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Tecnología
COVID-1984, ¿vigilando al virus o a la sociedad?
Debido al confinamiento mundial y la creación de nuevos paradigmas, las grandes tecnológicas no son ajenas y ya estamos oyendo el “ofrecimiento” de empresas como Google o Apple, que mediante sus sistemas móviles de Android y iPhone rastrearán ubicaciones mediante GPS para detectar posibles contagios. En numerosas ocasiones, no se cuenta con las autoridades sanitarias para este ejercicio de presunto altruismo, sin saber las consecuencias de un rastreo global. Diversos colectivos preocupados por la privacidad y la soberanía tecnológica han respondido con informes advirtiendo de los derroteros que puede llevar estas prácticas que, poco a poco, se asientan en nuestro día a día.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) sigue haciendo las mismas recomendaciones que desde el principio: hay que lavarse las manos a menudo, evitar el contacto con otras personas (el distanciamiento social) y la realización generalizada de tests a la población. A pesar de lo que la organización líder recomienda, poco después de que se estableciese que la crisis del COVID-19 fuese declarada como pandemia, la oleada tecnosolucionista, aquella que encuentra una solución tecnológica a cada problema, no tardó en hacerse notar. NOYB, el grupo activista austriaco liderado por Max Schrems, está realizando un mapeado de las aplicaciones que han promovido para combatir la pandemia (también existen este y este). Pero la pregunta que surge es: estas tecnologías, ¿vigilan al virus, o a los pacientes?
Elige (si puedes): tu teléfono o Telefónica
Las aplicaciones que se están desarrollando son para fines diversos: las que ayudan a auto-evaluarse, como la reciente propuesta del Gobierno español, las diseñadas para hacer que se cumpla el confinamiento y las que buscan trazar los contactos entre personas (contact tracing). Éstas últimas, que son las potencialmente más invasivas, se dividen fundamentalmente en dos tipos: las que usan los datos de posicionamiento de GPS, que las compañías telefónicas poseen, y las que usan bluetooth. Las primeras intentan ver los posibles movimientos entre dos personas y crean mapas más o menos anonimizados (la agencia de protección de datos de los Países Bajos ya ha dicho que los datos de localización no pueden ser anonimizados) de los movimientos de personas. Las de bluetooth, en su mejores versiones, se rigen por conexiones de un teléfono a otro sin que haya ninguna centralización de datos. En definitiva, en unas la persona usuaria puede controlar, hasta cierto punto, cómo y cuándo se procesan los datos personales, y en otras cedemos el control a una compañía privada que cede los datos a un gobierno su uso y disfrute. Simplificando al extremo, las opciones de aplicaciones de trazado se dividen en las que tu teléfono tiene el control, y en las que Telefónica tiene el control.
Si bien las basadas en GPS son menos exactas, los datos están a mano de los gobiernos y las empresas de telecomunicaciones están encantadas de poder dar esos datos ahora para poder justificar otros usos como el marketing ultra-personalizado, principalmente. El peligro es que, si bien en teoría los datos se agregan y se publican de forma anonimizadas (en cuadrículas de centenares de metros cuadrados, por ejemplo, en vez de casa por casa), no está claro si esa anonimización es posible. Si no lo es, el consentimiento de la ciudadanía para ser objeto de estas soluciones tecnológicas, puesto que estamos hablando de datos ultrasensibles, es esencial. Al contrario, las que se basan en el trazado de dispositivos bluetooth, sí albergan los datos localmente y con todas las garantías -datos cifrado-, pueden ser más protectoras de la privacidad. El problema de estas últimas surge con que algunos expertos apuntan a que necesitaríamos que el 75% de la población las usase para ser efectivas.
¿Vigilancia o barbarie?
La OMS, a través del Dr. Michael Ryan, epidemiólogo y experto en salud pública, ha dicho en dos ocasiones cómo la protección de datos es esencial en esta pandemia y que no podemos abusar esta crisis para ir más allá de las libertades fundamentales. La sociedad civil, desde muy temprano, se posicionó para que las soluciones a la pandemia que usen tecnología y que limiten los derechos fundamentales deban ser necesarias y proporcionales. El grupo Chaos Computer Club (CCC), en Alemania, un referente en cuanto a tecnología y libertades se refiere, ha publicado unas recomendaciones sobre las aplicaciones de trazado. Según CCC, estas aplicaciones deben tener la privacidad por defecto y por diseño, ser decentralizadas, de uso voluntario y ser transparentes y verificables. La Fundación Europea de Software Libre (FSFE) aboga por que, por razones de eficiencia, seguridad y solidaridad, las aplicaciones elaboradas con dinero público sean de código abierto.
Coronavirus
Datos y privacidad en tiempos del covid19
No es evidente hasta qué punto muchas de estas tecnologías son necesarias para combatir la pandemia. Son las autoridades y profesionales de la sanidad quienes deben decir qué datos necesitan. Una vez sepamos esto con claridad, la decisión de usar aplicaciones que requieran localización exacta para que la policía controle que estás en casa hasta aquellas que te alerten a ti, y a nadie más, que has pasado junto a alguien con la infección. La decisión sobre usar una u otra es política, no técnica. Dependiendo de las decisiones que se tomen para combatir esta pandemia, veremos si al final controlamos la expansión de futuros virus, o si la controlada es la sociedad.