Opinión socias
El papel de Europa en la encrucijada bélica mundial y en la política internacional de Trump

Europa y el resto de países demócratas deben liderar la lucha contra los imperialismos y las ideologías autoritarias que quieren imponerse en la política mundial.
Von der Leyen y Netanyahu
Ursula Von der Leyen y Benjamin Netanyahu, el 13 de octubre de 2023.
30 mar 2025 07:00

El mundo se encuentra en una de sus peores encrucijadas, y lo peor es que cada día nos desayunamos con peores noticias relacionadas con los principales conflictos bélicos que amenazan la paz mundial, especialmente desde que Trump ha irrumpido en ellos como un elefante en una cacharrería.

Por un lado, la guerra entre Rusia y Ucrania que devino tras el comienzo de la invasión rusa del territorio ucraniano el 24 de febrero de 2022, y, por otro, el genocidio de Israel en Gaza, que comenzó con un ataque bélico continuado y total a Gaza por parte de Israel como venganza por los horribles crímenes terroristas de Hamás el 7 de octubre de 2023.

Hagamos un rápido repaso de la cronología geopolítica de infarto que alimenta los momentos prebélicos que vivimos en Europa, y su relación con la política de Trump. En el primer caso, hace poco más de un mes, a Rusia le estaba costando terminar su invasión y someter definitivamente a Ucrania, aunque las cosas tampoco pintaban bien para Ucrania (que, en su favor, contaba con la ocupación de la provincia rusa de Kursk desde agosto). En el segundo, Hamás y el Gobierno israelí habían llegado a una tregua. En los dos casos, la llegada de Trump con sus zarpazos geopolíticos y geoeconómicos ha trastocado totalmente la situación, favoreciendo mayores pérdidas y humillaciones para las naciones ocupadas.

Del origen y evolución de ambos conflictos he hablado anteriormente en los artículos Algunas reflexiones sobre Gaza y la cuestionable posición que adopta Israel para defender su política bélica, De nuevo el victimismo nacionalista de quien detenta el poder genera una guerra en Europa (I) y El régimen de extrema derecha de Putin tiene su base en la defensa de una identidad rusa euroasiática tradicionalista y excluyente.

Respecto a la destrucción de Gaza, se estima que los ataques israelíes han matado a más de 50.000 gazatíes y herido a más de 113.000 (cifras del 23 de marzo según Ministerio de salud de Gaza). Por otro lado, la cifra de víctimas mortales israelíes ronda los 1.700 y los heridos superan los 14.000.

La tregua que se consiguió a mediados de enero se ha roto hace escasos días. Primero se volvió a impedir el paso de la ayuda humanitaria a Gaza y después se lanzaron nuevos bombardeos indiscriminados que han acabado con la vida de cientos de gazatíes (más de 634) y herido gravemente a otros muchos. La mayoría habían vuelto al norte de la franja a malvivir entre millones de escombros para recuperar su tierra y reconstruir su país. Otros seguían en el sur. Los ataques a Israel de Hamás y de los hutíes de Yemen no se han hecho esperar, el daño es mínimo y no se mencionan víctimas.

Esta tregua fue consecuencia de las arduas negociaciones entre el gobierno de Biden y el de Netanyahu, justo antes de que Trump subiera al poder. Pero la llegada de éste al poder, su apoyo incondicional a la limpieza étnica de Netanyahu, su propuesta de expulsar a dos millones de gazatíes, su apuesta por la explotación conjunta del territorio de Gaza (recuérdese el obsceno vídeo que lo recrea), su continuo rearme de Israel, y, por último, su exigencia de la entrega inmediata de todos los rehenes israelíes, prevista para siguientes fases, ha hecho que Netanyahu se sienta respaldado para romper la tregua, como siempre, justificándolo desde su condición de víctima, y la consideración de que su masacre a Gaza, que incluye ataques a civiles, niños, personal de la UNWRA, personal médico, periodistas internacionales, etc., es una forma legítima de defensa para acabar con Hamás. Cosa que cuestionamos mucha gente, no antisemita, y la propia Corte Penal Internacional que quiere juzgarlo.

En lo que respecta a la guerra en Ucrania, diremos que Trump se ha hecho eco del relato de Putin, ha llamado dictador a Zelenski, y ha propuesto una agenda para terminar la guerra en la que se erige en juez y parte. Su propuesta pasa por la posibilidad de suspender la ayuda militar de su país a Ucrania, y su derecho a obtener recursos minerales (tierras raras) ucranianos en compensación por la ayuda estadounidense previa. En una reunión con Zelenski en la Casa Blanca, que terminó en sonada ruptura, Trump le humilló y culpó de alentar una tercera guerra mundial. A posteriori, tras congelar EEUU el suministro de información de inteligencia a Ucrania durante días, lo cual perjudicó gravemente a ésta, los diplomáticos de ambos países reanudaron las relaciones, manteniendo dicha ayuda y la cesión de recursos minerales ucranianos, sin que por ello EEUU garantice la seguridad de Ucrania.

Lo siguiente fue la llamada entre Trump y Putin, quienes pactaron una tregua parcial de 30 días por la que Moscú no atacaría infraestructuras energéticas de Ucrania, pero las peticiones de Putin han ido a mayores. Después hubo una conversación telefónica entre Trump y Zelenski, sin bronca, dónde Trump informó de dicha tregua y aprovechó para pedir el control de la energía nuclear ucraniana. El gobierno de Trump y el de Putin, volvieron a hablar en Arabía Saudí de la necesidad de la tregua a infraestructuras energéticas acordada y alcanzaron un acuerdo de tregua en el mar Negro. Hay que decir que dichas treguas no se están cumpliendo.

La Unión Europea (UE), no invitada a estas conversaciones que han de seguir, ha manifestado que está dispuesta a seguir apoyando a Ucrania (salvo la Hungría de V. Orban) e incluso permitir que los países miembros usen los fondos de cohesión para aumentar su potencia miliar. Pues lo que ha quedado evidente tras estos movimientos de Trump, y su exigencia de que los europeos aumenten su gasto militar, es que, hoy por hoy, la UE o Europa en general no tiene capacidad de intervención en conflictos que la atañen por su inexistente poder militar autónomo y común. Se ha reconocido que el papel de EEUU en la defensa de Ucrania es imprescindible, pues Europa no tiene la inteligencia, los satélites de comunicación, y los disuasores nucleares necesarios para impedir un avance ruso en Ucrania, ni lo que pueda venir después. Por ello, el primer ministro británico, Starmer, junto con Macron, líderes de países con cierta potencia nuclear, están liderando una serie de encuentros con los máximos representantes de la UE, la OTAN, y otros países europeos y extraeuropeos (Canadá, Nueva Zelanda...) para organizar una propuesta de fuerza multinacional de apoyo a Ucrania (MFU), una coalición de países dispuestos, que pueda garantizar, si se consigue el alto al fuego, que Ucrania cuente con la ayuda militar y las tropas necesarias para que Putin respete el alto al fuego. Starmer avisa de que la ayuda de EEUU sería necesaria, pero todos sabemos de la volatilidad de Trump, que incluso amenaza con sacar a su país de la OTAN. Por eso debemos funcionar lo más autónomamente posible, pues no tenemos ninguna garantía de tenerlo como aliado. Si algo ha quedado claro es que el gobierno de Trump es profundamente antieuropeo.

Lo último, resumiendo mucho pues ha sucedido tras la conclusión de la primera versión de este largo artículo, ocurrió el 27 de marzo, en una cumbre en París donde Macrón y Starmer han informado de la constitución de unas fuerzas de garantía compuesta por varios países europeos que se desplegarían en Ucrania una vez que se consiguiera un acuerdo de paz con Rusia. Antes una misión francobritánica viajará a Ucrania para evaluar las posibilidades de la citada fuerza de paz. En todo ello, afirman que les gustaría seguir contando con el apoyo de EEUU. Por su parte, la UE ha instado a los europeos a tener un kit de supervivencia, por si se produjera una agresión armada, así como a seguir con las sanciones a Rusia, y a ampliar la ayuda a Ucrania.

En España, el tema se está complicando ante el anuncio de Mark Rutte, secretario general de la OTAN, de que Sánchez prometió aumentar el gasto bélico hasta el 2% para el verano, cosa que niega el presidente. Lo que, unido a nuestra participación en las conversaciones europeas relacionadas con el conflicto, está llevando a la izquierda pacifista y antimilitarista a movilizarse en contra de aumentar dicho gasto y de participar en la intervención en Ucrania.

El panorama no puede ser más sombrío, demasiadas cosas recuerdan a la época de entreguerras. Los europeos, sobre todo los españoles, mayoritariamente pacifistas, creíamos que tras el fin de la guerra fría los gastos en defensa y la militarización no era lo más deseable, pero la realidad a veces es tozuda. Sobre ello, el historiador Timothy Garton Ash dijo no hace mucho que “necesitamos políticos que reconozcan la emergencia en la que nos encontramos y se sinceren con los ciudadanos como lo hacen los líderes en tiempos de guerra”.

Tengo una gran lucha interna en relación con ese planteamiento, lo reconozco, pero hay una pregunta que siempre me ronda en estos casos, ¿cuántos de los ahora pacifistas no hubiéramos preferido que las potencias europeas y/o americanas hubieran apoyado militarmente a la República española, democracia legítima, tras el golpe de estado del bando nacional sublevado el 18 de julio de 1936? Es seguro que, si se hubiera dado el caso, la historia de España, y la de Europa, hubiera sido otra mucho mejor.

Por otro lado, desde sectores de la izquierda, como analicé, se recriminaba a Ucrania tener grupos fascistas en sus filas, y ello avalaba su actitud contra la ayuda, lo entiendo, pero la realidad es compleja, conviene recordar que estos sectores no son mayoritarios, que la democracia ucraniana se estaba consolidando, que no conviene olvidar que las tropas rusas que han invadido Ucrania (un país soberano) luchan por un gobierno autoritario de extrema derecha, reaccionario e imperialista que asesina y encarcela a sus opositores internos, y se cree garante de una tradicionalismo cristiano ortodoxo paneslavo que demoniza a la cultura europea (por su alejamiento del tradicionalismo cristiano), casus belli fundamental -según discurso de Putin- por el que quieren anexionarse Ucrania, que comparte con ellos origen y cultura, o convertirla en títere de su influencia. Como lo intentó, saltándose al parlamento ucraniano, el presidente Yanukóvich en 2014, lo que originó el movimiento de protestas conocido como Euromaidan que terminó con su expulsión, y abrió la veda a Putin para comenzar su anexión de territorios ucranianos: Crimea y Sebastopol.

Por buscar cierto paralelismo a vuela pluma (perdón, si parezco falta de sensibilidad más compleja, pero no puedo detenerme lo que merecería), conviene recordar que en la República española ciertos grupos de extrema izquierda cometieron atrocidades, y ello no puede justificar ni el golpe de estado de Franco y compañía, ni la neutralidad de países como Francia, Gran Bretaña, EEUU, que nos abandonaron a nuestra suerte, entre otras cosas, por miedo al avance del poder comunista en nuestro país y en Europa.

Volviendo a Trump y su influencia en la geopolítica actual, lo que está quedando claro, un día sí y otro también, es que hace política exterior cual matón de barrio, con chantajes y golpes bajos. Nada nuevo bajo el sol, es un líder político que no entiende de política, ni de diplomacia, ni de democracia. Él y los homólogos con los que se entiende son autócratas que basan su poder en su fuerza militar, económica y tecnológica, que desprecian cuanto ignoran (que es mucho) y que tienen una concepción de la libertad individual y nacional no sujeta a los derechos humanos, ni a los tribunales de justicia, ni a las leyes constitucionales, nacionales o internacionales. Trump es el primero que, si puede, no acata leyes, ni resoluciones judiciales, si van contra lo que quiere hacer (como se ha demostrado en la reciente deportación sin juicio de casi 300 venezolanos). Trump es de los que cree que todo se puede comprar, regatear, o exigir mediante chantaje. Y de los que mientras negocia, como se ha visto en el caso de los aranceles que quiere imponer a México, Canadá, y la UE, lanza faroles, hace de trilero, miente y vuelve a mentir. Hace lo que él llama “tratos”, blanqueando su estilo mafioso de negociar.

Trump es un nacionalista reaccionario, contrario a todo lo que suponga progresismo, feminismo y diversidad (racial, de orientación sexual, religiosa, cultural, etc.), que representa para ellos la denostada cultura woke, a la que culpan de querer acabar con su identidad tradicional, que se sustenta fundamentalmente en la cultura WASP (blanca, anglosajona y protestante), desde cuyo marco ideológico expanden el miedo a la inmigración y al auge de las culturas minoritarias (teoría del Gran Remplazo).

Trump, en su anhelo supremacista yanqui que responde al eslogan MAGA (Make America Great Again), ha decidido volver a apostar por el imperialismo (quiere anexionarse Canadá y Groenlandia, gestionar Gaza, las tierras raras y la energía nuclear de Ucrania...). Se rodea de gente como él (Musk, Rubio, Waltz, Vance...), no formados en política, pero ebrios de poder, narcisismo y megalomanía, aporofóbicos que defienden la libertad por encima del estado del bienestar y la democracia –en la que no creen, pues solo creen en el poder de las élites económicas populistas-.

Además, son profundamente conspiranoicos con sus adversarios políticos, a los que literalmente demonizan como si fueran parte de una conspiración internacional del mal (de ahí que tengan como secretario de Salud a R. Kennedy Jr., activista “antivacunas”). Dichos líderes aumentan su poder alentando el miedo que sienten, y/o quieren que sientan los votantes, mediante la difusión mundial de noticias falsas donde vierten acusaciones muy graves contra sus adversarios. La élite tecnológica ha colaborado con la difusión de este discurso en los últimos años en Meta (Mark Zuckerberg), X (antiguo Twitter en manos de Elon Musk, quien desde su cargo político está desmantelando la administración) y otros medios.

Todo ello se enmarca en una forma de pensar a la que el filósofo Nick Land llamó, en un texto muy minoritario de 2012, la ilustración oscura, también llamado movimiento de la neorreacción (NRx), que ahora es foco de análisis entre los expertos, por la popularización de sus planteamientos en el devenir de la extrema derecha americana e internacional. Sobre las características de esta forma de pensar he escrito en la ampliación de mi libro Ideologías Excluyentes (Catarata, 2012), y en artículos monográficos que pueden consultar: Trump y el auge de la extrema derecha en países de tradición democrática (febrero, 2017); El auge de ideologías excluyentes en EEUU: algunas claves para entender la deriva del electorado republicano hacia la extrema derecha (enero, 2021).

Reflexiones y propuestas

El desafío al que nos lanzan los planteamientos de la extrema derecha de Trump, Putin y otros líderes no es algo baladí, pero necesariamente hemos de conseguir que de esta crisis los demócratas salgamos en un futuro no lejano fortalecidos en la defensa mundial de la democracia y de la Europa que la representa. Europa y el resto de países demócratas deben liderar la lucha contra los imperialismos y las ideologías autoritarias que quieren imponerse en la política mundial desde potencias que se sienten en crisis y añoran tiempos de mayor influencia en el mundo.

Debemos afear a los partidos de extrema derecha europeos su defensa de líderes como Trump, en quien se sienten representados, pues su política de aranceles empobrecerá a los empresarios y trabajadores de sus países, que tanto dicen defender, y su estilo belicoso nos acerca más a la guerra que a la paz. Debemos hacerles ver que su arbitrariedad en la política internacional y económica es reflejo de una personalidad nada estable, que responde a instintos o frustraciones irracionales no siempre confesables. La economía estadounidense también se está viendo afectada negativamente por los vaivenes de sus políticas arancelarias, o de otro tipo.

La ciudadanía demócrata internacional debemos estar en pie, unida, boicoteando de las maneras que mejor creamos el auge comercial o el sesgo ideológico de las empresas que presiden los líderes que apoyan o sostienen a Trump, entre las que destacan las grandes empresas tecnológicas americanas relacionadas con las redes sociales. Otro tanto sirve para las empresas que apoyan a Putin, Netanyahu, etc (el caso de China merece otro artículo).

Necesariamente se debe replantear el derecho de veto en la ONU y la importancia de que se cumpla el derecho internacional en cualquier conflicto (dotando a los tribunales pertinentes de una policía capaz de arrestar en cualquier país, quizá). Esas demandas hay que llevarlas a las calles, a los parlamentos, a la UE, etc., a los medios de comunicación y redes sociales, hasta que se conviertan en un mantra que todos los días cuestione a dichos mandatarios supremacistas culturales y/o raciales en sus países y en los encuentros internacionales a los que se presenten.

No debemos olvidar a los palestinos, ni dejar de cuestionar la política de genocidio y apartheid que lidera el gobierno de Netanyahu. Sin que ello suponga blanquear a Hamás.

La educación de nuestros jóvenes tiene que estar a la altura de los desafíos a los que nos enfrentamos, pues se observa cada vez más su banalización o idealización de los regímenes autoritarios que hemos padecido en el siglo XX, de los que saben muy poco.

Los líderes de la izquierda deben evitar hacer gala de su formación intelectual si se hace con prepotencia o exigiendo un rápido cambio de mentalidad a los sectores más populares (no es fácil). Y deben hacer la política social suficiente para los que se sienten más desposeídos, o los que creen que están perdiendo más en el nuevo orden social. Hay que conseguir que sientan que también son parte de la solución, que se cuenta con ellos y se hace política estructural para ellos.

Hay que seguir denunciando y juzgando a los que lanzan noticias falsas con importante repercusión en el sentimiento de miedo y desamparo de la gente. La colaboración de los medios de comunicación es fundamental en ello.

En fin, la lista podría ser larga, pero en esencia nos invita a la acción, a no desfallecer, a confiar en los otros, y en nuestra capacidad para reinventarnos, sin perder el lema de la Revolución Francesa que nos debe siempre guiar: libertad, igualdad y fraternidad, resultado de una auténtica Ilustración que nos dio luz y lo puede seguir haciendo frente a la nefasta ilustración oscura.

Recientemente en Roma ha habido una gran manifestación de la ciudadanía, organizada por un periodista y respaldada por políticos y ciudadanos de diferentes opciones políticas (incluidos algunos españoles), donde se proclamaba el orgullo de sentirse europeos, la necesidad de salvaguardar nuestra esencia democrática, y de hacer frente a los líderes imperialistas que quieren cambiar la geopolítica del mundo. Es un ejemplo a seguir.

Queda pendiente analizar con mayor complejidad el tema del aumento del gasto en defensa, y de nuestro papel en el actual contexto europeo, teniendo en cuenta los cambios geopolíticos de infarto que estamos viviendo desde la llegada de Trump.

¡No pasarán!

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