Opinión
Repensar la cultura tras el covid19

En tiempos de crisis la cultura es esencial para construir una comunidad sana y de progreso, pero ¿qué labor social realmente esencial está desempeñando la industria cultural? ¿Hay un interés real por el crecimiento artístico, intelectual y espiritual de la comunidad o no es más que un fraudulento trampantojo cuyo reverso al ser destapado desemboca en un planteamiento individualista de supervivencia y defensa de “lo mío”?

Zarzuela Huelga Teatro 3
Álvaro Minguito Protesta del sector cultural.
13 abr 2020 12:30

Vivimos tiempos difíciles, no hace falta decirlo. Tiempos de cambio y relevo. Asola un nuevo paradigma, si es que sabemos interpretar correctamente la peculiar manera que tiene el universo, y cuando digo universo pienso en términos biológicos, de corregir las células corruptas y depurar el sistema.

Si estamos de acuerdo que cualquier ética posible debe necesariamente desembocar en una praxis útil y funcional, deberíamos también estarlo en que para llegar a ese lugar fecundo y constructivo antes hemos de pasar por la mente y el pensamiento. De momento es todo lo que se nos exige como seres humanos, como sociedad y como individuos. Sabemos, ya lo dijo Aristóteles, que los razonamientos no nos hacen buenos. La bondad, será, por ende, la consecuencia de dicho razonamiento. No cabe duda, es un planteamiento infalible. ¿Cuál es entonces el problema? Pues que pensar no es una garantía ya de casi nada. Un pensamiento también tiene que ser bueno y bondadoso si queremos resultados buenos y bondadosos. Toda la historia de la humanidad y seguimos llegando a las mismas conclusiones. Repetimos como autómatas planteamientos que alguna vez alguien nos dijo que eran los acertados y esperamos obtener resultados distintos.

Nuestro sistema de valores necesita ser rasurado

He aquí un ejercicio perverso, el mercado ha capitalizado las ideas y ahora éstas, de forma capicúa, son también mercado. Cualquier conclusión posible que nazca de un ejercicio dialéctico del sistema consigo mismo no servirá más que para perpetuar los mismos errores que nos han traído hasta aquí. Por eso no se trata de retornar a lo esencial, de repetir ingenuamente que cualquier tiempo pasado fue mejor, ni siquiera de volver a hacernos las mismas preguntas. Se trata, por el contrario, de dibujar soluciones nuevas, soluciones a preguntas que quizás ni se nos ocurren.

Hagamos un esfuerzo y destruyamos nuestro argumentario caduco. Nuestro sistema de valores necesita ser rasurado. Empleemos la navaja de Ockham y reduzcamos todo, en la medida de lo posible, a lo esencial. El mundo que quedará, si es que aún no es demasiado tarde, será serio y grave, o no será.

Durante 48 horas, al menos de cara a la galería, se ha producido un apagón cultural y hemos dejado de consumir entretenimiento. Dos días sin Netflix, curiosa manera de hacer la revolución

Andan estos días, como no, revolucionados los trabajadores de la cultura. Al parecer en tiempos de crisis la cultura es esencial (otra vez aquí la palabra) para construir una comunidad sana y de progreso. Dejar en la “cuneta” a un sector tan mediático y poderoso puede tener consecuencias colaterales gravísimas en un gobierno que, por lo demás, parece estar sufriendo tanto como nosotros. Tanto ha significado el enfado que durante 48 horas, al menos de cara a la galería, se ha producido un apagón cultural y hemos dejado de consumir entretenimiento. Dos días sin Netflix, curiosa manera de hacer la revolución. Digo consumir a sabiendas, podría haber utilizado cualquier otra palabra, mirar, sentir, palpar, pero no, uso consumir.

Aunque es una obviedad, no por ello hay que dejar de repetirlo. Se está poniendo en jaque la industria cultural, en ningún caso la cultura. Esto no significa que no haya que luchar por unos salarios dignos y por unos derechos laborales que cualquier trabajador, pertenezca al sector que pertenezca, tiene que tener garantizado en una sociedad libre y democrática. Esto significa que quizás ha llegado la hora de llamar a las cosas por su nombre. ¿Qué labor social realmente esencial está desempeñando la industria cultural? ¿Hay un interés real por el crecimiento artístico, intelectual y espiritual de la comunidad o no es más que un fraudulento trampantojo cuyo reverso al ser destapado desemboca en un planteamiento individualista de supervivencia y defensa de “lo mío”? ¿Qué nos quedaría para mirar, sentir o palpar si le aplicamos la navaja antes citada a una industria que se revuelve cuando se cuestiona el sentido de su existencia en los tiempos que corren? ¿Por qué seguimos haciendo películas?

La ontología del arte ya no nos salvará. Es momento de una nueva etapa cultural, una que tenga que ver más con la teleología

Estamos condenando a las futuras generaciones a habitar un eterno presente. ¿Cómo abordará la persona del mañana la historia del cine cuando ésta tenga más de doscientos años? ¿Por qué no paramos la máquina de producción, pensamos mejor lo que decimos y hacemos y mientras tanto repasamos lo que ya se ha dicho y hecho? La cultura no sabe nada del presente, la industria es la que necesita del ahora como agua de mayo. Liberemos a las películas de la tiranía del tiempo inmediato. Liberarlas en un sentido auténtico, y no como diversas plataformas audiovisuales estos días están haciendo bajo el pretexto de ayudar durante el confinamiento a que lo pasemos lo mejor que podamos. Entendemos que si estas películas ahora están siendo liberadas esto significa que antes estaban encerradas. Nos imaginamos que en una cárcel llamada capitalismo. ¿Esta es la cultura que queremos preservar? ¿Queremos seguir destinando dinero público (pues es de lo que se trata, el dinero privado, privado es) a semejante pantomima y simulacro?

Como decíamos al principio, lo primero era pensar, ya vendrá la ocasión de caminar hacia la praxis. Dejemos de mirar al Estado y asumamos nuestra responsabilidad como artistas y como receptores de arte. ¿Qué tenemos que aportar al mundo que viene? ¿Cuál es nuestra esencialidad? ¿Por qué somos importantes? El cine comenzó siendo una industria, luego, en un viraje natural se preguntó a sí mismo su razón de ser como disciplina artística y anduvo por terrenos ontológicos. Pero no nos engañemos, la ontología del arte ya no nos salvará. Es momento de una nueva etapa cultural, una que tenga que ver más con la teleología que con la ontología, una que ya no sólo nos sirva para preguntarnos quiénes somos o qué hacemos aquí, sino, principalmente, para qué estamos aquí, para qué hacemos películas, para qué consumimos, miramos, sentimos o palpamos cultura, para qué merece la pena seguir luchando.

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