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“Me ha caído el sambenito de ser la abuela de España”, cuenta María Galiana, que más allá de Herminia fue profesora de Historia del Arte en varios institutos públicos de la periferia sevillana —Bellavista, Tiro de Línea o Ciudad Jardín—, desde donde acompañaba a su alumnado a conocer “el centro de la ciudad” o “ir a Sevilla”, algo que se sigue diciendo desde esos barrios abandonados a su suerte. Lleva a sus espaldas más de dos décadas de presencia en cine y teatro, y un Goya por su actuación en Solas. Toc, toc, María golpea animosa la cristalera de la cafetería y saluda con energía. Esta actriz, a quien no le gusta la música grabada, pide amablemente a la camarera, al igual que lo solicitó en su fiesta de jubilación, que apague la radio.
¿Las autoridades favorecen poco la cultura?
Poquísimo. Por ejemplo, llevan años con precariedad en la Real Orquesta de Sevilla. El Ayuntamiento de Sevilla, la Junta de Andalucía y la Diputación de Sevilla están intentando regatear lo máximo posible. Yo no veo que haya actos culturales importantes. Veo que más bien hay actos lúdicos… Pero la cultura no es eso solamente.
¿Cuando fue profesora intentó acercar la cultura a sus alumnos?
Fui profesora en Dos Hermanas en una época en la que los alumnos agradecían estar en el instituto porque si no tenían que estar escamochando remolacha… Años más tarde, en otro instituto, teníamos un grupo magnífico. Con ellos conseguimos una reforma de verdad, de pedagogía no directiva, sin libros de texto, con un cineclub, teatro semanal y trabajos literarios…
¿Hay curiosidad por la cultura?
En el caso del cine, hoy en día gusta poquísimo. Primero, porque te lo bajas de internet y lo ves en el ordenador. Eso no es cine, son muñequitos como los vídeos que ves en el móvil. Eso no es una película. Por ejemplo, en una película del Oeste, si no te metes en el paisaje o el ambiente, mejor no la veas. Hoy en día la gente se queda con lo que le pasa a este o le pasa al otro, exclusivamente la línea argumental. La era del cine se ha terminado. El cine es cultura, pero tengo que romper una lanza por el teatro, que estaba desabastecido. Parece que ha habido una reversión hacia el teatro desde que van personajes que salen en la televisión, ya que la gente va para verlos en persona.
“Le dediqué el Goya a todas esas actrices mayores, buenísimas secundarias, y que no tienen esa oportunidad”
Hablando de teatro, usted ha compartido tablas con Juan Echanove, que ya no sigue en Cuéntame. ¿Cómo pasó?
Fíjate qué curioso. (Silencio) Hay muchas cosas que comprender de la televisión y de las empresas. Mi opinión personal: quieren hacer una reestructuración y piensan en tramas entre la gente joven. Ricardo Gómez (Carlitos), Irene Vicedo (Inés) y Pablo Rivero (Toni) por sí mismos pueden tener tramas. La niña está en el colegio y solo puede ir cuatro horas por los convenios. Es muy buena actriz, tiene posibilidades de que hagan tramas para ella, que sea más protagonista, y me imagino que cobrará por sesión. ¿Qué significa esto? Le cuesta mucho menos a la empresa. Todo hay que pensarlo. Al igual que han prescindido de Juan Echanove, van a prescindir de Toni Canal (quien hace de párroco), eso no lo han dicho, pero yo me lo figuro. Su personaje últimamente tiene lapsus de memoria, me llama de otra manera, “ay, perdone, que no lo sabía”, eso tiene su gracia, pero me huelo que es la posibilidad de que a ese actor, que tendrá un caché muy alto, puedan en un momento determinado decir: “Ay, el padre Froilán, pues no, se fue a una residencia de sacerdotes ancianos porque el pobre no podía…”, y dejan a Jimmy Roca que cobra poco porque acaba de empezar.
¿Es común en el mundo de la televisión?
Sí, Cuéntame cómo pasó es una de las series en las que mejor pagan. En la televisión nadie sabe lo que cobra nadie, es un misterio, un acuerdo tácito. Mi representante me dice que ella tiene actores en otras series y que nos demos con un canto en los dientes. Trabajando como profesora de instituto pedí una excedencia de dos años para irme a Madrid y hacer teatro. Todo esto en unas condiciones muy precarias; en la capital dormía en una pensión muy mala, pero yo lo intentaba. Cuando pasó ese año dije: “Las 14 pagas del instituto me dan muchísimo más juego”. Mi marido me preguntó: “¿Mariquita, te vuelves?”. Y yo le contesté: “Sí, me vuelvo. No puedo estar en Madrid lampando por un papel”.
Solo un 8% de los actores puede vivir de su trabajo...
No sabes la cantidad de gente que hay muerta de hambre, gente que ha empezado joven, ha tenido posibilidades y ahora se han olvidado de ella. Hemos conocido a actores que todavía a estas alturas siguen compartiendo piso con dos o tres, como si fueran estudiantes. No tienen la posibilidad de constituir una manera de vida.
A usted le ha ido mejor: en el año 2000 recibió el Goya como mejor actriz de reparto por su papel en Solas de Benito Zambrano. Quiso compartir su premio con las “mujeres maduritas”.
Le dediqué el Goya a todas esas mujeres, que yo sé que hay montones, actrices mayores buenísimas secundarias y que no tienen esa oportunidad.
¿Cree que el teatro es especialmente difícil para las mujeres que están en la tercera juventud?
Muy difícil. Por ejemplo, la obra Los sueños de Quevedo tiene diez actores, siete hombres y tres mujeres… Los guionistas o las funciones no tienen papeles femeninos, guionistas mujeres hay muy pocas. Los chicos jóvenes siempre hablan de sus experiencias, las primeras películas casi siempre tratan experiencias vividas. Muy rara vez a un chico joven le interesa una señora mayor, y si necesita a alguien mayor coge a un abuelo. En España, tradicionalmente, hay determinadas profesiones que han sido desempeñadas por hombres. Para que salga una mujer comisaria de policía, el guionista tiene que ser un hombre moderno, que haya vivido en la Transición y al que le parezca, gracias a Dios, que las mujeres también son juezas. Los papeles femeninos no abundan y a las mujeres las ponen siempre de chicas monísimas, de tatas como en mi caso, de dueñas de burdel…
¿Hay desigualdad salarial entre hombres y mujeres en el mundo del cine y del teatro?
Sí, aunque no lo digan estoy convencida de que, por ejemplo, Antonio de la Torre o Raúl Arévalo cobran muchísimo más que la chica que sea ahora su partener.
¿Y los andaluces en el cine?
Los andaluces hemos tenido una pega, el acento, porque en las productoras de cine han visto mal nuestra forma de hablar. Para ellos hemos sido siempre los graciosos, como el Gato con Botas que hizo Antonio Banderas en Shrek. Por otro lado, la distancia: entre una mujer que viva en Sevilla y que tengan que llamar para hacer una película y tengan que costearle el billete y la estancia, pues cogen a una de Madrid. Que te llamen viviendo fuera es dificilísimo, por eso los que trabajan se han ido a vivir a la capital.
Hablando de cine andaluz…
Espera, yo lo del cine andaluz no me lo creo. Aunque soy muy escéptica, lo reconozco. Quiero decir que todo se vuelve alfombra roja y photocall, como yo digo. Se trata de hacer películas, de invertir… Pero, claro, no pueden hacer las películas las criaturas si después no se las distribuyen, si después no las venden, si después la gente no va al cine. Y hoy en día la única solución es que las vendan a la televisión. Y, además, no solamente en Andalucía, en España entera, si tú ves la lista de los Goya, hay cuatro películas o cinco que se llevan los premios. Luego ves la ceremonia de los Goya y aquello es un desfile de modelos, no hay gente del cine (ríe). Me refiero al asunto de photocall. Fulanita vestida de no sé qué, menganito de… Y tú dices, ¿qué ha hecho? “Ha salido en Sálvame (ríe mucho) o se ha divorciado de no sé quién”. No hay ninguna chicha desde el punto de vista cultural, que es lo que nos interesa.
¿Cree que los premios Goya están vinculados con los intereses que hay tras las películas?
Hace muchos años que no voy y creo que me voy a borrar de la Academia. Evidentemente, de la Academia de Cine, porque no sirve para nada, no hace nada, nada más que preparar los Goya todo el año y pensar en los Goya. Me parece que no tiene sentido alguno. En los premios hay algo fundamental, que son los patrocinadores, que hacen posible la gala y, entonces, la mayoría de la gente que va no tiene nada que ver con el cine, porque son personas invitadas por esos patrocinadores. Los Goya son un lanzamiento de las películas que, al fin y al cabo, les deben agradecer el hecho de tener esa publicidad, y después de los Goya las películas que han salido allí, aunque no sean muy premiadas, tienen la posibilidad de ser mejor vendidas, mejor distribuidas y de que, de alguna manera, la gente vaya a verlas. Pero nada más. Le pregunto, por ejemplo, a un director: “¿Cómo ha ido la película tal o la película cuál?”. Se me queda así mirando y dice “Psh, no ha ido bien, no ha ido bien”. No ha ido bien significa que le está costando la propia vida recuperar el dinero invertido. No te digo ganar. Estoy trazando un panorama muy feo, pero es la verdad. Hay que luchar por que mejore.
Entonces, a escala estatal, la política no apoya a la cultura.
No. No, no, no, no. El señor Rajoy, por ejemplo, que es nuestro presidente, creo que no lee más que el AS. Vamos, para mí que no le gusta más que el fútbol (risas).
El diario más leído es Marca.
Yo sé de gente que lo compra todos los días. El As o el Marca, uno de los dos. El As es de PRISA y el Marca es de los otros, (risas) como siempre. Pero bueno, si el periódico más leído es un periódico deportivo eso a lo mejor nos puede decir algo del tipo de sociedad, ¿no?
Usted dirá.
(Se ríe) Claro. Eso te retrata. Creo que los gobiernos son muy ramplones, por supuesto, tenemos un Gobierno ramplón desde el punto de vista de la cultura. Además, tal y como está estructurado el Gobierno, el mismo ministro hace cultura, deporte, educación, ¿cómo se puede encargar de tantas cosas? Todo por delante, él entiende de todo. El monstruo ese de Wert, que lo echaron. Bueno, que lo echaron no, lo colocaron divinamente en París. Cuando le parecía hablaba de educación, del nuevo plan de la mamarrachada que organizó, cuando le parecía hablaba de cultura, de deporte. ¿Esto qué es? No es posible que ese señor esté hablando de deportes y al mismo tiempo del Museo del Prado. No es posible porque no tiene tiempo para pensar en esas cosas. A mí me parece una herejía, una aberración.
¿Eso es quizás porque no les interesa que las personas consuman cultura?
Lo que tú me estás diciendo es evitar el pensamiento, claro.
Por ahí íbamos…
(Ríe) Ya lo sé, te he entendido. Quizás no lleguemos a ese extremo, porque eso ya sería un poco totalitario. Eso sería lo que habría hecho Marine Le Pen si hubiera ganado las elecciones. Que Dios nos coja confesados, ¿eh? Ha salido Trump y después de salir él ya me lo creo todo. Ese tipo de personas quiere conseguir que la gente no piense, como le pasaba a Franco. Que la gente compre lavadoras y se compre un 600, eso es mucho más importante. Por eso la gente piensa “vivimos mejor”, claro, porque el bienestar material es mucho más importante, como es natural, para mucha gente que no tiene nada. Claro, que tú ves por ejemplo a Marine Le Pen y te das cuenta de que ella es absolutamente totalitaria, pero favorece muchísimo a los que están más abajo, a los obreros, a los que pasan necesidad, porque son los que la votan. Todos los totalitarismos han tenido muy en cuenta fundamentalmente la economía. Hitler inventó el famoso Volkswagen. Todo el mundo en la época nazi tenía un coche en Alemania. Todo era para el pueblo, pero eso es tan antiguo como el mundo.
Pan y circo…
Claro, ahora se dice pan y circo también. Antiguamente se decía pan y toros porque ahora los toros ya como están de capa caída… (ríe) ahora no tiene gracia. Antes era lo que gustaba.
“Hoy en día la gente se queda con lo que le pasa a este o le pasa al otro, exclusivamente la línea argumental. La era del cine se ha terminado”
¿A usted le gustan los toros?
Pues mira, qué curioso. Me han gustado. Pero ya estoy completamente en contra, me gustaría que se acabaran. Pero ha sido una evolución, ¿eh?, porque yo recuerdo haber ido de joven.
¿La tauromaquia es cultura?
En un momento determinado lo ha sido, desgraciadamente… Lo fue en la época cretense, cuando se saltaban los toros. Hay una tolerancia a ese rito salvaje y ancestral de matar animales. Creo que la misma tolerancia entre la gente que se va de safari y mata bichos en la selva. Hoy en día, probablemente, no saldría con las pancartas manchadas de colorao, pero si hubiera que firmar, firmaría por la abolición. Ahora sí.
Y… ¿las ayudas públicas que recibe el mundo de los toros?
Me parecen una barbaridad. El mundo de los toros es putrefacto en todos los efectos. Hay una picaresca que realmente repugna. Yo creo que no deberían tener subvención ninguna. A eso le sumas que no puedes organizarlo por tu cuenta porque las entradas las venden en paquetes todo incluido: hotel, feria… Es un mundo totalmente corrompido.
¿Supuso la Exposición Universal de 1992 en Sevilla un impulso cultural?
Creo que no, yo soy objetora de la Expo. No tenían pensado sacarle partido. Ahora hace ya 25 años y lentamente han trasladado algunas facultades, pero todo sin urbanizar, lleno de empalizadas, lleno de sitios por donde no se puede pasar… Eso no tiene nada que ver con lo que se podía haber hecho allí. Sitios como el Auditorio Rocío Jurado o el Museo de Arte Contemporáneo están prácticamente abandonados. Creo que no tenía mucho sentido hacer esa magna exposición por el conocimiento que Europa tuvo de América, ya que estaba más que descubierta para ellos. Da la impresión de que nosotros llegamos a un país salvaje.
¿La historia está bien contada?
No, qué va (ríe). Eso es muy difícil, aunque se intenta por todos los medios. Hay muchos historiadores que tratan de contarla lo más neutral posible, pero eso es muy difícil, porque tenemos nuestras propias ideas y tendencias. Uno tiene que tener en cuenta que los mejores historiadores de España en su momento fueron ingleses (ríe), porque son gente muy rigurosa. Intentan por todos los medios pasar por encima de sí mismos. Es muy difícil pasar por encima de nosotros mismos para contar una verdad que a lo mejor no nos hace mucha gracia.
¿En Cuéntame son muy rigurosos con los hechos?
Intentan serlo. La mejor noticia que he tenido sobre Cuéntame ha sido que gente de izquierdas nos ha tachado de que no contábamos los hechos con rigor para la izquierda y lo mismo con los de derechas. Es un término muy bueno que gente de cualquier tendencia se pueda ver reflejada según las circunstancias y los personajes. Ni todos los capítulos ni los guionistas son iguales, pero, probablemente, hemos conseguido un equilibrio, que ya es difícil.
Usted tenía que aconsejar a los guionistas con el habla de la época…
Claro, eso lo hacemos todavía. El lenguaje ha cambiado mucho y no podemos consentir que una persona en los años 70 diga “bocata”, “cubata”… Hay que reconocer que hay muchas expresiones que hasta los años noventa o incluso 2000 no se habían empleado, así que nosotros estamos al pie del cañón.
Por último, sobre Cuéntame, ¿qué futuro le espera?
Por ahora, la próxima temporada. Cuando empezamos, el productor dijo: “La ilusión más grande que yo tengo sería que llegáramos a la muerte de Franco. Yo quisiera terminar esta serie con la familia Alcántara pasando por delante del cadáver en el Palacio de Oriente”. Lo hicimos y seguimos… “Mientras nos sigan prorrogando, yo firmo”, me decía. El productor dice que quiere terminar en el 92, con la Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona. Hay actores que no vivían entonces, como Carlos Cuevas. Yo a él le digo que la Barcelona anterior a las Olimpiadas no tiene nada que ver con la actual. “Yo no había nacido en la época”, me responde (ríe). Es como cuando yo os hablo a vosotras de la Expo, si no la habéis conocido…
No estábamos ni pensadas nosotras…
Ni planificadas… (Ríe).
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Magnifica entrevista, he disfrutado mucho leyendo las palabras de esta gran mujer. Gracias.