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Consumo
¿Qué rebajan las rebajas?
La palabra rebaja tiene dos sentidos bastante distintos. Por una parte, en el significado más habitual, hace referencia a la (supuesta) reducción en los precios de algunas mercancías. Así que ahora estamos en época de rebajas, aunque ya, con la aparición de otras variadas fechas y épocas de “oportunidades” para el consumo y el consumismo, haya perdido buena parte de su antiguo glamour.
Hay, sin embargo, un segundo sentido, que ya no se refiere a cosas, sino a personas. Rebajamos a una persona cuando la infravaloramos o, incluso, la menospreciamos. Nos rebajan cuando infravaloran nuestra inteligencia, nuestros sentimientos o nuestra capacidad de decidir y actuar con autonomía.
Laboral
Derechos laborales La huelga de las dependientas de Inditex se extiende a todo el Estado en el inicio de las rebajas
Rebajan nuestra capacidad de comprender, nuestra inteligencia, cuando en la práctica nos tratan como si fuéramos incapaces de entender por nosotras mismas no ya cuestiones muy especializadas, sino lo que sucede en nuestra vida, cuando nos tratan como tontas o medio tontas. Creo que es más que conocida la anécdota (relatada por Rebecca Solnit en “Los hombres me explican cosas”) de un hombre que explicaba a una mujer el contenido de un libro, sin dejarla intervenir, sin escucharla y sin saber que esa mujer era precisamente la autora de dicho libro. Rebajan nuestra inteligencia cuando intentan manipularnos, engañarnos con argumentos falaces, con datos falsos o inseguros, con gran despliegue de pequeños cristales de colores, baratijas y espejismos. Hace mucho que la publicidad dejó de ser informativa para convertirse cada vez más, más intensamente y más científicamente, en manipulación y engañifa. No sé si a ustedes les pasa, pero ante la publicidad, especialmente ante determinadas publicidades, me siento rebajado y menospreciado.
No sé si a ustedes les pasa, pero cuando me ofrecen como satisfacción de mis necesidades más reales y profundas comprarme algo, me siento rebajado y menospreciado
También nos rebajan personas cuando infravaloran nuestros sentimientos, nuestras aspiraciones, nuestras esperanzas, nuestros sufrimientos y nuestras alegrías. Y no me refiero sólo a su indiferencia —a actuar (o no actuar) como si esos sentimientos no existieran, como si fueran sordos o ciegos ante los mismos— sino a su utilización para llevarnos al huerto, a hacer cosas que no queremos hacer, a aguantar cosas que no queremos aguantar. O a comprar cosas que realmente no necesitamos. O a comprar por comprar. Especialmente lamentable me parece cuando a quienes, en la medida de nuestras posibilidades, queremos ser moderadamente felices, con una vida sencilla y digna que tenga algún sentido, que nos traten como personas valiosas —por el simple hecho de estar vivas y de ser personas—… se nos ofrece como panacea que nos compremos un coche, o un traje o un perfume. No sé si a ustedes les pasa, pero cuando me ofrecen como satisfacción de mis necesidades más reales y profundas comprarme algo, me siento rebajado y menospreciado.
No sólo nos rebajan cuando infravaloran nuestra capacidad de entender y de sentir, sino también, y muy especialmente, cuando menosprecian nuestra capacidad para tomar nuestras propias decisiones y darle un sentido a nuestra vida —intentar ser como queremos ser, intentar vivir como queremos vivir—, cuando deciden por nosotras que es lo que nos conviene, cuando como mucho nos permiten delegar, elegir representantes, interponer personas, pero no expresarnos con nuestra propia voz, no decir nuestra palabra autónoma. No sé si a ustedes les pasa, pero cuando se empeñan en decidir por mí, cuando me persiguen y atosigan para que haga lo que otras personas quieren —y no hablo sólo ahora de quienes pretenden lucrarse con mi sumisión, sino también de quienes quieren hacer carrera con ello— me siento rebajado y menospreciado. Así que sí, pienso que las rebajas nos rebajan.
Y cuando me siento tan rebajado y menospreciado me indigno, me siento físicamente mal y me entran ganas de coger el látigo y expulsar a todos estos mercaderes de falsedades de mi entorno y de mi vida.