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Déborah García Sánchez-Marín (Vitoria-Gasteiz, 1983) es historiadora, apasionada de la imagen y nómada. Cofundadora de la revista de antropología audiovisual Visual404, colaboradora en numerosos medios, también ha participado en publicaciones como Cuadernos de Medusa vol. III (Amor De Madre, 2020) y Apuntes sobre cine LGTB (Antipersona, 2020).
Su libro España es esto y todo lo contrario (Temas de Hoy, 2020) salió el pasado mes de octubre. Con él trata de completar los huecos de la historia oficial de España y escribir sobre las voces que no encontraron su espacio a través de los siglos, llevándonos a cuestionar, revisar e integrar estas historias invisibles en el relato oficial.
Como historiadora, quería destacar que después de haberlo leído, este no es un libro de historia al uso sino uno que se postula un poco como una reivindicación o casi como un manifiesto.
Exacto. Yo en el libro no me centro en los hechos de la historia como tal sino que repienso el concepto de historia. Es un libro metahistórico, intento incluso contradecirme con los presupuestos históricos de los que hago uso.
La historia oficial ha dejado muchas cuestiones fuera que hoy en día están ahí y nos apelan de alguna manera para nuestra supervivencia
Eso se adivina en el último capítulo del libro.
Claro, el último capítulo del libro tiende a dinamitar casi todo lo anterior. Para decir que las cosas han sido de una forma concreta y porque los que han escrito los libros de historia han sido unos en concreto que son los que han tenido los privilegios para poder hacerlo.
La historia oficial ha dejado muchas cuestiones fuera que hoy en día están ahí y nos apelan de alguna manera para nuestra supervivencia.
Ese progreso que lograron esos señores en los siglos anteriores y que nos ha llevado hasta aquí también nos ha dirigido hacia el colapso.
De hecho, ya estamos en el colapso y sufriendo las consecuencias.
¿Por qué estamos buscando las mujeres un sujeto histórico que nos represente o que intente responder a nuestras preguntas en este momento? Es por eso, porque estamos dándonos cuenta de que ese progreso ha fracasado, de que debemos buscar otras respuestas para poder vivir.
Es por eso, imagino, que nuestra generación está siendo la más castigada en este proceso. Nacimos para culminar el siglo XX: se nos enseñó que seríamos su culminación pero nos hemos visto abocados a todas sus crisis. Al fin de época, del fracaso de unas ideas.
Nada, nada, esas ideas nos están aplastando. Todo responde a un cansancio. En cierta manera, de ver cómo muchas cosas están agotadas, las redes sociales por ejemplo, que vivimos agotados, que nuestros deseos están agotados, que nuestros trabajos están agotados y que ahora vivimos en este estado de pandemia que no sabemos si durará tres o cuatro años y que nos va cansando más. De alguna forma es como si el siglo XX finalizara ahora, en este momento.
Somos de esa generación que está cabalgando todos esos cansancios del siglo XX. Pensemos en él, es el más catastrófico y ahora estamos colapsando
¿Es como si estuviéramos agotando los últimos resquicios del siglo XX?
Al final creo que sí, somos de esa generación que está cabalgando todos esos cansancios del siglo XX. Pensemos en él, es el más catastrófico y ahora estamos colapsando. O buscamos otras nuevas maneras de hacer las cosas o seguimos en esta impotencia.
Hablo de nuestra generación o de las generaciones que nos rodean para explicar que, al final, nuestra vida también ha sido una especie de proceso histórico en el que nos estamos haciendo conscientes de nuestro papel histórico. Esto también es una cosa que se reivindica mucho en tu libro.
Claro, tú date cuenta. Nos dijeron que teníamos que ir a la universidad, que encontraríamos pareja y que, unos pocos años después, tendríamos un trabajazo y una casa y nosotras hemos cumplido todo lo que la sociedad nos dijo y sin embargo no hemos conseguido nada.
Entonces te empiezas a plantear qué es lo que falla en todo lo que le has estado dando valor. Te das cuenta de que quizá lo que te contaron que debías hacer —“ser guapa, adicta al trabajo, disponible, educada”— quizá todo eso no quieres serlo y empiezas a cuestionar “y si no quiero trabajar y acabar machacada al día durante 10 horas al día”, “y si no me interesa ser guapa porque no soy el tipo de mujer ideal para la sociedad”, “¿y si no quiero vivir así?”.
Y la historia responde a todas esas cosas que no queremos ser. He escrito un libro de una historia que no quiero ser, porque no quiero ser una consecuencia de eso y quiero proponer que otras cosas son posibles.
Al final, la historia se trata de una narrativa que está contada desde el poder. Se trata de eso, de poder
Ahora que has hablado de esos estereotipos, justo estos días he estado leyendo el diario de Sylvia Plath y cómo ella fue una consecuencia de este tipo de educación sobre cómo debía ser la mujer perfecta y cuantísimo se cuestionaba a si misma por lo que le había impuesto la sociedad. Y creo que ella fue víctima de este proceso.
Esa es la cuestión ¿quiénes han sido los que han podido establecer y decidir qué era lo que debía hacerse o no? Al final, la historia se trata de una narrativa que está contada desde el poder. Se trata de eso, de poder.
Enlazando con lo que has dicho, es destacable el cuerpo y la figura de Juana I de Castilla en tu libro, en el que rebota de continuo como un eco, alguien que fue clasificada y narrada desde el estereotipo de la locura.
Hay una cosa que no sé si he dicho anteriormente de Juana. Pero es que Juana terminó como ella quería haber terminado. Me refiero a alejada del mundo. Ella no quería casarse, a ella le obligaron a casarse —y luego ella tuvo la osadía de pensar en un matrimonio por amor en aquella época, en el siglo XV— pero ella quería ser monja.
En el libro, y en general, su figura está tendiendo a revisarse, al fin y al cabo fue una persona con una increíble fortaleza mental, para mí siempre ha sido modelo, aunque siempre se la ha relatado como una mujer que no tuvo la suerte de ser amada, y por ello de alguna manera inválida.
Es que ella es mucho más que eso. Es lo que te estaba contando, Juana había visto cómo su propia madre sufría de celos por su padre y había visto a su abuela que también había sido encerrada muy joven cuando había quedado viuda —a la que visita continuamente—.
Y Juana termina viendo cómo su historia se repite cuando en el fondo había pensado que con ella podría ser distinto. Yo creo que la verdadera victoria de Juana fue poder decidir no volver a casarse y no seguir con aquella pantomima del poder y sus luchas.
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También me interesa cómo pones el punto de mira en otros colectivos y en otras mujeres que no están precisamente en el corpus y lo haces desde la ficción como al principio del libro y que es donde creo el libro brilla más. Esos momentos en los que recordamos que la historia es una narrativa.
Sí, yo creo que es lo más importante del libro. Tú puedes utilizar carbono 14 o termoluminiscencia y otras técnicas pero la prehistoria es la disciplina que más entiende la ficción para crear relato, quizá por ese desconocimiento que tenemos.
Ya lo dijo Hobsbwam, “yo escribo desde el punto de vista de un hombre blanco y occidental”.
Esas personas que descubren los huesos y crean relato al final tienen un bagaje detrás, todos escribimos desde nuestro lugar en el mundo. Al final extrapolamos nuestra vida a la vida de esa persona que descubrimos. Nosotros nos encontramos con ese agua negra que tenemos que reconstruir y que es a la que se refería Aby Warburg.
Hace poco incluso se descubrió cómo muchas estatuillas que se habían clasificado como exvotos o utilizadas para ámbitos sacralizados no eran más que juguetes, y resulta que nadie había pensado en eso.
Claro, yo también leí una cosa reciente que es increíble. Un estudio que dice que las estatuillas de diosas como la Venus de Willendorf fueron hechas por mujeres siguiendo la visión que tenían ellas mismas de su propio cuerpo. Esto pone sobre la mesa que las interpretaciones que habíamos tenido hasta la fecha eran muy reducidas y la importancia estaba en ese pensamiento caleidoscópico que da cuenta de otras formas de enfocarlo.
Al final se trata de abrir el campo de la historia no solo para poder ser conocedores de una sola versión y de un solo punto de vista.
Claro, por eso yo digo la historia con la ciencia, la historia con la música, la historia con el cine. Y es una cosa que está pasando ahora. Por ejemplo de ahora no solo vamos a tener los Boes para investigar esta época, sino que vamos a tener cosas como Tik Tok para poder entender mejor nuestra época. De nada sirve encabezonarse y decir “los libros los libros” como si no hubiera nada más que analizar, nada más que ver.
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Ahora que mencionabas a Warburg, que ha sido muy denostado por la crítica e incluso por alguno de sus discípulos como Panofsky, lo que él proponía era esa revisión constante y esa apelación a algo que está considerado tan poco masculino o “serio” en las investigaciones y que, sin embargo, es una de sus herramientas tan poderosas como son la intuición y las emociones.
Pero es que las propias intuiciones responden, creo, a un saber también bastante cerebral.
Son, de alguna manera, un proceso subterráneo mental.
Exacto, y aunque esté denostado salen del mismo sitio que la pura racionalidad. Es una certeza que nace y que explica, sobre todo en campos como el de la imagen. Y fíjate, esto es una cosa que yo he visto mucho en el ámbito del cine y de la crítica, todo aquello de “no, es que esa escritura que nace de la primera persona que mira a la espectadora como creadora de sentido no tiene tanto valor como un análisis de un cuadro que se realiza en tercera persona” no creo que tenga ningún sentido. Perdona que siempre lo lleve al ámbito del cine, pero es así.
¿Se puede confundir con una exposición del ego en vez de un intento narrativo y explicativo?
Sí, puede ser. Pero mira, yo cuando he estado escribiendo sobre No Home Movie de Chantal Akerman estaba muy influida por la enfermedad degenerativa que padece mi madre y con mi relación con ella y me acordé de de nuestros propios vídeos familiares en aquel momento que había grabado mi hermana, y de esa cineasta Friedl von Gröller, que grababa a su madre muriéndose. Y había una especie de comunión y de saberes que se dan la mano y que tú estás vertebrando un significado.
Y no solo eso: esa experiencia compartida de esos relatos la estás vertebrando tú desde lo textual y estás dando un plus que a la persona que te lee le permite comprenderte o entender ciertos temas desde un lugar que hasta ahora se denostaba. Un saber y unas emociones que son generadoras de sentido. Por eso yo empiezo el libro como lo empiezo.
Tú añades otras preguntas en esos análisis de la imagen y de la historia.
Así es.
Hasta hace muy poco tiempo la historia o las historias escritas por mujeres tenían que dar siempre un plus más, siempre algo más y se veían como algo insulso e incluso peyorativo
Me pasa un poco también con el ámbito literario que las autoficciones me han permitido mirar y ver desde otros lugares que desconocía tanto a mí misma como a otras mujeres en estos últimos años y, de hecho, aún me siguen pareciendo los textos más interesantes.
Exacto. Yo estoy de acuerdo contigo porque hasta hace muy poco tiempo la historia o las historias escritas por mujeres tenían que dar siempre un plus más, siempre algo más y se veían como algo insulso e incluso peyorativo. Pero, sin embargo, en estos últimos años ha habido un mayor reconocimiento. Todo lo que escribimos importa. Es que nuestra escritura no es una escritura menor. Creo que esa es la conlcusión: que no hace falta nada más, que nuestras historias y nuestras voces importan. Sinceramente, ¿qué aporta lo que se parece a todo lo que hemos leído antes?
Necesitamos leer otras cosas para entender la realidad de muchas otras maneras.
Es que es eso, tenemos que cuestionarnos lo que nos han contado. Mi libro responde a unas sensibilidades y unas preguntas que se están haciendo en este momento. Hay que escribir como si realmente lo que fuéramos a escribir fuera a ser tan absolutamente radical como para cambiar el mundo. Si no, ¿para qué lo hacemos?
Conectando esto con lo que decíamos anteriormente y para concluir, ¿es este colapso de las cosas y estas preguntas a las que te refieres en tu escritura las que te han llevado a vivir en la furgoneta?, ¿es una forma de renegar del sistema y sus colapsos?
Fue también a raíz de conocer a mi pareja y hablar con ella y plantearnos la vida en pareja como surgió la pregunta. Nos dimos cuenta de que si íbamos a vivir a un piso tendríamos que destinar la mayoría de los ahorros o lo que pudiéramos percibir económicamente en el piso. Al vivir en distintas ciudades se había organizado una dinámica en la que tampoco estábamos cómodas viviendo: después de salir del trabajo nos dábamos una paliza para poder vernos los fines de semana y aquello también influía en nuestra relación.
Decidimos, después de mucho pensar y varias opciones, embarcarnos en la furgoneta —también como una forma de vida completamente autónoma en la que no dependíamos de eléctricas ni de imposiciones espaciales, por lo que nos permitía ser más libres porque es una vida que te hace replantearte lo que tienes y lo qué quieres, menos propiedades, menos basura—. Digamos que sí, que intentamos de alguna manera negarnos a contribuir al sistema y a su colapso.
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Vamos... un INVENT como una casa... si ahora a eso se le llama historia el código davinci es un tratado académico.