Opinión
El laboratorio Noboa: cómo la nueva derecha desmantela la democracia sin tanques

En Ecuador no hay tanques en las calles ni militares tomando palacios presidenciales. Sin embargo, el país vive un golpe de Estado silencioso que está desmantelando la democracia desde dentro. Daniel Noboa no necesita uniformes para ejecutar el manual de la nueva derecha autoritaria global: le basta con un “plan de eficiencia” para destruir décadas de avances sociales.
En apenas meses de gobierno, Noboa ha despedido a 5.000 funcionarios públicos, eliminado el Ministerio de la Mujer y Derechos Humanos, desaparecido el Ministerio de Cultura y Patrimonio, y fusionado el de Ambiente con el de Minas —garantizando así que nadie controle el saqueo de recursos naturales—. Todo esto mientras los recortes presupuestarios devastan el sistema sanitario y una docena de recién nacidos mueren en un hospital público. Al mismo tiempo, aumentan las denuncias por desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales.
Este no es solo un ataque a la democracia: es la demolición programada del Estado social para abrir paso al saqueo neoliberal. Mientras Noboa elimina ministerios que protegen derechos, las corporaciones transnacionales ya celebran la “apertura” de nuevos mercados. La coincidencia no es casual: es el capitalismo del siglo XXI rediseñando la dominación.
La escalada autoritaria alcanzó su punto más álgido cuando la Corte Constitucional suspendió 17 artículos de las leyes de Inteligencia, Integridad y Solidaridad Nacional tras múltiples demandas de inconstitucionalidad. La respuesta de Noboa no fue el diálogo jurídico sino el asedio: anunció un referendo para que 77 votos de asambleístas puedan destituir a los jueces constitucionales, destruyendo el equilibrio de poderes. Miles de seguidores marcharon hacia la Corte con pancartas de idéntico diseño mientras vallas publicitarias exponían los rostros de los magistrados al escarnio público, una práctica que recuerda a los regímenes más oscuros de la historia latinoamericana.
Paralelamente, Noboa desplegó una estrategia para asfixiar a la sociedad civil. En julio envió a la Asamblea —con “urgencia económica”— una ley que impone ocho nuevas obligaciones burocráticas a ONG y fundaciones. Bajo el pretexto de combatir el lavado de dinero, acusa a estas organizaciones de ser usadas “para ingresar dinero y desestabilizar el país”, criminalizando el trabajo de defensa de derechos humanos. La medida afecta a miles de organizaciones sociales, en su mayoría dedicadas a educación, salud y medio ambiente.
El 74% de las noticias de campaña electoral fueron falsas, es decir, más de la mitad de la información que consumió la ciudadanía ecuatoriana estuvo manipulada
Nada de esto sería posible sin el acompañamiento mediático que colocó a Noboa en el poder. Un dato demoledor: el 74% de las noticias de campaña electoral fueron falsas, es decir, más de la mitad de la información que consumió la ciudadanía ecuatoriana estuvo manipulada. Estas tácticas del fascismo moderno no usan la fuerza abierta: generan cámaras de eco que difunden hilos tóxicos y memes virales, enfrentando a las clases populares entre sí para evitar que cuestionen las estructuras de poder.
Lo que sucede en Ecuador resuena en Madrid, Berlín o París. Cuando Vox propone eliminar el Ministerio de Igualdad, cuando Le Pen criminaliza a las ONG que ayudan a migrantes, cuando la extrema derecha europea demoniza el ecologismo, están aplicando la misma matriz que Noboa ejecuta en Ecuador. La diferencia es que en el Sur Global el experimento se implementa sin el escrutinio mediático del Norte. Ecuador forma parte de una ola que conecta a Trump, Milei y Bukele: la nueva derecha que desmantela el Estado democrático desde dentro.
A pesar de la gravedad, la cobertura internacional guarda silencio, Ecuador no abre noticieros ni portadas con titulares de “dictadura” o “régimen autoritario” porque no desafía los intereses transnacionales. Esa ausencia equivale a consentimiento político. Cuando un gobierno está “del lado correcto del capital”, se habla de “libertad” porque el poder se legitima por intereses económicos, no por principios democráticos. El resultado es una democracia degradada y un Estado que deja de proteger para convertirse en aparato disciplinario.
Mientras el mundo observa un genocidio en directo, en Ecuador se vive otra forma de violencia sistemática: al menos 562 hectáreas de cuatro áreas protegidas de la Amazonía han sido devastadas por la minería. Esta violencia extractiva forma parte de un patrón global donde gobiernos como el de Noboa ganan terreno mientras las luchas colectivas pierden espacios. En un sistema que nos educa para la competencia individual, el cuidado colectivo se vuelve subversivo. Resistir la destrucción de los ríos, defender el ambiente, organizarse contra el despojo se convierten en actos revolucionarios que estos gobiernos criminalizan sistemáticamente.
La eliminación del Ministerio de la Mujer es un ataque directo al feminismo como fuerza transformadora. Noboa sabe que las mujeres organizadas son la columna vertebral de la resistencia social
La eliminación del Ministerio de la Mujer no es una medida administrativa: es un ataque directo al feminismo como fuerza transformadora. Noboa sabe que las mujeres organizadas son la columna vertebral de la resistencia social. Desmantelar las instituciones de género o la eliminación de instituciones que atienden a los derechos y necesidades de artistas y pueblos originarios no es una medida administrativa: es una declaración ideológica.
Desde España tenemos responsabilidades concretas: apoyar a las organizaciones sociales ecuatorianas bajo asedio, y denunciar el silencio cómplice ante este laboratorio neofascista.
Ecuador nos enseña el futuro que nos espera si no actuamos: un capitalismo autoritario que no necesita militares para someter pueblos enteros. No permitamos que la distancia geográfica o la saturación informativa nos alejen de lo verdaderamente importante: la defensa de la vida, de la Pachamama y de una democracia real que ponga el bienestar colectivo por encima del capital.
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