Opinión
El arte del procés en Nafarroa

Nafarroa ha pasado de reino independiente a autonomía, sin verdadera transición, en un ensoñamiento foralista sin origen ni sentido como sujeto político.

Huelga catalunya
Ione Arzoz Manifestantes durante la huelga del 3 de Octubre en Catalunya
8 nov 2017 18:20

Si algo aprendimos de las vanguardias contemporáneas, y del arte como rito y performance incardinado en la vida, es que el propio proceso es la obra. ¿Y si antes de que nos asalten la euforia o la melancolía tras el 1-O y el 155 entendemos el procés catalán bajo esta categoría?

Lo importante no será entonces el resultado, sino el propio procés: el aprendizaje de procés, la experiencia del procés, la política como procés. Y en esas estamos; después del 15M, el procés catalán como onda expansiva de una explosión social que, crisis económica mediante, aspira al derrumbe del Régimen de 1978.

Y en Nafarroa ¿en que nos afecta el procés?, ¿qué lección podemos extraer?, ¿se quedará todo en un amago de solidaridad democrática? Puede que sea en la Comunidad Foral donde, secretamente, el procés tenga mayor relevancia —más allá de su relación con el conflicto vasco—. ya que en Navarra su (pseudo) estatuto —el Amejoramiento del Fuero— no fue votado por la ciudadanía. Nafarroa ha pasado de reino independiente a autonomía, sin verdadera transición, en un ensoñamiento foralista sin origen ni sentido como sujeto político. Por ello, abogar por el derecho a decidir, no es replicar la demanda catalana, sino señalar una urgencia propia, aplazada por la realpolitik de las elites navarras, abertzales o no, acomodadas al ritmo del cambio tranquilo. Aquí, el derecho a decidir no es un ejercicio de nostalgia medieval, sino una inpugnación directa de esa Constitución del 78 que con su Convenio y su Transitoria cuarta nos ha convertido en una antigualla antidemocrática, de la que no debiéramos estar orgullosas.

Cuando vemos a la sociedad catalana agitarse detrás de la estelada, la senyera o la rojigualda, no debemos distraernos sino entender, justamente, lo importante del procés-como-procés. Lo verdaderamente singular del momento es el gigantesco proceso de desobediencia civil y acción directa noviolenta que se ha puesto en marcha. La recientemente contrastada funcionalidad del repertorio antimilitarista en la sociedad del espectáculo digital anima a extender sus lógicas para abrir procesos profundos de cambios sociales (más democracia), económicos (más reparto de la riqueza) y políticos (más libertad), que afecten al conjunto del Estado y a cada uno de sus territorios.

No debemos jugar a aprendices de bruja sobre el futuro de Catalunya —se hace camino al andar—, tan solo apoyar el procés en tanto que puede abrir ese proceso destituyente/constituyente de largo alcance y no una reconfiguración (aquí o allá) del status quo. Y frente al estado de excepción y la cárcel, debemos sostener el aliento de las plazas, y el apoyo a la gente de abajo que aprovecha la coyuntura para empoderarse pacíficamente. Entre tanto, hasta que desde Nafarroa no seamos capaces de alentar ese genuino proceso, practiquemos y aprendamos arte procesual, escuela catalana: ¡Larga vida al procés popular!

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