Sindicalismo social
Posverdad sindical: muchos pies en las instituciones y pocos en las calles

Ana Martínez Serrano. Jurista.
24 jul 2023 15:49

Hemos observado la confirmación de la estrategia política en la que gira el “nuevo” espacio político liderado por Yolanda Díaz: un nuevo contrato social basado en el diálogo entre la patronal y las dos grandes centrales sindicales, CCOO y UGT; apostando por una concentración empresarial, que posibilite una mayor implantación de los sindicatos, y la participación de las personas trabajadoras en la empresa.

El modelo sindical en el Estado español regulado en la Ley orgánica 11/1985 de Libertad Sindical, instaura un modelo sindical determinado por la representatividad sindical mediante  elecciones sindicales, constituyéndose comités de empresas cuando se ocupen a cincuenta o más personas. Aquellos centros de trabajo que ocupen a  menos de cincuenta y más de diez personas corresponderá la representación a los delegados de personal , también podrá haber un delegado de personal , si así lo decidieran las trabajadoras por mayoría, cuando se ocupen entre seis y diez personas, pero en la práctica esto supone que no  existan representantes sindicales en pequeñas y medianas empresas. Asimismo  cuando se alcanza una audiencia electoral del 10% a nivel estatal y un 15% en el ámbito autonómico (requiriéndose en este supuesto un mínimo de 1.500 representantes) se obtiene un reconocimiento institucional de los sindicatos, integrándose en diferentes estructuras administrativas, lo que ha supuesto un control del conflicto laboral y la gobernabilidad de las grandes centrales sindicales. Esta integración en el Estado bajo un marco de políticas neoliberales  basadas en la  desregulación del mercado de trabajo ha ido limitando el margen de maniobra de los sindicatos, que han encontrado en la concertación, su  fuente de poder, y de financiación.

El actual proceso inflacionario, y la emergencia eco-social han desencadenado luchas sociales en todo el mundo, destacando las luchas de los últimos años en India, o las recientes huelgas en Reino Unido, Francia y Alemania. Frente a la realidad sindical del aumento de la conflictividad social de países de nuestro entorno, la máxima de los grandes agentes sociales españoles ha sido la renuncia a demandas en aras del fortalecimiento de un gobierno del “progreso”. Tampoco podemos obviar que CCOO Y UGT no han impulsado las grandes victorias socio-sindicales de los sectores más precarios de los últimos años como la laboralidad de los “riders”, no siendo una demanda central, o la ratificación del Convenio 189 de la OIT del Trabajo Doméstico, impulsada por la sentencia del TJUE C-389/20 de Febrero 2022, con el acceso a la prestación por desempleo de las trabajadoras domésticas.

La estrategia sindical de diálogo social no ha ofrecido soluciones a los grandes problemas y demandas sociales de los últimos años .Tampoco ha servido en un sentido defensivo, como veto a dinámicas más agresivas de la patronal, que han puesto de manifiesto las dificultades sindicales para garantizar los derechos socio-laborales y evitar la involución social. Por mucho que lo vendan como victoria, la asunción de las políticas neoliberales del abaratamiento de los despidos, aumento de la edad de jubilación y la pérdida de requisitos para realizar despidos colectivos, no pueden asumirse y ser integradas en el marco de la reforma laboral más progresista de la historia.

Lo dicho pone de manifiesto la necesidad de independencia política y organizativa del sindicalismo en relación a las estrategias político institucionales de los partidos políticos. La potencia de las luchas y la posibilidad de victorias no pueden quedar relegadas a una estrategia de instrumentalización en función de la situación electoral de cada momento.

Por otro lado la nueva estrategia de “democratizar las empresas” a través del poder sindical  se reivindica como  previa a modelos de economía social y democracia económica, equiparando procesos llamados de “cogestión” con propuestas autogestión y contrapoder.  Es un hecho, que una reivindicación histórica del movimiento obrero es el aumento de la partición y control en la toma de decisiones empresariales, así como un adecuado  acceso a la información económico-financiera como parte de la función representativas. Pero esto es una cuestión, y otra es la construcción de las llamadas aristocracias obreras, es decir, institucionalizar las diferencias y privilegiar a representantes unitarios que formen parte de consejos de administración y otros órganos similares, frente al resto de trabajadores y trabajadoras.

A su vez, con la llamada uberización de la economía la negociación colectiva está muy debilitada y hay una gran proporción de trabajadoras y trabajadores que no está cubiertos por convenios.  Hay enormes diferencias entre sectores y empresas, principalmente industriales con una gran capacidad de acción, con unos porcentajes de sindicación fuertes y sectores terciarios y de cuidados más precarizados y con muy poca capacidad de acción sindical.

El sindicalismo se enfrenta a grandes retos, algunos los viene arrastrando tiempo, la desregulación, la creciente flexibilización de los tiempos de trabajo, la pérdida de la capacidad adquisitiva, la explotación laboral, principalmente en relación con personas migrantes y sectores feminizados, así como la emergencia eco-social y su adaptación.

 No hay soluciones simples ni fórmulas mágicas, pero si hay una premisa de la que partir para la transformación social: no puede existir una integración de intereses con la patronal, sólo hay salida desde una estrategia propia como clase trabajadora.

Otra cuestión sine qua non es que los sindicatos necesitan constituir un horizonte comunitario: salir del ámbito únicamente formal de las relaciones laborales, constituir una agenda común con movimientos sociales, entender que el espacio de actuación es mucho más amplio y que trasciende de los centros laborales. No hay que renunciar a las luchas parciales aunque si  ampliar la mirada, y no entender la acción sindical en términos de rentabilidad.

No será fácil, no sobra tiempo, pero la supervivencia de sindicatos de clase requiere nuevas estrategias organizativas, desarrollo de marcos culturales e ideológicos que favorezcan la acción colectiva y sólo así estaremos preparadas  para revertir décadas de derrotas.

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