Opinión
12 de octubre: ¿por qué las balas siguen cayendo sobre los mismos cuerpos?

Quinientos treinta y tres años después, los pueblos originarios en Ecuador siguen poniendo el cuerpo a las balas
Protestas gobierno Ecuador Septiembre de 2025
Protestas convocadas por la CONAIE y otras organizaciones sociales en contra de las políticas del Gobierno de Daniel Noboa en Cuenca, Ecuador el pasado 25 de septiembre. Foto: Wikimedia Commons / Martín Vascovinueza
14 oct 2025 06:00

Hay fechas a las que una jamás se acostumbra. El 12 de octubre, por ejemplo. Cada año aparece como una notificación no pedida en mi calendario. Llega con la terquedad de las efemérides a recordarnos dónde comenzó todo. Viendo la historia, a veces sospecho que esto no terminará nunca.

Las terrazas están llenas de turistas ajenos a cualquier realidad. Yo marcho pero el teléfono insistecon terquedad: un muerto en el Paro Nacional en Ecuador. Efraín Fuerez. Comunero kichwa de 46 años. Presidente de la Junta de Agua de Cuicocha, Cotacachi. Vendía ropa deportiva en la feria de Otavalo. Tenía esposa. Dos hijos. Cayó al asfalto por una bala que le llegó por la espalda. Lo que no dice es por qué un hombre que defiende el agua merece una bala. Eso no lo dicen las autopsias. Eso lo dicen los gobiernos. Y Daniel Noboa no ha dicho nada.

El paro que incomoda: petróleo vs. territorio

Ecuador lleva diecisiete días de paro nacional cuando escribo esto. El movimiento indígena,encabezado por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), lascomunidades indígenas y campesinas, junto a organizaciones sociales, dijeron basta al gobierno de Daniel Noboa. A diferencia de los paros de 2019 y 2022, este no ha llegado a Quito. Se haquedado focalizado en varios puntos de la sierra ecuatoriana. ¿El motivo? Un decreto que elimina el subsidio al diésel. Pero eso es solo la superficie. Debajo hay lo de siempre: decretos que facilitan la venta de tierras comunitarias, privatizaciones aceleradas, nuevos préstamos del FMI, militarización creciente de los territorios.

Todavía no hay acercamientos entre la CONAIE y el gobierno de Noboa. La respuesta del Estado: gases lacrimógenos, detenciones arbitrarias, militarización. Sesenta y tres personas detenidas

Marlon Vargas, presidente de la CONAIE, lo dijo claro: las movilizaciones son “contra la pobreza y las desigualdades”. Si no hay respuestas del gobierno, las protestas avanzarían a Quito. Todavía no hay acercamientos entre la CONAIE y el gobierno de Noboa. La respuesta del Estado: gases lacrimógenos, detenciones arbitrarias, militarización. Sesenta ytres personas detenidas. Cuarenta y ocho heridas. Seis personas detenidas desaparecidas. Un fallecido: Efraín Fuerez.

Leo las cifras y se me quedan pegadas.

Desde que Noboa asumió el poder a finales de 2023, la Fiscalía ha recibido hasta 43 denuncias por posibles desapariciones forzadas. Cuarenta y tres. Amnistía Internacional documentó 10 desapariciones forzadas durante 2024 en operativos militares del “Plan Fénix” en las provincias de Esmeraldas, Guayas y Los Ríos. Diez personas. Seis de ellas eran niños.

El Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos registró 33 personas detenidas desaparecidas por patrullas militares durante 2024.

Personas Desaparecidas. Como si la gente se desapareciera sola, como si no hubiera manos que detienen, que suben a alguien a una patrulla, que no lo vuelven a entregar. Ese eufemismo que aprendimos en dictadura y que aquí, en democracia, sigue funcionando. En Otavalo, doce personas fueron arrestadas y acusadas de terrorismo. Diez de ellas son indígenas kichwas que fueron trasladadas a la cárcel de máxima seguridad del país.

Y la narrativa: “terrorismo”, “delincuentes”. Las mismas palabras de siempre.

Solo en un caso hay detenidos: el de los cuatro niños de Las Malvinas, desaparecidos y encontrados muertos en diciembre de 2024. Diecisiete soldados están en prisión preventiva. En el resto de los casos, nada. Las Fuerzas Armadas se niegan a colaborar con la Fiscalía. Alegan “confidencialidad”.

Confidencialidad. Otro eufemismo. Se llama impunidad.

La máquina de las piezas intercambiables

Me quedo pensando en cómo funciona la máquina. Tiene quinientos treinta y tres años de antigüedad pero se actualiza con regularidad. Las piezas son las mismas, solo cambian de nombre. Y una de las piezas más antiguas, más probadas, es la desaparición forzada.

Primera pieza: la condonación. La empresa bananera de la familia Noboa recibió una condonación de deuda de 94,6 millones de dólares del Estado ecuatoriano. Casi noventa y cinco millones que se evaporan. Mientras tanto, elimina el subsidio al diésel que usan agricultores, transportistas, pescadores. Gente que trabaja con las manos, como Efraín.

¿Cómo se llama eso? Se llama despojo

Segunda pieza: la militarización. Ecuador lleva más de una decena de estados de excepción consecutivos. ¿Qué significa eso? Significa que la excepción se volvió regla. Significa que lo extraordinario es ahora lo ordinario. Significa que el derecho a reunirse, a protestar, a caminar por tu propia tierra dejó de ser un derecho y se convirtió en un permiso que el Estado puede revocar cuando quiera.

Ecuador lleva más de una decena de estados de excepción consecutivos. ¿Qué significa eso? Significa que la excepción se volvió regla

Doce provincias bajo restricción del derecho a la reunión durante 60 días. Las Fuerzas Armadas recorriendo comunidades indígenas como si fueran territorio enemigo. Porque cuando declaras el estado de excepción quince veces seguidas, lo que estás diciendo en realidad es que el problema no es la excepción. El problema eres tú. Tu existencia es la excepción que hay que controlar.

Tercera pieza: la inversión narrativa. El gobierno no habla de la muerte de Efraín Fuerez. Habla de una “emboscada”. La ministra de gobierno Zaida Rovira dijo que lo ocurrido en Cotacachi no fue una protesta sino un ataque de estructuras criminales. Los que defienden el agua son terroristas. Los que disparan por la espalda son víctimas.

El 7 de octubre, el círculo se cierra: el gobierno denuncia un intento de asesinato contra Noboa en El Tambo, Cañar. Cinco detenidos, acusados de “terrorismo e intento de asesinato”. Primero reprimes, luego te declaran víctima.

Cuarta pieza: la criminalización de los líderes. Los asambleístas piden a la Fiscalía investigar a Marlon Vargas por presunto terrorismo. Ahora defender el agua es terrorismo. Oponerse al despojo y extractivismo, es terrorismo.

La máquina funciona. Lleva quinientos treinta y tres años funcionando.

El manual tiene historia

Me puse a hurgar en la memoria. Y qué mejor que un 12 de octubre para buscar en la historia aquello que conecte lo que parece inconexo, para entender que el patrón se repite porque nunca se fue. También porque hay historias que no llegan a cruzar el charco.

En los años setenta, varios países de América Latina coordinaron un plan para convertir las desapariciones en costumbre. Le pusieron un nombre de ave rapaz: Plan Cóndor. Hacía falta un animal grande para justificar la cacería. Cincuenta mil asesinatos, treinta mil desapariciones, cuatrocientos mil presos políticos, miles de niños robados.

En los años setenta, varios países de América Latina coordinaron un plan para convertir las desapariciones en costumbre. Le pusieron un nombre de ave rapaz: Plan Cóndor. Hacía falta un animal grande para justificar la cacería. Cincuenta mil asesinatos, treinta mil desapariciones, cuatrocientos mil presos políticos, miles de niños robados.

Noboa no inventó nada. Solo fotocopia. Los militares en las comunidades, los estados de excepción infinitos, las acusaciones de terrorismo: nada de eso es original. Es mercancía de segunda mano, probada en otros cuerpos, perfeccionada en otras geografías.

Por qué 500 años después sigue pasando

Los antropólogos e historiadores lo tienen claro: el racismo estructural heredado del orden colonial legitima la represión contemporánea, disfrazando el uso de la fuerza como progreso o necesidad nacional, siempre para consolidar estructuras de poder y explotación.

Desde la invasión, los Estados construyeron su poder sobre la negación de la humanidad indígena y el acceso a territorios y recursos, implantando legalidades para legitimar la desigualdad. El modelo extractivo basado en la apropiación de la naturaleza y las riquezas de los territorios indígenas se mantiene como “progreso”, hoy bajo control estatal o corporativo. La resistencia es criminalizada como amenaza al “orden”.


Denigrar, invisibilizar o reprimir a los pueblos indígenas es funcional al modelo económico y político imperante. Por eso siguen poniendo el cuerpo. Porque están en el camino. En el camino de las minas, de los pozos petroleros, de los monocultivos, de las carreteras que atraviesan territorios ancestrales.

La maquinaria nunca fue desmontada. Sigue funcionando en el racismo que se heredó. En el extractivismo que se justifica como progreso. En la colonialidad y el despojo que sigue operando

El 12 de octubre no es un cierre: cada año la violencia estatal confirma la colonialidad —la división entre quienes pueden decidir y quienes deben obedecer, entre quienes son considerados “modernos” y quienes son retratados como obstáculos—. La maquinaria nunca fue desmontada. Sigue funcionando en el racismo que se heredó. En el extractivismo que se justifica como progreso. En la colonialidad y el despojo que sigue operando, que sigue decidiendo quién tiene derecho a todo y quién no tiene derecho ni a vivir.

“La colonialidad está activa porque la herida sigue doliendo y sigue siendo central cuando nos pensamos a nosotras mismas en lo cotidiano: ese modelo social de subordinación, esa organización social basada en castas inventadas en la modernidad, y el racismo y clasismo que rezuman”

Han hecho huellas en nuestra salud mental, en nuestra subjetividad, en la manera en que nosrelacionamos como sociedad, en la administración de los Estados nación y cómo estos searticulan con las políticas económicas neoliberales.

Las grietas

Las grietas están en los cuerpos que insisten en resistir. En el duelo comunitario que se transforma en una bandera de resistencia. En los abogados de INREDH que acompañan el caso jurídicamente. En la Relatora de la ONU que denuncia el uso excesivo de la fuerza, en los corredores humanitarios. Las grietas están en esa obstinación de seguir ahí, de seguir diciendo que no, de defender lo poco que queda. En el día diecisiete de un paro que no se detiene.

Un tribunal de Manabí aceptó parcialmente un hábeas corpus: diez manifestantes indígenas detenidos en Otavalo deben retornar a Imbabura. Es una pequeña grieta en la máquina.

La grieta está en la claridad obscena de que matan a alguien por defender lo que todos necesitamos para vivir. En la imposibilidad de justificar eso sin recurrir a palabras vacías de un diccionario común.

12 de octubre: la fecha más honesta

No sé qué es peor: narrar estas heridas o callarlas. A veces, me gustaría escribir historias con finales felices. Pero los finales no llegan. Solo hay tramas largas, heridas que se reeditan, autoridades que repiten el guion y pueblos que cada tanto intentan sobrevivir.

El domingo pasado fue 12 de octubre. No escribo para recordar el pasado, sino para entender por qué nunca se fue. Para no callar aunque ya sepa cómo termina. En palabras de Gabriela Wiener es necesario descolonizar la mirada para comprender que esta fecha no es solo un símbolo del pasado colonial, sino la imposición violenta de un mundo sobre otro que sigue vigente hoy. Su celebración oficial oculta un racismo estructural y un modelo de subordinación que mantiene heridas abiertas y desigualdades, legitimando una violencia histórica que no ha terminado.

El 12 de octubre no es una fecha para debates escolares ni para banderitas. Es un recordatorio anual de cómo celebramos un genocidio y lo convertimos en costumbre. Cómo aprendimos a mirar para otro lado cuando recortan derechos, cuando perdonan millones a empresas mientras militarizan el territorio.

Efraín defendía el agua. Nadie sale a morir por el agua y, sin embargo, allá va la vida. Un país entero escucha la palabra “terrorista” y ya no reconoce al vecino, al amigo o al padre de familia. No importa si esto ocurre en Ecuador, si es Abya Yala entera, si es el horizonte roto de otro país sin nombre. Lo único seguro es que el cuerpo indígena sigue ahí, obstinado, en el camino del despojo.

Quinientos treinta y tres años después la pregunta sigue ahí: ¿por qué los pueblos originarios siguen poniendo el cuerpo a las balas?

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