiente, aunque emplee carburantes de nuevo tipo. Este es el caso de la ampliación del Canal de Suez, que permite al Estado Egipcio ganar más con los peajes. El efecto secundario de esta ampliación ha sido la afluencia de agua más caliente desde el Mar Rojo al Mediterráneo, cuyas aguas en algunas zonas y en ciertos momentos han alcanzado incluso los 30 grados. Esto significa la destrucción de uno de los ecosistemas más extraordinarios del planeta a causa del ansia de beneficio de algún capitalista particular. Un beneficio, por cierto, para nada asegurado, porque si un barco de 24 mil TEU no se llena al menos en un 80% corre el riesgo de perder dinero con el transporte. Y las perspectivas futuras del tráfico internacional, con las guerras en curso, no son para nada positivas. Actualmente algunos grandes puertos europeos acusan pérdidas de tráfico de dos cifras, los container que se acumulan en los muelles están vacíos incluso en un 30% o 40%. Recordemos que con el estallido de la Segunda Guerra Mundial el comercio internacional descendió a los niveles de 1914. Hoy, con el aumento del proteccionismo en muchos países, la tendencia es la de una contracción del tráfico.

La logística cambiará ciertos parámetros organizativos: el llamado just-in-time, la exacerbada reducción de tiempos de circulación, el objetivo del stock cero, sufrirán modificaciones, ciertos parámetros de costes serán sustituidos por otros. Pero las ideas que fundamentan la disciplina seguirán siendo constitutivas de cualquier proceso económico en el futuro próximo. Debo decir honestamente que yo he tenido grandes satisfacciones trabajando en este ambiente, donde he tenido la suerte de encontrar gran profesionalidad y competencias de alto nivel, pero en los últimos años me he dedicado sobre todo a las condiciones de la fuerza de trabajo en un sector, el de los transportes, con grandes tradiciones de luchas sindicales, y que me había interesado desde los tiempos de la revista Primo Maggio (1973).

NOTA (1): Camioneros sindicados en la International Brotherhood of Teamsters, sindicato histórico que cuenta con una de las cifras de afiliados más altas de Norteamérica.

Sobre este blog
La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.

En este blog trataremos de entender los acontecimientos del presente surcando –en ocasiones a contracorriente– la historia de la filosofía, con el objetivo de poner al descubierto los mecanismos que utiliza el poder para evitar cualquier tipo de cambio o de alternativa en la sociedad. Pero también de producir lo que Deleuze llamó líneas de fuga, movimientos concretos tanto del presente como del pasado que, escapando del espacio de influencia del poder, trazan caminos hacia otros mundos posibles.
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