¿Os acordáis de nuestras proclamas cuando salimos a la calle? «Trabajo a destajo, ¡vete al carajo! ¡Contratos parciales, pa´ tus familiares!»
Pues eso, los contratos parciales nos están sometiendo a la pobreza y a la dependencia económica y por desgracia, en muchos casos, atadas a maltratadores y a la violencia machista. Esa violencia se transmite a los hijos e hijas. Sufrimos violencia vicaria por los descendientes varones y a las hijas las lastramos de por vida con vínculos traumáticos.
Las consecuencias de la precariedad son crueles y perversas.
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