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Opinión socias
No me voy, estoy llegando

Quienes hemos tenido a José Mujica como referente político de la izquierda sentimos un profundo luto. El faro de luz de la izquierda latinoamericana se apaga después de casi 90 años de pelea política por la vida. Un referente mundial que nos deja un enorme camino aún por construir. Un ser humano que en su batalla por cambiar el mundo tuvo altos precios que pagar. José Mujica comenzó su lucha como guerrillero de los Tupamaros en Uruguay y acabó más de 13 años en la cárcel, 7 de ellos en aislamiento. Esos años de profunda soledad forjaron su carácter y construyeron a la persona política que conocimos como presidente de Uruguay.
Un socialista de convicción y anarquista de corazón, que acabó ganándose la simpatía incluso de aquellos que política e ideológicamente no estaban cerca. Aunque crítico con la propia autoridad del Estado, se convirtió en presidente de Uruguay. Vivir significa navegar entre contradicciones y para construir el ideal futuro hay que vivir el presente. Como presidente de Uruguay condujo al país a la vanguardia de América Latina mediante políticas transformadoras, lo que impulsó el desarrollo social y los derechos civiles, con grandes hitos como la legalización del matrimonio homosexual y del aborto.
Todo ello mientras destacaba por su vida austera y modesta en una pequeña chacra, donando el 90% de su sueldo a organizaciones sociales. En coherencia con que un presidente debe trabajar para el pueblo y debe ser un ciudadano más. Su discurso internacionalista y en pro de la justicia social y los derechos humanos ha sido siempre una constante a lo largo de su vida. Así como su particular filosofía de vida basada en evitar el consumismo y lo superfluo promoviendo una vida sencilla y modesta, cuidando el tiempo – que no se recupera – y animando a la juventud a luchar. Perdemos a la eminencia bajo las leyes naturales de la vida, pero no perdemos su proyecto ni su legado.
“Yo pertenezco a una generación que pensaba que el socialismo estaba a la vuelta de la esquina. Mi juventud pertenece al mundo de la ilusión, como tantos otros. El paso de la historia nos demostró que era mucho más difícil, y aprendimos esto para tener una humanidad mejor: la cuestión cultural es tan o más importante que la cuestión material. Se puede cambiar lo material, pero si no cambias la cultura no hay cambio. El verdadero cambio está dentro de la cabeza”, José Mujica en El Pepe, una vida suprema (2018).
Siendo presidente recibió profundas presiones por parte de poderes no electos que contestó con un “a mí no me van a domesticar”. Alejado de todo protocolo, siempre fue díscolo en el contexto internacional. Apelando que lo político debe estar por encima de lo jurídico, exigiendo al Estado de derecho sentido común y que no se le rinda una pleitesía de respeto absoluto, abrió urticarias en sectores de la derecha. Durante dicha presidencia se centró en políticas de vivienda y educación pública, aplicó impuestos a grandes propietarios de tierras y potenció las energías renovables.
Aunque en ocasiones fue criticado por su pragmatismo político, supo ver bien el contexto histórico que nos ha tocado vivir a todas y todos
Su austeridad personal y política, muy alejada del capitalismo consumista que hoy devora las sociedades modernas, es un verdadero ejemplo de hacia dónde debe caminar un mundo finito. La ética de la solidaridad, sin la cual no hay humanidad, es un enfoque al que fue fiel durante toda su vida, centrado en la igualdad social mediante políticas encaminadas a la reducción de la pobreza y de la exclusión. Su visión profundamente ecologista y humanista nos dejó profundas reflexiones relativas a la sostenibilidad ambiental y el bienestar de las personas. Aunque en ocasiones fue criticado por su pragmatismo político, supo ver bien el contexto histórico que nos ha tocado vivir a todas y todos. La teoría sirve como camino, pero no es verdad absoluta. Fiel al ideal, entendió que la matriz ideológica no debe enturbiar la realidad. Para llegar al otro lado de un río bravo es necesario construir el puente antes.
“[…] Y entonces, de los muchos que eran de convicción socialista emigraron hacia el capitalismo, lo tratan de adornar el capitalismo. Y hay otros, como yo y otros, que tratamos de administrar lo que podemos en el capitalismo, pero la solución no es el capitalismo. Hay que encontrar otras cosas, otros caminos. Y pertenecemos a esa búsqueda. En América Latina no hay soluciones, hay búsquedas. […]”, José Mujica en Ibíd.
Su legado y la coherencia de sus principios y valores debe ser como una escuela a seguir de pensamiento no rígido. Un pensamiento que sirve como camino y ejemplo en la construcción de un porvenir futuro más humano. Sin Mujica nos queda su legado, el cual debe ser recogido de forma colectiva por la juventud izquierdista. Pepe siempre tuvo la esperanza de construir un mundo y un sistema mejor, y era consciente de que aquello vendría de las y los jóvenes. Perdemos probablemente al que era el político en vida más brillante del mundo, pero no perdemos su legado.
“[…] Cómo se le va a ocurrir a la gente que no existe lo tuyo y lo mío, es porque en el fondo somos animales gregarios y como tales somos socialistas, pero la historia y el devenir de la historia nos ha transformado en capitalistas, en individualistas, porque hay una contradicción en nosotros mismos. Para vivir peleamos por la vida y eso es un egoísmo sano que nos coloca en la naturaleza a todas las cosas vivas, pero a su vez somos solidarios porque tenemos que construir sociedad, porque no somos Robinson Crusoe. No podemos vivir en soledad. Y es, a la larga, la civilización y la solidaridad el mayor bien posible como especie, que nos puede ayudar a vivir. Y superar esta contradicción y que prime la solidaridad por encima del egoísmo tiene un costo tremendo.”, José Mujica en Ibíd.
El mundo de la rapidez e hiperconexión, del consumismo y la deshumanización individualista que hoy caracteriza a la sociedad moderna digital dista mucho del mundo solidario y humano que quería construir Mujica. Unas reflexiones a las que os invito a acercaros con obras como Una oveja negra al poder (2015), de Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz y Chomsky & Mujica: Sobreviviendo al siglo XXI (2023), de Saúl Alvídrez; además del documental El Pepe, una vida suprema (2018), de Emir Kusturica, que está disponible en Netflix. Escuchar y reflexionar, con ojo crítico, sobre la cultura política y de vida que José Mujica quería compartir con el mundo, y, sobre todo, con los y las jóvenes, es el primer peldaño para caminar hacia un futuro mejor. Mujica no se va, porque su legado se queda en nosotras y nosotros. Una inspiración. Hasta siempre, compañero.
“No me voy, estoy llegando. Me iré con el último aliento. Y donde esté, estaré por ti. Estaré contigo. Porque es la forma superior de estar con la vida”, José Mujica durante su último discurso como presidente de Uruguay en 2015.