Comunidad de Madrid
Las políticas austericidas de Ayuso torpedean la transición ecosocial en la Complutense
La universidad no es solo un espacio de producción del conocimiento, sino que también se puede entender como un catalizador de ensayos, ideaciones y prácticas llamadas a diseñar un futuro distinto. Un laboratorio donde construir comunitariamente alternativas al modelo actual de consumo y producción para detener el ecocidio actual. Esta semana, coincidiendo con la celebración de la Cumbre del Clima de Brasil (conocida como COP30) para debatir sobre cómo hacer frente a la emergencia climática, el Observatorio UCM 2030 ha publicado su Informe de resultados del análisis sobre el estado de las transiciones ecosociales en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). El ambicioso estudio, elaborado por un equipo de formado por 50 personas entre investigadores de la UCM de 11 facultades y un grupo de investigaciones independientes, permite evaluar de qué forma este centro público asume en sus prácticas cotidianas los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y afronta los retos ecosociales en su gestión.
Subvencionado parcialmente por el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, constituye el primer análisis integral del compromiso de la UCM con la sostenibilidad. El proyecto aborda distintos campos de análisis: desde el diseño de los campus y sus infraestructuras hasta los programas docentes, las prácticas institucionales (ya sean simbólicas o comunicativas) o sus políticas internas de sostenibilidad. La instauración de modelos más sostenibles desborda el plano de lo puramente ecológico o ambiental, insisten los investigadores del estudio. Es preciso, infieren, entender la noción de sostenibilidad desde un plano más holístico y trasversal, incluyendo cambios en la inclusión, los cuidados colectivos y la existencia de entornos amables desde todo punto de vista.
El estudio pone de relieve que la mayoría del alumnado cuenta con un conocimiento y una reflexión previa sobre la transición ecosocial
El estudio arroja luz, entre otras cuestiones, sobre las actitudes del estudiantado frente a las políticas ecosociales en plena crisis climática. 1.200 alumnos respondieron a preguntas vinculadas con las fuentes que usan para informarse sobre actualidad, su percepción del cambio climatico, el papel de su centro con respecto a esta cuestión o su confianza en la ciencia a la hora de combatir la crisis medioambiental. El estudio pone de relieve que la mayoría cuenta con un conocimiento y una reflexión previa sobre la transición ecosocial, así como con sensibilidad e incluso formación específica al respecto.
Un dato esperanzador que da cuenta de la conciencia colectiva que existe, generalmente, entre la población joven del Estado español sobre los problemas que aquejan al planeta. Muchas alumnas convergen a la hora de situar la matriz de la crisis ecosocial en el sistema de producción capitalista y extractivista actual: “Existe consenso en torno a la percepción de que la sostenibilidad y la equidad requieren de una reestructuración profunda del sistema”, desliza el informe.
Jóvenes críticos con el modelo ecocida de producción capitalista
No es solo un posicionamiento ideológico. Para Celia Díaz Catalán, profesora de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del proyecto de investigación, los estudiantes no sólo reconocen la gravedad del cambio climático sino que además reflejan esta conciencia social en su hacer cotidiano: “Hay una respuesta muy alta hacia conductas cuidadosas en el sentido de tener cuidado con el apago de luces, con el reciclaje, también con la reducción del consumo de moda rápida, así como con las decisiones relacionadas con el transporte público sostenible”, declara la experta durante la presentación del informe.
La prueba de ello se encuentra en la implementación de iniciativas prometedoras de equipos de investigación con participación estudiantil como el cultivo de huertas agroecológicas en el campus de Somosaguas para incrementar la biodiversidad en los exteriores de la universidad. También proyectos que han conseguido reverdecer espacios, proteger la flora local o conseguir que más plantas pueblen los interiores de los edificios, como en la Facultad de Bellas Artes. Un perfil muy recurrente es el de estudiantes y PDIs con un interés marcado por la justicia social, especialmente en temas como el decolonialismo. Solo una ínfima parte de estos jóvenes respaldan “teorías pseudocientíficas” y basadas en el “solucionismo tecnológico conspirativo”, que pueden enmarcarse dentro de los discursos negacionistas de la ultraderecha.
Articular cambios ecosociales en espacios deteriorados
Estos datos contrastan, no obstante, con la “deficiente” gestión de la universidad para contribuir a los cambios ecosociales. En gran medida a causa, confiesan, de las políticas austericidas y de “asfixia económica deliberada” de la Comunidad de Madrid, regida por Isabel Díaz Ayuso (Partido Popular). Es decir, los jóvenes apuestan firmemente por cambios estructurales para construir futuros mejores pero luego resulta casi imposible materializar estos deseos. Las infraestructuras obsoletas o extremadamente envejecidas, las políticas de compra dominadas por grandes corporaciones, muchas de ellas involucradas en escándalos de todo tipo en relación con la transición ecosocial, la escasa integración de perspectivas ecosociales en la docencia y la investigación o la escasez de medios de movilidad sostenible intercampus torpedean el progreso de la universidad en términos de compromiso medioambiental.
Según traslada a este medio Elena Pérez Lagüela subraya, investigadora principal del Observatorio, los sucesivos recortes presupuestarios impiden que la UCM pueda configurarse como un agente necesario y estratégico en la transición ecosocial. El mejor ejemplo de ello es la infrafinanciación de proyectos de investigación científica. En su departamento, Economía Aplicada, Estructura e Historia, el grupo de investigación al que pertenece no tiene ningún tipo de financiación y cada miembro del proyecto cuenta con tan solo 100 euros al año para gastar en desarrollar los estudios.
La propia estructura precaria de la universidad, pero también las trabas para la movilidad en clave verde contribuyen a la emisión de combustibles fósiles, destaca el informe
La propia estructura precaria de la universidad, pero también las trabas para la movilidad en clave verde contribuyen a la emisión de combustibles fósiles, destaca el informe. La implantación del estaciones de bicicletas Bicimad en los campus ha impactado positivamente en este ámbito, sin embargo, todavía campus como el de Somosaguas dependen del autobús porque carecen de carriles para circular. A esto se añaden problemáticas para el acceso de personas con movilidad reducida a los distintos espacios docentes debido a barreras arquitectónicas.
Uno de los puntos más innovadores de análisis del observatorio en este estudio tiene que ver con las contrataciones de la universidad de empresas que incumplen tanto sus compromisos con ODS concretos como con cuestiones vinculadas a los derechos humanos. El observatorio lo define en términos de coherencia entre lo que la UCM defiende (en 2020 se firma el compromiso explícito de la UCM con la agenda 2030) y lo que desempeña en la práctica. A partir de ahí, el estudio ha constatado la presencia de convenios con 67 empresas cuyas prácticas resultan contradictorias con los principios éticos de la universidad, algunas por sanciones medioambientales, otras por denuncias de malas prácticas laborales. Otras, señalan, están relacionadas económicamente con la industria armamentística, tienen un historial reseñable de escándalos de corrupción, litigios éticos y todo tipo de prácticas contradictorias con la justicia social.
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