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Culturas
Repensar la cultura tras el covid19
En tiempos de crisis la cultura es esencial para construir una comunidad sana y de progreso, pero ¿qué labor social realmente esencial está desempeñando la industria cultural? ¿Hay un interés real por el crecimiento artístico, intelectual y espiritual de la comunidad o no es más que un fraudulento trampantojo cuyo reverso al ser destapado desemboca en un planteamiento individualista de supervivencia y defensa de “lo mío”?
Vivimos tiempos difíciles, no hace falta decirlo. Tiempos de cambio y relevo. Asola un nuevo paradigma, si es que sabemos interpretar correctamente la peculiar manera que tiene el universo, y cuando digo universo pienso en términos biológicos, de corregir las células corruptas y depurar el sistema.
Si estamos de acuerdo que cualquier ética posible debe necesariamente desembocar en una praxis útil y funcional, deberíamos también estarlo en que para llegar a ese lugar fecundo y constructivo antes hemos de pasar por la mente y el pensamiento. De momento es todo lo que se nos exige como seres humanos, como sociedad y como individuos. Sabemos, ya lo dijo Aristóteles, que los razonamientos no nos hacen buenos. La bondad, será, por ende, la consecuencia de dicho razonamiento. No cabe duda, es un planteamiento infalible. ¿Cuál es entonces el problema? Pues que pensar no es una garantía ya de casi nada. Un pensamiento también tiene que ser bueno y bondadoso si queremos resultados buenos y bondadosos. Toda la historia de la humanidad y seguimos llegando a las mismas conclusiones. Repetimos como autómatas planteamientos que alguna vez alguien nos dijo que eran los acertados y esperamos obtener resultados distintos.
Nuestro sistema de valores necesita ser rasurado
He aquí un ejercicio perverso, el mercado ha capitalizado las ideas y ahora éstas, de forma capicúa, son también mercado. Cualquier conclusión posible que nazca de un ejercicio dialéctico del sistema consigo mismo no servirá más que para perpetuar los mismos errores que nos han traído hasta aquí. Por eso no se trata de retornar a lo esencial, de repetir ingenuamente que cualquier tiempo pasado fue mejor, ni siquiera de volver a hacernos las mismas preguntas. Se trata, por el contrario, de dibujar soluciones nuevas, soluciones a preguntas que quizás ni se nos ocurren.
Hagamos un esfuerzo y destruyamos nuestro argumentario caduco. Nuestro sistema de valores necesita ser rasurado. Empleemos la navaja de Ockham y reduzcamos todo, en la medida de lo posible, a lo esencial. El mundo que quedará, si es que aún no es demasiado tarde, será serio y grave, o no será.
Durante 48 horas, al menos de cara a la galería, se ha producido un apagón cultural y hemos dejado de consumir entretenimiento. Dos días sin Netflix, curiosa manera de hacer la revolución
Andan estos días, como no, revolucionados los trabajadores de la cultura. Al parecer en tiempos de crisis la cultura es esencial (otra vez aquí la palabra) para construir una comunidad sana y de progreso. Dejar en la “cuneta” a un sector tan mediático y poderoso puede tener consecuencias colaterales gravísimas en un gobierno que, por lo demás, parece estar sufriendo tanto como nosotros. Tanto ha significado el enfado que durante 48 horas, al menos de cara a la galería, se ha producido un apagón cultural y hemos dejado de consumir entretenimiento. Dos días sin Netflix, curiosa manera de hacer la revolución. Digo consumir a sabiendas, podría haber utilizado cualquier otra palabra, mirar, sentir, palpar, pero no, uso consumir.
Aunque es una obviedad, no por ello hay que dejar de repetirlo. Se está poniendo en jaque la industria cultural, en ningún caso la cultura. Esto no significa que no haya que luchar por unos salarios dignos y por unos derechos laborales que cualquier trabajador, pertenezca al sector que pertenezca, tiene que tener garantizado en una sociedad libre y democrática. Esto significa que quizás ha llegado la hora de llamar a las cosas por su nombre. ¿Qué labor social realmente esencial está desempeñando la industria cultural? ¿Hay un interés real por el crecimiento artístico, intelectual y espiritual de la comunidad o no es más que un fraudulento trampantojo cuyo reverso al ser destapado desemboca en un planteamiento individualista de supervivencia y defensa de “lo mío”? ¿Qué nos quedaría para mirar, sentir o palpar si le aplicamos la navaja antes citada a una industria que se revuelve cuando se cuestiona el sentido de su existencia en los tiempos que corren? ¿Por qué seguimos haciendo películas?
La ontología del arte ya no nos salvará. Es momento de una nueva etapa cultural, una que tenga que ver más con la teleología
Estamos condenando a las futuras generaciones a habitar un eterno presente. ¿Cómo abordará la persona del mañana la historia del cine cuando ésta tenga más de doscientos años? ¿Por qué no paramos la máquina de producción, pensamos mejor lo que decimos y hacemos y mientras tanto repasamos lo que ya se ha dicho y hecho? La cultura no sabe nada del presente, la industria es la que necesita del ahora como agua de mayo. Liberemos a las películas de la tiranía del tiempo inmediato. Liberarlas en un sentido auténtico, y no como diversas plataformas audiovisuales estos días están haciendo bajo el pretexto de ayudar durante el confinamiento a que lo pasemos lo mejor que podamos. Entendemos que si estas películas ahora están siendo liberadas esto significa que antes estaban encerradas. Nos imaginamos que en una cárcel llamada capitalismo. ¿Esta es la cultura que queremos preservar? ¿Queremos seguir destinando dinero público (pues es de lo que se trata, el dinero privado, privado es) a semejante pantomima y simulacro?
Como decíamos al principio, lo primero era pensar, ya vendrá la ocasión de caminar hacia la praxis. Dejemos de mirar al Estado y asumamos nuestra responsabilidad como artistas y como receptores de arte. ¿Qué tenemos que aportar al mundo que viene? ¿Cuál es nuestra esencialidad? ¿Por qué somos importantes? El cine comenzó siendo una industria, luego, en un viraje natural se preguntó a sí mismo su razón de ser como disciplina artística y anduvo por terrenos ontológicos. Pero no nos engañemos, la ontología del arte ya no nos salvará. Es momento de una nueva etapa cultural, una que tenga que ver más con la teleología que con la ontología, una que ya no sólo nos sirva para preguntarnos quiénes somos o qué hacemos aquí, sino, principalmente, para qué estamos aquí, para qué hacemos películas, para qué consumimos, miramos, sentimos o palpamos cultura, para qué merece la pena seguir luchando.
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Estimado Carlos,
Estoy de acuerdo con las preguntas que lanzas en este articulo, pero creo que primero habría que definir que es el arte y que es cultura en el presente, y esas definiciones, hacerlas accesibles a todos los públicos. Creo que habría que separar cultura de "entretenimiento", y ver que papel juega el turismo cultural por ejemplo en las contrataciones en museos y diferentes monumentos, pues siempre que se habla de esta crisis de la cultura, no se por qué se habla del cine y de su historia. Este fue el primer error que cometió el ministro en su sonada comparecencia, achacar la cultura solo al cine. Echo de menos en este articulo eso: los museos, el patrimonio, la etnografía, la educación artística, la investigación sobre el cerebro humano, la antropología y el arte. La cultura no es solo hablar de cine y Netflix y si se hace un apagón(que se puede hacer en cualquier país de primer mundo). La cultura es la forma de vida, y el modo de representarla en diferentes disciplinas, de un grupo o comunidad. Es lo que nos define como país, y España es uno de las naciones más admirados en el mundo por su cultura. Ahí es donde hay que ver los cambios, y el cine, si,,es un eslabón más, pero no lo que define la cultura al cien por cien.
Buenas, muchas gracias por el interés puesto en el artículo. Estamos de acuerdo en muchas cosas, por supuesto que hay que mirar mucho más allá del cine. Este mundo en particular peca de un ombliguismo digno de admirar, si se me permite la ironía. En mi caso me centro más en el cine porque soy cineasta y me corresponde "alertar" sobre el sentido de las imágenes, pero estoy de acuerdo contigo es que es muy necesario salir de él y expandir la mirada hacia otros lugares ( por supuesto como dices incluso fuera del mundo del arte). En cuanto a lo que dices de pensar qué es el arte, bueno creo que hay mucha más bibliografía sobre la ontología del arte que sobre su teleología, de ahí mi énfasis en el asunto. Como dice Chantal Maillard, poner el acento en lo ontológico es el primer paso hacia el fracaso poético. En esta línea considero, en opinión personal, que pensar qué es el arte no tiene ahora demasiado sentido si no es bajo un propósito utilitario y de comunidad. Ha sido muy habitual quedarse en un primer estadio crítico a la hora de discernir en torno al sentido de cualquier vanguardia artística y petrificarse ahí, en un eterno divagar que al final ha generado dos polos irreconciliables, la cultura como entretenimiento(y por lo tanto industria) o como forma de expresión de una élite endogámica ajena por completo en forma y contenido a los intereses comunes de aquellos receptores del primer grupo. En definitiva, repensar.